domingo, 28 de agosto de 2011

Vertiente Norte de la Sierra de Tendeñera. Alternando con marmotas -24.08.2011


La humedad ambiente y la temprana hora dan un color especial al Midi d'Ossau y a la Peña Foratata, permanentes vecinos de la cara N de la sierra de Tendeñera

Selecciono un recorrido placentero, ¡por terreno nuevo!, que parece inverosímil tan cerca de casa, sin complicaciones técnicas, no demasiado largo, ya que el día amanece nublado y el tiempo está para pocas bromas, con la única pretensión de pasar la mañana explorando a partir del punto en el que me quedé en ocasiones anteriores, cuando sólo me centraba en alcanzar determinadas cimas (La Peña de Sabocos, en este caso), y me decidí por recorrer la falda norte de la Sierra de Tendeñera, partiendo de Panticosa y retornando por el valle de la Ripera. Como siempre que es posible, hago un recorrido circular.
Dejo el coche al pie del telecabina de Panticosa (1.100m), son las 8:30h cuando inicio la marcha subiendo hacia las pistas de esquí por un caminito que, nada más cruzar el río Caldarés, asciende derecho, al pie de las pilonas de las cabinas. El sendero gana altura rápidamente y va cruzando la zigzagueante pista para vehículos. El día está nublado; el bosque, de pino y boj con algún que otro abedul, huele a humedad. 
Son las 9h cuando dejo atrás los árboles y enfilo por las praderas de las pistas de esquí. Voy a pie de arrastres, hasta alcanzar, en lo alto, la pista para vehículos que, girando hacia la izquierda, rodea el Mandilar por la cota de 2.000m.
Unos 300m más abajo, a mi izquierda, diviso el gran ibón de Sabocos. No hay nadie más a estas tempranas horas.

Bueno, cuando llego al ibón de los Asnos me doy cuenta de que algunos han madrugado más que yo, de hecho viven aquí; los chillidos de las marmotas me llegan de todas partes. Me miran pasar expectantes, permaneciendo inmóviles, tal cual estaban cuando me vieron llegar, mimetizadas y camuflándose con el entorno.

Otra, aparentemente más melancólica y solitaria, contempla abstraídamente las aguas del ibón. Procuro moverme con cuidado para no espantarla y sigo mi camino.
Miro hacia atrás, y reconozco las características siluetas del Midi d’Ossau y de la Foratata destacándose entre la bruma. La humedad ambiente y la temprana hora les dan unos tintes peculiares.

Echo una mirada a la abrupta cresta S de la Peña Blanca, que hace unos cuantos lustros ya escalamos con mi hermano Manuel, Luís y José Luís Arcas, en no sé cuantas horas y con algún que otro titubeo, enlazando después con la Peña de Sabocos.
Sigo mi camino al pie de Sabocos; ahora comienza la parte nueva y desconocida.

El sendero se estrecha de repente convirtiéndose en una trocha pedregosa. Otra marmota me contempla erguida junto a su madriguera. Voy por la cota de 2.250m.

Abajo,  bastante abajo, a la izquierda, el ibón de Sabocos; sobre él, a la derecha, aparece la Montaña del Verde, al fondo, el macizo de Argualas y Garmo Negro con las nubes rozando sus picos de tres mil metros.
Sigo el estrecho sendero pedregoso al pie de la Sierra hasta justo encima del Collado de Sabocos. Desciendo a él y subo los 200m que lo separan de la cima de la Montaña del Verde (2.295m), punto culminante de la marcha de hoy. Es una cumbre alargada, en forma de loma, a la que se asciende sin dificultad, muy visitada por las ovejas; un grupo de ellas está pastando tranquilamente unos metros más abajo, en la ladera W.

El tiempo se va aguantando, de hecho empieza a clarear tímidamente. Desde la cima me entretengo mirando las montañas que circunvalan el Balneario de Panticosa. Los Dientes de Batanes son de los pocos no cubiertos por las nubes.
Tomo un plátano, bebo agua, no tengo prisa hoy.

Último vistazo a la Montaña del Verde antes de comenzar el trote hacia la Ripera

 A partir de ahora todo es descender. El terreno permite una marcha a zancadas o al trote, y así, a ritmo, llego al fondo del valle de la Ripera siguiendo un amplio y cómodo sendero. Ahora ya me voy cruzando con algunas personas que remontan en dirección al ibón de Sabocos.

La cresta entre las Peñas de Sabocos y Tendeñera, a mi derecha, es aérea y escarpada, con una gran caída por ambas vertientes, tanto N como S. Me alegro de ir al pie en lugar de recorrerla encaramado a ella.

Sigo por pista acompañando el cauce del río Ripera. El sentido ahora es de Sur a Norte. Los kilómetros van cayendo, el sol comienza a apretar. En el entronque con el Arroyo Laulot, al pie del Yenefrito, dejo la pista y tomo una senda aparente a la izquierda que, en sentido Este – Oeste, va discurriendo por la margen izquierda del río Bolática. En los primeros 2km me resulta algo confusa, pero con algún que otro titubeo, la voy encontrando.
Después se muestra clara y aparente. El bosque es de boj y roble. La sombra prevalece, el piso es mullido, el trote cunde. Llego a un puente, lo cruzo, creo que me he confundido porque el camino se transforma en pista que pica mucho hacia arriba, por lo que vuelvo sobre mis pasos y continúo por el sendero en la margen izquierda del río.

Barranco de Travenosa, con la Montaña del Verde adivinándose al fondo

Llego a otro puente, este más pequeño y sencillo que el anterior. Este es el que hay que cruzar. El arbolado es tupido y se va cómodo.
Me detengo a contemplar el gran Barranco de Travenosa (caray con el nombre), desagüe del ibón de Sabocos, por el que baja agua con fuerza. Estoy ya a cosa de 1,5km de Panticosa. Ahora el calor aprieta de lo lindo. Al fin no ha llovido y el día se ha aclarado.
Llego al aparcamiento a las 13:30h, tras haber realizado un recorrido circular de unos 16km, salvando unos 1.400m de D+, en una jornada tranquila y sin percances. Un día que podía haber llovido, pero que no lo hizo, en el que procuré disturbar poco a las colonias de marmotas que habitan por allí, y en el que descubrí un bonito itinerario. Una marcha redonda, para mantener las piernas activas.

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