miércoles, 22 de octubre de 2014

El Pico Peiró desde el embalse de Árguis. Hayedo en otoño.

El Pico Peiró desde el embalse de Árguis
El Pico Peiró, de 1.586m de altitud, está situado en el extremo Noroeste de la Sierra de Gratal, en la divisoria de las cabeceras de los ríos Garona e Isuela. Éste último fluye de Oeste a Este, entre la Sierra de Gratal, al Sur, y la Raya de las Tiñas, al Norte, remansando sus aguas en el embalse de Árguis, cuya presa data de 1704, una de las más antiguas de Aragón.

Su ascensión desde el embalse de Árguis permite recorrer los bosques que cubren la cara Norte de la Sierra de Gratal, descubriendo el escondido y singular Hayedo Peiró, pequeño y recoleto, al pie del collado de Sarramiana.

Los hayedos en otoño son, sin duda, los reyes de los bosques y no quería dejar pasar esta estación sin visitar alguno, así que diseñé un recorrido circular que incluyera paisaje otoñal junto con la ascensión a varias de las cimas más características de la sierra de Gratal.

Son las 9:30h cuando dejo el coche en el embalse de Árguis, cruzo la pasarela de la presa y comienzo la carrera por buena pista hacia el Peiró, monte que se ve allí “al fondo”. La sombra y la humedad de esta cara Norte, junto con la suave pendiente ascendente, contribuyen a que el ritmo sea vivo. Van levantando las brumas de la noche y las telarañas de los arbustos están cubiertas de gotitas de agua.

Huele a pino y a boj. El silencio tan sólo es roto por el sonido de mis zancadas. Paso de largo los dos desvíos hacia las Calmas y a sus Pozos de Hielo (bajaré por uno de ellos a la vuelta, pienso ahora), más adelante también dejo a mí izquierda el gaseoducto (subida hacia la Peña de Gratal) y casi sin darme cuenta me encuentro en el inicio de la ascensión hacia el Pico Peiró.

Pico Peiró
Clara senda hacia el Sur que sale de la buena pista que venía siguiendo, con muy pronunciada pendiente (en torno al 30% - 35%) y derecha hacia arriba. Atención aquí al cambio de ritmo. Los bastones ayudan sobremanera a que la marcha no decaiga y a que el resbaladizo y húmedo terreno no suponga un obstáculo mayor.

Boj y pino en el comienzo que van dando paso a ocasionales hayas, todo ello en un ambiente de humedad extraordinario. 


Tan deslizante resultan algunos de los tramos que están “equipados” con troncos atravesados conformando verdaderas “vías de ascenso”.

Al cabo de unos 200m de D+ la pendiente se suaviza algo, el sendero gira hacia el Oeste y se adentra en el hayedo. 

Altos árboles de tronco gris, hojas verdes la mayoría, tornando a rojizas por el otoño sobre un suelo negro y húmedo ¡Qué belleza! La senda bordea el bosque en su dirección hacia el collado y pico de Peiró.  Enseguida paso por un cartel indicador que señala hacia la izquierda la subida al collado de Sarramiana por una empinada cuesta que cruza el hayedo; a la vuelta la seguiré.

Al poco salgo de nuevo al sol y encaro la subida hacia el collado de Peiró.

El Pico Peiró
Ninguna dificultad técnica, pero hay que ver lo empinadas que son estas cuestas. Reino del erizón que cubre las laderas hasta alcanzar la fácil cresta que lleva al Pico. El Peiró es un mirador de primer orden en los 360º.

Hacia la cima
Voy bien de tiempo, el collado de Sarramiana y la Peña de Gratal se muestran atractivos, así que  a por ellos.

Desde la cima del Peiró, abajo a la dcha, el collado Peiró, enfrente, a la izq., la Peña Gratal
La Peña Gratal, al fondo, se destaca sobre el collado de Sarramiana. En primer plano, el Hayedo de Peiró
Desciendo rápidamente y de nuevo en el hayedo llego junto al cartel indicador. Ahora sí que me interno entre las hayas y las setas que la gran humedad hace proliferar como tales. Las hay de todos los tamaños.

El otoño y sus colores enmarcan la marcha.



Al alcanzar el collado y tras haber recorrido unos quinientos metros por la pista en dirección a la Peña de Gratal, una inoportuna torcedura me obliga a cambiar de planes y lo mejor que puedo hacer es retornar por donde he venido para llegar a Árguis por terreno conocido. Otro día completaré el circuito.

A la dch., el Pico Peiró, a su izq., el collado Peiró, desde el collado de Sarramiana

Setas al sol 
Tiña (oruga) y seta
El descenso por las empinadas cuestas hasta alcanzar de nuevo la pista que lleva de vuelta a Árguis resulta bastante penoso; entre el barrillo y la inclinación el pie se resiente a cada pisada.

De nuevo en la buena pista y en caliente continúo la marcha hacia el embalse. Lo que a la subida me pareció una gratificante carrera, en esta bajada me está costando el doble. En fin, a aguantar porque son gajes del oficio y el entorno es tan bonito que voy distraído y pensando que bien merecerá la siguiente visita.


En total, cima del Peiró, collado de Sarramiana, hayedo en ida y vuelta, unos 15km de recorrido, siete de ellos renqueando, desnivel total acumulado de unos 800m de D+ y a las 13:30h de vuelta en el coche para comer un bocadillo y estirar todo lo posible antes de iniciar el retorno a Zaragoza, con la suerte de que en carretera el embrague se usa poco, pensando tanto en los preciosos parajes recorridos como en los que me quedan para la próxima visita.

martes, 14 de octubre de 2014

La Calma Alta y la Peña Gratal desde Nueno. Un recorrido que engancha.

A la izq., la Peña Gratal, a la dcha., bajo las nubes, las Calmas
La Sierra de Gratal, por el Sur, no se diferencia demasiado del resto de la Sierra de Guara de la misma vertiente. En la distancia presenta un engañoso y bonancible tapiz verde del que sobresalen unos cuantos riscos y paredones calizos de aspecto fiero e inabordable. Ni es tan inofensivo el manto vegetal, ni tan inaccesibles los peñascos, aunque más vale encontrar los caminos y las vías de acceso de los farallones si no se quiere acabar arañado, enriscado, o ambas cosas.

Sobre el pueblo de Nueno se alzan las Calmas, un par de cumbres, Calma Alta y Calma Baja, que constituyen el extremo oriental de la Sierra de Gratal. El objetivo de hoy consiste en subir a la Calma Alta por el itinerario de los Pozos de Hielo, para luego recorrer la parte alta del cordal hasta la Peña de Gratal y seguidamente descender paralelo al barranco de Fenes, por pista bien marcada.

Aparco el coche en la parte alta de Nueno, en la misma vertical de las Calmas, e inicio la marcha hacia un cartel indicador que señala el camino hacia los Pozos de Hielo. Primeros metros de pista que enseguida abandono para tomar un sendero bien mojonado que asciende directamente en sentido Norte.

Las Calmas
Comienza un recorrido típico de esta Sierra en el que casi toda la vegetación “pincha”. Cualquier traspiés que te lleve a tocar “lo verde” de los lados de la senda se traduce en un puntazo que te recoloca automáticamente en el interior de la trocha tras el ¡Ay! de rigor. Carrascas, erizones, aliagas y zarzas preservan los laterales de inoportunas pisadas. Los bojes resultan acogedores en este entorno por el que transitar al pleno sol del verano puede resultar un suplicio.

Carrasca con sus bellotas
Erizones y bojes
Este coleóptero, junto con los jabalíes, es uno de los que mejor se desenvuelven entre las púas
La muy pendiente y  bien marcada senda gana altura rápidamente, y va pasando junto a los distintos pozos de hielo, de forma que pronto quedan abajo. 

Pozo de hielo
Al poco alcanzo el collado de las Calmas. Un todoterreno con remolque para perros está allí aparcado: hoy se abre la veda de la caza de jabalí y los cazadores están ya en los apostaderos. El ladrido de los perros de caza me acompañará el resto de la jornada.

La corta subida hasta la cima de la Calma Alta (1.581m) está muy resbaladiza a causa de las abundantes lluvias del día anterior. Desde aquí arriba contemplo el resto del trayecto hasta la Peña de Gratal, que discurre por una pista en el bosque de la cara Norte.

Peña Gratal (dcha.) y Pico de Mediodía (centro), desde la Calma Alta
De vuelta en el collado puedo correr por la buena pista, sobresaltado de vez en cuando por los disparos de los cazadores. Cruzo el cortafuego del gas que sube desde Árguis y sigo por la pista unos metros más antes de iniciar ya la franca subida.

La Peña de Gratal es un monte bonito, técnicamente fácil por el camino normal, cuyos últimos 150m de desnivel se superan por un estrecho y empinado sendero que hoy, por la lluvia de la víspera, resulta muy deslizante y exige ir con cuidado.

Peña Gratal
Desde la cima (1.563m), mientras tomo un plátano y unas almendras, contemplando la para mí desconocida cara Sur por la que voy a bajar usando una cómoda pista, el subconsciente explorador hace que me fije en “una evidente raya o aparente trocha que corta por el bosque al pie del Pico de Mediodía, acabando en un calvero allá a lo lejos, bastante próximo a Nueno”.

Cima de la Peña Gratal
Ajusto bien la vista y sí, allí está el calvero, la trocha también es visible, y el atractivo de recorrer los farallones del cortado y Gorgas de San Julián por arriba es fuerte; así que, decidido, ¡A por esa variante!

Trocha "evidente" hacia el calvero
Desciendo de la Peña todo lo rápido que el escurridizo terreno permite, lanzando frecuentes vistazos hacia la vertiente Sur, a la que me dirijo, alcanzo la pista y comienzo la carrera descendente por la orilla derecha del barranco de Fenes.

Al poco me topo con un par de perros de caza que alegremente se unen a mi carrera, y me siguen cuando, a la altitud de los 1.200m, dejo la pista principal para desviarme hacia la izquierda y adentrarme en la trocha hacia lo desconocido. 

El camino se va asilvestrando cada vez más. Las zarzas y aliagas cierran algunos de sus tramos; me doy cuenta de que los perros ya me han abandonado, pero prosigo porque “la senda es intuida fácilmente y tiene continuidad”.

Cruzo penosamente el arroyo de Fenes con numerosos enganchones con la vegetación, y sigo por el otro lado. Cada vez encuentro más pasos cerrados por la maleza. Voy “jabalineando” hace una hora larga, pero “el rastro, que ya hace rato que dejó de ser senda, tiene continuidad”, y por fin ¡Llego al ansiado calvero!

Gran chasco, porque en él se acaba el rastro, y desde él veo claramente que estoy sobre los cortados de las Gorgas de San Julian, sin posibilidad que yo distinga de continuar el descenso.

Recorro el perímetro del calvero, pruebo a descender unos metros hasta que el sentido común me indica que, si no quiero arriesgar un más que probable embarque, la opción más segura pasa por “desandar el camino recorrido” y retornar hasta la buena pista que abandoné hace una hora y media. Así que, manos a la obra y piernas a por una ración extra de pinchazos y arañazos.

Alcanzo de nuevo la pista que había abandonado hace más de 2h, al pie de la Peña Gratal, y en ella coincido con un corredor, Lorenzo, y su perra Lucy, que vienen descendiendo. 

De vuelta "sano y salvo" al pie de la Peña Gratal
Los tres continuamos juntos manteniendo el trote, interrumpido de vez en cuando por las paradas en seco que hace Lucy cada vez que quiere descansar durante unos instantes, para seguidamente reanudar la carrera. Su atracción por los charcos y el agua es más que notoria.

De vuelta hacia Nueno puedo contemplar los farallones que sustentan el calvero de marras desde donde me di la vuelta y me congratulo de la decisión tomada ¡Una retirada a tiempo es una victoria!


Finalmente estoy de vuelta en el coche tras haber realizado un inesperado recorrido de unos 18km, salvando un desnivel positivo de unos 1.200m de D+ por los “typical Guara trials” que enganchan de verdad, en todos los sentidos, físico y mental.

jueves, 9 de octubre de 2014

Vestigios de vidas pretéritas.


Objetos, artilugios y construcciones que reflejan el encanto de los viejos usos y culturas, ubicados en nuestros bosques y montañas, y que constituyen la impronta de tales épocas, perdurando más allá de su vida útil.

La autenticidad es su elemento esencial, expresado a través de los materiales físicos que perduran del pasado, suponiendo, al mismo tiempo, un desafío a la imaginación y al recuerdo de lo que fue o hubo.

De su hallazgo y contemplación se aprende a comprender las costumbres y las prácticas de los que nos precedieron. Somos testigos que, con nuestra presencia y con nuestros ojos, mitigamos el olvido.

Deambular errático que nos lleva a contemplar, creer y crecer en el conocimiento de un pasado que,  no obstante, resulta intemporal y eterno.












Impronta de un pasado que fue vivo y vivido, huellas de una naturaleza humana que siempre y a todo se adapta.