sábado, 25 de noviembre de 2017

Los colores del otoño en el Valle del Lozoya_v2. Circular entre Canencia – Garganta de los Montes, por La Chorrera de Rovellanos.


Entorno de La Chorrrera de Rovellanos
La sierra de la Morcuera, junto a la Cuerda Larga, constituye el límite sur del Valle del Lozoya. En ella hay dos puertos de montaña que comunican el Valle del Lozoya con la zona central de la Comunidad de Madrid: El más occidental es el puerto de la Morcuera (1.796 m), y el más oriental es el puerto de Canencia (1.524 m).

En la vertiente norte de esta sierra se encuentran las poblaciones de Canencia (1.168m) y Garganta de los Montes (1.140m). El pico de Mondalindo (1.833 m) se yergue como altura dominante del cordal sobre ambas. En sus laderas surcadas por numerosos cursos de agua abundan los bosques de pinos silvestres y robles, junto a zonas despejadas donde los helechos y rosales silvestres medran a sus anchas.

Son las 9 de la mañana cuando iniciamos la marcha en Canencia en dirección al primer objetivo del día, la Chorrera de Rovellanos situada en la umbría del estrecho barranco por el que circula el Arroyo de Matallana.

Monumento al Can en Can-en-cia
La hora y la orientación de la marcha (Norte -  Sur) hacen que haya sombra por la vía pecuaria PR-29 o Camino de Lozoya a Canencia por la que vamos caminando. El sol aún no asoma del todo y los vivos colores otoñales de árboles y arbustos permanecen “apagados”.

Al poco de dejar atrás Canencia se encuentra el molino del Morote, encajonado entre el arroyo Ortigal y la falda pelada de Cabeza de la Braña; paraje esperando a despertar cuando el sol le toque.

Molino del Morote
Tras caminar en torno a un kilómetro y medio llegamos a la altura de la presa del Batán, donde se juntan las aguas del arroyo Ortigal, que viene desde el Este, y las del Matallana, que lo hace desde el Sur. Todavía es la umbría lo que manda y no el color que hemos venido a buscar.

Siguiendo con la vista el barranco de Matallana intuimos, al fondo,  la Chorrera de Rovellanos en la parte rocosa que lo cierra.

Dejamos la pista (después volveremos a ella), descendemos a la presa, cruzamos el muro y empezamos a remontar el arroyo a media ladera por un empinado roquedal, tratando de no perder una estrecha trocha que las zarzas cierran en varios tramos, y que nos propinan frecuentes enganchones y arañazos.

El sol que todavía no asoma, las espinas, la estrechura de la senda y la fuerte pendiente contribuyen a que el ambiente resulte áspero y a que vayamos con cuidado para no perder pie o tropezar. Con cualquier resbalón incontrolado acabaríamos “enzarzados” de mala manera.

Varios saltos de agua preceden al último, el de la Chorrera de Rovellanos, al que no tardamos en llegar.

Chorrera de Rovellanos
 El paraje es recoleto y encajonado, entre sauces, helechos y fresnos. Las aguas caen desde una altura de unos ocho metros, abandonan suavemente la poza que forman y surcan una pequeña zona plana para enseguida seguir su curso perdiéndose entre la enmarañada naturaleza.



Decidimos volver sobre nuestros pasos hasta la presa del Batán. Aproximadamente hacia la mitad del retorno el sol asoma por fin sobre las rocas superiores del barranco; éste se ilumina y la vegetación se “enciende” de golpe.
 
Cromatismo variado donde antes todo era oscuro y uniforme. Hasta las zarzas parecen pinchar menos bajo el sol y cobra relevancia la presa. 
 

Presa del Batán
Tras volver a cruzar la presa del Batán accedemos de nuevo a la vía pecuaria y la seguimos en ascenso, aguas arriba del arroyo del Ortigal, hasta su final en el punto más alto (1.350m), donde giramos hacia la izquierda, en dirección a la loma divisoria, hasta alcanzarla junto al Manantial del Gollete (1.404m) desde donde ya se ve, en la distancia la población de Garganta de los Montes. 
 
Desestimamos una evidente senda que, loma arriba, se encamina hacia el Norte, al punto culminante de Peña Gorda para después descender hasta el Colladito (1.296m), lugar por donde cruza el camino que comunica Canencia con Garganta de los Montes, y que será por el que retornaremos luego, cuando vayamos cerrando la circular.

De momento, y en su lugar, tomamos dirección Este, por trochas de ganado, hacia los amplios prados de los Heléchares manteniendo la altitud de los 1.350m, con varios sube y bajas, siguiendo el trazado de los muretes, caminando por zona cubierta de tomillos, rosales silvestres, helechos, y cruzando ocasionales parches húmedos y de verdor fruto de los numerosos arroyos que surcan estas laderas al pie del Mondalindo.  



 
Finalmente, con la población de Garganta de los Montes abajo y a la vista, descendemos hasta el cruce con el Arroyo de Sardalinde. Al otro lado del cual se encuentra la linde con el pinar que cubre en adelante la falda de la sierra, y que nosotros no tocaremos hoy, contrastando con los amplios prados por los que hemos transitado desde el Manantial del Gollete, exentos de cualquier tipo de árbol.

Junto al arroyo de Sardalinde, con el cordal de la Sierra de Mondalindo al fondo
Vadeamos el arroyo y continuamos hacia abajo por una ancha pista hasta alcanzar la pequeña Presa de los Lindes; unos metros más adelante tomamos el desvío hacia la Ermita de Nuestra Señora de los Prados, lugar apacible y silencioso.

Ermita de Nuestra Señora de los Prados
Mientras abandonamos la Ermita para retomar el camino, dirección a Garganta de los Montes, vemos un caballo que se dirige resueltamente hacia nosotros y que, sin necesidad de manzana alguna, se obstina en hacernos carantoñas y en sacarse una foto con nosotros.

Con decisión y firmeza ...
... Acerca su testuz y casi tropieza ...
.... Con quien, sonrisa puesta, le espera.
Continuamos pista abajo, escoltados a media distancia por el simpático animal, hasta tomar el primer cruce a mano izquierda (1.175m) en dirección a Canencia (Oeste), transitando seguidamente por la Dehesa de la Garganta, deshaciendo de esta forma la marcha por los Helechares que, en altura, hicimos unas horas antes: a la izquierda y hacia arriba, dehesa y arbustos; a la derecha y hacia abajo, un bonito robledal; al frente, senda entre piornos y robles.

 
Finalmente alcanzamos el camino de Canencia a Garganta de los Montes y, una vez en él, lo seguimos, manteniendo el sentido Oeste, alcanzamos el Colladito y cómodamente retornamos al punto de partida en Canencia tras haber completado una circular de algo más de 17km de longitud habiendo superado un desnivel total en ascenso de casi 900m de D+, fruto de los sucesivos sube y bajas que componen la ruta.
Picos del Nevero (dcha) y Peña Cabra (izq) desde el Colladito

 

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Las Milaneras. Otoño entre las rocas de la Pedriza.


Cancho Centeno o "El Patriarca"
La circular de hoy, con origen y final en el aparcamiento de Canto Cochino, asciende hasta el collado del Miradero por los Llanillos, una de las sendas boscosas más atractivas de la Pedriza, para retornar luego por los roquedos y escarpes de las Milaneras, donde encontrar roca mojada / húmeda o hielo contribuiría a incrementar sensiblemente el grado de dificultad de esta parte del recorrido que, en condiciones normales, podemos catalogar de “media”.

Son poco más de las 8h cuando Rícar (aquí su crónica), Benja y yo nos ponemos en marcha en una muy fría mañana, con la intención de realizar una inmersión en el particular otoño de la Pedriza, donde roca y vegetación crean un abigarrado y armonioso conjunto natural, especialmente embellecido por las numerosas y singulares formaciones rocosas que la imaginación y el momento de cada cual interpreta y asocia a su manera.

Resulta inusual encontrar tan vacío y sosegado el aparcamiento de Canto Cochino (1.050m), hoy vistosamente decorado de otoño. 

Canto Cochino
Marchamos bien deprisa por “la Autopista”, alfombrada de roja pinaza que amortigua nuestros pasos.

Poco antes de llegar al desvío hacia el Refugio Giner la vista se fija en una mole rocosa que semeja “una cabeza de perro” (la primera de la serie de hoy).


Primera "cabeza de perro" de la jornada
El sol tardará todavía un tiempo en tocarnos. Las habituales vistas de esta parte del itinerario parecen diferentes con la neblina que no acaba de irse del todo ¡Ojalá despeje a medida que entre el día!

El Pájaro (centro) y Los Guerreros (dcha)
En las partes elevadas de las Milaneras la gran humedad ambiente propicia la formación del arco iris. Confiamos en que seque la roca para cuando nos toque ir por allí arriba.

Rebasamos sin tomarlo el desvío hacia el Refugio y seguimos bosque arriba sin dejar la senda, siempre tomando el ramal de la izquierda, por el PR-2 (marcas amarillas y blancas).

La pendiente se acentúa y el entorno resulta hermoso y aromático. La humedad lo empapa todo contribuyendo a realzar el ambiente boscoso.

 
A medida que ascendemos vamos encontrando las distintas especies vegetales, a la par que podemos ir contemplando los contornos de los conocidos roquedos de la vertiente opuesta de la Pedriza. La neblina, lejos de desaparecer, continúa muy persistente; de hecho vamos perlados de gotas.

 
 
Próximos al Collado del Miradero, que está apenas cincuenta metros por encima de donde nos encontramos, el frío se intensifica y el viento arrecia de lo lindo.

Alcanzamos el Collado del Miradero o de Prado Poyo (1.882m) donde la temperatura es de 3ºC, si bien las fuertes ráfagas de aire hacen que la sensación térmica sea de bajo cero.

El risco de La Bota, desde el Collado del Miradero
Las nubes son impulsadas a toda velocidad, y no tienen pinta de disiparse, así que nos abrigamos bien y emprendemos una ordenada “huida” hacia las Milaneras buscando abandonar cuanto antes la expuesta loma por la que avanzamos.

Las Torres, desde el Collado del Miradero
Agradecemos llegar al abrigo de la umbrosa cara Oeste de las Milaneras, donde la temperatura sigue igual de baja, pero el viento resulta más tolerable. Prestamos mucha atención en este tramo porque la roca está humedecida.

Por la umbrosa cara Oeste de las Milaneras
Las nubes se han quedado en las partes altas y cada vez estamos más próximos al Collado de Tres Cestos (1.780m) lugar de cambio de vertiente, presidido por el impresionante Cancho Centeno o “el Patriarca”.

Collado de Tres Cestos y Cancho Centeno
De las varias opciones para descender desde aquí, todas gimnásticas y exigentes, tomamos la de seguir las marcas blancas y amarillas, que nos llevan primero y sin perder altura por las redondeadas llambrías graníticas en busca del lugar por el que, tras un par de destrepes algo atléticos, abandonamos la roca desnuda y nos internamos en el bosque de robles que cubre la empinada ladera del cordal.

Dejamos atrás el Collado de Tres Cestos
Entre los árboles descendemos muy atentamente para no resbalar en la alfombra de hojas que todo lo cubre ni perder la senda, asiéndonos a las ramas y troncos cuando es necesario. Resulta ésta una parte muy “entretenida” y agreste del recorrido.


Descendiendo por el empinado bosque de robles y arces
Arce y sus hojas alfombrando el suelo
Finalmente abandonamos las rocas y ponemos pie en el bosquecillo de pinos que puebla los Llanillos (1.550m), por donde remontamos unos cincuenta metros hasta llegar al Collado de la Romera donde la “segunda cabeza perruna” de hoy, o Carro del Diablo, preside el paraje.

Segunda cabeza de perro del itinerario
De camino hacia los riscos de La Campana y del Pajarito pasamos junto a la “tercera cabeza canina” de la jornada.

Tercera y última de la jornada
El roquedo es espectacular.

Un buitre se acicala el plumaje aparentemente ajeno a nuestro paso.

Enfilamos el descenso por el estrecho callejón junto al Pajarito supervisado por una adusta y pétrea faz. Varias personas están escalando por la cara Sur.

Apenas nos detenemos unos instantes para el saludo y continuamos rápidamente dejando atrás las formaciones rocosas que componen el Pajarito, la Vela y la Campana, saliendo a terreno abierto, cubierto de jaras, por el que accedemos al Collado del Cabrón (1.304m).

Sin detenernos en él, porque tenemos la intención de volver a comer a casa, continuamos hacia Canto Cochino por la ladera Oeste del Cancho de los Muertos. Vemos cómo las nubes mantienen cubiertas las partes altas.

Concluimos la marcha en Canto Cochino, iluminado ahora por el sol de mediodía, habiendo realizado una exigente circular de 13km de longitud, salvando un desnivel total en ascenso de 1.000m de D+, que permite experimentar todas las particularidades que la Pedriza ofrece a quien se anima a recorrer sus vericuetos.

Llegando a Canto Cochino