martes, 29 de diciembre de 2015

Peña Cítores por el Camino Viejo del Paular: Un paseo por el bosque.

El Puente de la Cantina (1.350m) es el punto de salida y llegada de un circuito que, con la única pretensión de “pasear por el bosque”, permite realizar un recorrido bello y solitario que se extiende a lo largo de trece kilómetros, salvando un desnivel total de 900m de D+, discurriendo por unos parajes silenciosos, donde el rumor del viento entre los árboles y el murmullo del agua descendiendo por la montaña acompañan nuestros pasos.

El itinerario puede hacerse tanto en el sentido de las agujas del reloj como al contrario, y durante el ochenta por ciento del tiempo se transita por bosque. Tan sólo por encima de los 1.900m de altitud la vegetación de bajo porte, en forma de brezos fundamentalmente, toma el relevo de los árboles.

La Peña Cítores (2.181m) se encuentra en el punto medio de una loma que, desprendiéndose de la Hermana Menor y orientada de Este a Oeste, se alarga durante dos kilómetros. Semejante atalaya, con vistas a los extensísimos pinares de Valsaín que se extienden por todo aquello que la vista puede abarcar, proporciona una sensación de serenidad difícil de conseguir desde otros lugares.

En el extremo más occidental del cordal, a 2.060m de altitud, hay una pequeña caseta / refugio que permite guarecerse de los fuertes vientos del Norte que frecuentemente azotan la zona. A partir de este cobijo la senda desciende fuertemente por el lomo Suroeste. En cuatro kilómetros más se cierra el circuito de nuevo en el Puente de la Cantina.

La Fuente de La Canaleja, posiblemente la más monumental de las que existen en el pinar de Valsaín, junto al puente de la Cantina, constituye el punto de inicio de la ruta. A ambos lados de la misma, algo separadas de ella, hay cancelas con tornos. Iniciamos la marcha por la que se encuentra a la derecha de la fuente, según la miramos. Nos internamos en la senda de  la Canaleja, que forma parte del Camino Viejo del Paular, siguiendo las marcas amarillas sobre los pinos.

Fuente de la Canaleja
Altos árboles, buena senda que se sigue bien, rocas cubiertas de musgo, para luego cruzar la pista asfaltada que recorre de Sur a Norte el pinar de Valsaín a la altura de los 1.550m/1.600m.


“Al otro lado”, tras recorrerla unos cien metros hacia nuestra izquierda, entroncamos con el siguiente ramal ascendente de buen sendero (zonas de apilamientos de troncos cortados), ahora también señalizado con marcas blancas y rojas, además de los puntos amarillos.

Roca en forma de menhir, rayos del sol colándose entre los árboles, agua saltarina, paz y soledad. El terreno se abre cuando nos aproximamos al Puerto de Cotos (1.829m).




Llegada al Puerto de Cotos
Antes de abordar el siguiente tramo por la Senda del Batallón Alpino, junto al antiguo albergue del mismo nombre (ahora en riesgo de derrumbe), hacemos un alto en el Mirador de Lucio. Al frente la cara Norte de las Cabezas de Hierro, cubiertas por las nubes y la loma del Empalotado, todo a la espera de las nevadas que este año parece que se están retrasando más de la cuenta.

Cara Norte de Cabezas de Hierro desde el Mirador de Lucio
La Senda del Batallón Alpino gana altura entre pinos que, a medida que subimos, son cada vez menos altos y más recios. 

Los contornos de las familiares sierras vecinas van apareciendo en el horizonte con sus laderas tapizadas del manto arbóreo que todo lo cubre. Valsaín en plenitud hasta donde la vista alcanza.

En la lejanía, la Sierra del Dragón o Siete Picos
Cara Norte de Cabezas de Hierro
Vastos pinares de Valsaín
Peña Cítores, adonde nos dirigimos
Notamos el frío mientras recorremos el cordal, el suave viento del norte contribuye a acrecentar la sensación. Caminamos a pleno sol procurando no pisar los restos de nieve helada que salpican la trocha que serpentea entre los brezos enanos.

Al final de la loma se distingue la caseta, a la dcha.
La silueta de la caseta recortándose en el extremo de la loma resulta reconfortante, en su interior o al socaire del viento se está estupendamente.

Unos frutos secos antes de reemprender la marcha mientras la vista recorre el amplio panorama de lado a lado. Varios son los mojones que vemos, pero optamos por los que marcan la bajada siguiendo la loma descendente en dirección Suroeste.

Al poco encontramos también marcas de color rojo, además de los hitos. Hay que ir atentos a no perderlas porque la senda es sinuosa.

Poco a poco los pinos van haciéndose más altos, si bien el bosque no es tan denso como durante la subida. Se nota que, al estar la zona expuesta al viento directo, sin obstáculo natural que lo frene, las inclemencias del tiempo se manifiestan tal cual, compartiendo espacio los altos árboles con los achaparrados brezos.

Por todas partes se percibe la soledad de un lugar poco frecuentado, que no tardará en estar totalmente cubierto por la nieve pero que ahora se transita placenteramente.


Un caballo solitario nos otea desde su disimulada posición.

A la altura de los 1.600m atravesamos la pista asfaltada que ya encontramos en la subida, sólo que en otro punto distinto. Seguimos la traza descendente al otro lado y nos internamos en una franja de robledal.

Troncos de roble deshojados mantienen en sus ramas alguna solitaria hoja junto con los característicos “agallones”.


A ras de suelo las lobuladas hojas alfombran el camino que nos conduce al punto final del recorrido, en la Fuente de la Canaleja,

Adonde accedemos por el segundo torniquete, el que no usamos por la mañana, completando de esta manera un hermoso “paseo por el bosque” otoñal, que se puede realizar tanto a favor como en contra de las agujas del reloj y que, en cualquiera de los dos casos, constituye una bella inmersión en la solitaria y serena atmósfera que ofrece el gran pinar de Valsaín. 

Una “delicatesen” para amantes de la Naturaleza.

¡Feliz salida y entrada de año, y de bosque también!


martes, 22 de diciembre de 2015

Instantes para soñar, instantes para vivir.

Momentos en los que nos quedamos como en suspenso.


Porciones brevísimas de tiempo durante las que se hace u ocurre una cosa.



Ocasiones en las que durante varios segundos pasamos a ser parte del paisaje que nos circunda.





Circunstancias en las que alzamos la cabeza y nuestra vista atraviesa en un santiamén entramados en busca del cielo que todo lo cubre.




Un soplo que, mientras dura, nos mantiene quietos, en trance, postergando lo demás.



A un tris de que algo o nada ocurra.


Deseo para todos un buen puñado de instantes para soñar y vivir.





Momentos en los que nos quedamos como en suspenso,
Porciones brevísimas de tiempo durante las que se hace u ocurre una cosa.
Ocasiones en las que durante varios segundos pasamos a ser parte del paisaje que nos circunda,
Circunstancias en las que alzamos la cabeza y nuestra vista atraviesa en un santiamén entramados en busca del cielo que todo lo cubre.
Un soplo que, mientras dura, nos mantiene quietos, en trance, postergando lo demás.
A un tris de que algo o nada ocurra.
Deseo para todos un buen puñado de instantes para soñar y vivir.

Feliz Navidad y mucha salud y montaña para 2016.


viernes, 11 de diciembre de 2015

Vuelta a los Mallos de Riglos: Foz de Escalete, Mirador de los Buitres y ferrata Cubilillo.

Los Mallos de Riglos, a su izquierda Peña Rueba, desde el Mirador de los Buitres
Circunvalar los Mallos de Riglos nos pareció a Eduardo, Rubén y a mí un circuito que cubría ampliamente nuestras expectativas. Por sugerencia de Eduardo, que ya había hecho varias incursiones por la zona, decidimos incluir en el recorrido el ascenso por la Foz de Escalete hasta el Mirador de los Buitres, y el retorno a Riglos desde el collado de la Peña de Don Justo utilizando la vía de descenso de la ferrata de Cubilillo, en el macizo D’os Fils. En conjunto, un itinerario muy variado, mayormente corredero, con su dosis de destrepe a pie de los paredones, en un entorno tupido de flexibles bojes de “bien asir”.

Pintaba incierto el tiempo cuando entre nieblas y nubes iniciamos la marcha en el pueblo de Riglos. En sentido de las agujas del reloj comenzamos el trote por sendero ligeramente descendente, bordeando la base de los espectaculares pilares de conglomerado, en dirección a la vía del tren.

Mallos y pueblo de Riglos 
Buena senda, señales amarillas y blancas, sendero que sigue el trazado de la línea del ferrocarril manteniendo siempre a la vista el río Gállego.

Vaho que empaña las gafas, incómodo trote sobre guijarros cuando toca marchar junto a las traviesas hasta encontrar las marcas para tomar otra vez el sendero, señales que nos pasamos de largo en un par de ocasiones, lo que nos obliga a recorrer unos cuantos centenares de metros adicionales de raíles hasta percatarnos del despiste, pero dándonos la ocasión, de paso, de cruzarnos con el “Canfranero”, antaño tan utilizado cuando teníamos que subir a las tierras altas.

Los mallos van quedando atrás, engullidos por la distancia y la niebla.

Cada vez estamos más cerca del pantano de la Peña, primer objetivo del día. El otoño todavía persiste en esta zona. Cuerpo, mente y sensaciones a tono con el entorno. Naturaleza y detalles que la vista capta.



Humedad, nubes, agua, serenidad y persistente marcha. Delante el pantano de la Peña, detrás los Mallos.

Presa del pantano de la Peña
Los Mallos en la niebla
Ya estamos bordeando el pantano cuyo perímetro parece no tener límite.


Llegamos a la entrada de la Foz de Escalete. Por buena pista cruzamos la brecha abierta en la roca y nos encaminamos hacia el Mirador de los Buitres.

Nos internamos en la Foz de Escalete
Dejamos atrás las vaporosas nubes que cubren el pantano y continuamos por la pista que cada vez aumenta más su pendiente, no en vano hemos de subir hasta el Mirador, a 1.000m de altitud.

La Foz de Escalete; tras la abertura, las nubes cubren el pantano de la Peña
Colorido bosque, atentos vigilantes en sus atalayas y afanadas arañas en sus telas acompañan nuestro ascenso por esta parte; cada vez más altos, cada vez más lejos de las nieblas mañaneras.



Finalmente damos vista al Mirador de los Buitres, a sus pies y en segundo plano, los Mallos de Riglos, al fondo, la Peña Rueba.

A la izq. sobre el acantilado, el Mirador de los Buitres, en el centro, al fondo, la Peña Rueba, a su dch., los Mallos de Riglos
A la izquierda los restos del castillo de Marcuello, hacia donde se dirige la pista para, posteriormente, girar a la derecha hasta llegar al Mirador.

Castillo de Marcuello
Tras dieciséis kilómetros recorridos desde que dejamos el pueblo de Riglos alcanzamos el Mirador, que se alza sobre el borde del macizo D’os Fils.

Algunos lo alcanzan con más facilidad que otros ;-)) (Acentor alpino, identificado por Luís y Javier; gracias ornitólogos amigos)

Pajarico en el Mirador de los Buitres
Mientras contemplamos el amplio panorama tomamos unas barritas energéticas y un plátano.

Panorámica desde el Mirador de los Buitres
Seguidamente iniciamos la bajada. Por delante seis kilómetros para completar nuestro circuito.

A pocos metros de la caseta del Mirador arranca una trocha en dirección al cortado, que entronca con la vía de descenso de la ferrata de Cubilillo en la Peña de Don Justo. A partir de aquí el sendero desciende fuertemente,

Iniciando el pendiente descenso ayudándonos de los  bojes de "bien asir"
Discurriendo por un terreno muy escarpado, con tramos de cable de vida, puente tibetano de cadena para superar una grieta y escalera, incluidos.

Secuencia del puente tibetano


El mallo del Tornillo resulta impactante en la proximidad. Nos viene a la mente que fue ascendido por primera vez en 1963, por Rabadá y Navarro, siendo ésta la última proeza que realizaron ambos escaladores antes de fallecer el 15 de agosto en su intento a la cara Norte del Eiger.

El Tornillo, al fondo, la Peña Rueba y los Mallos
Al rato el camino se vuelve menos escarpado para, finalmente, cruzar el barranco de la Mora.

Vamos llegando al barranco de la Mora
Y entroncar con la pista del GR-1, al pie del paredón de los Buitres (nunca escalado, que se conozca; antaño por la dificultad que entrañaba su enorme techo, después, por razones ecológicas y de preservación de los numerosos nidos), por donde volvemos de nuevo a Riglos.


Paredón de los Buitres
El sol del atardecer tiñe de rojo los Mallos, 

Algunas cordadas están completando los últimos largos de las vías clásicas, nosotros llegamos al coche tras haber realizado un bello y variado itinerario de 22 kilómetros, habiendo superado un desnivel en ascenso de 875m de D+, que nos ha abierto los ojos a unos escenarios tan próximos y tan desconocidos hasta el momento. 

Macizo D'os Fils. En la punta del acantilado, el Mirador de los Buitres