domingo, 24 de febrero de 2019

El Cerro Ventoso, una Cima desatendida situada entre dos Collados muy conocidos.

El Cerro Ventoso, en condiciones invernales, es ciertamente inhóspito.

La cima del Cerro Ventoso es alargada y aplanada, elevándose hasta los 1.965m de altura entre dos de los collados más renombrados y visitados de la Sierra de Guadarrama, el de la Fuenfría (al Oeste; 1.792m) y el Ventoso (al Este; 1.895m). En suma, un frontón frecuentemente azotado por el viento del Norte (de algún sitio vendrá el nombre ;-).

Los “casi” dos mil metros de altitud del Cerro Ventoso pueden tener algo que ver en su condición de cima apenas visitada, mientras que otras de las proximidades (Montón de Trigo, Pinareja, Siete Picos), superando esa barrera de “los dos mil”, atraen a docenas de personas.

Se trata pues de un paraje ideal para quienes buscan la soledad y el recogimiento que los bosques de Guadarrama y sus picos ofrecen. Sin nieve resulta una marcha cuya exigencia técnica es reducida y en cuanto al esfuerzo para ascenderlo, no pasa de moderado. En cambio, con nieve y en condiciones invernales la cosa cambia.

En mi caso, el objetivo en invierno es realizar las marchas con esquíes, casi cualquier senda o trocha es buena para subir (si se puede ascender con raquetas o crampones, puede también hacerse con esquíes), y si se atraviesa un hermoso bosque, como es el caso ¡Miel sobre hojuelas!




Son las 9h cuando inicio la marcha desde el inusualmente desierto aparcamiento de las Dehesas de Cercedilla. Hace un frío respetable (-2ºC) y la bruma cubre las alturas desde la cota 1.800m aproximadamente. Veremos si el fuerte viento del Norte que se percibe consigue aclarar la atmósfera.

Las Dehesas de Cercedilla
Orientado por las marcas amarillas sobre los troncos de los pinos me encamino hacia el Collado Ventoso. Siguiéndolas sé que he optado por el acceso menos frecuentado y más montaraz de todos los posibles desde las Dehesas.

Al poco el sendero se adentra en el bosque discurriendo aguas arriba del Arroyo de la Fuenfría; estrecha senda y buenos chupones de hielo conforman un intrincado pasaje que finalmente, alejándose del cauce, da acceso a un entorno más amplio.

Arroyo de la Fuenfría


El sol hace su tímida aparición, pero dura poco. La bruma mantiene su presencia difuminando las cimas del Pico de Majalasna y del más occidental de la serie de los Siete Picos.


Apenas un palmo de nieve cubre el suelo, suficiente para subir pero escasa para descender.


El aspecto del bosque y de las laderas nevadas induce a la contemplación. Sintiéndome parte del entorno continúo ascendiendo. La capa de nieve se va engrosando.




Casi sin apercibirme del cambio compruebo que he dejado atrás los pinos parcialmente cubiertos de nieve, y que me encuentro entre colosales ejemplares acorazados de hielo. El frío es más intenso y el fuerte viento, del que he estado protegido hasta ahora, comienza a azotarme el rostro. Ya estoy próximo al Collado Ventoso.



La pendiente disminuye, el entorno se torna azulado y el ventarrón aumenta de intensidad. He alcanzado el Collado Ventoso. Estoy a 1.896m de altitud, la temperatura aquí es de -6ºC y las ráfagas son incesantes. Aturdido busco algo de cobijo tras uno de los congelados pinos.

Collado Ventoso


Me recompongo, fijo el rumbo entre la indefinición que aporta la bruma sobre el helado entorno y emprendo la marcha hacia el Cerro Ventoso. Todo parece suspendido en un territorio helado y sin trazas.

En contraposición a lo breve del repecho inicial, el momento de alcanzar el punto culminante parece que no llega nunca. Deslizándome sobre la helada nieve y sacudido por la ventolera, que me derriba un par de veces, avanzo por la prolongada cresta superior del Cerro. Un pequeño mojón de granito que apenas diviso marca la cima, en la que no me detengo.

Cima del Cerro Ventoso 
En su lugar busco el refugio de la ladera boscosa por la cual me deslizo, a resguardo de la ventolera, hasta el Puerto de la Fuenfría ¡Pero qué bien está la nieve aquí!

Al abrigo del bosque el viento se acusa menos
En general, a los esquiadores de montaña nos gusta, para los descensos, deslizarnos por amplias laderas o bosques con nieve abundante y bien asentada, de manera que las piedras y arbustos estén cubiertos y así, independientemente de la inclinación (cuanto mayor, mejor), poder concentrarnos en la esquiada, buscando la mejor trazada en función del entorno, a la par que vamos anticipando los cambios de nieve. De hecho, huimos siempre que podemos de los senderos estrechos, que para subir son válidos aunque tan sólo unos pocos dedos de nieve cubran la base de piedra o guijarros. 

En el Puerto de la Fuenfría constato que la bruma que cubre las cimas no se ha disipado en lo más mínimo, así que me dejo atraer por la inmaculada nieve virgen que cubre la calzada romana, que en suave pendiente descendente se enfila hacia la vertiente segoviana, con la intención de llegar a las ruinas de la Casa Eraso, un paraje especialmente cautivador cuando todo está nevado.

Puerto de la Fuenfría
El fortísimo viento del Norte, que no cesa (y que me da de cara), junto con la ausencia de huellas en la nieve virgen, hacen que mi avance sea penoso, así que, asumido que no es el día para seguir, doy media vuelta y dejo que el aire me “suba” de nuevo al Puerto.

De vuelta en el Puerto de la Fuenfría. Al fondo, el Collado de Marichiva
Dado que para bajar priman tanto la seguridad como prevenir al máximo el deterioro de los esquíes (procurando no levantar más piedras de las imprescindibles), y considerando que la nieve consolidada se encuentra a partir de los 1.700m de altitud, para descender desde el Puerto de la Fuenfría opto por “remar” a lo largo de la Carretera de la República, en donde la helada también se deja sentir.

Carretera de la República
Hasta llegar al punto en que, ladera a través y con los esquíes al hombro, decido acortar camino y enlazar con ella de nuevo a la altitud de 1.600m, habiendo evitado unos tres kilómetros de penosa “remada” pasando por Los Miradores.

Descendiendo por el bosque, camino de vuelta
Finalmente, habiendo ya "marcado" más de una vez los esquíes, completo una circular, aparentemente enrevesada, que me ha permitido deambular por el bosque nevado, visitando una cima muy poco frecuentada, retomando el contacto con las duras condiciones meteorológicas que los inviernos de Guadarrama suelen traer por éstos parajes.


domingo, 17 de febrero de 2019

Vuelta a la Foratata. Esquí de montaña en estado puro

Cara Sur del Pico de la Foratata, desde Formigal

Hacía años que en la mente estaba realizar esta circular en torno al Pico de la Foratata. Curioso destacar que si bien el nombre hace alusión a la emblemática Peña que se eleva sobre Sallent de Gállego, durante “La Vuelta” tan sólo ocasionalmente la miras o la ves. Diría yo que se limita a constituir el punto alrededor del cual discurre el recorrido. Las miradas, a partir de cuando uno se interna en el bosque de Baladrias, se dirigen mayoritariamente hacia el variado y soberbio entorno por el que se transita.

Se tratan pues de unos parajes ideales para quienes buscan la soledad y el recogimiento que los bosques y los valles escondidos ofrecen a los que se animan a transitar por ellos.

Tanto mi hermano Manuel como yo la habíamos considerado de reojo en ocasiones anteriores, pero ésta tocaba. La nieve lo cubre todo y permite calzar los esquíes a pie de coche.


Día invernal con temperaturas primaverales cuando ambos, acompañados por la incansable Boira que va y viene procurando mantenernos juntos, emprendemos la marcha desde Formigal hacia la visible Punta Baladrias. Una subida suave salvando 150m de desnivel al pie de la cara Sur del Pico de la Foratata.

Alcanzado el hombro que la Punta presenta a su izquierda cambiamos al modo descenso, y realizamos la primera bajada del día entre bojes y algún que otro rosal silvestre de punzantes y recias espinas con las que vale más no rozar.

Breve esquiada hasta llegar a la cota 1.650m, en un pequeño plano, donde buscamos, y encontramos, la marca roja en uno de los pinos que indica el lugar más conveniente para adentrarse en un bosquete que se atraviesa, ya con las pieles puestas, flanqueando sin perder altura hasta salir de él, dando vista a la Punta de la Lana o de la Faxa y al hombro que tiene a su izquierda (Oeste), hacia el cual nos encaminamos.

Punta de la Lana o de la Faxa
La comodidad del ascenso permite ir contemplando las altas cumbres que se alzan a la derecha y que jalonan la subida habitual, más abajo y a pie de río, para los que vayan hacia el embalse de Respomuso. Nosotros hoy vamos circunvalando en altura la base de la Foratata por el Este.


Alcanzado el hombro de la Faxa (1.850m) nos ponemos en modo descenso de nuevo, y nos dejamos caer hacia el Llano de los Corralones, unos 250m más abajo, procurando no emprender la bajada directa hasta tenerlo bien a la vista. La nieve se muestra algo “enganchosa”, así que esquiamos con cuidado.

Vista hacia atrás, desde Los Corralones
El Llano constituye la base y embocadura del barranco del Ministirio. Siendo el punto más bajo de toda la circular constituye un enclave encantador rodeado de muy altas montañas. Es el lugar, además, donde pondremos por última vez las pieles (y van tres) en el día de hoy.

Por delante el ascenso a la cubeta superior del Ministirio, barranco amplio y cómodo de subir a lo largo del cual las vistas en derredor son cada vez mejores a medida que se gana altura.

Iniciando el ascenso hacia la pleta del Ministirio. Hacia atrás todavía se ve la Punta de la Faxa

Ascendiendo hacia la pleta del Ministirio. Vista hacia atrás
Doscientos metros más arriba se accede al valle elevado del Ministirio, amplio y recoleto orientado al Oeste, al pie de la cara Norte de la Foratata (que no se ve), donde parece que “todo se suspende”. Cesa el esfuerzo y tan sólo se escucha el rítmico deslizar de los esquíes a lo largo de los 700m de longitud, casi planos, enfilados hacia la visible protuberancia de la Peña de la Fita.

Alcanzando el valle suspendido del Ministirio. Al fondo, la Peña de la Fita

Desde la pleta, a la izq. el Pico de Arriel

Sosiego y serenidad se encuentran recorriendo el valle suspendido

Al pie de la Peña de la Fita, hacia su izquierda, un evidente y ancho corredor indica el acceso hacia el Collado del mismo nombre.

La Fita y a su izquierda el canalón de acceso al collado
La nieve, cada vez más dura (es cara Norte), se esquía bien. Las focas se agarran y la pendiente no es excesiva.

Ascendiendo al Collado de la Fita


Llegando al Collado de la Fita
Desde el collado seguimos ascendiendo por el lomo que se desprende del Forato para tomar la máxima altura sobre el Collado del Forato.


Las vistas sobre todas las vertientes son para guardarlas bien en las retinas. Es éste el paraje espectacular que veníamos a buscar.






Y ya estamos en el punto más alto. Un tiempo para ponernos en modo descenso, último vistazo en derredor, y a por los casi 500m de descenso hacia Formigal.

Punto más alto. A partir de aquí toca descender
Primero al Collado del Forato y después barranco del mismo nombre abajo, hasta llegar de vuelta a Formigal, por una nieve excelente, esquiando al pie de la cara Oeste de la Foratata, que tan distinta parece de su imponente cara Sur.

Hacia Formigal


En suma, una circular a lo largo de la cual, salvo al inicio y al final, pocas veces se ve la Foratata, pero que permite deambular por unos parajes espectaculares, aunando todos los ingredientes que constituyen la esencia del esquí de montaña.

domingo, 10 de febrero de 2019

La Peña la Butrera y el Arco de Piedra, en circular desde Alpartir. Naturaleza próxima en todos los sentidos.

Sierra de Algairén en Alpartir

La circular se desarrolla por la parte más oriental de la Sierra de Algairén. Esta Sierra, al sur de Zaragoza, constituye un paraje apenas tocado por la mano del hombre, por lo que “la naturalidad” está garantizada.



En lo tocante a su vegetación, las zonas más elevadas de la montaña están cubiertas de encinas, enebros y pinos. De entre los arbustos los romeros, las jaras y las aliagas son los más abundantes.

En el valle, olivos y almendros ocupan las partes más cercanas a la ladera, mientras que la zona baja y plana, algo distante de las alturas, se encuentra cubierta por viñedos.

Saliendo del pueblo de Alpartir sigo hacia el Oeste la pista junto al río del mismo nombre durante aproximadamente 1 kilómetro, hasta llegar a un poste indicador “multi-señales” que ofrece varias alternativas para la circular. Hacia la izquierda: “Ruta valle de Tiernas”; hacia la derecha: “Ruta hacia la Mina”. En mi caso opto por realizarla en sentido de las agujas del reloj, ya que prefiero experimentar la umbría y la cencellada de la vertiente Norte, dejando la Sur para la vuelta.

Indicador "multi-señales"
A partir de aquí la pista, paralela al río, se interna en un barranco amplio y atractivo en el que doy vista a las peñas y sus formas.

Adusta y pétrea faz
Las cabras montés, desde la sombra, me miran; el buitre, desde el tibio sol mañanero, las observa a ellas; yo, desde la senda, los contemplo mientras acelero el paso, que la mañana no está para bromas. En definitiva, los cuatro somos ya conscientes de nuestras respectivas presencias.



Los detalles van captando mi atención, tanto los naturales como los debidos a la mano del hombre.


Ladrillos de adobe 
Tras unos 3.5 kilómetros de haber acompañado al río aguas arriba, en un punto determinado un cartel invita a adentrarse en el barranco lateral de Valdelagües; cambio pista por senda cubierta de escarcha; la cencellada está siendo severa estos días. El ambiente resulta sereno y solitario.



Fuente de Valdelagües
Al final del barranco la senda se sale de él, vira hacia el Norte y se aprieta contra las peñas tomando altura e internándose luego entre los pinos.


Al cabo del pinar doy vista al Arco de Piedra (840m), ya en terreno abierto.

El Arco de Piedra

Desde el Arco la senda pica hacia arriba y me encamino hacia la Peña Casca Alta.


A punto de alcanzar el mojón cimero observo movimiento entre las rocas, acelero el paso y llego a tiempo de ver cómo un cabritillo solitario sale huyendo de mi presencia.


Tras seguirlo con la mirada hasta que desaparece entre los árboles me aposento en la cima, y observo el amplio entorno que se divisa desde la Peña Casca Alta (937m), para enseguida continuar camino hacia el Collado del Horcajo (915m), ascendiendo a él por un bello y poblado bosque de pinos.

Desde la Casca Alta se divisa, al fondo, la Sierra de Vicort
En el Collado giro completo hacia la derecha (al Oeste) para enfilar hacia la Peña Butrera, que alcanzo fácilmente.

La Peña Butrera (979m) constituye una excelente atalaya sobre la vecina Sierra Vicort y los Picos de Valdemadera y Falguera. Comparto cima con un gran saltamontes que se inmuta poco por mi presencia. Toda la subida del día está ya hecha.

Cima de la Peña Butrera
Somos dos compartiendo cumbre
Para descender continúo senda adelante, hacia el Norte, siguiendo los mojones.

Dejando atrás la cima
Enebros, encinas y pinos se emulan mutuamente en altura creando una cobertura vegetal densa y atractiva.


Me confundo en alguna intersección con una pista descendente, y he de retroceder, porque pretendo continuar el recorrido por las sendas transversales que voy encontrando (todas indicadas por su correspondiente cartel), la primera, la Senda de la Solana (apelativo bien puesto), al final de la cual tomo la Senda de las Ortigas Viejas, aunque no vi ortiga alguna que justificara tal nombre, sí está, en cambio, jalonada de almendros. 


Desembocando finalmente en una pista que recorre el Barranco del Hontanal hacia el punto de partida (muy corredera), pasando por la boca de la antigua mina poco antes de llegar al poste indicador “multi-señales” del inicio / fin de la ruta.

En resumen, una circular de unos 15,5km de longitud, salvando un desnivel total en ascenso de 700m de D+, por un entorno natural variado y muy agradable, a lo largo del cual no me crucé con persona alguna y sí tuve la oportunidad de ver buitres y cabras montés.