domingo, 25 de noviembre de 2018

Las Machotas (Alta y Baja) y Bosque de la Herrería, en circular, desde el Escorial



Las Machotas desde la Silla de Felipe II. A la izq. la Baja, a la dcha, en la nube, la Alta
La Serrezuela de las Machotas es uno de los enclaves poco conocidos de la Sierra de Guadarrama y una atalaya desde donde mirar; en su ladera Noreste se encuentra el Bosque de la Herrería. 

Las Machota Alta (al Norte), también conocida como Pico del Fraile, tiene una altura de 1.466 m. La Machota Baja (al Sureste), de relieve más abrupto, tiene 1.410 m de altura. El collado entre ambas se llama de Entrecabezas.

Visitar el Bosque de la Herrería en cualquier época del año "oxigena" el espíritu. Hacerlo en otoño y tras las lluvias aporta un "plus" adicional.

El único inconveniente del Bosque de la Herrrería es que sabe a poco, pues se circunscribe a una franja de unos ciento cincuenta metros de desnivel, los que hay entre la zona de aparcamiento junto al km 30 de la M-505 y el emplazamiento de la Silla de Felipe II. Robles y castaños conforman mayoritariamente el conjunto de árboles que aquí se encuentran, salpicados de arces y encinas.

Para hoy opto por trazar una circular en el sentido de las agujas del reloj (resulta más corredera que en sentido contrario) que, coronando ambas cumbres, me permite recorrer el bosque tanto en altura como en longitud, bordeando la Machota Baja por el Este hasta la Casa Vedado del Monte, ascendiéndola "ladera a través" por el Sureste. Resulta este ascenso algo intrincado, pero no presenta problemas especiales para quien tenga un mínimo de intuición y práctica en andar por la montaña.

Seguidamente, y por senda ya muy bien marcada, se pasa por el Collado de Entrecabezas para, a continuación, ascender hasta la Machota Alta. Entre ambas, el itinerario habitual y concurrido.

Con la idea de la circular, una vez en la Peña del Fraile (que sigue a la Machota Alta), rápido descenso por la amplia ladera Norte (el Ortigal) hasta alcanzar un bosquete de pinos, que no se toca, lugar en el que pongo rumbo al Este para bordear por su base la Machota Alta, manteniendo los 1.100m de altitud, entrando de nuevo en el Bosque de la Herrería, con cuyo recorrido Norte - Sur se completa un itinerario "envolvente" que resulta de lo más atractivo. En total 15,5km de longitud salvando un desnivel acumulado en ascenso de unos 700m de D+.


       Track en wikiloc

Son las 9h de la mañana cuando emprendo el trote en la zona de aparcamiento a la altura del km 30 de la M-505, aparece la indicación Silla de Felipe II, encaminándome hacia la Ermita de la Virgen de Gracia. Un calentamiento de apenas ciento cincuenta metros por pista asfaltada hasta llegar a ella.

Inicio de la marcha junto al aparcamiento
El ambiente rezuma humedad y las nubes cubren las alturas por encima de los 1.500m.

Un par de formas de granito parecen marcar la entrada de las sendas en el robledal. 

"Puerta" de acceso al bosque
Tomo la que sale justo a la derecha, aunque cualquier otra hubiera valido, ya que el propósito es recorrer el bosque dejando a mi derecha la finca privada llamada “El Castañar”, cuyo espléndido interior se puede contemplar ocasionalmente asomándonos por encima del murete que la circunvala.

La suave pendiente permite progresar rápidamente. El entorno, silencioso y solitario todavía, resulta de lo más atractivo.



Por encima las nubes siguen cubriendo el cielo.


Y así, casi sin darme cuenta, alcanzo junto a la Cueva del Oso una pista cerrada al tráfico que, a los 1.050m de altitud, enlaza el km32  de la M-505 con la Silla de Felipe II.


Tan sólo oigo el rítmico sonido de las zapatillas sobre la gravilla granítica y la acompasada respiración.

Alcanzo el enclave de la Silla de Felipe II. Una escalinata de granito entre dos grandes bloques da acceso a lo alto de ella. 


Desciendo de la misma, contemplo el conjunto, con soberbios roble y arce de Montpellier flanqueando el monumento, y continuo la marcha hacia la Casa de los Ermitaños, a partir de la cual sigo el Camino de Zarzalejo que, en sus distintas formas de senda o pista, bordea por la base la cara Este de la Machota Baja manteniendo la altitud en torno a los 1.000m.

Algo más de dos kilómetros que permiten ir contemplando los colores con los que el otoño pinta estos rincones, sin perder nunca de vista la cima de la Machota Baja.


Castaño

La Machota Baja
A la altura de la Casa Vedado del Monte dejo la plácida pista para, en un abrupto giro de 90º, internarme ladera arriba junto al murete de la edificación. Apenas una veintena de metros más y enfrento el, a tramos intrincado, ascenso hasta la Machota Baja por su ladera Sureste. Por delante 400m de desnivel por sendas intuidas la mayor parte de las veces (¡Ojo con empecinarse en pasar ente los rosales silvestres, que no veas cómo se enganchan y lastiman! Vale más dar un rodeo aunque aparente ser más penoso).

Con algo de intuición y tesón se superan los primeros trescientos metros de desnivel, que resultan los más incómodos.

Tras ellos los hitos se hacen presentes, la pendiente se suaviza y se entra en un entorno de bloques de cómodo caminar por el que se accede al pie del resalte que constituye la cumbre de la Machota Baja.


Ascender al punto geodésico de ella requiere una corta trepada (II). 

Vértice geodésico sobre la Machota Baja
Sopla un viento frío y la meteorología no acaba de decantarse. Puede que llueva, así que enfilo hacia el Collado de Entrecabezas. El sendero ahora es muy definido y encuentro varias personas en él.

¡Aún acabará por despejarse! La Machota Alta ya no está cubierta. Me animo y acelero la marcha.

La Machota Alta y, a sus pies, el Collado de Entrecabezas
Sin detenerme en el collado emprendo la última subida de la jornada. Por delante apenas doscientos metros de desnivel por ladera tendida.

Atrás ha quedado la Machota Baja.

La Machota Baja, en la distancia
Delante ya tengo al alcance la Machota Alta y su Peña del Fraile (¿Verdad que parece un clérigo con hábito y capucha?)

La Peña del Fraile
Murete, roquedo y una “vaca camuflada” por toda compañía.


Un trago de agua al pie “del Fraile” y hacia abajo, de nuevo por ruta infrecuente, sólo que en este caso nada intrincada, más bien al contrario, pues la trocha desciende por la amplia ladera del Ortigal cubierta de enebros y jaras, con el objetivo a la vista, permitiendo una carrera continuada.

Entorno de "siluetas y contornos" desde la ladera del Ortigal
Alcanzo un bosquete de pinos, que no toco, lugar en el que pongo rumbo al Este para bordear por su base la Machota Alta, manteniendo los 1.100m de altitud.

A la izq. el bosquete de pinos desde el que se enfila de vuelta hacia el Escorial
La vista del Monasterio de San Lorenzo del Escorial anuncia que estoy próximo al final.  Continúo y entro de nuevo en el Bosque de la Herrería alcanzando la pista que tomé por la mañana, solo que más al Norte y que ahora sigo hacia el Sur.


A la altura de la finca del Castañar, cuyo murete delimitador toca la pista, la abandono y en su lugar tomo una senda que, hacia el Norte, se adentra entre los árboles, discurriendo paralela y pegada al muro de la finca.

Apenas un kilómetro y medio más para aprovechar los rincones que este tramo boscoso ofrece y que me obliga a frecuentes altos para no perder detalle.




Finalmente cierro el círculo en la explanada de la Ermita y enseguida de vuelta a la zona de aparcamiento habiendo completado un itinerario "envolvente" que resulta de lo más atractivo.


Pertenece esta circular al género de "Ruta inusual con un punto de intrincada :)"

lunes, 19 de noviembre de 2018

Las Cascadas del Purgatorio y “sus adentros”, desde Rascafría. Un recorrido por parajes naturales con recuerdos medievales.

Puente del Perdón, en Rascafría, junto al monasterio del Paular

Itinerario salpicado de lugares cuyos peculiares nombres bien merecen una explicación antes de ponernos a realizarlo.

Comenzamos con el del propio punto de partida, Rascafría, que hace referencia a “carrasca fría”, encina no muy grande característica de la zona, habituada a soportar las bajas temperaturas invernales propias de estos parajes.

Sigue el Puente del Perdón, erigido en 1302 (plena Edad Media), para sortear el curso del río Lozoya.

Por esa época el valle de Lozoya pertenecía al Concejo de Segovia; debido a su espesa vegetación, además de su difícil acceso, era el terreno adecuado para grupos de malhechores que hacían de las suyas. Se crearon entonces los denominados caballeros de los Quiñones de la Ciudad de Segovia. Se trataba de grupos de jinetes armados que, acompañados de sus mujeres, avanzaban por estas tierras hostiles buscando asentamientos donde iniciar una nueva vida y, con ello, una nueva población. Investidos de poder militar y jurisdiccional, no se andaban con remilgos a la hora de impartir su justicia y mandaban a la horca a cualquiera que pusiera en peligro la estabilidad de los nuevos asentamientos.

Antes de partir la comitiva (reos y ajusticiadores) hacia la Casa de la Horca se les revisaba la sentencia, y a algunos se les perdonaba aunque no se les comunicaba la nueva decisión. Emprendían todos el camino y cuando llegaban al puente, a los que habían sido indultados se les liberaba, y podían irse cruzándolo. Si no había parada en el puente, el destino era otro.

Finalmente, el propio nombre de las Cascadas del Purgatorio, lugar donde los monjes del monasterio del Paular iban a meditar y a purgar sus pecados.

Qué frío se nota cuando, a las 8h de la mañana, salgo del coche y emprendo la marcha. Día raso, -1,5ºC de temperatura y nadie todavía junto al monasterio del Paular. No estará tan solitario a la vuelta.

Atmósfera nítida y fría de la mañana
El otoño embellece, y de qué manera, un lugar ya de por sí con mucho encanto cuyos detalles procuro no perderme, mientras mantengo un trote suave que me ayuda a ir entrando en calor.


La pista (GR-10-1) es amplia y las indicaciones hacia “la Cascada del Purgatorio” marcan los desvíos a ir tomando.

Las reses comienzan temprano sus tareas. 



En un punto determinado, atendiendo al cartel indicador, tomo una senda que abandona la pista  y que va en busca del Arroyo del Aguilón.

Al poco de cruzar su cauce sigo una trocha clara que lo remonta aguas arriba internándose en el pinar. El  terreno se torna más abrupto. Me sumerjo en el murmullo de las aguas y los colores del otoño.



Poco a poco el rumor se transforma en ruido, indicando que la primera cascada del Purgatorio está cerca.

Enseguida llego y, desde un mirador de madera construido al efecto, dedico un tiempo a mirarla. Se encuentra en el entorno angosto del barranco por el que discurre el Arroyo del Aguilón.

Primera cascada del Purgatorio
Altos paredones flanquean el lugar. Hasta aquí el sendero bien marcado, a partir de este punto comienza lo que yo he llamado “los adentros”, paraje poco frecuentado y montaraz en el que se incluye la segunda cascada del Purgatorio y el remonte aguas arriba  del arroyo del Aguilón por el Hueco de los Ángeles y las Arrecidas, hasta llegar a su pequeño afluente, el de Navahondilla para, siguiéndolo, salir de nuevo al GR -10 – 1, desde donde iniciar el retorno hacia el punto de partida. 


Abandonando el mirador me dirijo por una pedrera hacia la base del corte rocoso por el que cae la primera cascada, apenas a una veintena de metros aguas arriba del arroyo, por la izquierda en el sentido de la marcha.

Pequeña y sencilla trepada por esta pared para pasar al otro lado
Si bien no veo indicación alguna sí estimo que la trepada de la pequeña pared que tengo enfrente parece sencilla (¡Ojo con roca húmeda o hielo!), así que supero el resalte (unos cinco o seis metros) y accedo tras él a una canal pedregosa (hacia la izquierda) cuya remontada no es compleja, si bien conviene ir con precaución. Al frente, en una zona agreste y rocosa del barranco, se da vista a la segunda cascada del Purgatorio, más alta y espectacular que la primera.

Segunda cascada del Purgatorio
La verticalidad de las paredes y el ruido del agua al precipitarse confieren al paraje un atractivo especial que me retiene durante un rato junto a un viejo arce colonizado por el muérdago, al tiempo que trato de encontrar alguna senda o trocha que me aproxime hacia la parte alta de la segunda cascada.

Arce (arriba) colonizado por el muérdago (abajo)

Lustroso muérdago con sus bonitas bayas
Tras varias idas y venidas por fin la encuentro y sigo adelante. Voy levantando mojones en los lugares conflictivos para ayudar a los que, como yo, vayan sin GPS.

Hacia la parte superior de la segunda cascada del Purgatorio
Alcanzo la parte superior de la cascada y continúo por el bosque, aguas arriba, por una trocha que me permite trotar.

El arroyo del Aguilón discurre hacia la cascada que está próxima
Unos metros por delante veo atravesado lo que me parece un tronco caído y carcomido.


Al aproximarme me doy cuenta de que no es un tronco, sino los restos de una vaca de la que tan sólo queda la piel y los huesos. Instintivamente retrocedo un par de pasos.

La imagen me induce al recogimiento.


La dejo atrás y sigo la marcha. El arroyo va formando pequeñas cascadas. Me siento parte del entorno.

El sol todavía no alcanza al lugar por el que voy marchando. Las hojas de arce caídas alfombran algunos tramos.


El paraje es agreste y primitivo.


En un punto determinado cruzo el arroyo y por fin accedo a la zona soleada 


En un sitio cálido y amplio, próximo al entronque con el pequeño arroyo de Navahondilla, hago un alto para descansar.


Reemprendo la marcha y enseguida llego al pequeño afluente que voy buscando, dejo el curso del Aguilón y en su lugar tomo aguas arriba del arroyo de Navahondilla. 

Arroyo de Navahondilla
Siguiendo su poco caudaloso curso hasta llegar al GR-10-1, dejo definitivamente atrás “los adentros” a la altitud de 1.528m.

Desde el GR, enfrente, el Macizo de Peñalara.
En lugar de continuar por la buena pista del GR tomo una senda herbosa a la izquierda que sale a los pocos metros y que, siguiéndola en sus distintas variantes de pista, camino, senda, trocha junto a murete, o eventualmente campo a través, me llevará hacia confluir con el PR – 25 que discurre junto al río Lozoya a los 1.250m de altitud.

Manteniendo clara la orientación Norte primero, Noroeste después, y aprovechando las sendas, el descenso cunde; el terreno se va haciendo cada vez más abierto y las referencias visuales me permiten ir manteniendo el rumbo correcto hasta llegar, finalmente, a entroncar con el PR – 25 en un lugar intermedio entre la Isla y el embalse de la Presa del Pradillo.




En un tramo de ida y vuelta me acerco hasta ver la Presa del Pradillo, hoy embellecida por el otoño.

Presa del Pradillo
Para completar la circular me quedan cinco kilómetros por re - correr en un entorno de robles cuyas hojas alfombran el sendero, atravesando ocasionales claros, dirigiendo la vista hacia las puntas nevadas del macizo de Peñalara.



Llego finalmente al Puente del Perdón, ahora sí muy concurrido, cuyo entorno reluce de otoño, poniendo fin a una circular exigente y reconfortante a la vez, con una longitud total de 16,5km salvando un desnivel total en ascenso de 570m de D+.