domingo, 3 de febrero de 2019

Desde el Puente Grajal al Puente de la Marmota. Una circular por la Cuenca Alta del Río Manzanares

Meandros del Río Manzanares

Cuando la Cuerda Larga está bajo la borrasca, o si simplemente se busca deambular por un entorno natural y sorprendente próximo a Madrid, recorrer el Curso Alto del Río Manzanares entre el Puente del Grajal y el Puente de la Marmota constituye una muy buena opción.

El calificativo de sorprendente es, en mi opinión, el que mejor define a esta circular, ya que no se intuye, en la aparentemente irrelevante dehesa humanizada que se aprecia desde la distancia, que pueda encontrarse un cauce tan sinuoso y “dejado de la mano del hombre”, para su bien, como el que tiene el río Manzanares hasta desembocar calmadamente en el Embalse del Pardo.  

El recorrido, con una longitud en torno a los 16km, salva un desnivel total en ascenso de unos 600m de D+, y el tiempo empleado depende, evidentemente, del ritmo y número de paradas (sorprende cuánto suma a la duración las fotografías que se hacen). Salvo en el corto tramo entre el Alto y el Puente de la Marmota, donde hay que hacer un poco de monte a través con el punto de destino siempre a la vista, todo el itinerario discurre por senderos o pistas muy claros y bien marcados.


Son las 9h cuando emprendemos la marcha junto al punto kilométrico 8 de la carretera M-618 que une Colmenar Viejo con Hoyo de Manzanares. El viento del Norte, frío y fuerte, que viene de la Sierra, hoy en plena borrasca, hace que vayamos muy abrigados mientras descendemos por la carretera hasta llegar al Puente del Grajal, que en realidad son dos: uno medieval (siglo XI) y otro de finales del siglo XIX, pegados el uno al otro.

Puente(s) del Grajal
Tras cruzarlo seguimos el bien marcado sendero que, aguas abajo y por la margen izquierda del río Manzanares, lo acompaña durante más de 5 kilómetros, ciñéndose al barranco por el que discurre.

A la derecha, las dehesas por las que volveremos luego, a la izquierda, las solitarias carrascas se recortan sobre el borde superior del barranco, abajo, casi junto al río, el primero de los molinos que veremos hoy. 

Dehesas elevadas, a la derecha del curso del Manzanares


Solitaria carrasca sobre el borde izquierdo del barranco


Antiguo molino junto al cauce

Cuesta poco imaginar la dura existencia que debieron de llevar sus moradores, en el fondo del barranco, junto al cauce y con pura ladera como única vista a través de los ventanucos.


Al poco dejamos la buena senda inicial y tomamos un sendero que sale hacia la derecha. La humedad es muy abundante, pero al menos vamos resguardados del viento.

Gotas de agua perlan la vegetación 

El Manzanares atrae las miradas, ofreciendo bellos rincones.


A los 2 kilómetros de haber dejado atrás el Puente del Grajal llegamos al Arroyo de Navarrosillos, afluente del Manzanares por la izquierda, que vadeamos saltando de piedra en piedra.

Arroyo de Navarrosillos
Enseguida el entorno se abre y el sendero atraviesa el Alto de las Carrizosas, lugar esclarecido donde la vegetación se ve reducida a unas cuantas carrascas aisladas.

Alto de las Carrizosas
Nos detenemos unos instantes ante una escena que, siendo natural, resulta perturbadora.


A la espalda la borrasca continúa enseñoreándose de la Sierra.


El sendero conduce a otro de los molinos abandonados. Junto a él y al río hacemos un alto para tomar unas almendras y recomponer el espíritu.

Molino abandonado
La luminosidad aumenta y las nubes se disipan por delante.


Tras un trecho encaramos la subida al Alto de la Marmota coronado por una edificación abandonada de amplios ventanales.

Alto de la Marmota

Desde esta privilegiada atalaya se puede ver cómo el Manzanares, habiendo dejado atrás su embarrancado fluir y dibujando ahora amplios meandros en la dehesa, va a entregar sus aguas al Embalse del Pardo. Paraje amplio y sereno cuya contemplación nos detiene durante un rato.

Meandros del Río Manzanares en su discurrir hacia el Embalse del Pardo

Toca continuar y emprender la bajada hacia el Puente de la Marmota, para cruzar el río y retornar.

Tal descenso, sin ser difícil, se torna algo problemático porque hay que atravesar, primero una canalización de agua de hormigón (ancha, profunda y seca) y después alguna alambrera de espinos oxidada hasta llegar a una pista ancha.

Puente de la Marmota
La calzada de acceso al amplio Puente está cuidadosamente enlosada de granito. Estamos junto a la alambrera delimitadora del Monte del Pardo.

Siguiendo el evidente camino ascendente nos alejamos del cauce del Manzanares, subiendo hacia las dehesas planas y extensas que se ubican unos ciento cincuenta metros de desnivel por encima.

Dejamos atrás el Alto de la Marmota (arriba a la dcha.), el Puente del mismo nombre y el barranco.
Alcanzamos una amplia pista superior, que seguimos hasta donde hace un giro en ángulo recto hacia la izquierda, en el cual un camino lateral en sentido Norte la abandona, adentrándose en la dehesa junto a un murete delimitador. Iniciamos el último tramo del recorrido que discurre entre las Suertes del Vallejo y la de Sacera.

Por delante los escasos tres kilómetros restantes para completar la circular, a lo largo de los cuales la placidez del entorno no distingue entre las Suertes*; si bien las vacas de ambas se dedican básicamente a amamantar a los terneros, sí se diferencian en el color de las mismas: canelas o blancas, dependiendo de la Suerte.

Color canela las vacas de "Las Saceras"

Color blanco el de las vacas "Del Vallejo" 
* Origen del término “Suertes”:

En tiempos de pobreza los municipios, propietarios del monte y de sus carrascas, repartían cada año una “suerte del monte”, de la que los vecinos extraían la leña para el invierno. En el reparto de suertes se observaba un rito verdaderamente ejemplar: Primeramente se nombraban los cuadrilleros, que se encargaban de hacer las parcelas. Luego se ponían los límites, con sencillos mojones.
En la misma selección de suertes, no se tenía en cuenta tanto la superficie de tierra, cuanto el tipo de carrasca contenida. Se trataba de dejar contentos a todos; pero ya se sabe que “nadie está contento con su suerte”. Y pocos eran los que decían: ¡Qué buena suerte he tenido!

(En el caso de las dos Suertes junto a las que hemos pasado en esta circular el apelativo de las mismas responde, probablemente, a la acepción más moderna de "parte de tierra de labor separada de otras por sus lindes").


¡Y la borrasca continúa sobre la Sierra!


4 comentarios:

  1. Hola Carmar.

    Huyendo de la tormenta, os llevo a a descubrir un paraje llamativo regado por el río Manzanares, en el que sorprende que habéis cambiado el bosque por las dehesas.

    Habitualmente, la suerte se reparte de otras formas o por lo menos la que yo conozco, ya que al que peor (calidad) tierras le corresponde, suele a cambiar dársele más hectáreas, pero se ve que esto no ocurre en todas las zonas.

    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El barranco y sus numerosos enebros suplieron bien al bosque que esta vez no visitamos.

      Gracias por el comentario Eduardo.

      Salud y Montaña

      Eliminar
  2. A pesar de la densa niebla que cubría la carretera hasta el puente del Grajal, esta se despejaba completamente una vez allí. De este modo pudimos disfrutar perfectamente de sus dos majestuosos puentes. Durante la ruta pudimos ver sorprendidos como una nutria se zambullía en el frío río manzanares, lo cual nos amenizó aún más sin cabe esta gran ruta. Andar a orillas del río Manzanares, cruzar un arroyo durante el camino, poder disfrutar de las vistas del serpenteante río Manzanares hacia su camino a Madrid, cruzar otro bonito puente, ver a decenas vacas con sus tiernos teneros...ha hecho de nuevo, que otra ruta ofrecida por Carmar nos encantara.

    Muchas gracias por la recomendación...ya queda menos para la próxima.

    Saludos
    Aortiz

    ResponderEliminar
  3. Una verdadera delicatessen es esta ruta, inesperada y tan próxima.

    Celebro que te gustara y agradezco tu comentario.

    Habrá tantas recomendaciones como desees.

    Salud y montaña.

    ResponderEliminar