martes, 27 de agosto de 2019

Le Grand Billare; una de las atalayas de Lescun.

Les Billare: le Grand Billare (izq), la Grand Breche (ctro) y le Petit Billare (dcha)

El circo de Lescun se encuentra ubicado en la cabecera de un pequeño valle lateral del principal valle de Aspe. Numerosos riscos calcáreos, agrestes y puntiagudos, sobresalen por encima de los bosques, ríos y prados que los sustentan.

Este paraje atesora, en un espacio reducido, la más pura esencia de la naturaleza montañesa: valles verdes y apacibles; húmedos y frescos hayedos; fuertes pendientes; agujas retadoras; cimas con panorámicas espectaculares; caóticos lapiaces; contraluces encantadores. Todo esto, en su conjunto, lo convierten en una zona de obligada visita y por la que nos movemos con sumo agrado.

El objetivo de Eduardo y mío hoy es el Grand Billare y sus dos cimas principales, la Oriental (2.315m) y la Occidental (2.318m), desde el Plateau Sanchese (1.081m). Un itinerario de ida y vuelta con 10,7km de longitud, salvando un desnivel total en ascenso de 1.324m de D+. Teníamos esta ruta pendiente desde el año pasado y por fin hemos podido ajustar la fecha haciéndola coincidir con un día espléndido en Lescun.

El Petit Billare (2.238m), “hermano pequeño” de los Billare, separado del Grand por la Grande Brèche (2.115m),  queda fuera del propósito de esta ruta. Si para acceder al Grand tan sólo es necesario equilibrio y soltura para recorrer su afilada cresta, con algún que otro paso que no supera el IIº, para el Petit se requieren otras “artes”, pues el grado en algunos pasos alcanza el IIIº. En ambos hay que reseñar el aéreo transitar que las partes altas comportan.


Iniciamos la marcha en el Pla de Sanchese dirigiéndonos hacia la visible Cascada de Anayé, todavía solitaria y con los caballos pastando en las proximidades.

Cascada d'Anayé

Será éste el único tramo llano que haremos hoy pues, tan pronto se pasa al pie de la Cascada, el camino se pone cuesta arriba, se interna en un hayedo y comienza un ascenso sin contemplaciones, que es la característica de esta ruta hasta llegar al mismísimo collado (2.210m) que separa el valle de Anayé del de Lhurs.


Una primera tregua al llegar a la fuente que hay en un claro del hayedo. Buen punto para repostar, pues no se encuentra más agua en todo el itinerario.


La senda atraviesa la última parte de bosque de hayas y accede a la parte baja del valle de Anayé (1.450m).

Al frente el valle continúa, al Sur (izq., en sentido de la marcha) la gran mole rocosa de los Billare y la muy pronunciada pendiente que da acceso al collado a pie de cresta; tenemos por delante casi 800m de desnivel que conviene afrontar con resignación y sin entrar en la pedrera.


Fijado el rumbo y asumida la cuesta no queda otra que ponernos a ritmo y adelante. Por lo menos, y como es temprano, la realizaremos a la sombra casi en su integridad. Unos hitos y una clara senda van trazando las mejores zetas por las zonas herbosas, mientras una pareja de sarrios campa por la pedrera. La subida no da más tregua que un corto rellano hacia la mitad de la misma.

Al fondo Les Orgues de Complong

A medida que vamos ascendiendo la vista, en cada lazada, se nos va hacia detrás, a la mole del Pic d’Anie que cada vez parece más grande; seguramente se trata de un acto del subconsciente para distraerse de lo que todavía va quedando por subir.

L' Anie
Al alcanzar el collado o loma del cordal el panorama se amplía de golpe. La pendiente hacia el valle de Lhurs es vertiginosa; las cumbres que lo cierran son muy renombradas: el Dec de Lhurs, el Petrechema y las Agujas d’Ansabere, la Table y la Mesa de los Tres Reyes. Todo un panorama de altura.

Alcanzando el collado o cambio de vertiente
Vista hacia Lhurs desde el collado
Pero hay que continuar, para lo cual seguimos el senderito que, loma arriba, apunta hacia el inicio de la cresta al Grand Billare.

Cresta hacia el Grand Billare
La cresta, aristosa y áspera, no presenta problemas técnicos pero es entretenida, tan sólo si se tiene vértigo puede proporcionar algún que otro momento de tensión, pues hay varios tramos con vista al “patio” tanto de Anayé como de Lhurs (800m más abajo y en caída libre), en los que conviene no desviar la mirada de las puntas de las zapatillas para evitar cualquier tropiezo y asirse bien. En cualquier caso los agarres son siempre sólidos y abundantes.

En la cresta

Finalmente alcanzamos la primera de las cimas del Grand Billare, tras la cual la estrechez del cordal desaparece y ya se camina hasta la última de las cumbres.

Las dos cimas que componen el Grand Billare
El panorama desde esta atalaya resulta espectacular: enfrente el Petit Billare, entre ambos, la Grande Breche que los separa. En 360º la vista deambula de un pico a otro, de un valle al siguiente, deteniéndose en un sinfín de detalles que llenan el espíritu. Una ascensión en la que la recompensa supera con creces al esfuerzo realizado para conseguirla.

El Petit Billare, en primer plano, desde el Grand. Al fondo Les Orgues de Complong. Abajo, Lescun
Ya sólo queda desandar el camino de ascenso, con cuidado de nuevo por la cresta, observando cómo los mismos paisajes parecen diferentes con la luz del mediodía.


Retornando al punto de partida en Pla de Sanchese con los sentidos plenos y confortados por la belleza que este rincón del Pirineo Francés guarda y ofrece a los que deseen ir a buscarla.

Avistando el Plá de Sanchese


martes, 20 de agosto de 2019

Musales y Sanchacollons desde la Sarra, por la cresta.



Elevándose 1.300m sobre el embalse de la Sarra, al NE del mismo, se encuentran dos picos, el Musales (2.653m) y el Sanchacollons (2.696m), conectados el uno con el otro por una cresta de casi un kilómetro orientada de Oeste a Este, a lo largo de cuyo recorrido se tienen unas panorámicas espectaculares tanto al Norte (abajo el ibón de Respomuso y en altura  la cresta de los Diablos del macizo del Balaitus),  como al Sur (el amplio Valle de Tena con la Sierra de la Partacua).

Por esta cresta, fiera en la distancia por sus caídas verticales y lo descompuesto de la roca, en realidad se camina sobre la misma. Los obstáculos y brechas que la componen, una vez llegados a ellos, ofrecen siempre un paso simple y evidente. Tan sólo hay que mantener al vértigo controlado y a raya.


Salgo temprano desde parte inferior del embalse de la Sarra (1.350m) para realizar la circular en el sentido de las agujas del reloj. Voy por una pista hacia el Sur que enseguida abandono para tomar la senda que, ladera arriba, van cortando las sucesivas lazadas de la pista principal. Transito por un bosque húmedo y todavía a la sombra, echando frecuentemente la vista atrás para la Foratata ya iluminada por los rayos del sol.

La bruma de la parte baja se disipará con el sol
A la izq, la Foratata
El arroyo de Sanchacollons baja caudaloso
De esta forma voy ascendiendo por la Majada del Cambillón hasta terminar, en la cota 2.050m junto a unas construcciones, en la vertical del Musales y por debajo del Ibonciecho.

Ibon de Ibonciecho
A partir de este punto hay una bien marcada senda que, en fuerte pendiente y al pie del contrafuerte rocoso que baja desde el Musales, pasa primero junto al Ibonciecho y se orienta después claramente hacia la Forqueta de Ibonciecho (2.569m).

Forqueta de Ibonciecho. A su izq el ascenso al Musales
Alcanzo la Forqueta y sin detenerme en ella continúo ascendiendo al Musales por la evidente senda que sin problemas lleva hasta su cima. No hay dificultad alguna. Desde la cumbre el panorama resulta espectacular.

Desde la cima del Musales: a la izq, el ibón de Respomuso, al frente, la cresta al Sanchacollons
Aquí me encuentro con dos personas, Tomás y Víctor. Tomás se anima y ambos enfilamos hacia la cresta del Sanchacollons, mientras Víctor, advertido por el dolor en sus rodillas, decide prudentemente bajar directamente a la Sarra por donde ha subido.

Para recorrer la cresta que lo separa el Musales del Sanchacollons hay que retornar de nuevo a la Forqueta. Desde ésta iniciamos la marcha por la cara Sur de la cresta manteniendo la cota, pegados a la pared rocosa. Hay unas terracitas herbosas por las que se camina bien, que seguimos hasta alcanzar el pie de una canal cubierta de pedrera por la que se accede directamente al filo de la cresta. Es ésta la parte más incómoda de la travesía.

¿Por aquí van a venir estos dos?
Terracita herbosa a pie de cresta


Una vez sobre la cresta es cuestión de seguirla hacia el Sancha, superando con facilidad los pasos que vamos encontrando, y parándonos cada vez que echamos un vistazo en derredor, porque progresar y mirar a la vez no resulta recomendable en estas verticalidades.




La roca está bastante descompuesta y es la clásica en la que hay que apoyarse en las presas en lugar de asirse a ellas.

La cima del Sanchacollons constituye también una magnifica atalaya.

El macizo del Balaitous y la Cresta del Diablo, desde el Sanchacollons
Desde el Sancha, la cresta que lo une al Musales
Desde el Sancha descendemos hacia la Cubetilla por un canchal de los que “se dejan esquiar”, por lo que la marcha cunde.

La Cubetilla, con el Sanchacollons al fondo
¿Un buitre petrificado?
Recorrer las amplias majadas de pasto que componen la Cubetilla, sorteando los regajos, flanqueados al Este por las dos cumbres del Pui Arcol, perdiendo altura rápidamente, resulta sumamente agradable.

Majada de la Cubetilla

El Pui Arcol
En la cota de 1.850m se entronca con la pista y es cuestión de, por el itinerario de subida, seguir bajando hasta llegar al punto de inicio, cosa que hacemos a la carrera para no hacer esperar a Víctor más de lo necesario.

En resumen, una circular que, aunque breve (15,5km y 1.400m de D+), ofrece un conjunto de Pirineo clásico: praderas de tasca, pendientes sostenidas, cresta aérea con vistas espectaculares, pedreras deslizantes y puntos de agua donde repostar.



lunes, 19 de agosto de 2019

Reserva Natural de Larra desde Belagua. Un espectáculo para los sentidos.

Reserva Natural de Larra

Una ruta circular, de trazado "casi infinito", pues la ida y la vuelta "casi" confluyen en un punto o nudo, por los entresijos de la Reserva Natural de Larra, lugar de monumentales hayedos donde los ejemplares se hacen centenarios y de ásperos lapiaces donde las aguas, inexistentes en la superficie, fluyen en ríos bajo tierra.


Comenzamos la marcha junto al Refugio de Belagua, atraídos desde el principio por la sucesión de siluetas y contornos que se ofrecen a la vista y hacia los cuales nos encaminamos.


La humedad satura el ambiente y la hierba enseguida moja las zapatillas mientras, en suave descenso, nos dirigimos al paso de Zemeto adonde llegamos enseguida.

Paso de Zemeto
Cruzado el paso nos adentramos en un fascinante hayedo donde la humedad aumenta todavía más. Las marcas blancas y rojas indican el camino hacia el collado de Lazagorría. Las pisadas, amortiguadas por la alfombra de hojas, apenas se sienten, haciendo que el silencio sea casi absoluto. Ejemplares de hayas centenarias jalonan la senda.


Los hongos xilófagos colonizan los troncos secos

Tras alcanzar el collado el camino sale al sol de la cara Sur del Alto de Lapazarra, y enseguida iniciamos el caminar por la senda colgada que lo recorre en su integridad. Hay que prestar atención al tramo, pues la trocha entre el abigarrado erizón es muy estrecha, y "el patio" se las trae. Las vistas son espectaculares.



Pasada esta parte entramos a la sombra de un bosquete de pinos por el que llegamos al lugar donde el itinerario de ida “casi” se junta con el de la vuelta, se trata de un enclave recogido y bello.


En este punto las marcas rojas y blancas, en un quiebro a la derecha (sentido marcha, al Sur orográfico), “evitan la confluencia” de ambos itinerarios y nos derivan hacia Aztaparreta por una zona de pasto y pinares especialmente bonitos, que paulatinamente se va despejando, dando acceso al lapiaz.



Al Norte, al otro lado, la montaña muestra la aspereza del abrupto terreno kárstico por el que retornaremos.


Casi sin darnos cuenta entramos en lo calizo y cortante, si bien el ralo pasto de altura todavía cubre la mayor parte.



Finalmente descendemos a la Hoya del Portillo de Larra, donde serpentea un río de guijarros y sin agua. Aquí hacemos un alto antes de iniciar el retorno.

Hoya del Portillo de Larra
La ruta se interna en un trabajoso y áspero lapiaz que ralentiza la marcha. Agreste y hermoso a la vez. Procuramos no perder ni las marcas amarillas y blancas ni los mojones, aunque de vez en cuando hemos de rectificar.


Al cabo de un rato que se nos hace largo embocamos un tramo de hayedo, fresco y de mullida senda que agradecemos sobremanera. Nos estamos acercando al “lugar de confluencia”, al nudo de la circular, al que llegamos seguidamente. El lapiaz ha quedado definitivamente atrás.


En el "nudo" de la circular
Siguiendo ahora las marcas blancas y amarillas remontamos y nos salimos de la vaguada. La senda es buena, y se interna decididamente en un frondoso bosque de hayas,


Que nos llevará a cerrar el círculo un poco antes del paso de Zemeto para, seguidamente llegar al Refugio de Belagua completando un recorrido circular que, realizado en sentido anti-horario, permite ir contemplando los contraluces y siluetas que el sol naciente potencia.

Las marcas rojas y blancas del GR y luego las blancas y amarillas, se siguen muy bien, aunque en la zona de karst hay que andar con cuidado para no perderlas, no obstante los muy buenos mojones complementan la función indicadora.

 Al comienzo y final, los fascinantes hayedos húmedos y frescos (cuya reconfortante frescura, a la vuelta, se agradece después del descenso por el trabajoso lapiaz).

En suma, una circular extensa y variada donde los paisajes, hayedos y lapiaces dejan satisfechos a los buscadores de la naturaleza más exigentes.

Largo itinerario, con sucesivos sube y baja, que requiere de fondo y hábito para deambular por lugares abruptos, para cuyo recorrido hay que portear el agua que se vaya a necesitar. Humedad hay, pero el agua discurre sólo bajo tierra.