domingo, 29 de mayo de 2011

Circuito por las cumbres que modelan la Mujer Muerta -28.05.2011

La primavera en la sierra de Guadarrama es verde y amarilla, huele fundamentalmente a piorno en las zonas altas y a pino en las boscosas. Abunda el agua y los frescos días acompañan el deambular por sus cumbres en el entorno de los 2.200m de altura. El inmisericorde calor del verano todavía no se ha enseñoreado del entorno.
La zona de la Mujer Muerta, cerrando por el W el bello valle del Río Moros, está compuesta por tres cimas principales que conforman, de N a S, la silueta de una mujer yacente: Cabeza – La Pinareja (2.197m), Pecho –El Pico del Oso (2.196m) y piernas –los picos de la Apretura (2.051m) y Pasapán (2.005m).

El recorrido circular de esta mañana empieza y termina en el aparcamiento de Majavilán (1.305m), en las Dehesas de Cercedilla. Y comienza temprano, exactamente a las 8:15m, porque la amenaza de tormentas a partir del mediodía condiciona.

El Montón de Trigo, al fondo, espera la llegada de visitantes desde el puerto de la Fuenfría

Humedad a tope por la calzada romana, que no me abandona hasta llegar al puerto de la Fuenfría (1.796m), lugar desde donde diviso claramente el Pico del Montón de Trigo, no sólo porque está ahí, sino porque el sol ya toca y la humedad del entorno deja por fin de empañarme concienzudamente las gafas.
Emprendo clara subida hacia el Cerro Minguete (2.025m), primera atalaya desde la que se divisa la cadena de montes que voy a  enlazar hoy y punto desde el que se dominan los valles de la Fuenfría, al E, y del río Moros, al W.


Piornos en flor y enebros  conforman el sustrato de los cada vez más escasos pinos. El aroma de estas resistentes matas me acompañará a lo largo de todo el recorrido por los altos.


Desde el cerro veo claramente la silueta de la Mujer Muerta, el collado de Tirobarra entre ella y el Montón de Trigo, y por debajo de mí el collado Minguete.
Como hoy mi objetivo es reconocer el valle del río Moros, y las nubes ya se están comenzando a formar, opto por la rapidez; desciendo al  collado Minguete (1.992m), y dejando a mi derecha el Montón de Trigo (en otra ocasión será) me dirijo hacia el collado de Tirobarra (1.984m), tomando un camino poco insinuado que une ambos collados en un trazado E – W, desde el que se domina claramente el valle del río Moros donde brillan sus dos embalses, entre el denso bosque de pinos. 

Valle del río Moros, con sus dos embalses, desde el coll de Tirobarra

La humedad cubriendo las matas de piorno sigue manteniendo mojados mis zapatillas y pantalones. No se secarán en toda la jornada. Es poco transitado este “alcorce”, pero muy útil y fresco, de agradecer en el tórrido verano, ya que sus pinos te ofrecen buena sombra, tan escasa por estos altos.
Alcanzo el pico de la Pinareja (2.197m) por cuesta enlosada de piedras graníticas.  Estoy a la sombra porque una gran nube permanece justo encima. Emprendo presto el pronunciado descenso hacia el collado que separa este pico del siguiente, el P. del Oso. Lo emprendo presto pero inmediatamente lo ralentizo, tras el primer resbalón en las piedras que se amontonan en este tramo. Las lluvias de ayer hacen que estén mojadas y muy resbaladizas. Bajada con suma precaución hasta el collado (2.150m), y subida con el mismo cuidado, por la vertiente segoviana, a la sombra, hasta alcanzar el Pico del Oso (2.196m), donde sí da el sol. Hacia el W, la planicie segoviana, hacia el E, el verde y boscoso valle del río Moros.


El descenso por el cordal hacia el S, rodeado de piornos en flor, me permite pasar por el Pico de la Apretura (2.051m), collado del mismo nombre (1.949m), el Pico de Pasapán (2.005m) y alcanzar finalmente el puerto del mismo nombre (1.846m), terminando el recorrido de la Mujer Muerta.
En este collado confluyen dos anchas pistas, una por cada vertiente. Tomo la del E, hacia el embalse superior del río Moros, el de “las Cabras”, referencia que dejaré de ver en cuanto me interne en el bosque. A los pocos metros, en el primer giro a la derecha, la abandono y continúo por senda menos usada que sigue recta, hacia la cabecera del valle, mientras la pista principal se interna a grandes lazadas por el bosque. Sí tomo el siguiente ramal que sale hacia la derecha, por tramo ya directo en descenso, que por entre pinos sigue tenues trazos de paso. Rápidamente voy acortando recto hacia abajo, a trocha, cruzando varias puertas de alambrada para el ganado, hasta de nuevo ganar la pista a unos 1.450m de altitud.
Aquí ya he de buscar el embalse de las Cabras, para alcanzar la vertiente opuesta. Sigo hacia mi izquierda, durante un par de km, de frente diviso a un corzo que viene a la carrera el cual, al verme,  de un salto lateral desaparece entre los pinos.
Llego a la presa que cierra el embalse de las Cabras (1.550m), la cruzo y tras una pequeña subida de unos 20m, al otro lado, retomo la pista que dejé antes y que circunvala el valle.
















Ahora me queda la última parte del itinerario, alcanzar el collado de Marichiva, paso de acceso al valle de la Fuenfría. Emprendo la marcha hacia la derecha, caminando durante 2 km, hasta el arroyo de los Tejos, lugar desde donde se toma el  franco camino que lleva al collado de Marichiva (1.753m) tras 200m de subida.
Último vistazo hacia la Mujer Muerta (detrás), la Fuenfría y Siete Picos a la izquierda, y emprendo fuerte descenso hacia las Dehesillas por el marcado sendero del Poyal de la Garganta (puntos rojos sobre los pinos).
Llego finalmente al coche a las 13:30m; bullicioso y repleto este aparcamiento a estas horas, tan silencioso y solitario cuando llegué por la mañana.
Recorrido circular de unos 27km, con un desnivel total de 1.200m D+, realizado en 5h 15m incluidas paradas, que bien es cierto fueron pocas, porque para lo que comí y con la amenaza de tormenta, me entretuve poco.

domingo, 22 de mayo de 2011

El Ocejón (2.048m). Atalaya de Ayllón en Guadalajara - 22.05.2011


Distinguido custodio de pizarras, aguas, jaras y robles. Administrador de rigores y favores que a su capricho reparte entre las dos vertientes E y W, regalando a la de Majaelrayo con negras lajas de piedra, caducos rebollos, aromáticas jaras y rápidos jabalíes; mostrándose generoso con el agua hacia la de  Valverde de los Arroyos, tapizándola de gayuba, brezos y cantueso. Ambos pueblos, asentados en sus faldas,  acostumbran desde antiguo a sortear el caprichoso comportamiento de este centinela, sometiéndose a sus pendientes y laderas para comunicarse entre sí a través del camino del Correo, pagando el tributo del sudor.
En esta mañana de domingo Valverde se muestra luminoso y fresco. La vegetación está exuberante y el agua no falta. Ha habido que madrugar para estar aquí a las 9:30 de la mañana, pero vale la pena oler y percibir la naturaleza a estas horas del día. Descansaremos a la vuelta. El objetivo de hoy es subir al P. Ocejón remontando por las Chorreras de Despeñaelagua y descendiendo por la vía normal del camino del Correo que viene desde Majaelrayo.
El sendero, al principio común para subida y bajada, se toma junto al campo de fútbol, sale recto y llano por en medio de una zona de castaños. A los 400m se llega a una bifurcación, que tomo hacia la izquierda, en dirección a las Chorreras, lugar donde el arroyo que nace al pie del Ocejón se desploma en hermosa cascada de agua, cayendo unos 100m en varios escalones.
















Aquí me encuentro con Chicho, Manu y “Lobo” su perro de pelo canela y abundante. Como ellos también tienen pensado ascender por esta ruta, nos ponemos juntos a la tarea de encontrar el comienzo de la trocha que salva estas gradas de las Chorreras.
Hemos de descender unos 10 metros, hasta un claro en el bosquecillo, siguiendo el curso del arroyo;  nos ponemos “en batería” para ver por dónde  lo cruzamos. Probamos en un sitio que da acceso a una trepada fácil, pero no practicable para  “Lobo”. Yo sigo por aquí, y ellos tres descienden algo más, hasta encontrar el inicio de la senda. Unas decenas de metros más arriba nos juntamos.
Hay mojones, no muchos, la pendiente es fuerte. Poco aconsejable en invierno, porque hay bastantes zonas húmedas que con el frio son hielo seguro. A ratos se pierden las marcas. Este tramo se nota muy poco frecuentado. Nos metemos por medio de densas matas de brezos que nos dificultan bastante el paso. Con ello contribuimos generosamente a su polinización, porque arrastramos polen de la cabeza a los pies. Nos envuelve como humareda. Alguna zarza rozamos también, para dolor de Chicho, que va en pantalón corto.


Una vez superadas las gradas (unos 100m), arriba se abre un luminoso y amplio escenario de gayuba y brezo. Un pinar, sobre nosotros, nos muestra su límite inferior para que lo bordeemos en ascensión. Progresamos rápido hacia la loma que separa esta vertiente de la hoya del Ocejón.
Pocos mojones, no siempre suficientes; los brezos dan paso a la verde gayuba, que lo tapiza y sostiene todo. La marcha es rápida, la loma se acerca, ya perdimos los mojones, subimos tieso, la gayuba aguanta bien, las rocas están ya al alcance de la mano. Al otro lado, al fondo, a la izquierda de la hoya, se muestra el Ocejón.  
Un ladeo sobre losas de pizarra nos permiten alcanzar, al pie del pico, el “enlosado camino normal” que tomaremos a la bajada. Unos metros más y estamos sobre la cima. Ocejon y Ocejoncillo están unidos por corta y fácil cresta. A los pies, al W, Majaelrayo y Campillo de Ranas, brillan sobre la negra pizarra. Al E quedó Valverde.


Empiezan a formarse nubes de tormenta por el SW. Vienen de Riaza. Como si la sierra de Ayllón no quisiera dejar a este espolón último y avanzado sin su ración de tormenta.
Unos frutos secos, un plátano, una contemplación relajada del entorno, y me despido de Manu, Chicho y “Lobo”, que se quedan en la cima preparándose un bocadillo de chorizo que huele a gloria. A modo de “hasta la vista” Manu me recomienda una visita al P. de Urbión desde Duruelo de la Sierra. Lo miraré seguro.


Emprendo el descenso por la ruta normal; marcado camino de pizarra hasta la hoya, donde la gayuba alfombra y amortigua la marcha. Qué frescor. Cómo cunde. Mirada hacia la cima, la nube se va formando.

Sigo zanqueando rápido y cómodo, ahora el brezo se torna protagonista. Me cruzo con un par de grupos muy numerosos que van subiendo.
El agua se oye nacer por la izquierda. Acompañado por su murmullo, voy bajando. Cruzo el arroyo y dejo su compañía, yo sigo el camino del Correo, ella continúa rápida hacia las Chorreras.


El sendero va bordeando la ladera y se encamina suave, cruzando varias fuentes, hacia Valverde, abriéndose como para dejarte contemplar con hermosa panorámica la escalonada cascada.
Al poco llego al entronque que dejé esta mañana, ya estoy al lado del pueblo. Unos metros más, los castaños, el campo de fútbol, solitario esta mañana tan bullicioso ahora.
Hermoso recorrido circular, fresco y brillante en esta primavera tan lluviosa, dejando recias nubes de tormenta cobrando cuerpo sobre el Ocejón ¿Se habrán finalmente remojado mis compañeros de subida y cima?
Trayecto con 800m de D+, un total en torno a los 12km, 1h 30m para subir y 55 minutos para bajar. Solaz en la cima hasta que me percaté de la tormenta que se estaba formando.

sábado, 14 de mayo de 2011

El Tranco – Peña del Yelmo ¡Casi 1km vertical! -14.05.2011

Es lo que tiene la sierra de Madrid: hay de todo, sólo que a tamaño reducido. Así pues, este kilómetro se queda en 800m (es un “casi”), que se suben, eso sí, en una distancia lineal de 3km. El grado de exigencia queda a criterio del ritmo de cada cual.
En ningún caso se tratará de “un paseo”, pues la cuesta es empinada y continua. El recorrido discurre por cara Sur, con vegetación mayoritaria de arbusto bajo, principalmente jaras y cantueso, con alguna digitalis. Muy buen aroma pero poca sombra. Así que, protegidos del sol o poniéndose morenos, y hacia arriba con ánimo.
Ah, y como últimamente, siempre llueve cuando no hay escuela, esta vez también vuelve a tocar buena madrugada, para aprovechar la consabida ventana de tiempo sereno, porque anunciaron que a partir de mediodía las tormentas iban a tomar cuerpo.
Dejo el coche antes del Tranco (920m), en una zona de aparcamiento, y comienzo la marcha a las 8:15h, disfrutando del frescor de la mañana, muy clara de momento.

Cantueso en flor

Enseguida llego al Tranco; tomo el camino a la derecha, junto a unas casas, muy empinado, iniciando estos tramos de pendientes fuertes que, por el Canchal de Manzanares,  me llevarán hasta el Mirador del Tranco. Las blancas flores de las jaras combinan a la perfección con el color lila del cantueso, los aromas se solapan, el sol va apareciendo por detrás de las rocas, a mi derecha, el entorno es solitario, acogedor, todavía fresco, con muchos tramos a la sombra. Vale la pena madrugar.

Digitalis

Corta praderita esta del Mirador, para recuperar el resuello y enseguida enfilar por fuerte pendiente otra vez. Al poco, unos 50m más arriba, hay una fuente que mana durante todo el año. Ahora su caudal es muy abundante.  Ya toca sol a partir de aquí. Voy subiendo hacia el Collado de las Encinas, puerta de acceso a la cara S del Yelmo y a su conocida pradera, absolutamente solitaria a estas horas (9:10h).
Nueva zona plana que se agradece. La recorro a zancadas, con cuidado porque el terreno está “farto d’agua” y muy blandito, mirando continuamente hacia las vías de escalada que recorren este amplio “paredón”, rememorándolas sin añoranza.

Bordeo la pared por su extremo E, por el collado de la Vistilla,  entrando en la zona granítica de la cara N, donde se encuentra la vía de ascenso / descenso para “cualquiera”, discurriendo la misma por dentro de una fisura de no más de 40cm de anchura en su parte inicial, ampliándose hasta los 50cm en la segunda mitad, delimitada a ambos lados por altas moles graníticas.

Trepando  por unos grandes bloques de granito “made in la Pedriza” llego al pie de la fisura. Me la miro y decido de qué lado voy a entrar en ella, pues una vez dentro no puedes girarte. Hasta la mochila has de llevar en una de las manos, porque con ella puesta no cabes. Vas empotrado, progresas a base de refrotones contra las paredes. Incómodos pasos “de lado” para superar algunos escalones del fondo, hasta recorrer los primeros 5 ó  6 metros.
Desde aquí parece que un gran bloque la ciega por delante, mientras una aparente y algo acrobática salida se te ofrece hacia la derecha. La tomo y me encaramo fuera de la fisura, alcanzando una cornisa que se interna recta en la cara N del Yelmo. La sigo hasta el final, reconozco, hacia arriba, el último tramo de la vía de escalada por el N y comprendo que por allí no es. No con el calzado que llevo, y solo.
Vuelvo a la fisura, entro en ella de nuevo. Estudio el bloque empotrado, pienso que por encima no es. Ahora veo que no llega hasta el suelo, así que me acerco y constato que “quepo por debajo” ¡Por fin! ¡Mira que he pasado por aquí más de una vez, y lo que me ha costado encontrarlo! Paso muy en cuclillas, la fisura se va ensanchando hacia su final. Salgo a las placas cimeras del Yelmo, con la cima a la derecha, a pocos metros. Llego, respiro bien y miro alrededor. Oigo el soplido de una cabra. Distingo una pareja a pocos metros, bebiendo apaciblemente el agua recogida en una de las numerosas oquedades del granito.


Desde la cima, con punto geodésico de primer orden (1.717m), doy una mirada circular por toda la Pedriza y sus características rocas: Pared de Santillana, el Acebo, las Torres, las más distantes Cabezas del Hierro, La Bola, el embalse de Santillana. No veo a nadie al pie de la pared S. Echo un trago de agua, como un plátano, ajusto las zapatillas, y hacia abajo. Se están ya formando nubes de tormenta sobre las Cabezas del Hierro.

Sigue sin haber nadie aún al pie del Yelmo, son las 10h. Qué paz y sosiego siento aquí, y qué fácil de alcanzar resulta. Regreso por el mismo camino de subida. Empiezo a encontrar a los primeros que suben cerca del Collado de las Encinas, luego me voy cruzando con numerosos grupos más. Ahora pega el sol de firme. Parece un entorno distinto del de la subida, con el fresco de la mañana.
Recorrido inusualmente solitario (madrugar ayuda lo suyo) que salva 800m de D+, completado en 3h, de las cuales 1h 20m las he dedicado a subir,  1h a bajar y el resto a holgazanear y  a solazarme en la solitaria cima del Yelmo.

domingo, 8 de mayo de 2011

Las Torres y los bosques de la Pedriza – 08.05.2011

Piedra, bosque, agua, niebla y sol. Humedad, musgo, liquen, alfombras de hojas de pino y de granito desmenuzado. Rumor de agua, trinos de pájaro, olor de jara, limonita y cantueso. Soledad, esfuerzo, mojones, serenos bosques, altivas rocas, curiosos pasos. Y mucho más ofrece este trayecto de hoy, que me ha llevado desde Canto Cochino a la Pedriza posterior, con sus Torres, transitando por los dos grandes itinerarios boscosos de este Parque regional. Muy recomendable en cualquier época del año. En verano, porque aprovechas la sombra en la mayor parte del recorrido. En invierno, porque los bosques con nieve son especialmente bellos. En otoño, porque los ocres de los helechos valen un valer. En primavera, como hoy, porque la vegetación está rompedora.
Lo primero que  escuchas, cuando bajas del coche en Canto Cochino, es el ruido del rio Manzanares y el de su afluente principal, el arroyo de la Majadilla, al unirse en este punto. Las abundantes lluvias de la semana anterior y de ayer mismo hacen que el caudal sea muy considerable.
Hay humedad y agua por todas partes, en esta mañana soleada cuando a las 9h me pongo en marcha.
El itinerario de hoy sube por el bosque de la margen derecha del arroyo de la Ventana, por bien marcado sendero hasta el collado del Miradero o Carabina. Discurre al pie de las Milaneras, en su falda Este. Agua por doquier, atención a los tramos sobre rocas de granito, a medio bosque, porque son verdaderas cascadas de agua. Los pájaros trinan a sus anchas sobre los árboles. La humedad es tanta que voy teniendo que desempañar las gafas con frecuencia. La salida al sol del collado me deja ver la niebla que se va levantando. Uhm! Bueno, sigamos hacia las Torres.
La entrada al “comedor de Termes”, punto culminante del itinerario, constituye la puerta de acceso al laberinto pétreo de la Pedriza posterior. La niebla se muestra más allá, esperándome. Las rocas están húmedas, resbaladizas. El entorno es “peculiar”. Siempre me pregunto qué sustrato dará alimento a ese árbol situado sobre aquella roca con forma de “cara”. No son raras estas “vistas” por aquí.
Hoy no me topo con las cabras montesas. Las echo de menos.
La niebla me va rozando, me humedece la ropa y las gafas, hace algo de frio. Voy atento a los pasos sobre las rocas, porque estando mojadas, un resbalón, con la consecuente torcedura, no sería nada raro.
Con la niebla a mis espaldas alcanzo el collado de la Ventana. Como unas avellanas y un plátano antes de lanzarme a por el camino del bosque. El segundo bosque de hoy y de la Pedriza, situado en la falda Oeste del collado de la Ventana, al pie de las Buitreras. Recorro la margen izquierda del arroyo de la Ventana por senda hermosa,  asentada por rododendros en su comienzo, y  acolchada por hoja de pino hasta el final, oyendo y viendo  por entre los pinos el agua bajando a raudales y despeñándose en cascadas.  
Cruzo en medidos y decididos saltos el río, para entroncar con el sendero de la subida, a la vista del Pájaro y de la Muela.
Desde aquí, sigo con las largas zancadas que he mantenido bajando desde la Ventana, y en 20 minutos llego al coche, en Canto Cochino, donde el trasiego de personas, a estas horas, es más que abundante.

Bonito recorrido de 4h, salvando 1.050m de D+ total, por un entorno que, de ahora en adelante, hasta que comience a apretar el calor, seguro que visitaré con cierta asiduidad.

lunes, 2 de mayo de 2011

Frondiella central (3.055m). Perla escondida a resguardo del Balaitús - 30.04.2011


El Frondiella Central, con esquís, por su cara W; “perla escondida” entre las cimas de 3.000m que pueblan esta zona del Pirineo central. Para encontrarla has de estar dispuesto a realizar un altruista porteo de esquís y botas durante algunas horas. 

Se parte desde el embalse de la Sarra (1.434m). La mejor época para realizar la ascensión es al final de la temporada, cuando  el acceso al llano de Cheto está limpio de nieve y los regulares aludes que barren este tramo del trayecto ya hayan caído.

Mi hermano Manuel y yo pensamos que este “objetivo pendiente” era el broche perfecto para cerrar la temporada de esquí de este año. La idea se venía gestando desde hace ya algunos años, cuando él hizo la cima un verano y vio la hermosa “esquiada” que ofrecía esta cara W; un par de veranos  más tarde la recorrí yo con “ojos  de invierno”, y confirmé “el hallazgo”. Las circunstancias vitales nos hicieron arrinconar en el subconsciente este objetivo común durante unos años hasta que, hace unas semanas, de vuelta de nuestra ascensión al Petit Arriel, Manuel musitó, como quien no quiere la cosa, cómo le gustaría ponerlo en práctica en algún momento. Yo le miré, y nos entendimos sin mediar más palabras: acabábamos de decidir llevarlo adelante en la primera oportunidad, porque la temporada se estaba acabando.
La meteorología no permitió que fuera en Semana Santa, pero sí nos ofreció una “ventana” entre borrascas para el día 30 de abril: “nubes de evolución diurna, con tormentas  y aparato eléctrico a partir de medio día, empeorando para los días siguientes”. Una lectura optimista entre líneas, junto con nuestra ilusión, combinaron bien y decidimos intentarlo.
Para aprovechar al máximo “la anchura de la ventana” nos dimos un buen madrugón; a las 7h ya empezamos a caminar desde la Sarra. Mochilas conteniendo todos los bártulos: botas, esquís, crampones, etc., y nosotros debajo, con las zapatillas de “trial running” para andar ligeros hasta llegar a la nieve.
Incluso bajo tal carga encuentras hermoso el trino bullanguero de los pájaros tan de mañana. El tramo de bosque, por el barranco de Aguas Limpias, sobre tapiz de hojas de haya, es bonito y rápido. Tras ducharnos obligadamente en el paso del Onso, alcanzamos el llano de Cheto. Cruzamos a saltos el torrente que baja de los ibones de Arriel, porque el alud de cada año había sepultado bajo un montón de piedras el puente metálico que lo salva.
Al poco llegamos al desvío hacia los ibones del Arriel, a la izquierda, dejando el camino hacia Respomuso, y nos internamos bosque arriba por empinada ladera.
Al salir de él vemos que la pedrera que da acceso al ibón inferior de Arriel está sin nieve. Consiguiente extensión del porteo hasta el ibón. El sendero, a tramos, está borrado por los aludes del invierno. Las piedras movidas nos hacen ir con cuidado.
En dos horas desde la Sarra hemos alcanzado el ibón inferior de Arriel(2.000m), donde comienzan la nieve y la ascensión con esquís. “La perla” se ofrece ante nuestros ojos, el tiempo sigue aguantando, si bien nubes deshilachadas se entretienen ya por las cimas del Arriel y Palas. Delante nuestro, hasta alcanzar la cima del Frondiellas, se extiende “un kilómetro vertical” de nieve virgen, en condiciones excelentes.


Cogemos agua en el ibón, cambiamos zapatillas por botas, calzamos esquís con cuchillas, y a por los primeros y más empinados metros del kilómetro.

Manuel sigue marcando el fuerte ritmo que hemos traído hasta ahora; me cuesta seguirle pero le mantengo a la vista. Así vamos, hasta que me saca de punto totalmente. Yo quiero seguirle, pero mi otro yo me dice que pare, que así no llegaré a ningún sitio. Mientras mi pulso se acelera cada vez más ellos dos siguen debatiendo, hasta que la realidad se impone. Mi yo realista, el veterano,  toma la iniciativa, dice que llevo 3 h de marcha, que dónde creo que estoy, que para estas pendientes tan sostenidas “has de ir a tu ritmo”, que he de parar un momento, comer una barrita energética, y acompasar el paso. Hago caso, hasta bebo un trago de agua, y reanudo la marcha. La forma de continuar es “subiendo”, al ritmo que sea, pero subiendo; de modo que, adelante con la fórmula: secuencia de 25 pasos contados con la pierna de la montaña, parada, dos respiraciones profundas, 25 pasos ….., y así hasta que las fuerzas me vuelven: cada vez los pasos son más rápidos y las secuencias más largas, he encontrado mi ritmo.

A mi espalda el Petit Arriel ya queda por debajo; estoy a 2.600m. Sigo. Ahora es el Gran Arriel el que queda a mi altura; estoy a 2.800m.

Las nubes van cubriendo las cimas circundantes, incluso se atreven con el Frondiellas, que hasta el momento se libraba.

La siguiente referencia lateral, el Palas, la tengo al nivel; son 2.900m. Se pone gris el cielo, Manuel me espera sonriente al pie del resalte que da acceso a la cima.
Nos calzamos los crampones, dejamos los esquís y la mochila aquí, y alcanzamos la cumbre del Frondiellas central tras 5h 45m de ascensión.

Por debajo quedan, esperándonos, 1.000m de desnivel, en esquiada perfecta hasta los ibones helados de Arriel.
Alegre cima, fotos, abrazo de ilusión alcanzada y esfuerzo compartido, y a por los esquís, que parece que las nubes y niebla cobran fuerza.
Suave deslizar por esta ladera que tanto nos atraía, nieve primavera que facilita los giros, rápido descenso que en 40 minutos nos planta en la base de la nieve, junto al ibón.

Lo bordeamos con precaución, hay una línea de fractura clara que lo delimita, y llegamos al desagüe, donde ya nos los quitamos.
Mirada atrás, hacia la enorme pala que acabamos de recorrer, y grabamos en nuestra mente, con cierta nostalgia, este recorrido que tanto nos ha motivado. Es momento de cargarse los bártulos a la espalda, cómo pesa todo, y emprender rápida bajada porque la tormenta que viene de Pondiellos y de los Infiernos se acerca rápidamente. El viento que la precede nos da de cara por la pedrera que nos ha de llevar al bosque. Ojalá no empiece a llover mientras la bajamos.
Nos internamos entre los árboles, ahora deseamos que no llueva hasta que hayamos salvado un tramo bastante vertical y de rocas que hay antes de llegar al camino de Respumoso (se pondría algo peligroso con estas mochilas y los esquís sobresaliendo); pero persiste la especie de sortilegio bondadoso que nos está acompañando hoy, y sigue sin llover.
Alcanzamos  el camino y lo recorremos deprisa, a ratos a grandes trancos. Ahora ya no es la tormenta la que nos azuza, sino la sed y el agua que nos espera en el coche. Este sendero siempre me da la impresión, cuando retornas, de que tiene 20 minutos más de los necesarios.
Al llegar al coche aún tenemos tiempo de recoger todo ordenadamente y felicitarnos mutuamente por el objetivo e ilusión conseguidos; es entonces cuando la tregua, que por alguna razón desconocida nos ha sido concedida, se acaba y comienza a llover torrencialmente.
Han sido 9h de marcha, para recorrer 1.621m de D+, con un porteo en el entorno de las 4h que nuestros hombros acusan dolorosamente.

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