viernes, 28 de septiembre de 2018

Una primera visita al Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama: Peña Citores y Pico de Peñalara desde la Fuente de la Canaleja.

Bosque  característico de la Sierra de Guadarrama

Daniel quería conocer "algo" del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama y yo, que conozco bien este bello entorno, me apresté a trazar un circuito por el que ambos compartiéramos las singularidades que el amplio paraje ofrece.

Para ello planteo el siguiente circuito en el macizo de Peñalara:

Fuente de la Canaleja (1.300m) – Peña Citores (2.181m) – Peñalara (2.428m) – Senda del Batallón Alpino – Puerto de Cotos – Camino Viejo del Paular – Fuente de la Canaleja. Recorrido de 17,5 kilómetros de longitud salvando un desnivel total en ascenso de 1.150m de D+.


La circular reseñada incluye “muestras” de cada una de las esencias típicamente guadarramistas: extensos bosques de pinos altos y enhiestos, ascensión al punto más elevado de la Sierra (el Pico de Peñalara), recorriendo para ello sendas y caminos plenos de historia (Batallón Alpino y Camino Viejo del Paular), amén de trochas muy poco frecuentadas y arroyos de aguas cristalinas.

Merece la pena hacer un primer apunte sobre el origen del nombre de la zona que centrará nuestro recorrido de hoy:

El contorno del macizo de Peñalara es, en general, redondeado y sin grandes puntas sobresalientes. Sus cimas están unidas entre sí por lomas aplanadas y tan sólo los riscos de Claveles y Pájaros, al Norte del propio pico, se desmarcan de esta uniformidad, presentando una cresta de dificultad media.  Una teoría sobre la etimología del nombre 'Peñalara' dice que viene de la unión de las palabras latinas 'Penna' y 'Lara', que significan 'cabeza' y 'llanura' respectivamente. Equivaliendo "Penna Lara" a "cabezas planas".

Incluida en la circular está la Peña Citores, una de esas cumbres/atalayas privilegiadas que, por su cercanía a otras más importantes, suelen pasar desapercibidas. 

La zona de aparcamiento de la Fuente de la Canaleja, mirada de frente, tiene dos poternas, a derecha e izquierda respectivamente. Son las 8:30h cuando Daniel y yo cruzamos el torniquete de la que está en la izquierda y comenzamos la marcha recorriendo un centenar de metros de amplio sendero, hasta encontrar los mojones que marcan el inicio de una trocha que, monte arriba, se interna claramente en el bosque en sentido Noreste. 

Es ésta la forma más directa de subir a la Peña Citores, primera cima del recorrido. También es la más empinada, pues la pendiente hasta alcanzar los 2.000m de altitud alterna entre fuerte (la primera parte) y bastante fuerte (los últimos 200 metros de desnivel).

Al poco de dejar la pista accedemos al robledal, que enseguida es sustituido por el pinar.


A lo largo de todo el recorrido los mojones nos guían a través de un sotobosque de helechos y piornos.

Vamos atentos a los hitos porque se nota que no es éste un recorrido muy transitado, y la abundante vegetación dificulta la marcha por fuera de la traza.

Poco a poco nos aproximamos a zonas que la luz del sol está a empezando a alcanzar.


Los espigados "mástiles" tan característicos de los altos pinos de Valsaín captan nuestras miradas.


Echando la vista atrás contemplamos en la distancia la conocida estampa del Montón de Trigo y la silueta de la Mujer Muerta.


Nos desviamos unos metros para visitar la Fuente de los Ceniceros, que no mana en estas fechas, y luego tornamos a la senda.

La trocha se interna seguidamente en un bosque de pinos retorcidos cuyas formas atestiguan las duras condiciones atmosféricas a las que se ven sometidos en esta altitud.





Desde una pequeña explanada a la que llegamos observamos la todavía distante cima de Peñalara.

Peñalara en la distancia
Por delante unos doscientos metros de ascensión hasta alcanzar la parte superior de la loma de Citores y llegar al refugio del Mirador del Cancho, que se encuentra en la punta misma del cordal que continúa hacia Peña Cítores. Hasta el refugio, la fuerte pendiente, a partir de él, la aplanada loma de altura azotada por ráfagas de viento.

El refugio se encuentra en la punta del montículo que aparece al fondo

El refugio es una construcción bien conservada, pequeña y limpia, que sirve de apreciado abrigo en los días de invierno, cuando la helada nieve lo cubre todo y el vendaval azota inmisericorde. 

Refugio del Mirador del Cancho
Hoy lo encontramos ocupado, por lo que seguimos marcha hasta alcanzar la zona de trincheras junto a la cima de la Peña Citores, donde hacemos un alto contemplando la cumbre de Peñalara que aparenta estar cercana, si bien su proximidad resulta engañosa, pues aún queda algo más de lo que parece.

Trinchera sinuosa y Peñalara al fondo
Nos ponemos de nuevo en movimiento dirigiéndonos directamente hacia el Pico de Peñalara, entroncando al poco con el camino habitual de subida desde Cotos. Si hasta aquí hemos ido solos, a partir de ahora nos convertimos en unos más de los aproximadamente 135.000 visitantes anuales que Peñalara recibe.

En la cima permanecemos el tiempo justo para, desde un lugar algo apartado, observar la afilada cresta de Claveles y la cara Norte de la Cuerda Larga.

Cresta de Claveles

Al frente la silueta de la Cuerda Larga
Pero hemos de continuar, así que nos ponemos en pie y comenzamos un trote descendente hacia el collado entre la Hermana Menor y la Peña Cítores, alcanzado el cual tomamos la Senda del Batallón Alpino que lo une con el Puerto de Cotos.

En el Collado de Citores
Bello camino, inexplicablemente poco frecuentado, desde el que se tienen hermosas vistas de las montañas circundantes, así como de las cada vez más abundantes nubes que van cubriendo el cielo rápidamente.

Desde la Senda del Batallón Alpino, vista sobre la sierra de Navacerrada (izq) y Siete Picos (dcha)

Amenazadoras nubes de tormenta

De las que todos buscamos ponernos a cubierto
El bosque se hace más denso a medida que nos aproximamos al Puerto de Cotos.


En el Mirador de Lucio, en el Puerto, hacemos un alto viendo la cara Norte de las Cabezas de Hierro mientras tomamos un ligero avituallamiento.

Cara N de Cabezas de Hierro desde el mirador de Lucio
Estamos poco rato parados, porque el cielo se pone cada vez más amenazador, así que nos adentramos de nuevo en el pinar a través del Camino Viejo del Paular por el que, espoleados por la lluvia que comienza a caer suavemente, mantenemos un trote sostenido.

Por el Camino Viejo del Paular

Cuando quiere, llueve
El poco frecuentado camino es amplio y cómodo lo que nos permite imbuirnos del bosque y de sus detalles.



Puente sobre el Arroyo del Puerto del Paular

Lustroso acebo

Con ocasionales altos, en función de la intermitencia de la lluvia,  retornamos finalmente al punto de partida, la Fuente de la Canaleja, cerrando el círculo al acceder a ella, esta vez por la poterna de la derecha.

Fuente de la Canaleja en el Puente de la Cantina
Atractivo recorrido por los hermosos pinares de Valsaín deambulando de espaldas a los circuitos habituales, por lugares en los que siempre resulta posible encontrar algo nuevo y diferente, completando una circular que, como "introducción" al Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama hemos hecho en el día de hoy. Sin duda que hay otras alternativas “primerizas”, pero ésta incluye en sí misma una buena muestra de las esencias que atesora este lugar privilegiado.


domingo, 23 de septiembre de 2018

Turégano: Villa y castillo . Buceando en la historia.

Castillo de Turégano. Fachada Oeste
La villa de Turégano se encuentra en la estepa castellana, lugar de inviernos y veranos extremos,  en el amplio valle de los ríos Pirón y Cega, a 935m sobre el nivel del mar. Al norte y próximos, los montes Carpetanos la separan del valle del Lozoya.

Montes Carpetanos desde el Castillo
Decir Turégano es decir Castillo, pues la fortaleza de esta Villa Episcopal es de las más singulares, por su carácter de iglesia fortificada con aspecto inexpugnable.

En el cerro donde se ubica el castillo existió en la prehistoria un castro prerromano; los romanos, y posteriormente los árabes, aprovecharon dicho alto para hacer crecer la ciudad a su alrededor.

Restos de las primitivas murallas que rodeaban el castro
Con la llegada de los cristianos en el siglo XII se erigió la iglesia románica primitiva de San Miguel, rematada con aspilleras y edificada en el interior del castro.

Seguidamente, a lo largo del siglo XIII, se construyó, superponiéndolo a la iglesia, el Castillo-Palacio de los obispos.

El impulso final, que dio lugar a la apariencia actual del castillo, lo realizó Juan Arias Dávila a mediados del siglo XV, al convertirse el rey Enrique IV de Castilla en uno de sus más encarnizados enemigos, tras haber hecho colgar a un emisario del mismo Enrique IV que había tenido la osadía de pedirle que fuera a presencia real, en vez de que ocurriera al revés, según criterio del propio Juan Arias.

Las zonas de reposo: orientadas al cálido Sur



Como consecuencia, Juan Arias Dávila se enclaustró y fortificó en Turégano, reforzando el aspecto externo de inaccesibilidad del castillo, al tiempo que dotando su interior de numerosos corredores, vericuetos y estrechas escaleras con el claro propósito de desanimar y dificultar al máximo cualquier intento real de asalto.

Sinuosas y estrechas escaleras


Abundantes quiebros


Lugares angostos y escondidos


Es así cómo se llega a la singular apariencia actual: una iglesia, la de San Miguel, embutida en el castillo, componiendo un conjunto de construcciones defensivas adosadas y superpuestas al templo. Iglesia que, en su interior, resulta mucho más amplia y despejada de lo que se pueda esperar, a la cual se accede traspasando una vetusta puerta de madera. 

Varias cerraduras hay que abrir para acceder a la iglesia

Encontrando un amplio interior


Desde la base del púlpito se observa, a la derecha del altar según se mira, una puerta que no estaba en el siglo XVI, y que da acceso hoy a la mazmorra que en su día ocupara Antonio Pérez.
A lo largo de su historia la fortaleza ha tenido diversos usos, acogiendo a obispos de Segovia y a reyes, y más tarde sirviendo como prisión, donde permaneció encerrado, entre otros, Antonio Pérez, secretario de cámara y del Consejo de Estado del Rey de España Felipe II. 

Acceso desde la iglesia a la mazmorra en la que Antonio Pérez pasó tres meses de su cautiverio.

La única entrada que en 1590 tenía la mazmorra, y por donde metieron y sacaron a A. Pérez, era por el acceso del techo que se ve en la dcha. 

Los últimos días de noviembre se celebra en Turégano la tradicional Feria de San Andrés que antiguamente se denominaba “de Santa Catalina”; era la mayor feria ganadera de Castilla, por el número de tratantes y reses que acudían desde todos los lugares de España. 

El castillo se alza sobre la villa

A la fortaleza se accede por su puerta Este

Que se cierra y se abre con luenga llave

Su poderosa y amurallada fachada Norte resulta imponente.

En ella las palomas encuentran acomodo

El sol va, poco a poco, alcanzando la fachada Oeste.


Con la llegada de la tarde los cumulonimbus, que en andanada envía la próxima sierra sobre Turégano, van desarrollándose y cobrando cuerpo. No tardará en descargar la tormenta.