lunes, 24 de octubre de 2016

El Cañón del río Val y la Cascada del Pozo de las Truchas. Al pie del Moncayo, los mallos de los Fayos.



Cola del embalse del río Val
Las aguas procedentes de la vertiente soriana del Moncayo y de las sierras del Tablado y Toranzo son recogidas por un complejo sistema subterráneo, fluyendo y aflorando en la Dehesa de Agreda, que tras cruzar toda la villa se encajonan cuando salen de ella formando el río Val que, a lo largo de algo más de 14 kilómetros ha labrado en la roca su paso a través del cañón que lleva su nombre, en su discurrir hacia el pueblo de los Fayos.

El recorrido de hoy va “aguas arriba” del río Val siendo de ida y vuelta; no es una circular esta vez.

Desde el pueblo de los Fayos bordeamos el pantano del Val por el buen camino que discurre por su orilla derecha orográfica (izq., en sentido de la marcha), hasta dejar el coche en una de las curvas un poco antes de llegar a la cola del embalse.

La mañana aún conserva los restos de las nubes que acompañaron a la borrasca de la víspera.

Los paredones rocosos de los mallos aparecen sonrosados con las primeras luces.

Una observación más atenta permite distinguir a los buitres en sus abrigos, en paciente espera de la formación de las térmicas que les faciliten el vuelo. El día es largo y ellos parecen no tener prisa alguna.

Las aguas quietas del pantano contribuyen a realzar la serenidad que se respira en el ambiente.

Dejando atrás la pista que bordeaba el embalse nos aproximamos al cauce del río Val, cuyo curso de agua seguiremos en adelante, internándonos en el denominado Refugio de Fauna Silvestre del Val.

Es otoño y la vegetación pone a disposición de las criaturas del bosque sus bayas y frutos.

 
Como uno más, sin prisas por acabar un recorrido hermoso que sabemos corto, vamos probando lo que los árboles y arbustos ofrecen.

 
 
A la par que, siguiendo las tranquilas aguas del río,

 
 
Nos adentramos en un bosque frondoso y encantador.
 
 
 
Desde las alturas los buitres continúan oteando y esperando a que suba la temperatura.

Un poste indicador nos marca el camino para acercarnos a la Cascada del Pozo de las Truchas.

Seguimos junto al río que ahora lleva más corriente, alcanzando primero una cascada pequeña y seguidamente la mayor, que veníamos buscando.

 
 
Cascada del Pozo de las Truchas
Resulta una sorpresa poco agradable encontrar esta cascada, que está considera como de gran valor geológico por la formación de rocas de toba calcárea debida a procesos biológicos donde los musgos tienen una gran relevancia, contaminada con las espumas y el olor típico de vertidos de aguas residuales urbanas.

Avanzamos unos metros más en nuestro caminar, en dirección al Corral de Ribota y Ágreda, para visitar la cueva que hay en la Peña del tío Fresquito, lugar al que se accede tras subir una larga escalinata, seguida de un estrecho senderito.

Peña y cueva del Tío Fresquito
Desde lo alto de la Peña se tiene una vista general del cañón del río Val.

El Cañón del río Val, a nuestros pies ;-)
Ahora sólo queda volver por donde hemos venido, vuelta que, pese a realizarla al trote, nos permite reparar en las rudimentarias colmenas que hay en la parte de la solana, y que antes no hemos visto, de tan centrados como íbamos en la vegetación y frutos que componen el soto.

Arnas verticales
A pesar de estar en vertical estas colmenas cilíndricas de cestería se corresponden con las tradicionales “arnas” aragonesas, generalmente en posición horizontal. Están cerradas por los extremos y cuidadosamente untadas en el interior y en el exterior de "masilla universal", una mezcla de tierra y de excremento de vaca.

Aprovechamos la circunvalación del embalse para observar ornitológicamente el lugar: los buitres asoleándose en las alturas y los cormoranes a ras de agua.

 
Completamos el itinerario con un minucioso callejeo por los Fayos, población que agrupa sus casas al pie de los paredones de los mallos, donde las cuevas de su Peña y la amplia colonia de buitres leonados que la habitan, componen una estampa de serena coexistencia apenas parcialmente influida por el paso de los tiempos.
 
 
Los mallos de los Fayos
 

martes, 18 de octubre de 2016

El Salón del Pájaro. Un lugar complejo de encontrar.


En la Pedriza de Manzanares a los pináculos se les llama “pinganillos”. La Cuerda de los Pinganillos, pétrea estructura que constituye la parte SE de la herradura que delimita la Pedriza Posterior, está formada por una serie de abruptos y difícilmente accesibles riscos de granito cuyo punto más relevante es El Pájaro o Pinganillo grande, siendo la Muela y los Guerreros componentes no menos reseñables de la misma.

Al Sur de la Cuerda, el Callejón del Laberinto; al Norte de ella, el Callejón de los Pinganillos, un recorrido a pie de farallón ideal para espíritus curiosos y dispuestos a sortear grandes bloques, ascender al filo de la Cuerda por alguna de sus contadas chimeneas accesibles, deleitarse con recoletas placillas, “opositar” si la abertura lo permite, así como reptar bajo amontonamientos de enormes bolos que forman largas cuevas para salir, finalmente, a la radiante luz, confluyendo con la parte superior del Laberinto. 

Visitar el Salón del Pájaro, en lo alto de la Cuerda de los Pinganillos, unos metros por debajo de la cumbre, supone realizar una incursión por una de las zonas más bonitas y auténticas de la Pedriza;  hacerlo además en el año en el que se cumple el centenario de la primera ascensión al Pinganillo Grande o Pájaro (20 de abril de 1916)  añade un plus especial.

En síntesis, el circuito realizado es el siguiente: Canto Cochino – Callejón de los Pinganillos – Acceso al “Salón” por la chimenea de la cara Norte – Paseo elevado por la zona de los Guerreros – Retorno al Callejón por “el Ventanal” – Culminar el recorrido del Callejón de los Pinganillos hasta su final – Parada y Fonda en la parte más occidental de Navajuelos – Senda de los Forestales para entroncar con la senda del Collado de la Ventana – Canto Cochino. Unos 12km de marcha salvando un desnivel total en ascenso de unos 650m de D+.  En este caso, lo “de menos” son los datos y lo “de más” son las sensaciones.

A las 8 de la mañana iniciamos la marcha en Canto Cochino: Rícar, Fernando, Benjamín y yo con las mochilas “inusualmente” repletas, el cuello protegido del frío y marcando buen paso para combatirlo.

Por delante un itinerario que nos adentra en un terreno agreste, rocoso y poco visitado en el que las imágenes hablan por sí mismas.

Por la a esta hora solitaria Autopista de la Pedriza vamos ascendiendo contemplando las pinceladas otoñales en el paisaje.

Dejamos atrás y a la derecha el desvío hacia el Refugio Giner. La cara Sur del Pájaro y de los Guerreros empieza a teñirse con las luces de la mañana. Dentro de un rato andaremos por allí arriba, ya que ambas cumbres forman parte de la Cuerda de los Pinganillos, a la que nos dirigimos.

Cara Sur de la Cuerda de los Pinganillos: a la izq., el Pájaro; enfrente, los Guerreros
En un punto determinado tomamos una trocha lateral que se desprende del camino ascendente que vamos siguiendo (hacia los Llanillos) y se encamina hacia un visible vado que permite cruzar el Arroyo de la Ventana. Por encima de los pinos se adivina la enhiesta silueta de la cara Oeste del Pájaro, hacia cuya base nos encaminamos.

Cruzado el arroyo nace la senda que, por medio del bosque, comunica con el Collado de la Ventana, y que seguimos durante unos doscientos metros hasta que, poco más arriba, localizamos un mojón a nuestra derecha que marca el inicio de una trocha que, internándose entre las jaras, abandona el sendero principal en dirección a la base del Pájaro.

Comienza una cuesta empinada por terreno áspero, con vegetación tosca y resistente (pinos, robles y jaras), a lo largo de cuyo recorrido encontramos rocas con formas tenebrosas. Zona transitada mayormente por escaladores y buscadores de lo inédito.

La Calavera
Al cabo se alcanza la base de la pared Sur-Oeste del Pájaro, junto al gran bloque del Platillo Volante.

Cara Oeste del Pájaro
Mirando hacia el Sur la vista topa con la sombreada cara Norte de la cresta de la Pedriza Anterior en la que destaca La Maza.

La Maza
Hacia el Oeste, en cambio ¡Qué luz ya sobre las Milaneras y Tres Cestos (el Patriarca, para algunos)!

Las Milaneras; a la dcha., Tres Cestos (el Patriarca)
Bordeamos la base del Pájaro para introducirnos en el estrecho Callejón de los Pinganillos. La sombra de la cara Norte y las erosionadas formas del granito confieren un cierto aspecto fantasmagórico al entorno.

Dos son las vías de acceso al filo de lo Cuerda en este primer tramo en el que se concentran Pájaro, Muela y los Guerreros. Vamos buscando la más próxima al inicio del Callejón, una estrecha chimenea que surca la pared de arriba abajo, casi en la vertical del risco de la Muela. Por poco la pasamos de largo pero no, ahí está la vía de ascenso al Pájaro de los primeros que lo intentaron. Subiremos por ella a lo alto de la Cuerda y descenderemos después al Callejón por la siguiente posibilidad, un “ventanal” que se abre en la cresta, junto a los Guerreros, que no requiere escalada alguna.

Chimenea de acceso de los primeros ascensionistas
Estrecha fisura con pasos de III por la que se accede directamente al Jardín del Pájaro, en la Cuerda, antesala del Salón, nuestro objetivo de hoy.

Mientras nos acercamos a su inicio se nos incorpora Ángel, un solitario que a partir de este momento hace que el grupo pase de cuatro a cinco componentes.
Superada la chimenea
Superada la vertical hendidura se accede al arenoso Jardín, con la espectacular forma de los Guerreros a nuestra izquierda; tan a la mano y tan inaccesible su cima.

Los Guerreros, desde el Jardín del Pájaro
Desde el Jardín, tras pasar bajo un bloque que hay a la derecha, enseguida se llega al Salón del Pájaro: recoleto, umbrío y evocador rincón rocoso, aislado del entorno luminoso y aéreo que lo rodea.

Salón del Pájaro.
De frente, un muro de sólido granito dificulta el camino hacia el cuello del Pájaro y después a la cumbre, tan sólo unos treinta metros por encima de donde nos encontramos. Nos limitamos a contemplarlo (no vamos preparados para escalarlo) y a rememorar ocasiones anteriores en las que los pies de gato nos  impulsaron hacia la sesión de adrenalina que supone acceder a la parte más alta de la Cabeza del Pájaro.

Para seguir hacia la cima hubiésemos necesitado algo más que los pies de gato ;-)
Abandonamos el Salón por donde hemos llegado para, desde el Jardín, salir al resplandor de la cara Sur. Durante unos instantes contemplamos lo abajo que queda el Tolmo, y somos conscientes de la altura a la que estamos.

Abajo se divisa el Tolmo
Debemos ahora acercarnos a la base de la cima de los Guerreros, en busca del “ventanal” por el que descenderemos de nuevo al Callejón de los Pinganillos.

Nos ponemos en marcha bajando fácilmente hasta alcanzar una estrecha terraza herbosa en la cara Sur, a unos cincuenta metros por debajo del filo de la Cuerda de los Pinganillos, que recorremos en dirección hacia los Guerreros, dejando atrás el Pájaro y la Muela.

Terraza recorrida: al fondo, el Pájaro, en el centro, la Muela.
Al final de la terraza inspeccionamos las varias fisuras que surcan la pared hacia lo alto de la Cuerda, hasta encontrar la que lleva hasta la misma cresta. No presentan dificultades reseñables ninguna de ellas.

De nuevo en la el filo de la cresta contemplamos el panorama que se abarca desde esta atalaya.
Desde el filo de la Cuerda: en primer plano, la Muela; el siguiente, el Pájaro.
 
Antes de iniciar el retorno al Callejón a través del sencillo “ventanal”, cuyo destrepe nada tiene  que ver con la “entretenida” chimenea de ascenso ;-)

"Ventanal" en la Cuerda, desde el Callejón de los Pinganillos
De vuelta en el Callejón, al pie de las Arañas Negras, se asciende junto a ellas buscando el mejor modo de ir sorteando los peñascos que lo obstruyen. Pasos gimnásticos, adherencia y ánimo para encarar el fuerte desnivel.

Torre de las Arañas Negras
La Muela y el Pájaro van quedando atrás mientras ascendemos por el Callejón de los Pinganillos
Ventanas en la Cuerda de los Pinganillos permiten ver al otro lado
La Torre del Buitre Negro queda atrás, accediendo a una zona plana tras la cual se atraviesan unas pequeñas cuevas, para después alcanzar “la luz” saliendo del Callejón.

Cueva de salida del Callejón
Mirando hacia atrás, desde fuera del Callejón, se ve la característica Torre del Buitre Negro.
El panorama se abre. Los conocidos Mogote de los Suicidas y Bola de Navajuelos marcan las posiciones cual jalones de agrimensor.

Entonces decidimos que estamos en el sitio idóneo para hacer un alto y ….. abordar un ágape tan inusual como el circuito que venimos realizando. Dejemos que la imagen hable por sí misma.

Sin comentarios por nuestra parte ;-)
Ojos curiosos nos observan.

 
Con las mochilas aligeradas emprendemos el descenso por  la Senda de los Forestales, al pie de la pared Norte del Cancho Buitrón, en busca del entronque con el camino que conecta con el collado de la Ventana.

Cancho Buitrón
Atrás van quedando los paredones y sus habituales moradores mientras, por no tener paciencia, abandonamos la Senda que seguimos y emprendemos una incómoda pero rápida bajada bosque a través que finalmente nos permite alcanzar el buen sendero del collado de la Ventana.

Al trote sostenido vamos perdiendo altura rápidamente, pasamos de nuevo bajo el Pájaro y alcanzamos la Autopista, que recorremos más pausadamente, como si nos costara abandonar el lugar.

Cara Oeste del Pájaro, con la Muela sobresaliendo por la izquierda
Mientras de nuevo nos prendamos de las pinceladas del otoño en la Pedriza.

 
P. D.: En lo tocante a los detalles del intrincado itinerario, me remito a lo publicado por mi amigo Rafa en su blog del Maestro Giner que, en mi opinión, lo describe inmejorablemente.
"Los Cinco" en el Jardín del Pájaro