miércoles, 24 de junio de 2015

Picos de la Serradilla y de Lanchalisa. Por las elevadas soledades de la Sierra del Valle.

La Sierra del Valle desde la vertical Sur del Puerto del Alacrán. De dcha a izq, la Serradilla, Lanchalisa y Mojón Cimero 
La Sierra del Valle posiblemente sea el tramo menos frecuentado de la prolongación oriental de la Sierra de Gredos. Se trata de una loma rocosa de la que van sobresaliendo las distintas cimas: la Serradilla (1.985m), la segunda más elevada de la Sierra; Lanchalisa (1.948m), la más aérea y entretenida; y el Mojón Cimero (1.903m), justo antes del solitario Puerto del Alacrán. Piorno y granito crean un entorno agreste pero transitable, a lo largo del cual el amplio panorama permite divisar el lejano Oeste del Circo de Gredos, mientras a los lados del cordal vamos contemplando las abruptas laderas del Sur, cubiertas de frondosos bosques, y las menos pendientes del Norte. En suma, pocas trazas humanas, más de ganado y amplia soledad para recorrer.

Son las 9h cuando comenzamos la marcha habiendo dejado el coche en Majallana, en una pista que, en el entorno de los 1.075m de altitud, discurre paralela al trazado de la Sierra. Pasamos de largo un desvío con cartel que señala “La Serradilla” porque vamos buscando el inicio de una senda que, desde las proximidades del vecino embalse de Piedralaves, asciende por entre robles centenarios hasta el Cerro de la Sarnosa.

Discurre nuestro caminar entre pinos, robles y castaños,



Castaño en flor
Hasta que, recorridos un par largo de kilómetros, nos encontramos de frente con una persona que viene caminando en sentido contrario. Le preguntamos por el sendero, nos mira como no entendiendo la pregunta y después nos dice que lo que él conoce es: …… el desvío hacia la Serradilla que voluntariamente nos hemos dejado atrás. Para no alargar demasiado la explicación, decir que volvemos sobre nuestros pasos, tomamos la dirección del cartel y emprendemos la empinadísima subida a través de bosque, siguiendo una trocha que luego se esfuma, 

Sin senda, pero contentos
Para acabar ascendiendo monte a través hasta alcanzar un montículo situado justo a unos 400m a la izquierda de donde queríamos llegar: el Cerro de la Sarnosa (1.528m). Por fin estamos encaminados. Con una cierta deriva, eso sí, y con unos cuantos kilómetros adicionales en las piernas también, pero ya con todo en su sitio.

A partir de aquí el bien indicado sendero se enfila hacia la Majada de la Serradilla, lugar donde el ganado pasta apaciblemente a la vista del Portacho del mismo nombre.

Al pie del Portacho de la Serradilla se hace cola para comer.
Desde el Portacho de la Serradilla (1.855m) enfilamos hacia el Oeste por en medio de espesos piornos y sin senda, procurando evitar engancharnos con los tramos caídos de alambre espinoso disimulado por la vegetación.

Con ser el más elevado del tramo, el pico de la Serradilla no es más que un punto alto de la Sierra, sin apenas relevancia, pero constituye un buen otero desde el que mirar.

Desde la cima de la Serradilla, al fondo, en la lejanía, se divisa el Circo de Gredos
Por delante y hacia el Oeste, la fácil loma se deja caminar con rapidez y nos aproximamos al Lanchalisa, conjunto de picachos graníticos que se elevan airosos a la par que el cordal se estrecha sobremanera, con empinada ladera al Norte y muy abrupta al Sur. Sin ser difícil, resulta la parte más entretenida de la ruta, a lo largo de la cual nos deleitamos con sus rincones y realizamos las trepadas a las puntas.  

Grupos rocosos del Lanchalisa
Los mojones guían la marcha que transcurre próxima al filo, alternando ambas vertientes y evitando las laderas enmarañadas con densos piornos.


Desde el último picacho del Lanchalisa, a nuestros pies, el valle del Tiétar.
Tras dejar atrás el Lanchalisa alcanzamos el Mojón Cimero. 

Atrás queda el Lanchalisa
El sol aprieta de lo lindo; la deshidratación va haciendo mella,

Cada cual se cobija del sol como buenamente puede
Y nuestra mente va fija en llegar al Puerto del Alacrán, teñido de amarillo y verde de piornos en flor, porque hay fuente unos metros por debajo de él.

El Puerto del Alacrán, teñido de amarillo, visto desde el Mojón Cimero
Descendemos envueltos por el perfume que desprenden las flores. 

Pasamos sin apenas detenernos junto al cartel de madera que indica el nombre del Puerto (1.773m) y continuamos bajando por una senda que se interna entre las matas, más altas que nosotros mismos. Polen, sudor y sed, por entre los desmesurados y bellos piornos, zigzagueamos vereda abajo contribuyendo con nuestros cuerpos y zarandeos a la polinización de los arbustos.

Conseguimos coger algo de agua terrosa de la minúscula fuente, insuficiente para calmar la sed que nos acucia pero válida para continuar en pos del bosque que ya está cerca.

Una vez entre los árboles, agradecemos la sombra, titubeamos en un claro hasta reencontrar las marcas amarillas y blancas, y por fin, a los 1.350m de altitud, entre los pinos, ¡Damos con una abundante fuente! que calma nuestra sed y de la que nos aprovisionamos para el resto de la bajada. Las cosas se ven ya de otra manera.

Marchamos apaciblemente, a la sombra de los pinos; en la lejanía quedan los riscos del Lanchalisa. No hace tanto andábamos por allí.

El fresco bosque huele a pino y a helecho.


Atrás quedan las montañas perfilados sus contornos por sol del atardecer,

Mientras nosotros nos aproximamos al final de un circuito que ha supuesto 20km de recorrido, salvando un desnivel total en ascenso de 1.175m, por un lugar muy poco transitado y con una naturaleza primitiva y acogedora que invita a quedarse y a la que sin duda habrá que volver.


miércoles, 17 de junio de 2015

Hoyo de Manzanares y Sierra del Estepar. Elevado mirador de vecinas sierras más altivas.

Sierra del Estepar
Granito, encinas, jaras y otros arbustos aromáticos conforman y pueblan ésta sierra, en cuya falda se asienta la población de Hoyo de Manzanares, a resguardo de los vientos y el frío que con frecuencia se enseñorean de la de Guadarrama.

A las 9:30h comienzo la carrera en un día revuelto que pronostica lluvia sobre la próxima Cuerda Larga y que mantiene nubes y claros en la pre-sierra de Hoyo de Manzanares.

Recorrido circular que inicio en la Berzosa y que me llevará a bordear por la base el cordal que,en sentido Este – Noroeste, une el Pico del Estepar (el de mayor altura de la sierra de Hoyo de Manzanares y más próximo a ésta población) con el Cerro Hastial (el más occidental y que da vista a Colmenar), ascendiendo al extremo Oeste de la cuerda por el barranco del Endrinal y recorriéndola posteriormente en sentido inverso y por lo alto, cerrando el circuito descendiendo por las empinadas torrenteras que, por el Suroeste, suponen la comunicación directa del Pico del Estepar con la Berzosa.  
 
Circuito de algo más de 16km de longitud salvando un desnivel total en ascenso de 800m de D+.

Ejemplares aislados jalonan un recorrido mayormente solitario, bajo un cielo que da cabida a nubes y claros mientras la amenaza de tormenta se mantiene en la vecina sierra, más alta y más expuesta.



Ocasionales fogonazos de color y solitarios individuos afanándose de flor en flor, ponen notas de vida y luminosidad en un ambiente que apunta hacia el verano.




La avena loca y las jaras, más altas que las personas, acogen y envuelven a quien entre ellas se lanza siguiendo la trocha.

Avanzo apartándolas con los antebrazos (la avena) o pegando los codos al cuerpo (bajo las jaras), saliendo al terreno despejado entre cima y cima atento a no tener una torcedura, que los guijarros abundan y la arena granítica es de lo más deslizante.


Encaramado en la Peña del Diablo (1.353m), situada a la mitad del cordal y la única que requiere algunos pasos de trepada, observo en la distancia los picos que jalonan esta sierra de Oeste a Sureste, sobresaliendo unas decenas de metros del cordal que se recorre a la carrera: Canto Hastial (1.370m), primero al que he ascendido hoy, Peña Covacha (1.349m), la Peña del Diablo, donde estoy,para terminar en el Estepar (1.403m).

Desde la Peña del Diablo, al fondo el Cerro Hastial
Desde la Peña del Diablo, al fondo y a la izq. el Pico del Estepar
Peña del Diablo
Formación característica al pie de la Peña del Diablo
Excelentes vistas las que voy teniendo mientras troto de cerro a peña y de peña a pico, grupos de rocas elevadas sobre granito fiable que permite acceder a todos ellos, cada cual ofreciendo un panorama diferente.

Vista de la Sierra del Dragón (Siete Picos)
Vista de la Pedriza
Dejando atrás el Estepar, 

Pico del Estepar
Paso de largo la trocha hacia el Picazo, lanzo una mirada al último solitario de la jornada y continúo el rápido descenso que me retornará al coche y a la urbe.


Hermosa Cuenca Alta del Manzanares, antesala del Parque Regional, que ofrece un escenario ideal para soltar las piernas, la oxigenación de los pulmones y la paz del espíritu de todos aquellos que encontramos en la naturaleza lo que nuestras raíces andan permanentemente buscando.

miércoles, 10 de junio de 2015

Pico Matapaños desde Lúsera, por Collicierco.

Al fondo, a la izq. de los cortados, el Matapaños, desde lo alto de Monrepós, a la entrada del Valle de Nocito.
A pesar de contar tan sólo con una altitud de 1.532m, enclavado en lo profundo de la sierra de Guara Occidental, constituye un privilegiado observatorio tanto de ésta como del Pirineo lejano. Es hermosa la vista que, desde lo alto de Monrepós, se tiene de la vertiente Norte de la Sierra de Guara. El Matapaños recortándose en el horizonte ofrece una cara amable.

Si viniendo de los llanos de Ciano subir a éste pico es poco más de un paseo por la naturaleza (corto recorrido superando unos 500m de desnivel por marcada senda), acometer su ascenso por cualquiera de las otras vertientes supone todo un reto que, en su tramo final, discurre por las engañosas alfombras de erizón y boj que cubren en su totalidad el terreno, sin trocha alguna.

El recorrido previsto para hoy, sobre el plano, era el siguiente circuito: Puente de Lúsera (900m) – Embalses de Belsué y Cienfuens – Collado de las Paúles (1.321m) – Collicierco (1.406m) – Matapaños (1.532m) – Collicierco – Barranco de Valleclusa – El Gargantal del Flumen –Camino de la Toba – Puente de Lúsera. Y digo “era”, porque gracias a algún despiste y al apogeo del erizón, acabó resultando un recorrido de “ida y vuelta”, salvando una distancia de 24km y con un desnivel total acumulado de 1.050m de D+.

La frescura de la mañana y los contornos de la montaña, con el Tozal de Guara como referente del sector, estimulan la paz del espíritu.

El contorno Norte del Tozal de Guara, al fondo.
Son las 9h cuando inicio la marcha en el puente de Lúsera. El buen camino, en sentido Sur, discurre a la sombra, bordeando por el Este los embalses de Belsué, primero, y Cienfuens, después.

Sinclinal de Belsué y refugio de Peña Guara
El sol ya ilumina de pleno los cortados de Cienfuens, mientras la senda mantiene los 1.000m de altitud.

Cortados de Cienfuens y el seco embalse, a sus pies
Unos pocos metros antes de llegar a la proximidad del muro de la presa del embalse de Cienfuens, el camino tuerce claramente hacia el Sureste y comienza a ganar altura de manera continua en dirección al Collado de las Paúles.

Atrás quedan los farallones y el Gargantal por donde se encajona el río Flumen; por delante un bello sendero que, bastante pendiente, discurre por bosque de pinos y bojes.

Farallones de Cienfuens
El Gargantal del Flumen
Después se entronca con una clara pista herbosa que, en sentido Este, desemboca posteriormente en el Collado de las Paúles dando acceso a un amplio llano.

Hermoso enclave donde el erizón se muestra lozano y transitable. Su colonización de la zona todavía no es completa dejando algún lugar para el pasto de altura.

Erizón y pasto de altura, todavía coexistiendo.
Guiado por no sé qué idea prefijada, una vez alcanzado el Collado y pensando erróneamente que aún no se trata del de las Paúles, en lugar de continuar llano adelante, opto por subir hacia un amplio paso que hay entre el Pico de Paúles y el Monte Pueyo. Una vez en el paso, “creyendo firmemente” que estoy en el collado de las Paúles, sin ser todavía consciente de la deriva hacia el Norte cometida, de unos 800m y +150m de desnivel,  intento vanamente encontrar la senda para ir hacia el Collicierco.

Plano en mano reconozco la cadena montañosa que, a mi izquierda, comienza con el Pico de Paúles, sigue por el de la Luna y continúa hasta el Gabardiella. No acabo de encajar en el mapa el resto; ni la verticalidad con la que cae el terreno hacia el Noreste, ni la falta de trocha hacia el Este.

Cara Sur de Pico de la Luna y Gabardiella, desde "mi otero desviado"
No obstante, en mi desconcierto, subo al Monte Pueyo entre erizones de bajo porte y algún que otro boj para, desde él, otear mejor y ….,continuar confundido. Lo que veo difiere ligeramente de “lo que yo interpreto”del mapa. Voy y vuelvo buscando una trocha inexistente que bordee el montículo, miro y torno a mirar el plano hasta que, por fin, “entiendo” ¡El Collado de Paúles es aquella zona plana que he dejado atrás, unos 150m más abajo! Buena forma de liarme, pero en fin, no pasa nada. Así que a desandar el extra de desnivel que acabo de hacer y de vuelta al llano de las Paúles que, ahora sí encaminado, recorro a toda marcha.

Dejo atrás el llano de las Paúles para entrar en el barranco de la Sarna.
Mapa y realidad vuelven a coincidir, las líneas de nivel encajan. El sendero contornea y se introduce en el Barranco de la Sarna, con el Collicierco y el Matapaños ya visibles en la proximidad.

Pico de Matapaños, a su dcha, la hondonada y el montículo que lo separan de Collicierco.
La trocha hacia el Collicierco se adentra por terreno cada vez más áspero y montaraz abriéndose paso entre boj, enebro y erizón.

La vegetación abigarrada "va avisando"
Collicierco, divisoria de vertientes: al Este, de donde vengo, senda marcada; al Oeste, por donde intentaré bajar después, lo muy agreste y desconocido, realzado por la vertical pared del Picón del Mediodía y la vecina Peña Lenases; al Sur, el ascenso hacia el Pico Matapaños. Alrededor todo es una verde e ininterrumpida pradera de erizón de la que sobresale el boj, alternando con algún que otro pino.

Desde Collicierco, las verticales paredes del Picón del Mediodía; a su izq. la Peña Lenases.
Desde Collicierco, tras el montículo, sin verse, está la cima Norte del Matapaños.
El erizón “cubrelotodo” presenta una apariencia engañosa. Parece que resultará fatigoso transitar por él, pero una vez en la faena resulta mucho más penoso de lo que parecía.

Erizón, boj, rododendro, pino y a hacer camino
Por delante no más de 150m de desnivel, coronando primero  un montículo intermedio, seguido de la cima Norte del Matapaños, y algo menos de 1km de recorrido hasta alcanzar la cumbre; para llegar a ella, una travesía “erizónica” tupida de matas de unos 50cm o 60cm de altura, sin claro alguno, salpicada de bojes en barrera densa, que hay que ir sorteando.

Avanzar por este lugar se asemeja a abrir huella sobre nieve blanda: hay que ir asentando cada pisada cuidadosamente, solo que ahora se trata de ir encajando la pantorrilla hasta la altura de la rodilla entre las punzantes matas. Las piernas son engullidas y pinchadas a partes iguales en cada paso.

Huyendo de las espinas me encamino trabajosamente hacia los bojes que crecen abigarrados. Algunos grupos consigo atravesarlos a base de pelearme con las leñosas ramas, otros me resultan imposibles y he de contornearlos por el erizón.

Penoso y agotador transitar: hundiendo una pierna y después la otra voy buscando con la mirada alguna roca o referencia que me oriente, sin encontrarla. El recorrido pone a prueba el tesón. Los pinchazos forman parte del ritual (la próxima vez traeré polainas), las zapatillas se me han llenado de púas y hasta en los dedos las siento.

Superado el primer montículo accedo a la hondonada que lo separa de la cima Norte del Matapaños, desde donde veo que, para el último tramo, puedo orientarme hacia la roca que sobresale a media altura, con un solitario hito de piedras marcando el punto, lo cual me anima. A partir del mojón las matas son más pequeñas, y aparece un estrecho surco que conduce directo a la cumbre, en este momento sólo pienso en llegar a ella y en “descargar” las zapatillas de las púas que he “cogido”.

Punto geodésico de la cima N del Pico Matapaños
El esfuerzo ha merecido la pena. El panorama que se divisa es soberbio. 

Desde la N del Matapaños, mirada hacia el Oeste: al  fondo la Peña Gratal, en la proximidad, al centro, las crestas de Valleclusa, a su izq. el Picón del Mediodía. 
Detalle de los farallones de la Val d'Onsera.
Desde la cima Norte por el lomo del cordal se extiende un verdadero sendero que la comunica con la cima Sur. 

Cordal Norte - Sur del Matapaños. Al final del mismo, la cima Sur.
Algo más de 1km por nítida trocha ¿Cómo no la voy a recorrer, después de lo que acabo de padecer? Además, la perspectiva sobre el pico Borón, la cresta de los Pepes y los mallos de Ligüerri es perfecta desde la punta Sur (a la que se llega sin problema alguno desde los Llanos de Ciano).

Desde la cima S del Matapaños: en el centro el Borón a su dcha. la cresta de los Pepes y mallos de Ligüerri. A su izq. la cresta del Fragineto.
Áspero y solitario entorno que me cautiva.

Ahora queda retornar, volver a Collicierco. La diferencia entre abrir huella en el erizón o en la nieve blanda estriba en que en ésta, la huella marcada en la subida permanece aprovechable para la bajada, en cambio, la trabajosamente hecha en la mata, desaparece tal cual la haces, y en la bajada te espera y remata.

Me veo aliviado cuando, sediento y a punto del calambre, estoy de vuelta en la divisoria de Collicierco.

Sin parar me lanzo por la vertiente Oeste, hacia el barranco de Valleclusa, con el Picón a mí izquierda. Desciendo un centenar de metros hasta que abruptamente se acaba la mínima trocha que voy siguiendo. Por delante la desconocida barranquera, que se estrecha a ojos vistas, y el terreno totalmente cubierto por el erizón. Chasqueado, me detengo, sopeso la poca agua que me queda (no más allá de 200ml), el calor que hace y lo que “me pueda encontrar”, tras lo cual decido que lo más seguro es retornar por donde he venido, al menos así controlaré mejor la escasa bebida y no arriesgo un más que probable “embarque” en esta zona montaraz y salvaje.


Retirada resignada a Collicierco, desde el barranco de Valleclusa.
Y así, dosificando el líquido y sintiendo cómo la deshidratación galopante va haciendo su efecto, recorro (que no corro) los últimos kilómetros, bajo un sol ahora sí pegando de lleno, con la mente puesta en la reparadora bebida isotónica que me aguarda en el coche, pensando cuán acertado estuve al dar media vuelta en lo alto de Vallesclusa, dejando para otra ocasión su exploración y recorrido, porque es un proyecto aplazado pero que se mantiene abierto. 
Vista hacia atrás, desde la proximidad del embalse de Belsué. Algo queda pendiente.