lunes, 26 de septiembre de 2011

Los Miradores de la Fuenfría.



Extensas panorámicas para contemplar desde los Miradores de la Fuenfría
  El valle de la Fuenfría constituye la puerta de entrada que tiene Cercedilla a la sierra de Guadarrama,  se orienta de Sur a Norte y está rodeado todo él por montañas que rondan los 2.000m de altura.

 La zona de las Dehesas, lugar entre pinares,  es el punto de partida más habitual para las distintas rutas que se pueden trazar por la zona.
En esta ocasión decido hacer un recorrido circular por “los Miradores”, alturas localizadas en el cordal divisorio del valle de la Fuenfría, y que constituyen plataformas privilegiadas desde las que contemplar hermosas panorámicas tanto de este valle como del Río Moros, así como de la zona de Valsaín.
Es una excursión de recorrido suave, que discurre a caballo de los 2.000m, descendiendo ocasionalmente hasta los 1.800m para tocar los distintos collados que los separan.
Salgo del aparcamiento de Majavilán (1.350m) a las 9:15h emprendiendo rápida subida hacia el collado Ventoso, la mañana es fría y trotar es la mejor forma de entrar en calor. En un principio sigo la “Calzada Romana” (círculos verdes en los pinos), hasta llegar al entronque con la “Vereda del Inglés”, lugar en el que tomo como referencia los círculos amarillos. 


El Collado Ventoso
 Paso por una fuente y enseguida llego al Collado Ventoso (1.896m), lugar que siempre me sorprende por lo que tiene de solitario, recoleto y natural. Está fuera del circuito habitual que transitan básicamente los excursionistas, y esto hace que se mantenga poco “humanizado”. Las mugas de piedra clavadas en el terreno, delimitando las provincias de Madrid y Segovia, transmiten la sensación de formaciones dolménicas de otras épocas. 


Pongo rumbo hacia el Oeste, y sigo la marcha. El sendero discurre a través de matorral bajo, la mañana es tranquila, se respira frescura y el ambiente transmite serenidad. 
Al fondo veo el gran hito cimero, el Cerro Ventoso (1.964m), primero de los 4 miradores que recorreré hoy. Su altura es la menor de todos ellos, pero la vista hacia la vertiente de Valsaín es inmensa. Un plátano en la placidez de este lugar es lo que necesito antes de reiniciar la marcha.


Desde el Cerro Ventoso, de derecha a izquierda: Montón de Trigo, Cerro Minguete y Peña Bercial. En último plano, la Pinareja
 Toca ahora bajar al collado de la Fuenfría (1.792m), al cual llego tras unos incómodos metros de pedrera. No paro en este sitio, la “humanidad” del lugar empieza a constatarse: grupos de ciclistas discutiendo animadamente sobre el itinerario a seguir, paseantes despistados que llegan sofocados, en fin, que continuo cuesta arriba, camino del siguiente objetivo.
El Cerro Minguete (2.026m), segundo mirador de la jornada, constituye la última atalaya sobre Valsaín, y la primera que da vista hacia el valle del Río Moros, delimitado al fondo por la silueta de la Mujer Muerta.


Desde el Cerro Minguete, a la derecha la Peña Bercial, de frente la Peña del Águila
 El cordal cambia de orientación, ahora se extiende de Norte a Sur. Me encamino hacia la Peña Bercial (2.002m), tercer mirador, a la par que voy contemplando a ambos lados el fondo de los dos valles, el de la Fuenfría y el del Río Moros, alcanzando la cima sin problema alguno, por loma de tasca. Tengo cuidado de no engancharme un pie en la alambrada caída, que servía de límite ilusorio entre ambos valles, pues la senda va paralela a la misma.
Desde la Peña Bercial hasta el collado de Marichiva el sendero es intrincado, los altos piornos, el bosque y lo poco frecuentado del mismo hacen que sea difícil de seguir. Sobre todo al comienzo, alguna ida y venida confirmando o rectificando son frecuentes. Luego ya se hace más evidente.

Hacia mitad del descenso encuentro una inesperada y cuidada fuente, nombrada con el poco imaginativo nombre de Fuente Catorce. Traguito extra muy bienvenido.
Alcanzo el collado de Marichiva  (1.753m), lugar de paso y reunión para multitud de ciclistas vocingleros que transitan de uno a otro de los valles.

La subida al último de los miradores de la jornada, el cuarto, la Peña del Águila, la realizo siguiendo la evidente pista que surca la loma. Una vez que te pones a ello resulta más bonita y sombreada de lo que aparenta desde el collado ¡Y bastante empinada a tramos!, especialmente hasta superar las Porrillas (1.894m), punta intermedia a la que pocas personas suben, a juzgar por el aspecto de sorpresa de la única vaca con la que me cruzo.


El valle del Río Moros, al pie del cordal de La Mujer Muerta

Llego finalmente a la Peña del Águila (2.008m),  desde donde contemplo el frondoso valle del Río Moros, por donde deambulé hace ya algunos meses y al que debo volver, porque bien vale una visita más detenida aprovechando el conocimiento previo de la zona que adquieres tras haberlo contemplado desde diversas perspectivas. Unas nueces, una mirada en derredor, y continuo hacia abajo, en dirección al Collado de Cerromalejo.
Sigo las indicaciones de GR (Gran Recorrido), blancas y rojas. Cunde mucho, el sendero está claro, y me cruzo con varios grupos. Parece que es un itinerario frecuente de subida.
Una vez en el Collado de Cerromalejo (1.774m) cambio las rayas por círculos rojos, que me llevan hasta una pista (es la que une el Coll. de Marichiva con el del Rey), la sigo unos metros hacia Marichiva, pica algo hacia arriba, pero la dejo a los aprox. 50 metros, para internarme de nuevo por el bosque. Los círculos rojos me guían por el excelente, fresco y tranquilo sendero hasta llegar al Sanatorio de la Fuenfría ¡Ya queda poco!

Continúo por el bosque (sigo las marcas) y enseguida llego a la carretera que viene de Majavilán.
Tan sólo unos 50m de desnivel positivo adicional y en 1km estoy en el coche ¡Qué suerte que esté a la sombra! Son las 13:30h.
Recorrido circular de unos 14km, salvando un desnivel total de 1.100m de D+, por zona muy poco frecuentada. Los paisajes durante todo el itinerario superan las expectativas. Los Miradores son dignos de visitarse. Excelentes zonas naturales, tan a la mano y próximas a Madrid.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Maliciosa (2.227 metros) por la sierra de los Porrones. Recorrido pre-otoñal.


La personalidad de esta cima, último apéndice de la Cuerda Larga, en la Sierra de Guadarrama, reside principalmente en su inconfundible perfil. El nombre seguramente hace referencia al abrupto desnivel que presenta en su parte Sur. Es una montaña atractiva, altiva y rocosa. Mirador privilegiado sobre la llanura de Madrid, antesala y balcón sobre la Pedriza.
El trayecto de hoy es un camino de ida y vuelta por el mismo sitio, con origen y final en el collado de Quebrantaherraduras (1.084m). Recorre la Sierra de los Porrones (o Cuerda del Hilo) y parece estar diseñado para divertirse y “saborear” los variados escenarios que ofrece la Sierra de Guadarrama. Un “collage” con un poco de cada cosa: zona de bosque, un toque de trocha “pedrizera”, un par de empinadas cuestas y una buena dosis de naturaleza, para culminar en una cima con amplias y hermosas vistas.
Carente de dificultad técnica, permite adaptar el ritmo de la marcha al propósito de cada cual: Desde el paseante más tranquilo al más competitivo “trial runner”, pasando por todos los intermedios, tendremos la oportunidad de respirar aromas y contemplar espacios nada contaminados.
El recorrido se compone de dos tramos bien diferenciados, el primero de ellos discurre por el bosque de la vertiente N de la Sierra de los Porrones, y el segundo, fuera ya del abrigo de los árboles, discurre por la vertiente Sur, encarando ya la cara Este de la Maliciosa.
Salgo a las 8h 45m del aparcamiento  de Quebrantaherraduras (1.084m) tomando un sendero PR (Pequeño Recorrido) muy bien señalizado, porque donde faltan las rayas blancas y amarillas  características de él, se encuentran puntos amarillos o mojones de piedras. La suave subida y la buena senda permiten ir calentando lentamente con un trote cómodo y sostenido que se puede mantener hasta terminar los árboles y salir a la zona descubierta, territorio del enebro y del piorno.
* (Los GR – Gran Recorrido – están señalizados con rayas blancas y rojas).
Encaro un tramo empinado de cortafuegos que me obliga a ir "al paso", hasta que lo abandono unos 50m más arriba para tomar una senda que emprende subida en diagonal a través del pinar de la derecha ¡De nuevo trote sostenido al abrigo de los árboles!

Voy mirando cómo "la herradura" de la Pedriza va variando su perspectiva. Las Cabezas del Hierro y el cerro de Valdemartín cierran el horizonte por el Oeste. Promesa de futuras esquidas.
Desde aquí doy por fin vista a la cara sureste de la Maliciosa.
Ahora el terreno cambia, atrás quedan los árboles y entro en una zona pedregosa con matorrales de enebro y de piorno. A partir de aquí comienza el segundo tramo del recorrido y la pendiente se acentúa subiendo hacia la Maliciosa Baja. Sin llegar a alcanzar su cima, la senda se desvía a la izquierda para atravesar la ladera suroccidental del cerro, por medio de una zona de rocas “pedrizeras”, sin dificultad alguna, superando la primera de las dos cuestas que se encuentran en el recorrido.

Poco antes de alcanzar el collado de las Vacas (1.907m) un macho cabrío me observa desde lo alto de una roca. Él está en su hábitat, yo soy el primer bípedo que aparece por aquí esta mañana.

Nos miramos mutuamente, el tiempo se detiene, el ambiente queda en suspenso, unos golpes secos me sacan del embelesamiento, en otro grupo próximo, un par de machos entrechocan sus cornamentas, el rebaño se desplaza al verme.  

Los machos suspenden temporalmente su reto y me miran de reojo. Prosigo el camino acusando el fuerte y frío viento que me azota la cara.
Frente a mí, la Maliciosa. Comienzo la ascensión por la pronunciada pendiente que claramente surca su lomo tapizado de piorno;  subo apoyando las manos sobre las rodillas, descansando los riñones. Voy a plantar la mano sobre una roca cuando instintivamente detengo la acción. Concentro la mirada en “lo que se mueve justo al lado de la piedra bajo mi mano en alto”. Una víbora se desplaza lentamente, rodea la roca y se mete bajo el piorno que hay a continuación. Ahora ya completo el movimiento, apoyo, me izo y sigo hacia arriba. Finalmente supero los 300m de cuesta y me planto en la cumbre.
La Maliciosa (2.227m) constituye un mirador de primer orden en sus 360º. El día no acaba de aclarar, se mantiene con nubes altas, pero las vistas son extensas y buenas; no obstante, el viento que barre a la cumbre hace que el sitio no esté para quedarse demasiado rato.
Tras 15 minutos de abstracción, abrigo y recuerdos, me pongo de nuevo en marcha, intentando entrar en calor con el ejercicio de la bajada.

En el descenso voy cruzándome con los que, habiendo madrugado menos, están subiendo ahora. Las cabras ya han desaparecido (demasiado trajín, supongo), voy deseando pasar a la vertiente Norte para que el aire me deje tranquilo.

Alcanzo el tramo de bosque, entro en el cobijo de los árboles y de nuevo el cómodo trote por la suave senda, admirando una vez más el perfil de la próxima Pedriza y de sus altivas crestas y formaciones rocosas.
Llego al punto de partida a las 13h, completando un recorrido de 14km, con 1.200m de D+ acumulado. Recojo los bártulos, me cambio de zapatillas y ropa y emprendo la vuelta a casa.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Las dehesas de Guadarrama. Zigzagueando por la Sierra.


La cumbre de Peñalara se erige como punto culminante de la Sierra de Guadarrama

El collado de la Fuenfría constituye la confluencia de numerosos senderos y pistas que, atravesando la sierra de Guadarrama por la cota de 1.795m, comunica la vertiente Sur, madrileña, con la Norte, segoviana.  Pinares y dehesas son las características naturales más relevantes de dichas vertientes, junto con lo bien cuidada y protegida ecológicamente hablando que se mantiene la zona.

Hay una serie de recorridos muy bien balizados, fáciles de seguir, que concentran a la mayoría de los visitantes, con lo que “el fuera de pista” se mantiene virgen y natural.
Cuando llego al aparcamiento de las Dehesas de Cercedilla (1.350m) me sorprende la gran cantidad de coches y gente que encuentro. Resulta que hay organizado un “Cros por las Dehesas”, cuya salida es a las 9h, y cuyo itinerario coincide en su mayor parte con el mío; así que, para evitar las aglomeraciones, opto por una variante, algo más larga, pero que garantiza la soledad y quietud que busco en mis recorridos por la montaña.
Paso junto a los corredores, que están preparándose en la línea de salida ¡El ambiente huele a “linimento”! Tomo la “Calzada Romana” (señales verdes) y comienzo a ganar altura, camino del collado Ventoso (1.892m).

La zona se muestra solitaria y recogida a estas horas. Me llama la atención el “toc-toc” de un pájaro carpintero que, en la punta más alta de un pino seco, se afana en perforarlo.

El Collado Ventoso

Sigo camino arriba, ahora por la “Vereda del Inglés”, hasta llegar al collado. Paso a la vertiente segoviana y bordeo el cerro Ventoso sin perder altura, camino del collado de la Fuenfría (1.795m) a donde llego cuando ya los corredores han desaparecido ¡Objetivo cumplido!
Inicio la subida al cerro Minguete (2.024m). El olor a piorno perfuma el ambiente. La subida es rápida.
Desde la cima miro la siguiente meta, el Montón de Trigo (2.084m). Esta vez sí que entra en el itinerario que he previsto.
Sin mayor problema alcanzo la cumbre, desde la que contemplo el hermoso panorama de la Sierra en sus dos vertientes; tomo un plátano, un trago de agua, y desciendo rápido hacia el collado de Tirobarra (1.979m).
En el descenso me detengo para fotografiar a un par de caballos (yegua y cría),  que pastan tranquilamente.
Hace aire, el ambiente es fresco, y voy buscando el inicio del sendero que me facilite acceder a la vertiente segoviana, en dirección al collado del río Peces. Titubeo, bajo unos metros, me confundo, salgo de la incómoda zona de enebros y piorno en la que me he metido buscando el camino y vuelvo a la cuerda del collado.

Unos metros más adelante, justo al pie del inicio de la subida a la Pinareja, veo los mojones. Siguiéndolos, me lanzo hacia un calvero que hay más abajo. Tengo la sensación de que me aleja del objetivo, pero ahí están las marcas, de manera que voy descendiendo. Llego al claro, hay restos de antiguos corrales, varios caballos están por la zona y trato de encontrar por dónde sigue el sendero. Recorro el perímetro hasta dar con otros mojones. Voy a por ellos, me guían hacia abajo, el sentido es bueno (quiero alcanzar la Pradera de la Reina y la pista de la Fuenfría), aunque a estas alturas ya tengo claro que el collado del río Peces queda para otra ocasión, en la que atine con el comienzo de la senda que “debe salir del collado de Tirobarra”. Pero no me importa, el entorno es bonito, solitario, natural. Voy atento a no perder la desusada senda que discurre entre los piornos, que algo más adelante se transforma en amplio camino entre los esbeltos pinos de Valsaín.

Cruzo un arroyo (el de las Cebras), y con unas zancadas más llego a la Pradera de la Reina (1.635m) y a la pista asfaltada que la cruza.

Cadena de Siete Picos, Collado Ventoso y Cerro Ventoso

Cerro Ventoso y Collado de la Fuenfría

Desde aquí, como aún es temprano, opto por subir al cerro de la Camorca (1.815m), bonita atalaya sobre la vertiente N de la Sierra.


En la lejanía, las Cabezas del Hierro y su tubo Norte, próximo objetivo cuando las nieves cubran la Sierra
 En la cima hay un refugio y una caseta de forestales. Tomo unas almendras y un trago de agua antes de emprender la última parte del recorrido.

Al trote sostenido desciendo hasta la Pradera para tomar la sombreada pista que conduce al collado de la Fuenfría, desde donde desciendo, de nuevo por la mullida Calzada Romana, hasta el aparcamiento de las Dehesas, llegando a las 14h.
Recorrido de unos 18km de longitud total, por zona poco transitada en la vertiente segoviana, no así en la madrileña, salvando un desnivel acumulado de unos 1.300m de D+, empleando 5h en realizarlo. El agua no es una preocupación, pues se encuentran fuentes y arroyos en diversos puntos. La sombra acompaña durante aproximadamente el 75% del trayecto, gracias a que discurre principalmente por medio de los característicos bosques de pinos de Valsaín. 

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Integral de la Pedriza. Exigente recorrido para exploradores.


Se trata de un itinerario circular cuyo trazado discurre por las cotas más elevadas que circunvalan la “gran herradura” que perfila a la Pedriza, contorneando las cimas, siguiendo fundamentalmente la Senda Termes. Circuito realizado en sentido contrario de las agujas del reloj, con origen y llegada en el Tranco.
Las facultades que convienen a aquellos que se decidan por esta marcha son: fondo, elasticidad, adherencia y buen ojo para seguir itinerarios en ocasiones “perdedores”. La “flojera” en cualquiera de ellas lleva aparejado el incremento en la duración del recorrido (notable en algunos casos), junto con la cuantía de las agujetas del día de después.
Son las 8:45 cuando inicio la marcha desde el Tranco, ascendiendo directamente hacia la base del Yelmo ¡Buena cuesta esta! El sol no me empieza a dar hasta alcanzado el Mirador del Tranco. El olor de las jaras me envuelve; un pequeño reguero de agua delata la presencia de la fuente que mana unos pocos metros más arriba del Mirador.
Subo rápido y animoso mientras voy dando vueltas en la cabeza al pronóstico del tiempo, que anunciaba nubosidad y riesgo mínimo de llovizna a media mañana. De momento el cielo está radiante. La roca mojada supondría un inconveniente serio para la realización de este recorrido.
Unas cuantas cabras “tempraneras” ya están oteando el horizonte desde lo alto de unas rocas. Las miro mientras prosigo la marcha hacia el Acebo.

Desde el pie de "Las Cuatro Damas", la pared de Santillana sobresale enfrente
Me cruzo con algún que otro madrugador durante el descenso al Collado de la Dehesilla, desde donde emprendo la 2ª cuesta exigente de la mañana, en la que encuentro ya algún “pasito” donde la flexibilidad de piernas se pone a prueba. La subida es corta pero empinada. Atención a los mojones y señales en este bosque de robles.

Es hermoso y solitario el tramo hasta el pie de la pared de Santillana. Poco a poco voy adentrándome en la Pedriza.
Un grupo de espigadas y agostadas plantas dan paso a un tramo de roca, también empinado, que contornea el risco. El ambiente se va haciendo más “pedrizero”, la adherencia se empieza a poner en práctica; el sol se deja sentir.
Alcanzo el Collado de la Ventana. La Pedriza posterior se despliega en el horizonte próximo, las nubes comienzan a hacer acto de presencia. El pronóstico se va cumpliendo. Tomo un plátano y pienso que si el tiempo se estropea siempre podré retirarme y descender desde el Collado del Miradero.

Me pongo en marcha y me interno en el paisaje lunar que constituye la Pedriza posterior. Rocas graníticas de formas originales, enhiestos centinelas de este entorno, se alzan hacia las ahora densas nubes. La humedad se deja sentir.
Una cabra vigilante se asoma desde las alturas ofreciendo contornos familiares ¡Hay alguien más en este pétreo entorno! Los mojones se siguen bien. La adherencia y el conocimiento de la zona ayudan a rebasar rápidamente algunos de los obstáculos del camino y a optar por unos hitos en detrimento de otros ¡Pura Pedriza!

La Cuerda de las Milaneras, desde la Pedriza Posterior

El Comedor de Termes está hoy solitario; no me detengo y, tras lanzar una mirada hacia el tramo recién pasado, emprendo rápido descenso hacia el Collado del Miradero. Por esta vertiente norte el tiempo está más claro. La probabilidad de lluvia se difumina. Decido mantener el itinerario inicial previsto yendo por las Milaneras.

Son las 12:15h y me cruzo con varios grupos que suben desde el Miradero ¡Que diferente es la cara que se lleva en bajada de la que se pone en subida! En fin, a seguir, que aún queda una buena y entretenida parte. Saltando de piedra en piedra, trepando a ratos, comienzo a “calentar” la flexibilidad y adherencia que necesitaré tan pronto cruce a la vertiente S.
Alcanzo la característica formación rocosa que a mí se me figura la cara de un patriarca, con sombrero y luenga barba. Es el punto de cruce, de cambio de vertiente.
Última mirada hacia “las Cabezas y la Maliciosa”, una barrita energética, un trago de agua, y “a por el descenso de las Milaneras”. Atención a no despistarse de las rayitas blancas y amarillas y/o los mojones. Aquí el “buen ojo” ha de mantenerse alerta y aplicarse bien.
El itinerario se interna en el bosque, es perdedor como el que más. Los obstáculos graníticos son “gimnásticos y entretenidos”. No siendo excesivamente complicados pueden plantear más de un titubeo y dificultad a los no habituados. Algún que otro “sudor frío” para los menos expertos también es posible.
No me cruzo con nadie en este tramo. El descenso es rápido. Las pendientes boscosas son empinadas, los troncos y ramas constituyen excelentes asideros que facilitan la marcha. Llego al punto del bosque en el que las marcas de colores desaparecen. Sé que he de subir hacia la derecha durante unos 50m. Arriba vuelvo a encontrar las “rayitas desaparecidas”.
Sigo el franco sendero que me lleva hasta el jardín de la Campana. Un buitre reposa sobre el risco de enfrente, ajeno a mí ¿O quizá ya me ha visto y desechado?
Desciendo hacia el Pajarito por un encajonado callejón, con algún que otro “descuelgue” sin más relevancia. Oigo voces de una cordada que está subiendo por la pared. No la veo y sigo bosque abajo; ya va quedando menos.
Alcanzo el Collado del Cabrón, donde un par de grupos almuerza tranquilamente. Yo bebo el último trago de agua que me queda, tomo un puñado de almendras como combustible para el tramo final, y emprendo cómodo y rápido trote por la excelente senda que conduce a “la Autopista”.
Sigo la marcha y al poco cruzo el río para alcanzar su margen izquierda; miro con recelo a un grupo de unos 6 toros ¡Sí, toros! que reposan tranquilamente junto al sendero, mientras yo, con mi camiseta naranja, paso rápidamente junto a ellos, listo para transformar mi trote en rápido sprint a la menor señal de peligro que, afortunadamente, no se produce.
Y así, tras una mañana plena, en la que he culminado un recorrido largamente diseñado y anhelado, completo el circuito integral de la Pedriza, llegando al coche a las 14:45h; a tiempo para tomar un baño en una zona poco frecuentada, junto a un rústico puente de troncos.
Recorrido circular realizado en 6h, transitando por la pluralidad de ambientes que ofrece la Pedriza, salvando unos 1.300m de D+, con un total de unos 17km. Muy satisfactorio, a tramos exigente, en todo momento gratificante. 
 


viernes, 2 de septiembre de 2011

Oturia (1.921m). Un kilómetro vertical para todos los gustos a la entrada del valle de Tena -08.08.2011

A la derecha de la torre de la iglesia de Satué, la silueta de Santa Orosia, plataforma de Oturia, se recorta en el horizonte.
El pico de Oturia se yergue 300m por encima de Santa Orosia. Los itinerarios de acceso, desde Sabiñánigo, son múltiples, discurriendo por el abanico comprendido entre los flancos Oeste y Sur. La selección de uno de ellos depende de cual sea el propósito de la subida.
Se puede optar por el clásico recorrido de “las ermitas”, rápido y directo, saliendo de Yebra de Basa, pasando por las 6 ermitas diseminadas a lo largo de la subida, culminando con la de Sta. Orosia, en la planicie de arriba.
Los muy soleados, claramente por el flanco S, no me atraían en este mes de agosto; así que me quedaban las dos opciones más “boscosas”, bien la que parte de Javierre del Obispo (865m), bien la que sale de Satué (821m).
No dudo demasiado en tomar Satué como punto de partida, pues mi único objetivo de hoy es embeberme de bosque y frescura, a la par que dedico el día al “descanso activo”. Por lo tanto, no madrugo, y emprendo la marcha a las 10h.
 El sendero se inicia junto a la iglesia, bordeando unos campos, para internarse a continuación en un fresco bosque dominado por boj, pino y carrasca. Estos irán desapareciendo a medida que subo, pero el boj me acompañará hasta bien entrados los 1.650m.
La senda zigzaguea por entre la vegetación. Poco a poco me voy internando en el barranco “d’as Gargantas”, hacia el Paco Cajico.

Los claveles de montaña perfuman la zona, y enseguida la senda cruza el curso de agua que viene de la Fuen dero Reguero.

La vista se alegra con ella, los  sentidos se llenan de naturaleza.

Ahora, hasta alcanzar la zona de pasto que se extiende en la falda de Oturia, transito junto al arroyo recién nacido, por medio del sempiterno boj, encontrando serbales con sus frutos rojos y mentas bien arraigadas en el húmedo cauce.

Antiguos y recios troncos se mantienen enhiestos en medio de la verde vegetación, como sustentados por ella, resistiéndose a doblar la testuz ante las inclemencias.

Desde la zona de pasto, ya libre de vegetación (estoy a 1.600m), veo claramente el pico de Oturia, al cual me dirijo por mullido piso de hierba (seca en estas fechas), tachonado por “carlinas acanthifolia” o cardos en roseta pegados al suelo, tan característicos de la zona.
Hay que “tirar algo de riñones” hasta llegar a la cima, pero el panorama desde ella es absolutamente relajante y envolvente. Estoy a 1.921m, hay una ligera brisa que refresca lo justo, y al Norte el Pirineo se muestra resplandeciente.

Tomo un plátano despreocupadamente mientras mis ojos vagan y recorren los picos fronterizos de Ordesa, desde el Gabieto y Taillón, pasando por la Brecha de Roldán, Casco, picos de la Cascada y Marboré, hasta terminar con el Cilindro, Perdido y Soum de Ramond ¡Qué amplitud!

El sonido de un cencerro hace que desvíe ligeramente la mirada hacia unas vacas “de altura”, aparentemente en un estado tan tranquilo como el mío. Sobre ellas la línea del horizonte muestra la sierra de Sabocos, Tendeñera y Otal, detengo un instante la vista en los Picos del Infierno, que “asoman” por detrás, mostrando su blanca “marmolera”.
Sin haberme percatado apenas, me doy cuenta de que he pasado casi tres cuartos de hora embelesado, sentado junto al gran hito cimero. Es momento de emprender el retorno.
Desde Oturia hasta Satué las zancadas ligeras me llevan rápidamente de vuelta. Los entornos e imágenes pasan fugaces junto a mí. Observo y anoto los posibles “alcorces” en el bosque, la próxima vez los comprobaré.
Hace calor en la última parte del camino, llegando a Satué. Voy sediento y ansío llegar a la fuente que mana junto a la ventana de una de sus casas. El pueblo está en silencio, recogido en la penumbra de los comedores, posiblemente dando cuenta de frescos gazpachos que se digerirán durante la siesta. Son las 2 de la tarde.