Pinsapos en Orcajo |
Cerca de Orcajo (pequeño pueblo de
la comarca de Daroca), en la ladera Norte de la Sierra de Santa Cruz, hay una
mancha boscosa, dentro del pinar predominante, compuesta por Pinsapos. El pinsapo (Abies pinsapo) es
una especie de abeto, perteneciente a la familia Pinaceae y de distribución
restringida a sierras mediterráneas del sur de la Península Ibérica y el Rif
marroquí. Es pues una rareza en esta
latitud, que Eduardo y yo decidimos visitar en una mañana de frío enero en
detrimento de destinos de mayor envergadura.
Zona ésta de las proximidades de
Daroca donde los entornos singulares son frecuentes: laguna de Gallocanta, ríoPiedra, etc.
Son pasadas las 9 de la mañana
cuando empezamos a caminar tras haber dejado el coche en la Plaza Mayor de
Orcajo, junto al Palacio de los Valenzuela. Nuestras rápidas zancadas,
acuciados por el frío, apenas son perceptibles en el silencio de las solitarias
calles.
Salimos a campo abierto y en las
afueras del pueblo, junto a un cruce, damos con el Peirón de la Pilarica.
Peirón de la Pilarica (foto tomada al atardecer). Al fondo, la Sierra de Santa Cruz |
Tomamos el camino de la derecha,
sentido de la marcha que, para
nuestro pesar, discurre a la sombra entre
encinas, vides y almendros, con campos de cereal en rastrojo, helados y
blanqueados por la helada que muerde y de qué manera (-6ºC). Por el camino de la izquierda volveremos más tarde.
Al otro lado del campo hay un
antiguo colmenar a punto de ser tocado por el sol.
Antiguo colmenar |
Ateridos, continuamos
descendiendo hacia la fuente del pueblo. Lugar de merendero en el que a esta
hora suelo y bancos permanecen recubiertos de la pátina helada que ha dejado la
rosada. El agua retenida en el aljibe de la fuente está recia y literalmente
congelada.
Fuente / merendero. Orcajo visible en la distancia. |
Por fin, siguiendo el trazado de
la pista (coincidente con el PR-Z 60; marcas blancas y amarillas), entramos en
terreno soleado.
Abrimos algunas de las almendras caídas que encontramos bajo
los árboles, para saborearlas al tiempo que nos reconfortamos en la tibia
calidez.
Atrás va quedando Orcajo.
Orcajo |
Mientras
continuamos la marcha que, pasando junto a varios corrales y parideras abandonados, se
encamina hacia la ermita de San Nicolás.
Algún ejemplar aislado de pinsapo
junto a la pista indica que no lejos está el objetivo de hoy.
Abies pinsapo |
Aunque de momento
postergamos su visita y seguimos hacia la ermita, pasando de largo los mojones
que, enfrente mismo de unos corrales en ruinas, marcan el arranque de la trocha
hacia el pinsapar que, desde la distancia, ni siquiera se adivina entre los
visibles pinos. Algunas marcas verdes y desvaídas en las piedras completan la
indicación del mojón.
El frío sigue siendo intenso. Todo
lo que está húmedo y a la sombra se encuentra bajo los efectos de la
cencellada.
Cencellada manifiesta |
En la ermita de San Nicolás, a la
que hemos decidido acercarnos aunque nos separamos algo de la circular que nos
llevará luego por el pinsapar, y en el carasol de su fachada Sur, comemos algo antes de ascender a lo alto de la Sierra de Santa Cruz.
Ermita de San Nicolás |
Reanudamos la marcha,
retrocedemos unos metros hasta encontrar una pista de subida a la Sierra. Una
vez en lo alto del cordal recorremos la loma de Oeste a Este. La ladera Norte de la Sierra, pendiente y
cubierta de pinar, contrasta con la Sur y con la loma cimera, donde la
vegetación es baja, de tomillos y aliagas fundamentalmente, con alguna que otra
encina.
Sobre la Sierra de Santa Cruz. Izq.: el bosque de su cara N. Al frente, la loma cimera. |
En la distancia, hacia el Sur y a
continuación de los campos de cultivo, se divisa la tenue línea azulada que
marca la posición de la Laguna de Gallocanta.
Mirada al S desde el cordal de la Sierra. Tras los campos de cultivo, la laguna de Gallocanta. |
Alcanzamos finalmente uno de los
puntos altos de la Sierra de Santa Cruz, el Mojón Blanco (1.300m). A partir de
él desaparece el bosque de la ladera Norte. Todo lo que sigue es monte bajo y
rocas.
Desde esta elevación optamos ya
por descender "pinar a través" en busca de la pista que, a la altitud de 1.050m –
1.150m, recorre toda la cara Norte de la Sierra.
Llegados a la pista enfilamos de
nuevo hacia el Oeste, a buscar el acceso
al pinsapar. Desandamos así lo
recorrido por la loma cimera, hasta llegar a los corrales en ruinas, cruce
desde donde arranca la trocha indicada con mojones.
Embocadura del acceso al pinsapar |
Guiados por los hitos encaramos
el pinar dentro del cual esperamos encontrar los pinsapos localizados en una
franja entre los 1.150m y 1.200m de altitud.
Están disimulados, es el pino lo
que predomina. Al principio sólo hay pinsapos aislados y pequeños.
Algún pinsapo empieza a verse entre los pinos |
Su tamaño y concentración
aumentan a medida que nos adentramos en el bosque. Ahora sí estamos en el pinsapar.
Ejemplares de pinsapo, cada vez más numerosos. |
Cuanto más uno se interna, más
grandes son los pinsapos que se encuentra. La zona de pinsapar se sitúa en la
ladera Norte, en el entorno de los 1.200m de altitud, y ocupa una franja de
unos 50 metros. No hay una ruta determinada, hay que adentrarse en el bosque y
deambular por él.
Pinsapos muy desarrollados |
Donde el boscaje impide el paso,
retrocedemos y buscamos otro camino. De esta forma nos hallamos inmersos entre
unos árboles elegantes, piramidales, cuya altura estimamos de hasta 20m o 25m.
Tienen las hojas gruesas, rígidas
y punzantes, de color verde oscuro. Todo en ellas pone de manifiesto la
resistencia de éste abeto a la sequía.
La lisa superficie de sus piñas,
grandes y cilíndricas, situadas en la parte superior de la copa, indica que ya
están maduras.
Tras varias idas y venidas salimos
del pinsapar y retornamos junto a los
corrales en ruinas. Para volver a Orcajo y completar la circular, optamos por
desandar / des-correr la pista por la que hemos venido, al pie de la loma
cimera.
Durante el trayecto pasamos junto
a un gran depósito de agua cuya superficie, a pesar de estar recibiendo los
rayos del sol desde hace varias horas, continúa totalmente helada.
Correr es una buena forma de combatir
el frío que vuelve a adueñarse de la umbría por la que transitamos. El buen
trazado y piso uniforme de la pista, con suaves toboganes, nos permite correr
en paralelo, modalidad que induce a ir pensando que el surco por el que
transita el compañero está siempre en mejores condiciones que el propio,
concentrándose en éste los guijarros, los charcos helados y alguna que otra
raicilla traicionera, mientras el del otro lado se presenta liso y uniforme. Da
lo mismo optar por uno u otro, porque la impresión es siempre la misma.
Finalmente la senda se enfila
directamente hacia Orcajo y desciende francamente dejando atrás el pinar, a la
par que desaparecen como por ensalmo los pensamientos anteriores, ya que la
fuerte pendiente obliga a concentrarse bien en dónde se apoyan los pies.
La luna se hace visible sobre los
muros deteriorados de una antigua edificación rodeada de almendros deshojados;
todo (s) sometido (s) a la nueva helada que se avecina, de la que nosotros
tratamos de alejarnos velozmente.
Curiosa y guapa excursión tocayo. ¿Sabes si esos árboles provienen de una repoblación? Los pinares fijo que sí. Mi padre es de Valverde (Calamocha) próximo a la Sierra de Collados donde predomina el pino de repoblación pero sobreviven manchas de quejigo (roble marojo, coscoja y encina que poco a poco recuperan su territorio en estas tierras duras que también son famosas por sus sabinas (Olalla). Un abrazo y feliz 2017!!!
ResponderEliminarEl pinsapar es fruto de una audaz y acertada repoblación forestal a comienzos del siglo XX, cuando alguien, con responsabilidad y mando decidió salirse del clásico pino e integrar esta especie de abeto en tal zona. En suma, una rareza en todos los sentidos que ahora podemos disfrutar.
ResponderEliminarSalud, Montaña y un abrazo, Carlos
Hola Carmar.
ResponderEliminarNos costo encontrar ese pequeño manto de Pinsapos, pero al final mereció la pena. Día frío, que nos dejo un buen sabor de boca.
Salud y Montaña.
Está escondido y disimulado; casi no lo encontramos, pero la perseverancia tuvo su premio y mereció la pena. Frío el que hace por la zona, sí.
EliminarSalud y Montaña.
Hola Carmar.
ResponderEliminarEste pinsapar si que es una curiosidad natural, no hace falta irse a la Sierra de Ronda para verlos, que los tenemos aquí bien a mano.
Gracias por compartirla.
Salud¡
Fer
Curiosidades que gusta encontrar y también compartir con quien las sabe apreciar. Son rarezas, pequeñas delicatesen.
EliminarSalud y Montaña, Fer.
Muy bonitos los arboles. Se puede hacer la ruta con animales?
ResponderEliminarLa ruta es perfectamente factible para los animales. Discurre mayoritariamente por pistas o buenas sendas alejadas de barrancos o cauces a los que pudieran caer los animales.
EliminarGracias por tu visita y a sorprenderse "in situ" con esta rareza junto a Daroca.
Que vergüenza, habré pasado cuatrocientas mil veces por el cruce hacia Gallocanta y, siempre, siempre...la eterna pregunta...A ver cuándo voy al pinsapar jaja...Ahora, de nuevo, me lo pasas por los morricos y me lo apunto en la agenda.
ResponderEliminarMuy bonito el reportaje y de los que mueven conciencias.
Un abrazo
Suele suceder que, cuando pasas muchas veces por un determinado lugar, lo ves, le reconoces su valía pero, como ahí está(rá), el subconsciente lo relega. Algo así me ha pasado a mí con la Sierra de Guara. Pero siempre llega el momento en el que la lista rebosa, la memoria se agita, y con cualquier pequeño estímulo, abrimos el tarro que tan cerrado estaba, oxigenando lo que amenazaba con enmohecerse.
EliminarAsí que ahora que una vez ha llegado la sacudida pocos argumentos van quedando para posponer la visita a tan peculiar zona.
Un abrazo, Javier.