domingo, 28 de febrero de 2016

Hoyo Cerrado desde el Canto del Berrueco.

El Hoyo Cerrado
No tiene este invierno la Sierra de Guadarrama nieve bastante como para recorrerla con esquíes de travesía, y estamos ya casi a finales de febrero. Sus laderas espolvoreadas de blanco permiten realizar recorridos con zapatillas sin necesidad de recurrir a botas de montaña.

La Cuerda Larga
El Hoyo Cerrado, recoleto plateau a 1.770m de altitud enclavado al pie de la Cuerda Larga, bajo el pico de Los Bailanderos y el de Asómate de Hoyos, es uno de mis rincones favoritos. Unas veces como punto de destino, otras como lugar de tránsito, siempre es merecedor de una visita. Transmite paz y recogimiento.

Son las 10 de la mañana cuando inicio el trote en el Canto del Berrueco y, arroyo de Mediano arriba, me enfilo hacia el Hueco de San Blas.

Al cabo de unos 2.5km alcanzo el lugar donde habitualmente dejan los coches los que acceden desde Soto del Real, cruzo la barrera metálica y continúo pista arriba. Pronto comienzo a pisar la nieve, pequeños parches al principio. En los laterales del talud los “chupones” de hielo atestiguan las frías noches.


Llego a un cortafuego (altitud 1.300 m) y enfilo por pendiente muy pronunciada. Aquí ya no puedo correr. Alcanzo la pista superior (1.400m) y la tomo hacia la derecha, siguiéndola hasta una pronunciada curva en un lugar preparado para el manejo del ganado.

Una senda apenas marcada se interna en el pinar, monte arriba. Comienza el zigzagueante y solitario sendero hacia el Hoyo Cerrado.

Hace rato que todo está cubierto por una capa de unos 15 centímetros de nieve. Voy bien con las zapatillas. El silencio apenas disturbado por mi amortiguado caminar. Envolvente naturaleza en la que me siento a gusto.


Trazas y huellas de “otros” compañeros de bosque hacen que confíe en encontrarlos más arriba. Sin embargo, no será hoy el día, que tan sólo el rastro vi.

Los árboles comienzan a clarear, el terreno cada vez más abierto anuncia la proximidad del Hoyo Cerrado.

Tras una curva llego al plateau. Me detengo a contemplar su serena apariencia.

El Hoyo Cerrado
Continúo y lo recorro buscando a las cabras, escruto los rincones sin verlas, desisto con resignada sonrisa, atravieso los torrentes que lo cruzan y me detengo finalmente en un pequeño grupo de pinos que hay junto al que nace el camino de retorno.

A mi cabeza acuden imágenes de hace cuatro años, de cuando por primera vez visité este lugar y fui enmudecido acompañante del último tránsito de quien lo abandonó para siempre.


Mientras observo cómo el curso de agua fluye en este invierno disfrazado de primavera, tomo distraídamente un plátano y una barrita energética preparándome para la bajada.


Me cuesta abandonar este lugar, siempre me ocurre. Lanzo una última mirada hacia él antes de doblar el recodo a partir del cual “se esconde”.

Sacudo la cabeza y emprendo decididamente el trote por la trocha cubierta de nieve. Resulta cómodo correr por ella, la mullida capa blanca lo facilita.

Atravieso el Arroyo de Vitros.

Arroyo de Vitros
A la derecha, en el horizonte, la silueta granítica de la Pedriza Posterior se recorta contra el cielo. La calima enturbia un ambiente que era diáfano unas horas antes.


Al poco la trocha desemboca en una pista. Continúo descendiendo imbuido de bosque.

Traspaso una barrera metálica y llego a la pista principal que recorre el contorno del Hueco de San Blas manteniendo una altitud aproximada de 1.400m; la sigo hacia la derecha durante un kilómetro aproximadamente, hasta una pronunciada curva en una zona preparada para el manejo del ganado, desde donde arranca la senda que tomé esta mañana para internarme en el bosque. Acabo de cerrar el círculo.

Me cruzo con varios ciclistas mientras deshago en descenso el camino seguido en subida. Ahora todo es amplia pista entre pinos, ya sin nieve. Queda poco.

A la derecha el Collado de la Dehesilla, cómodo acceso a la Pedriza desde el Hueco de San Blas.

Collado de la Dehesilla desde el Hueco de San Blas
Tras dejar atrás la zona de aparcamiento de coches, continúo la marcha sorteando las sabinas entre las que discurre la senda.

Las atractivas formaciones graníticas que delimitan la Pedriza invitan a internarse entre ellas.  Otro día tocará.

La felina silueta de la Muela del Berrueco, recortándose contra el embalse de Santillana, anuncia la proximidad del lugar donde dejé el coche, que alcanzo poco después, tras haber realizado un recorrido de casi 20km habiendo salvado un desnivel de 825m de D+.


El Canto del Berrueco; al fondo, el embalse de Santillana

jueves, 25 de febrero de 2016

Muel, Soto del Huerva, Mezalocha, Barranco del Hocino.

Cascadas del río Huerva en Muel
Anunciaban una ventana sin lluvia que duraría hasta mediodía. Eduardo y yo decidimos "colarnos" por ella y abordar un itinerario en principio corto, re-corriendo un sendero recientemente abierto por el soto del Huerva que une las poblaciones de Muel y Mezalocha, y ya de paso alargarnos hasta el Mirador del Hocino sobre el pantano de Mezalocha. Después resultó en una circular extensa con incursión en lo inédito, de casi 20km de longitud, salvando un desnivel en ascenso de 550m de D+.

Son las 9 de la mañana cuando iniciamos la marcha en el parque de Muel, junto a las bellas cascadas naturales en las que el Huerva “se las da” de gran río ¡Y por cierto que lo consigue!

Humedad, rocas resbaladizas, agua en caída libre y luego contenida conforman un rincón particular y bello.

El conjunto de la ermita de la Virgen de la Fuente asentada sobre un dique romano es una muestra de la fusión de diferentes épocas bastante característica de esta zona, donde los vestigios romanos, árabes y cristianos testimonian una coexistencia de siglos.

Dejamos atrás la ermita y nos vamos en busca de la margen derecha del río Huerva, pues por ahí discurre el sendero que andamos buscando (marcado con rayas blancas y azules).

El día luce sereno y sin rastro de nubes. La temperatura es suave y el alfombrado terreno facilita el trote. Empezamos a recorrer el soto del Huerva en dirección hacia Mezalocha.

Los restos de una antigua construcción, invadidos por la vegetación, transmiten una sensación de abandono y decadencia que tratamos de eludir avivando la marcha.

La trocha, resbaladiza y generalmente muy próxima al río, discurre por un variado entorno de ribera alternando chopera y cañaveral.




En un punto determinado el sendero atraviesa una zona de tarays,  árboles característicos de los humedales, a los que el invierno confiere un aspecto de seres antiquísimos y algo andrajosos.

Tarays del humedal
Después de cinco kilómetros de recorrido junto al cauce del río Huerva, que se hacen cortos, salimos a terreno despejado. Alguna nube aparece en un cielo básicamente limpio.

Tenemos a la vista Mezalocha y los farallones a cuyo pie se intuye ya el pantano.

Tras cruzar unos campos y huertas, por los laterales y sin pisotearlos, alcanzamos la presa del pantano. Comienza la siguiente fase de la ruta de hoy.

Tomamos un estrecho camino que se enfila hacia la base de los paredones. Seguimos por la derecha orográfica del río.

El embalse de Mezalocha, a pesar de estar a falta de agua, sorprende por su extensión y ubicación: alimentado por un “pequeño” río de meseta esteparia flanqueado de cortados donde cuevas y habitáculos abundan, siendo aprovechados por buitres y águilas para su nidificación. Las hoces y barrancos son frecuentes en estos terrenos yermos y aparentemente insulsos en la distancia.

La pedregosa trocha por la que vamos marchando pasa a unos metros por debajo de una gran cueva a la que decidimos aproximarnos. Suerte que la pedrera de acceso es corta.

Unos pasos de aérea trepada para contemplar la gran cavidad “frente a frente” y de vuelta al senderillo.

El sendero continúa pegado a los farallones y las vistas son cada vez más amplias.

Llegamos al Mirador del Hocino, que se encuentra al pie de un espolón rocoso muy característico.

El pantano se extiende a derecha e izquierda.

Pantano aguas arriba del Huerva
...... y aguas abajo
Por detrás, internándose en la entraña del páramo, el Barranco del Hocino atrae nuestra atención. Su embocadura no resulta accesible desde el embalse ya que un abrupto salto de unos 50 metros separa el final de la angostura del nivel de las aguas.

Inicio del Barranco del Hocino
Con un gesto y una mirada Eduardo y yo coincidimos en que: “Ya que estamos aquí, con ventana suficiente de buen tiempo, ¿por qué no lo bordeamos por lo alto y completamos una circular?” Así que sin más preámbulo empezamos el recorrido del Barranco del Hocino.

Para no perdernos los detalles de las formaciones rocosas interiores nos mantenemos próximos al borde de la hoz, pisando con cuidado sobre el lecho de guijarros sobre el que caminamos. Romero, tomillo y punzantes aliagas son las especies vegetales más abundantes.

Mirada hacia atrás
Por las trazas de sendero poco a poco nos acercamos a la parte media de la barranquera a la que podemos finalmente acceder.

Súbitamente oímos y divisamos fugazmente a unas cabras que escapan veloces de nuestra proximidad. Hace rato que habíamos visto su rastro.

El sendero por dentro de la hoz continúa un corto tramo más, hasta llegar al pie de un paredón que se eleva unos 60 metros y que nos cierra el paso.

Retornamos hasta el lugar donde estaban las cabras y salimos de la hondonada ascendiendo por nuestra izquierda.

Finalmente alcanzamos la parte superior junto a un pedregoso campo de labor en rastrojo, abandonado hace tiempo, que acaba abruptamente en la parte alta del saltador que nos había cerrado el paso. Echamos una última mirada al barranco que tan inesperada y  agreste belleza nos ha ofrecido.

Continuamos bordeando en ascenso el campo hasta llegar a la loma divisoria desde la que divisamos, abajo, los campos de Muel y Mezalocha. Toca empezar a cerrar el círculo, así que a por la pista que se divisa allí abajo, junto a unos antiguos corrales.

Además conviene darse prisa porque se ven próximas amenazadoras nubes de tormenta.

Carrera sostenida por pista, cruce de algunos barrancos menores y hacia Mezalocha.

Mirada de soslayo al corte tras el cual el Huerva oculta su pantano. Ahora huimos de la tormenta.

Alcanzamos de nuevo el soto cuya senda hacia Muel recorremos apremiados por las gotas de lluvia que ya nos caen encima, la vegetación nos protege de ellas en algunas zonas y no merece la pena detenerse para cubrirnos mejor. Queremos llegar a Muel antes de que descargue de veras.


Conseguimos el propósito y alcanzamos el coche no demasiado remojados, habiendo completado una circular atractiva que nos ha permitido adentrarnos en los entresijos del barranco del Holcino, inesperado hallazgo en plena meseta yesífera a escasos 30km de Zaragoza, a la par que recorrer un tramo de ribera que bien merecerá la pena repetir cuando la primavera vista los árboles que ahora mismo se muestran deshojados.