domingo, 29 de enero de 2012

Hoyo Cerrado, al pie de Los Bailanderos: un lugar íntimo para … desaparecer.


Unos doscientos metros por debajo de La Cuerda Larga, en su vertiente Sur, encajonado entre las cimas de Los Bailanderos (2.135 m), Asómate de Hoyos (2.241 m) y la Peña Linderas (2.081m) se encuentra Hoyo Cerrado (1.772m), es una pequeña pradera escondida en un entorno salvaje y áspero, rodeada de bloques de granito, donde el brezo y el pino ponen la nota de color y las cabras montaraces moran alejadas de los humanos.
Son las 10 de la mañana cuando comienzo la marcha desde el Canto del Berrueco siguiendo la amplia senda que se dirige a una gran puerta metálica. Justo al llegar a ella (no más de 20 metros desde el coche), NO hay que TRASPASARLA, sino que hemos de tomar el estrecho sendero que se inicia a su derecha, tras unas matas de vegetación. Este punto es importante, porque si se pasa por la puerta, continuando por la clara senda que traíamos desde el coche (cosa que hice yo), yerras, y te encaminas bien a tomar el sendero que sube hacia el Collado de la Dehesilla, bien a atravesar una zona “advertida como peligrosa por las abejas”. La verdad que yo me adentré por ella y ni colmenas vi, pero sí me di cuenta de que andaba equivocado, así que toca descenso “prado a través” a buscar el camino que veía más abajo, y que era el que arrancaba donde he dicho algo más arriba.
En fin, el caso es que al cabo de unos 2,5km desde el Berrueco se alcanza una zona de “parquing” donde dejan los coches quienes vienen desde Soto del Real. Inmediatamente hay una barrera detrás de la cual arranca una pista ancha, que se adentra por un bosque de altos pinos.

El día es frío y ventoso, voy abrigado y marcho escuchando el crujir de los pinos azotados por el viento, el ambiente resulta algo sobrecogedor. Al poco encuentro, a mi izquierda, un cortafuegos bastante empinado delimitado por unos muretes de piedras. Abandono la pista y subo por él.
Son 150 metros de cortafuegos muy pendientes que comunican dos pistas, la que acabo de dejar con otra de más arriba. Se puede hacer íntegramente, de punta a cabo, pero si se va atento (cosa que no fue mi caso), salvados los primeros 100m de desnivel, se encuentra una brecha en el murete de la derecha (en sentido subida), por donde se puede tomar un sendero que, moderando la pendiente, sale a la pista superior.
Una vez en ella, se sigue hacia la derecha. Como va descendiendo y yo pretendo subir, esto me incomoda, así que en cuanto llego al primer recodo amplio de la senda hacia la derecha, y veo que hacia mi izquierda “sube otro cortafuegos en dirección al Hoyo Cerrado”, lo tomo diligente, y ¡Pendiente arriba siguiendo el barranco de  Vitros!
Hago un alto, miro hacia atrás y hacia abajo, y constato que he comenzado a subir antes de lo debido ¡Es lo que tiene ir de exploración! Cambio algo el rumbo para cruzar por arriba el Arroyo de Vitros y empalmar con la senda que adivino en el bosque de enfrente.
Tras un exigente ascenso por medio del bosque, finalmente enlazo con el camino que arrancaba de la barrera y que hubiese encontrado de haber seguido la pista en lugar de tomar el 2º cortafuego.
Las vistas son hermosas desde esta vereda, las formas de la Pedriza se recortan en el horizonte, …
… La Najarra (2.122m), plena Cuerda Larga, se yergue algo más atrás, …
… y así, sin darme cuenta, llego a Hoyo Cerrado.
El viento que se cuela por el Collado de Pedro de los Lobos es fuerte y frío. Busco abrigo entre los pinos, junto a un chozo, sobre la nieve.
Mientras tomo un plátano dirijo la vista hacia el Collado de nombre tan atractivo, y decido subir a él para “echar una mirada” hacia el otro lado de la Cuerda Larga.
No hay senda ni marcas, así que voy ascendiendo por el barranco, junto a un curso de agua, atento al hielo y a no resbalar.
Al rodear un bloque de granito topo con una forma yacente, un macho cabrío acurrucado. Me detengo en seco. Él escasamente se mueve, apenas abre un ojo.

Quedo  estremecido por la figura de este animal agonizante, que está entregando su vida. Me siento a escasos metros, mi mente se compadece y a la vez se embebe del trance que contemplo. Sólo se oye el viento; el frío muerde; los dos estamos quietos.
No sé cuánto tardo en salir de mi abstracción. Le dirijo una mirada, me incorporo y reemprendo la subida por el barranco. No voy ni con las ganas ni con el brío de antes.
Unos 20 metros más arriba encuentro al resto de la manada:
Las hembras y las crías retozan alegremente, …
… los machos se retan y cornean, buscando la preeminencia.

No me queda ánimo para seguir y comienzo a descender.

Lanzo el último adiós a quien ya ha entregado su existencia y, recibiendo los primeros copos que trae la borrasca, emprendo el retorno.

Puedo apreciar el fluir del agua bajo el hielo a medida que abandono el Hoyo Cerrado, lugar al que volveré seguro, a donde vendré solo o acompañado, para visitar este rincón que me ha mostrado cómo la naturaleza sigue su curso sin aspavientos.
Ahora sí encuentro los caminos correctos, y el tiempo cunde. Voy conmovido, impregnándome de bosque, frío, aire, copos de nieve.
Hago un alto, al sol en este momento, veo ya la silueta de La Muela del Berrueco, tras las jaras y la roca, sobre el fondo del Embalse de Santillana.
A las 3pm llego al coche, tomo una manzana en silencio y me retiro.
Recorrido de unos 15km, salvando un desnivel total de 1.000m de D+, en un día para el recuerdo y la reflexión.

domingo, 22 de enero de 2012

Aisladas y en desuso, las Canteras del Berrueco son un espectáculo en sí mismas.


Las canteras, que a lo largo del siglo XIX constituyeron prósperas explotaciones para los habitantes de esta zona de la Sierra de Madrid, cayeron en desuso y abandono a lo largo del siglo XX.
Hoy día, asilvestradas y alguna con escondido acceso, son un objetivo interesante a explorar.
Y digo explorar porque eso es lo que hay que hacer para encontrar la más peculiar de todas ellas: “La Raja”, enorme grieta abierta en la montaña, a ras de suelo, bastante escondida entre la vegetación.
Son las 10am cuando inicio la marcha desde el Canto del Berrueco, bordeando la propiedad privada que contiene “la Muela”, por una senda pegada a la valla; al poco llego a una puerta metálica con cartel “los Aljibes”, aquí desciendo para cruzar el arroyo de Santillana.

Una vez atravesado, la pista gira a la izquierda, pero yo tomo el estrecho sendero que sale a la derecha de la misma y que asciende por la montaña junto a una raquítica valla metálica. Desde hoy hay un mojón que marca el inicio; cuánto durará el hito ya depende de la voluntad de los que tomen esta trocha a partir de ahora.
Es en este punto, a los 10 minutos de haber dejado el coche, cuando comienza “la exploración”. En adelante: “pocas señales”, senderos difusos y buen ojo para ir atinando.
Casi sin esperarlo, doy con las zarzas que tapan en su inicio la profunda grieta que constituye “la Raja”.
Bordeándola por su izquierda, en sentido subida, alcanzo el punto de acceso. Unos troncos y unas cuerdas ayudan a descender al interior de la cantera.
Una vez en el fondo, el pasillo entre las paredes se presenta estrecho y silencioso, no más de un par de metros de anchura.
Algunos árboles y zarzas obstaculizan el primer tramo, …..
…., que se aclara poco después, al tiempo que las paredes laterales cobran altura, ….
….para llegar al fondo del callejón al cabo de unos 200m.
Se retorna y sale por el mismo sitio que se entró. Última mirada a “la grieta”, de nuevo al sol, y a continuar la marcha de hoy ¿Hacia dónde?, pues tendiendo al Oeste y siempre subiendo, con el objetivo puesto en llegar a Las Cuatro Damas, para luego descender al collado de la Dehesilla.
Voy atento, mirando al suelo, siguiendo trazas difusas, cuando de pronto alzo la cabeza y me encuentro cara a cara con un simpático ejemplar de ternera. Ambos resoplamos por la sorpresa.
Miro, veo, intuyo, siempre en subida por medio de este caos rocoso y escasamente transitado de la Pedriza, alejado de los circuitos habituales que concentran a los visitantes.
Plegamientos espectaculares se combinan con los enormes bloques de granito, las deyecciones blanquecinas de los buitres son visibles en las rocas más altas.
Las formaciones rocosas se prestan al libre ejercicio de la imaginación; creo ver la forma de un pájaro en actitud de picotear la roca, pero allá cada cual con sus visiones.
Los tramos de sendero difuso dan paso a zonas de espeso piorno y jara que me obligan a hacer uso de toda la atención y cuidado. Resulta penoso transitar por aquí, y los troncos leñosos de estos arbustos, tan apretados: frotan, obstaculizan, arañan y dejan impregnado del aceitoso buen olor de la jara a todo el que se atreve con ellos.
Voy buscando la proximidad de las rocas, pero aún así resulta duro. Un buitre despega de su atalaya rocosa.
Tomo un trago de agua y reemprendo la marcha. Voy ganando altura, sin senda ni trocha, por instinto, cuidando de no “embarcarme” en alguna de las trepadas por estas moles, poco a poco estoy cada vez más alto.
Las sobrias y poderosas rocas de este caos muestran su lado más adusto, hace calor, y ya me encuentro a punto de coronar. No sé dónde estoy, pero he de alcanzar la parte más alta para dar vista a la vertiente Norte. Por fin me encaramo a una de las brechas en la cadena de Las Cuatro Damas.
Destrepo de la brecha con cuidado y bordeo hacia el Oeste, a pie de cresta, para entroncar con el transitado camino que desciende desde el Acebo hacia el Collado de la Dehesilla. Las zapatillas de “trial running” me obligan a ir con cuidado por la nieve endurecida que cubre la senda.
Son las 13pm cuando llego al Collado: algo arañado, con un siete en los pantalones a la altura de la rodilla (dichoso el leñoso tronco de piorno que se enganchó tan bien) y oliendo a jara de la cabeza a los pies.
Tomo un plátano, algo de agua, y emprendo la bajada hacia el Berrueco por el sendero que se inicia en este mismo collado.
El camino, sin estar excesivamente marcado, se sigue bien. Después de por dónde me he metido esta mañana, ahora este tramo se me antoja “de primera”, aunque no rebajo la atención, no sea que un resbalón inoportuno juegue una mala pasada. Voy junto al Arroyo de Coberteros.
A través de una mata cargada de escaramujos  arriba queda la cresta de Las Cuatro Damas, y me alegro de seguir bajando por aquí, a buena marcha, y cada vez más cómodo.
El sendero se transforma en pista, y pasa por delante de la Gran Cantera que sirvió, entre otras cosas, para extraer el granito de las traviesas de la línea ferroviaria Madrid-Irún. Actualmente, también sin actividad.
Continuo por un tramo de pista “hormigonada”, giro hacia la derecha, la imagen del Berrueco, con el fondo azul del embalse de Santillana, se presenta ante los ojos, y a las 2h 30m llego al coche.
Excursión muy atractiva e interesante, por un terreno absolutamente salvaje hasta llegar a la cresta de las Cuatro Damas, que permite experimentar las sensaciones que pudieron tener los pioneros de la Pedriza, junto con un descenso cómodo y rápido desde el Collado de la Dehesilla por una zona muy poco frecuentada y bien conservada.
Recorrido de unos 10km, salvando un desnivel de 600m de D+, donde los pantalones cortos y las camisetas de tirantes o manga corta supondrían un “error garrafal” ¡De verdad!

viernes, 13 de enero de 2012

En el corazón de la Pedriza se esconde: El Puente de los Pollos.


El Puente de los Pollos es un lugar a visitar. Sí, hay que hacerlo. No se encuentra en las rutas clásicas de paso hacia los collados de renombre (el Miradero o la Ventana), ni a la Pedriza Posterior o las Torres. En suma, que “no pilla de paso”, hay que ir “de propio”, pero compensa de sobra.
Nuestro recorrido de hoy es ligero, se trata de descubrir este recóndito paraje, todavía desconocido a pesar de los muchos años deambulando por la zona.
 Partimos de El Tranco (960m) en una mañana muy fría, son las 9:30 am y la escarcha blanquea el tramo a la sombra que bordea el río Manzanares hasta llegar a Canto Cochino.
El frío anega los ojos de lágrimas al tiempo que el sol, prometedor, todavía se muestra difuso.
Continuamos por la Autopista, en dirección al puente que cruza hacia el Refugio Giner. Llegados a este cruce nosotros continuamos hacia el Collado del Miradero, subiendo por la orilla derecha (orog.) del Arroyo de la Ventana, hasta alcanzar un punto en el que el camino “toca” el agua. Al fondo se yergue el Pájaro.


Aquí abandonamos la senda principal que sigue hacia el Collado del Miradero, cruzamos el arroyo, y nos adentramos en el bosque por un evidente sendero que sube hacia el collado de la Ventana siguiendo la margen izquierda (orog.) del curso de agua del mismo nombre.
Conviene ir ojo avizor para no pasar de largo el entronque del camino que seguimos con la no tan evidente senda que, hacia la izquierda (Oeste), vadea el torrente internándose por los Llanillos: amplio pinar que, en el corazón de la Pedriza Posterior, comunica “a media altura” (altitud en torno a los 1.500m)...

Las Milaneras.
... el Oeste: las Milaneras, ....

Las Buitreras (izq), La Muela y el Pájaro (dch)

...con el Este: las Buitreras (¡y va de aves!). Es por esta vereda por la que nos dirigimos al Puente de los Pollos.
El sendero se sigue bien, aunque hay que prestar atención porque los mojones son escasos (no hay demasiada piedra en este tramo, más bien lo que abundan son palos). El bosque no es muy tupido y el ritmo es vivo.   

Superado el cruce de Cuatro Caminos, manteniendo la dirección Oeste, al poco llegamos a un hito en el que alguien ha escrito sobre la piedra “POLLO”, grabando una flecha que apunta hacia el Norte. Entroncamos con la senda de Icona que viene desde el Collado del Cabrón (por el Sur), y que nosotros tomamos ahora en el sentido de la flecha.
 En pocos minutos llegamos al pie de unas rocas y, al levantar la vista, divisamos el Puente de los Pollos (1.620m).

Procurando no derribar ninguno de los numerosos mojones que jalonan esta corta pero pendiente subida, alcanzamos la base del Puente.


Al poco llega otra pareja ¡Ya es raro coincidir con alguien en este lugar tan aislado!
Con Iván, que así se llama él, trepo por las lajas de la base, traspasamos el Puente (de unos 20m de luz) y con nueva trepada adherente, ascendemos hasta colocarnos encima ¡Qué panorama!
La parte superior del Puente culmina en el Pico del Pollo ¡Menudo patio!
Sobresaliendo del frondoso y tupido interior de la Pedriza, encaramados sobre este aéreo otero, se ve con detalle todo el entorno de bosque y rocas.


Descendemos de nuevo al pie del arco, y se nos pasan ¾ de hora sin sentir, y casi sin comer, porque tan sólo un plátano tomamos.
Momento de marcharse. Ellos se vuelven por donde hemos venido, mientras nosotros retornamos por donde ellos han llegado, la senda de Icona.

Y la vamos siguiendo bien, por el bosque, hasta que la perdemos (¿?), y  nos encontramos en pleno pinar, en muy pendiente ladera y con varias trazas posibles. Idas y venidas, algún retroceso, hasta que trocha abajo vamos encontrando algún que otro mojón, a lo largo de un barranquito y descendiendo todo tieso, con tiempo para detenernos de vez en cuando a contemplar el paisaje.

Este hermoso cartel sobre tamaño bloque de granito hubíéramos encontrado unos pocos metros más adelante, si  no nos hubiésemos despistado, tirando ladera abajo ¡En fin!
La verdad es que superado el primer “chasco” por haber perdido la senda de Icona (quien la trazase no tuvo en cuenta la capacidad de despiste de algunos), el tramo cunde de lo lindo y en un santiamén alcanzamos el camino “normal” casi al lado del cruce del Arroyo de la Ventana que hemos tomado esta mañana.

Ahora, ya sin más tropiezos y a buena marcha, llegamos al coche en el Tranco a las 2:30 pm, tras haber recorrido 10,5km y salvado un desnivel total acumulado de 660m de D+.

miércoles, 4 de enero de 2012

Vía “ferrata” en el Boalo. La Cuerda de los Porrones ¡A falta de nieve, …..!

Vía "ferrata". La Senda de las Cabras
Parece que hay montañas al Norte donde borrasquea y nieva; también al Sur, en Sierra Nevada, pero lo que es en la zona Centro, en Guadarrama, nos quedamos a ver cómo el anticiclón, con su omnipresencia, manda.
Este año pinta mal, al menos por “aquí”: las contadas veces que ha nevado, lo ha hecho durante poco tiempo; así que tan sólo ha “espolvoreado” las cotas más elevadas, tapando escasamente las piedras pequeñas; después, el anticiclón se encarga de llevársela en pocos días.

Con este panorama, hemos de hacer uso de los planes “B”, de los que siempre conviene tener unos cuantos a nuestra disposición, y así poder estirar las piernas por estas sierras y roquedos, donde el frío muerde y el sol restaña.

Es una buena ocasión para quedar con Evaristo, ha tiempo mí compañero de esquí de montaña en Guadarrama, algo apartado de la actividad (ahora se dedica al de pista), quien me comentó cómo le gustaría que recorriésemos juntos la Cuerda de los Porrones, incluida la Senda de las Cabras: insólita vía ferrata que asciende a la Peña del Mediodía, primer picacho de la Cuerda.
La Cuerda de los Porrones, o del Hilo, se yergue al N de las localidades de Mataelpino y el Boalo, viviendo ambas “de espaldas” a dicha cadena montañosa, unos mil metros por debajo de ella.
En algunos casos, desde Mataelpino, algún que otro excursionista se adentra por el Arroyo de la Gargantilla (<< Sí, el que sale desde la Ciudad de los Muchachos en dirección a la Maliciosa >>), sudando la cuesta arriba por medio de jaras y gayuba, bajo el inclemente sol que enseñorea esta vertiente Sur.

En lo tocante al Boalo, la mayoría de las personas tan sólo miran a la Sierra en la medida que acuden a la Ermita de San Isidro a mediados de mayo, “por las fiestas” del Santo. Los menos, los que miramos al monte (y hasta tiramos hacia él), sabemos que junto a esta misma Ermita arranca el camino que, por empinada traza, asciende hacia la Peña del Mediodía culminando con la guinda de la Senda de las Cabras, que constituye la “vía ferrata” de la localidad, y de toda la Sierra de Guadarrama.
El Pico de la Maliciosa, desde la Ermita de San Isidro.
La mañana es fría cuando comenzamos la subida junto a la desierta Ermita de S. Isidro, a la salida del Boalo. Hasta se agradece la cuesta para ir entrando en calor. Corto pero empinado este tramo, el silencio tan sólo roto por los resoplidos.
Casi al final, tras superar un grupo de carrascas, al pie mismo de las rocas de la cima de la Peña, abandonamos el sendero principal y tomamos la trocha que sale a la derecha (hitos), alcanzando el comienzo de las clavijas, señalado por las figuras de “hojalata” del lobo persiguiendo a la cabra.
El sol ya calienta, las clavijas están frías. Nos izamos por ellas bajo la mirada de un buitre posado cerca.
Superado el paso, un extenso panorama se abre ante nosotros.
Al fondo, el castillo de Manzanares el Real
La cruda evidencia de lo "efímero" contrasta con la longevidad de las cimas de la Pedriza (dcha) y las Cabezas del Hierro (izq).
Hemos de descender unos metros hacia el N, hasta coger una senda marcada con puntos rojos, que nos guiarán por lo alto de toda la Cuerda, superando los distintos “Canchos” que la componen, en dirección al punto culminante de la Maliciosa.
Nos detenemos un instante junto a la curiosa cruz de “El Mirlo”.
El ambiente es solitario, el sendero muy poco transitado, la Cuerda se extiende de Este a Oeste.
Vamos deambulando entre gayuba y jaras, sorteando rocas de granito de formas “pedrizeras”, ...
...contemplando a los buitres que moran en estas alturas, ...
... por medio de vegetación enjuta, ya preparada para las nieves que aún han de llegar, ...
... asomándonos a todas partes.
La puerta del Chozo da vista directa al Collado de la Dehesilla, en la Pedriza.
El Chozo de granito, construido junto al Cancho Porrón, nos anuncia la proximidad del Collado del Porrón (1.669m), lugar donde confluye nuestra agreste senda con la mucho más concurrida que, por el bosque de la vertiente Norte, viene del Collado de Quebrantaherraduras.
Desde aquí hasta el Collado de las Vacas (1.889m) tenemos por delante la última y empinada cuesta de la jornada. Superada la cual, con la mirada puesta en la pala Este de acceso a la Maliciosa, hacemos un alto para comer antes de emprender el descenso hacia Mataelpino por el Barranco de la Gargantilla. La Maliciosa seguirá en su lugar la próxima ocasión que vengamos con intención de subirla.
A la izquierda, el Pico de la Maliciosa, sobre las frescas aguas del Arroyo de la Gargantilla.
Tras descender unos primeros 200m de “gayuba a través” (suerte que este arbusto es enano y franco, sin oquedades ocultas) alcanzamos el claro sendero que discurre junto al recién nacido Arroyo de la Gargantilla, y que ya no abandonaremos hasta llegar a uno de los coches que hemos dejado en la Ciudad de los Muchachos.
El Pico de la Maliciosa enmarcado por esta vetusta sabina, en la Ciudad de los Muchachos.
En resumen, recorrido de unos 10km, salvando un desnivel acumulado de 1.000m de D+, deambulando en buena compañía, en paz y sin prisas. Alguno dirá que podríamos haber comido algo más, pero eso queda al criterio de cada cual.