Bosque de la Herrería |
Resulta hermoso vagar bajo la
cúpula arbórea formada por los altos robles del Bosque de la Herrería.
Cualquier senda nos vale para un recorrido sin pretensiones que hemos comenzado
cerca de las 11am. Con las altas temperaturas que estamos padeciendo nuestro
propósito es tan sólo salir a la montaña y dar un paseo bajo los árboles en un
lugar cercano.
Por el Bosque de la Herrería |
Sin propósito aparente las
piernas, fieles a su hábito y acabada la franja de robledal, continúan senda
arriba contando, quizás, con el pinar que no hay.
Es lo que tiene el Bosque de la
Herrería que, por una razón u otra, sabe a poco, pues se circunscribe a unos
ciento cincuenta metros de desnivel, los que hay entre la zona de aparcamiento
junto al km 30 de la M-505 y el emplazamiento de la Silla de Felipe II.
Habiendo dejado atrás la arboleda
y caminando ahora junto a un murete de piedra, bajo el paraguas, autoportante
sombra propia que se engancha en los rosales que jalonan el camino, el calor sigue
“in crescendo”. La frente y las mejillas patinadas de sudor.
En zona de rosales silvestres |
¡Cómo se enganchan! |
Algo de brisa llega de Zarzalejo
cuando alcanzamos el Collado de Entrecabezas (1.273m). Efímera sensación que alivia
ligeramente el sofoco.
Tan sólo las mariposas parecen
ajenas a la alta temperatura.
Tomamos un poco de sal y un trago
de agua, que de puro caliente sabe a caldo, mientras la imagen reverberante de
la Machota Baja nos marca el camino a seguir ¿Dónde ha quedado el propósito
inicial de pasear bajo los árboles?
Al fondo, la Machota Baja |
Estamos solos en la descubierta,
las piernas continúan con su autónoma secuencia de zancadas por una senda de
sobras conocida.
La cabeza divagando sobre si seguirá
o no soplando la brisa desde Zarzalejo.
El roquedo, el punto geodésico de
la cima, las rocas con visera de exigua sombra nos reciben en lo alto de la
Machota Baja (1.410m). No teníamos propósito alguno de llegar aquí. El hábito
prevaleciendo sobre la razón nos ha impulsado.
En la Machota Baja |
A su resguardo, y recibiendo en
el rostro la tenue brisa del benefactor Zarzalejo, descartamos la opción de
descender por la intrincada vertiente Sur / Sureste de la Machota Baja; ahora el
sentido común se impone: bajar por ahí supondría destrepar y, por lo tanto,
prescindir de la sombra autoportante. No está el horno para tales alardes, en
el estricto sentido, así que con decisión, parsimonia y entereza retornamos por
donde hemos venido. Esfuerzos los justos, nos decimos ¡A buenas horas!
Descartamos destrepar por la cara Sur |
Obedecen ahora las piernas el
mandato de la cabeza. La vista se distrae con la figura lejana de la Peña del
Fraile coronando la Machota Alta, mientras vamos descendiendo.
La Machota Alta y la Peña del Fraile sobresaliendo |
Composiciones de amarillo
tanaceto perfumado y grisáceo granito áspero resplandecen en el desamparo del
mediodía.
Se nos hace corto el tramo, primero
hasta el Collado, luego hasta la linde del bosque ¡Qué fresca y acogedora
resulta la sombra de un gran arce! Nos detenemos un momento bajo él.
El arce proporciona una cobertura de primera |
No manan las fuentes en este
estío temprano, ni la de la Reina ni la de los Dos Hermanos. No hay agua fresca
así que seguimos con nuestra reserva de agua caliente.
Desde la Silla de Felipe II
contemplamos las Machotas, el Collado entre ambas y ya, sin más dilación, nos
adentramos de vuelta al bosque.
Sin resultar fresco el robledal
¡Cómo podría con la que está cayendo! al menos transmite una apreciable
sensación de amparo.
Se suceden los rincones conocidos
y enseguida completamos el descenso llegando al coche y ¡A la bebida fresca!
¿Un recorrido de 8,5km de longitud, salvando un desnivel acumulado en ascenso de unos 500m de D+, realizado sin propósito definido previo, podría calificarse como “despropósito”?