viernes, 22 de abril de 2016

La Rambla, Las Parras y el Torrijos conforman el Martín. Ríos con especial encanto de Teruel.

Hocino de La Rambla
La estepa en la que se sitúa la cuenca minera de Teruel está surcada por unos cuantos ríos que, desde su nacimiento, cincelan el sustrato calizo y de turba por el que fluyen, formando atractivos barrancos y hoces en los que el agua se encajona y precipita en forma de sucesivas cascadas. Hocino, angostura o cañón son sinónimos de los estrechamientos por los que discurren.

Dentro del plan de recorrer los bellos rincones de Teruel que Eduardo y yo tenemos “in mente” la circular por los hocinos de los ríos La Rambla, Las Parras y Torrijos es una de las que dejábamos para cuando el abundante caudal estuviese garantizado. Esta primavera entrada en agua no se podía dejar pasar.

La considerable longitud de esta circular (30km), junto con el desnivel acumulado (1.000m de D+) y su discurrir por parajes muy solitarios, le confieren las características que valoramos los autodenominados buscadores de lo inédito y exploradores de lo intrincado.

 Tras llegar a la población de Martín del Río tomamos una pista de tierra que se dirige hacia el embalse de las Parras que está a unos cinco kilómetros al Sur, y la seguimos durante casi tres kilómetros hasta encontrar un cruce en el que dejamos el coche. Las señales rojas y blancas continúan hacia la visible presa (por ésta retornaremos); y las señales amarillas y blancas, hacia el Oeste, son las que seguimos en el inicio, acompañando las aguas del río La Rambla que, en este punto, se une al de Las Parras que luego, algo más abajo, conforma el río Martín un poco antes de llegar al pueblo del mismo nombre.

Aguas cristalinas del río La Rambla
Mañana luminosa pero con algunas nubes; apenas  han comenzando a brotar las primeras hojas de los viejos chopos.

Ambiente fresco y húmedo, aguas transparentes y numerosos regajos que vamos vadeando como podemos (“pescando” en más de uno) hasta alcanzar la salida natural del hocino de La Rambla.

Salida del hocino de La Rambla
Nos adentramos en este cañón, que como descubriríamos después es de “ida y vuelta”, encontrándonos con un paraje espectacular que recorremos embelesados.

Accediendo al hocino de La Rambla


Un paseo entre altas paredes que se van aproximando cada vez más, hasta no haber cabida para sendero alguno, tan sólo cauce y roca; tramos que se sortean entonces con la ayuda de cadenas pasamanos y unas pequeñas grapas para apoyar los pies.




Corto el primero y más largo el segundo y último, superado el cual una poza con su cascada al fondo cierra totalmente el paso.

Poza de llegada y marcha atrás del hocino de La Rambla
Tras sopesar la conveniencia/posibilidad de trepar por una de las paredes laterales, para alcanzar la parte superior de la cascada y comprobar si hay recorrido más arriba, y ante la falta de cualquier señal o indicio de continuidad, concluimos que una cosa es explorar lo intrincado y otra muy distinta acabar “embarcado”, de manera que optamos por salir del hocino por donde hemos venido, retomando a la salida la ruta prefijada que rodea, con amplio bucle, la montaña que esconde el cañón abierto por el río La Rambla.

Y así hacemos, marchando por una pista que en principio continua hacia el Oeste para luego tomar una derivación de la misma hacia el Sur.

A medida que ascendemos vamos contorneando en altura el barranco de La Rambla, comprobando lo acertado de nuestra decisión de haber dado la vuelta en la poza.

Hocino de La Rambla, desde las alturas
Al cabo del rato alcanzamos el pueblo semiabandonado de La Rambla de Martín, en plena estepa.

La Rambla de Martín
Desde él seguimos las marcas amarillas y blancas hacia la siguiente población, Las Parras de Martín, pero antes nos acercamos al lugar donde el río La Rambla inicia su encañonamiento camino del llano al que saldrá tras recorrer el hocino que visitamos al comienzo de la mañana.

Embocadura de La Rambla, punto de inicio del hocino
Los aproximadamente seis kilómetros de solitario caminar por la alta meseta, azotados por fuertes rachas de viento que van llenando el cielo de tormentosas nubes, hacen que recorrer lo plano resulte cuesta arriba.

Atrás va quedando el pueblo de la Rambla de Martín
Apartado páramo por el que se agradece transitar en compañía, pasando junto a ralos campos de cultivo y aislados ejemplares de carrascas, enebros y sabinas.

¡Qué satisfacción cuando, tras superar el último repecho, alcanzamos a ver, allí abajo, la estrecha vega en la que se asienta el pueblo de Las Parras de Martín!

Abajo está el pueblo de Las Parras de Martín
Durante el pronunciado descenso sobresaltamos a una pareja de buitres, que alzan el vuelo frente a nosotros, y a un puñado de huidizas cabras monteses que se alejan a saltos tan pronto nos perciben.

Alcanzamos la vega y cruzamos el río Las Parras, dejando para después visitar el pueblo.

Tomamos ahora la carretera asfaltada, marcas rojas y blancas, y la seguimos hacia el Sur durante un par de kilómetros. Queremos ir a un paraje llamado El Chorredero, lugar donde el río Torrijos (afluente de Las Parras) se precipita en forma de cascada sobre una bonita poza, al que se llega tras tomar una pista que abandona el asfalto, indicada por un cartel.

Apacible paraje con curso de aguas transparentes fluyendo entre todavía deshojados chopos, al que las cuevas y recovecos de sus montículos tobáceos confieren un aspecto agreste y primitivo.

Río Torrijos
Entre tobas serpentea el río
Primitivos cobijos excavados en las tobas
Contemplando la poza del Torrijos aprovechamos para tomar una barra energética antes de volver sobre nuestros pasos, hacia Las Parras de Martín ¡Hasta el momento con nadie nos hemos cruzado!

Tras atravesar la población nos dirigimos al visible barranco de Las Parras, último tramo de la circular de hoy que, atravesando los plegamientos de la sierra de San Just,  se extiende de Sur a Norte en su camino hacia el valle del Martín.

Campos de Las Parras de Martín. Al fondo comienzan los hocinos del río Las Parras
Plegamientos de San Just
Enmarañados y espectaculares parajes donde el agua serpentea a trompicones, entre acumulaciones de toba, salvando los obstáculos en forma de bellas cascadas.

Hocino de las Palomas
Recorremos la garganta por fuera, a pie seco, bordeamos el cuchillar de San Just por el Este siguiendo una pista descendente que lleva hasta el mismo cauce. Desde aquí, y remontándolo unos centenares de metros, nos acercamos hasta el hocino de Las Palomas, donde las aguas se desploman en forma de cascada en el interior de una cueva, delicatesen muy apreciada por los barranquistas de neopreno que optan por recorrerlo por dentro del cañón.

En el hocino de las Palomas

Cascada en la gruta
A partir de este punto, y tras retornar un tramo sobre nuestros pasos, el sendero sigue paralelo y a ras de agua,

Hasta la siguiente cascada, el hocino del Pajazo, último gran salto del río Las Parras antes de alcanzar mansamente el embalse del mismo nombre. Es aquí donde nos cruzamos con las pocas personas que encontramos en el día de hoy.


Cascada del hocino del Pajazo
Las primeras gotas de lluvia que descargan los negros nubarrones, que se han ido consolidando a lo largo del día, hacen que nuestro, hasta el momento, trote sostenido se transforme en franca carrera huyendo de la que empieza a caer, haciéndonos esprintar al final para acabar consiguiendo alcanzar el coche no demasiado remojados, tras haber completado una circular poco habitual, que nos ha llevado a adentrarnos por los entresijos calizos próximos a la cuenca minera de Teruel, donde los ríos buscan su salida al valle del Martín a saltos y retorciéndose a escondidas entre las tobas y calizas.


Embalse de las Parras

lunes, 18 de abril de 2016

La Cerrada de Elías y el Nacimiento del Río Borosa en la Sierra de Cazorla.

El río Borosa
Probablemente una de las rutas más visitadas del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas, así que para saborearla en el recogimiento de las montañas, cuanto más se madrugue, mejor.

Varios tramos bien diferenciados componen este itinerario que en nuestro caso consistió en llegar hasta la Laguna de Valdeazores.  Un recorrido de 24km de longitud en total, salvando un desnivel en ascenso de 660m de D+, discurriendo por unos parajes muy bellos, constantemente acompañando al río Borosa (también llamado Aguas Negras) atronador a ratos y hermoso en todo momento, llegando hasta su mismo nacimiento, lugar donde, en forma de surgencia incontenible, el kárstico terreno libera el agua acumulada en sus entrañas.

Son las 9 de la mañana cuando comenzamos la marcha en la Piscifactoría de las truchas que, junto a  la Torre del Vinagre, aprovecha el limpio y abundante caudal del joven río. El sol todavía no nos alcanza y los 3ºC, más la humedad, hacen que sintamos frío. Caminamos rápidamente por una amplia pista, solitaria a esta hora y que después, a la vuelta, encontraremos bastante más frecuentada.

El río Borosa al poco de comenzar la ruta
La mañana es fresca junto al río
El pinar es amplio y la pendiente muy moderada. La pista discurre alternativamente por la derecha e izquierda del cauce, hasta llegar a un punto con robles colonizados por líquenes, tras pasar un puente, en el que un sendero hacia la derecha, en sentido subida, se desprende de la misma y se interna en la vegetación más cerrada; va en dirección a la Cerrada de Elías.

Hacia la Cerrada de Elías
La Cerrada de Elías es un encañonamiento natural del río Borosa, alguno de cuyos tramos se salvan gracias a unas pasarelas de madera por encima de las aguas, ancladas en las paredes de roca.

La Cerrada de Elías
Al salir de la hoz el panorama se amplía de nuevo. El camino gira francamente hacia el Sur y al poco alcanzamos la Central Eléctrica del Salto de los Órganos.

Central eléctrica del Salto de los Órganos
Aquí se termina la pista y da comienzo a la parte más dura de la marcha que continúa por una senda hacia la derecha que, en pronunciado ascenso, va elevándose al pie del paredón del Cinto de las Higueras hacia la base del Picón del Haza.

Borosa arriba
En esta parte las aguas del Borosa van cayendo en forma de sucesivas cascadas.




La roca calcárea aparece horadada, mostrando sucesivas grutas y cavernas de mayor o menor profundidad. Avanzamos sobre un karst húmedo y carcomido muy bello.




De esta forma alcanzamos la base del Salto de los Órganos, espectacular cascada donde se precipita el joven Río Borosa. En la planicie superior que se intuye sobre ella se asienta la Laguna de las Aguas Negras.

Salto de los Órganos
El paredón frontal resulta inaccesible pero, hacia la izquierda de la cascada, la senda sigue ascendiendo y remonta unas repisas calcáreas hasta acceder a los túneles perforados en la roca, por los que discurre la canalización que lleva el agua desde la Laguna de las Aguas Negras hasta la Central Eléctrica.

Inicio de los túneles
Estos largos túneles no presentan dificultad técnica alguna, tan sólo hay que habituar la vista a la oscuridad (una linterna no viene mal), no tener prejuicios a la hora de chapotear en el agua y charcos que se forman junto a la canalización, cuidar los coscorrones contra la pared y adelante, que después se sale al sol y todo se seca. Hay dos tramos de túneles. 

Primer tramo de los túneles, el más largo
Acceso al segundo tramo de los túneles, más corto y más oscuro, 
Salida del segundo tramo de túneles
Tras el segundo el panorama se ensancha y la luz se recupera. 

Enseguida se alcanza la Laguna de las Aguas Negras. Enclave tranquilo y sereno que pronto se verá muy visitado, pero de momento la contemplación en soledad de sus quietas aguas y de los pececillos reconforta el espíritu.

Laguna de Aguas Negras
A la izquierda, junto a la presa, sale una senda que en pocos minutos (apenas trescientos metros) conduce al nacimiento del río Borosa. Avanzamos por ella, la humedad aumenta y encontramos la losa fisurada bajo la que, a borbotones, nace el río. Sorprende contemplar semejante fenómeno natural en estado puro.

Nacimiento del río Borosa
Retornamos a la presa, la cruzamos y continuamos la marcha hacia la siguiente laguna. Ahora caminamos por una muy buena pista en la que nos vamos cruzando con bastantes grupos de ciclistas que, por lo que parece, vienen desde el collado de la Fuente Bermeja y se dirigen a la Piscifactoría ¡No queremos entrar a considerar cómo será cruzarse con ellos en los túneles, ni en cómo transportarán sus bicicletas por ahí dentro!

Alcanzamos la siguiente laguna llamada de Valdeazores que, aun careciendo de la sensación de alta montaña que transmite la anterior, mantiene la placidez del entorno.

Laguna de Valdeazores
Hemos llegado al final de la ruta de hoy, es momento de iniciar el retorno que intuimos será bastante menos solitario que durante la subida. Para otra ocasión diseñaremos un circuito, pero para ello hace falta un mayor conocimiento de la zona del que teníamos ahora.

Trotando donde el sendero lo permite, compartiendo con los que encontramos en sentido contrario estrechez y charcos en la zona de los túneles, rectificando despistes y equivocaciones de trocha cuando viene al caso y agradeciendo que amablemente nos abran paso en las pasarelas de la Cerrada de Elías, alcanzamos el lugar donde dejamos el coche por la mañana, tras haber realizado un hermoso itinerario que proporciona una imagen completa de lo que el Parque atesora: agua a raudales, bosque extenso, agreste montaña, karst en estado puro, paz y serenidad.

Disfruten las truchas de las cristalinas aguas de su río Borosa