lunes, 20 de julio de 2015

Senda Maeso: puerta de entrada a la Pedriza. Suplemento: Análisis de las FiveFingersSpyridon MR.

Granito, jaras aromáticas, empinadas cuestas, rocas espectaculares, regajos, chorreras, pasos gimnásticos, rápida subida hacia el Yelmo. 

Lo imaginativo de su trazado,  los parajes por los que discurre y las formas pétreas que se ven, o se imaginan, hacen de ella un recorrido atractivo para cualquier aficionado a la montaña o para quien, simplemente, desee tomar contacto con la Pedriza genuina y sin aglomeraciones.

Son poco más de las 7:30h cuando Flavia, Quique y yo iniciamos la marcha en Manzanares el Real. Por calles muy empinadas, con nombres de flores, nos vamos acercando al comienzo de la Senda.

Se acaba el pueblo, aparecen las marcas blanquiamarillas y encaramos la subida por la Senda Maeso que, sin rellanos apenas, nos ha de conducir hasta las proximidades de la cara Sur del Yelmo. Seiscientos metros de un tirón que resultan divertidos y variados.

Agradecemos que las nubes dificulten el paso del sol. En pleno mes de julio esta ladera orientada al Sur se supera mucho mejor si no da de pleno.

A partir del Caracol la senda se torna arriscada. Zigzaguea entre jaras y rocas.

El Caracol
Frecuentemente la vista va más allá de donde se pone el pie, atraída por las curiosas formaciones rocosas que se apiñan alrededor. 

Vale la pena detenerse un momento para observarlas a tenor de la imaginación de cada cual. A veces no las asemejas con nada en particular, simplemente las encuentras bellas o curiosas.

Lustroso acebo entre el roquedo
Las nubes se han retirado y el sol brilla con fuerza. Se acaba el subir y se alcanza una zona plana al final de la cual la senda atraviesa un estrecho paso entre las rocas.

Al otro lado, a resguardo del sol y tras un corto destrepe, se alcanza una vaguada a cuya izquierda se divisa el Yelmo.

Imágenes desde "el otro lado"
Sin detenernos apenas, vamos contorneando el Yelmo por el Este en dirección al Acebo. Es ésta la zona más descarnada del recorrido. La mente sigue interpretando las rocas junto a las que vamos pasando.

¿Guante de ciclista?

¿Pacífico perro contemplando sierras lejanas?
Bajada rápida entre rododendros hasta Collado de la Dehesilla, lugar en donde hacemos un alto antes de encarar la segunda parte del recorrido que, pasando junto al risco de Mataelvicial, nos llevará hasta la Pared de Santillana.

Risco de Mataelvicial
Plátano, agua y aúpa hacia arriba, que tras Santillana espera el Collado de la Ventana. Bonita y entretenida cuesta entre robles, que proporcionan algo sombra y asideros, y que nos hace sudar de lo lindo.

La Cara y las Cuatro Damas, desde la subida hacia Mataelvicial
Tras superarla alcanzamos la Pradera de Navajuelos y sus pétreos jardines, cuya travesía ofrece sombra, gimnasia y bello zigzagueo sin apenas pendiente.

¿Palomas o focas?
Entorno recoleto y silencioso
Alcanzamos la base de la cara Sur de la Pared de Santillana, 

Cara Sur de la Pared de Santillana
La bordeamos por el Este y accedemos hasta el pie de su cara Norte. Lo mismo que en el caso del Yelmo es por el Norte por donde más fácilmente se accede a la cumbre del pico.

Bajo la atenta mirada de un “habitual” de la zona, trepamos por evidente chimenea, más arriba contorneamos varios bloques y accedemos a la cima de la Pared de Santillana. Bello y tranquilo otero desde donde contemplar el itinerario recorrido.


Pétrea faz contemplando la chimenea de acceso a la cima de la Pared de Santillana
Desde la cumbre de la Pared de Santillana, el recorrido que venimos siguiendo, con el Yelmo, a la dcha., detrás, el embalsa de Santillana
Descendemos y alcanzamos enseguida el Collado de la Ventana. Lugar de cabras curiosas y amigables que no pueden resistirse a unas almendras.

¡A por las almendras!
Ya es hora de comenzar el descenso; el calor se nos ha echado encima y aún hemos de retornar a Manzanares. Suerte que ahora toca bosque.

Durante la bajada, con el arroyo de la Majadilla a nuestra derecha, aprovechamos “las ventanas” en el arbolado para contemplar el entorno.

Torre de los Buitres
Cuerda de las Milaneras, en el centro, Tres Cestos; detrás, a la izq., la Maliciosa
El Pájaro y la Muela
Vadeamos el arroyo de la Majadilla y nos integramos en la poblada Autopista de la Pedriza. 

Arroyo de la Majadilla
Lugar de libélulas
Unos cuantos kilómetros entre abundante gente, calor y bañistas que habremos de superar para alcanzar el coche tras haber completado un circuito de 18.5km de longitud, con un desnivel acumulado de 1.150m de D+, que iniciamos con la fresca y lo acabamos sofocados por la solana, bajo la curiosa mirada de un cornilargo que afortunadamente bastante tenía con aguantar el calor.


Como suplemento de esta entrada, y dado que la mayoría ya os habréis percatado del calcero que cada cual llevábamos, tres y ninguno el mismo: zapatillas de trail running, de trekking y las super “cinco dedos”, sigue a continuación la valiosa información de Quique y sus “FiveFingersSpyridon”.

Habla Quique:

Mi experiencia con las FiveFingersSpyridon MR 

La verdad es que fue un auténtico bautismo de fuego para las Spyridon: 18,5 km de trekking por una de las montañas más abrasivas que conozco, La Pedriza. Cierto es que las había probado antes pero en paseos tranquilos de 6 ó 7 km, en terrenos llanos y franco-arenosos… Y precisamente por ello, para qué negarlo, también fue un bautismo de fuego para mis pies y algunos de los músculos de mi tren inferior.


Las Spyridon son unas zapatillas minimalistas diseñadas para trail running. Subrayo minimalistas porque si uno no está avezado en esas suertes es mejor realizar una transición en su uso para evitar disgustos, dolencias o lesiones: hacer distancias cortas e ir progresando “adecuadamente”, llevando nuestras zapatillas habituales en una mochila para casos de “emergencia” (dolor en la planta de los pies, rodillas y gemelos cargados). Así lo hice yo aunque me empecinara en no usar las de emergencia.

A nivel técnico: Drop 0, con una separación entre el suelo y la planta del pie de unos 7 mm.; gran flexibilidad; suela Vibram de 3,5 mm, totalmente taqueada por unos tacos multidireccionales de 1,5mm de grosor de dos tamaños y zona del puente reforzada por un trozo de plástico que te protege de las rocas; lengüeta fina, sencilla, resistente y bastante ancha que envuelve muy bien el pie; sistema de atado tipo zip, de ajuste muy bueno y rápido.

Y ahora mi experiencia:
  • A pesar de estar diseñadas para poderse llevar sin calcetines yo recomiendo su uso: evitaremos olores y ampollas.
  • Proporcionan una gran sensibilidad del terreno que pisas, siendo extraordinario el tacto que tienes al andar o correr con las Spyridon (lo que hace también que debas estar muy pendiente y con mucho cuidado de por dónde vas, por supuesto).
  • Obligan a desplazarse siempre de mediopié cuando no de puntera, que para eso son minimalistas.
  • La estabilidad de la zapatilla es muy buena gracias a ir tan pegado al suelo. La excepción son los planos inclinados laterales, en los que la sensación que transmiten las zapatillas dista mucho de la seguridad (aunque bien podrían ser mis tobillos los que transmitan esa sensación).
  • Las Spyridon tienen un excelente agarre tanto en subida (óptimo) como en bajada (algo menos). Las rocas muy pulidas o húmedas son una excepción a este principio.
  • Las protecciones son escasas pero suficientes (aunque se recomienda no golpear las piedras con los dedos, que duele ;)). De hecho, la suela es bastante dura y se agradece en zonas de rocas.
  • Son altamente recomendables en zonas de rocas grandes o en terrenos más o menos homogéneos de cualquier tipo por su gran agarre pero yo no las veo para terrenos con mucha piedra pequeña, ya que puedes acabar con dolor en las plantas de los pies. Y en ningún caso, repito, en ningún caso, las recomiendo para usarlas sobre asfalto ya que las articulaciones pueden sufrir bastante por la dureza del piso (al menos corriendo o tras una larga marcha).
  • Si uno no es experto en el “correr minimalista” pueden ser, de hecho son, unas zapatillas perfectas para “trekkear” bajo las prescripciones del natural running. 
Ah, se me olvidaba: ¡Hacía tiempo que no tenía tan cargados los gemelos!; pero la sobrecarga en las almohadillas de los dedos desapareció en cuanto me calcé mis Skechers de running, y eso aunque por la tarde me pegué otro paseo de 5 km paseando al perro por el campete…

miércoles, 8 de julio de 2015

Tejo Milenario, Cabeza de Hierro Mayor, Loma del Empalotado. Guadarrama agreste y primigenio.

Tejo milenario de Valhondillo
La vertiente Norte de la Cuerda Larga, en las proximidades de las Cabezas de Hierro, presenta dos barrancos principales por los que discurren los arroyos de Valhondillo y de la Peña Mala, respectivamente, desembocando ambos en el de la Angostura que, posteriormente se transforma en el río Lozoya.

Su trazado Norte – Noreste atraviesa un área de la sierra muy poco frecuentada que se extiende desde la zona de la Isla, en las proximidades de Rascafría, hasta la loma del Empalotado. Cubierta de bosques autóctonos y sin apenas sendas, en ciertos lugares, monte a través, ofrece el atractivo de lo natural.

Loma del Empalotado y Cabeza de Hierro Mayor
El recorrido de hoy es el siguiente: Aparcamiento de la Isla (1.280m) – Puente de la Angostura – Tejo Milenario (1.600m) – Valle de Valhondillo – Cuerda Larga – Cabeza de Hierro Mayor (2.380m) – Loma del Empalotado – Puente de los Hoyones – Aparcamiento de la Isla. Un circuito de 21km, salvando un desnivel total en ascenso de 1.100m de D+. 

Son las 8h cuando emprendo la marcha hacia el Puente de la Angostura. El buen camino discurre aguas arriba del arroyo del mismo nombre, pasa junto a la represa de la Presilla de Rascafría,

La Presilla de Rascafría
Que, a esta temprana hora, luce tranquila y aún ajena al gran número de personas que se agolparán en ella cuando el calor apriete, continúa por frondoso bosque y alcanza el entronque con una pista junto al Puente.


Puente de la Angostura
En este punto tomo el ramal hacia la izquierda que, subiendo hacia el Este, cruza por primera vez el arroyo de Valhondillo, seguidamente hace una pronunciada curva hacia el Sur y, a la altura de 1.480m, de nuevo junto al arroyo y  por la derecha orográfica del mismo, se encuentra el inicio de una trocha que se interna en el pinar, siempre por este lado del cauce, recorriendo un bosque primitivo y antiguo, donde hasta el olor transmite longevidad.


Al poco comienzan a aparecer los primeros tejos entremezclados con pinos, para después dar vista a “la joya” de la zona: el Tejo Milenario de Valhondillo. El cartel de su base habla de una antigüedad de entre 1.500 y 1.800 años. Su contemplación me impresiona. Tomo conciencia de la relatividad y de mi pequeñez frente al ejemplar y su entorno.

Tejo milenario
Dejo atrás a los mudos pero a la vez expresivos testigos del pasado y continúo la marcha. Cruzo el arroyo y por la orilla izquierda orográfica continúo la subida aguas arriba. Seguir la trocha se torna a veces difícil, por lo difusa y abandonada que se encuentra. El bosque se va aclarando y veo unos cuantos buitres volando a baja altura.

Salgo a terreno despejado, estoy en los 1.750m de altitud. Por delante un amplio pasto de montaña, surcado por las aguas del arroyo, que se extiende hasta la rocosa base de la Cuerda Larga.

Fijo la vista en un claro del mismo, un centenar de metros más adelante, y distingo un grupo de buitres posados sobre el terreno. Supongo que están a la espera de que se formen las térmicas, para levantar el vuelo, o de poder echarle un bocado a algo, lo que antes se produzca.

Resulta plácido ir ascendiendo por semejante paraje; siguiendo los estrechos surcos abiertos por las vacas consigo ir sorteando fácilmente las matas de enebros que pueblan la zona.

Al fondo, la Cuerda Larga
El arroyo de Valhondillo en las proximidades de su nacimiento
Finalmente alcanzo la loma de Valhondillo, accediendo posteriormente a la Cuerda Larga y a la Cabeza de Hierro Mayor por terreno que se recorre bien. Reseca y pedregosa Cuerda desde la que se otean bellos paisajes.

Desde la Cuerda Larga
Comparto cima con una cabra que anda por allí, para luego desaparecer.


Peñalara desde la Cabeza de Hierro Mayor
Abajo me espera la loma del Empalotado. Trazo mentalmente la línea a seguir hasta alcanzarla. 

Loma del Empalotado desde la cima de Cabeza de Hierro Mayor. Al fondo el macizo de Peñalara
Sé que a partir de la cumbre no voy a encontrar sendero alguno hasta llegar a una de las pistas de la parte baja, a los 1.700m. Casi 700 m de desnivel por monte a través que tengo ganas de explorar y recorrer al uso de los pioneros que anduvieron por estos parajes. Ya los he transitado con anterioridad, pero siempre en invierno, con esquíes de travesía, cuando piedras y arbustos están bien cubiertos de nieve y presenta una superficie uniforme.

Ahora, en plena naturaleza estival, tengo primero que descender por una extensa pedrera de grandes bloques graníticos. Técnicamente no es difícil, pero hay que ir con sumo cuidado para evitar inoportunas torceduras. Comienzo a sentir la acción del sol de mediodía.

Tras la pedrera, hasta alcanzar la propia Loma del Empalotado, avanzo sobre un tupido lecho formado por enebros de mediana altura. No es el peor de los arbustos sobre los que caminar, porque son densos y flexibles, pero hay que ir muy al tanto de las piedras o huecos ocultos bajo la superficie. Un mal apoyo y la situación del “caminante solitario” se puede complicar sobremanera.

Pedrera y campo de enebro en la cara Norte de Cabeza de Hierro Mayor, desde loma del Empalotado
El calor aprieta de veras ahora, así que tomo con gusto la sombra de los primeros pinos que “salen al encuentro” de los enebros. Casi estoy en el límite del bosque. Aprovecho para tomar algo de alimento y de bebida.

A la sombra de los pinos de altura
Ya encuentro más claros en el terreno; si bien no hay sendero ni trazas, sé que he de ir siguiendo el curso del barranco de la Peña Mala, a mi derecha, manteniéndome “sobre” la loma. La pendiente es fuerte y avanzo rápido.

De pronto sorprendo a dos jabalíes amagados entre los helechos, uno grande y negro, y el otro marrón y más pequeño que, al sentirme aparecer por arriba, huyen de mí ¡Menos mal!

Los bastones me ayudan a manejarme por la empinada ladera. No me lo pareció tanto cuando la ascendí con esquíes de travesía. Claro que con todo igualado de blanco la percepción es distinta.

Por bosque a través
A la altitud de 1.700m doy con la primera pista. La sigo hacia el Este durante unos metros hasta que, justo en una pronunciada curva hacia la derecha, encuentro, al otro lado, un asilvestrado camino lateral que enfila decididamente hacia abajo en busca del arroyo de la Angostura y del Puente de los Hoyones.

El calor aprieta de lo lindo, ya ni bajo los árboles deja de castigar. La acusada pendiente permite que pierda altura rápidamente. Por fin alcanzo el Puente de los Hoyones. De nuevo en lo trillado, atrás quedan unas horas de caminar por terreno poco hollado, por delante los últimos kilómetros hasta llegar al aparcamiento de la Isla.

Aplasta el calor, acucia la sed y las piernas se resienten. Abstrayéndome del gentío que puebla la ribera del arroyo y de la Presilla, al trote sostenido voy recorriendo los tramos que por la mañana transité sin nadie alrededor.


Completo finalmente un hermoso y agreste circuito, alejado de lo convencional, que me deja oxigenado y con la satisfacción de un objetivo cumplido.