jueves, 9 de enero de 2014

María de Huerva. Barrancos de Nisupu y de la Balsa.

Algunos de los barrancos del entorno, contemplados desde las alturas
El tiempo revuelto e incierto es una buena razón para seguir explorando las estepas yesíferas de los alrededores de Zaragoza. Así que hoy, tras el menú degustación de la pasada ocasión, toca la especialidad del lugar, el plato fuerte de los barrancos.

Una cosa es conocer sus nombres, haber leído las descripciones; y otra muy diferente es ubicarse correctamente una vez que uno se interna en el laberinto de barranqueras.

La idea es recorrer unas cuantas, encadenando subidas y bajadas, para acumular un buen desnivel, a la par que voy explorando y cartografiando mentalmente la zona.

Dejo el coche en el parque de María de Huerva, pocos metros después cruzo el río y continúo por una buena pista, sin hacer caso de las de menor rango que surgen a derecha e izquierda (ya empieza el lío de las distintas opciones), hasta alcanzar el petroglifo característico que se encuentra seguidamente.

Éste, cual rosa de los vientos, parece señalar con cada uno de sus brazos las distintas entradas a los sendos barrancos que confluyen en el punto donde está ubicado y que, indefectiblemente acaban, con mayor o menor dificultad, en la meseta superior de la Plana, a la cota de 750m.

Iba con el propósito de enfilar hacia el barranco de la Sal, siguiendo muy atentamente la precisa indicación que Manumar da en su referencia: “antes del gran Bisonte”. Pero vamos, que debí de tomar cualquier otra por la que fui ascendiendo, que derivaba persistente y empinadamente hacia Cadrete, alejándose de la Plana. Lo cual constaté cuando, a la altura de los 600m, tuve la perspectiva completa. Así que busqué y encontré una mínima trocha por la que pude retornar hasta el petroglifo. Primera subida del día, y ahora voy a por la segunda (desestimada ya la del barranco de la Sal).

De nuevo en el petroglifo, continúo por la senda y esta vez alcanzo el otro punto característico de la zona: el Bisonte.

Inicio la carrera por la senda que conduce al barranco de la Balsa. Al poco de dejar atrás el Bisonte, y a mano izquierda, se abre la entrada del barranco de Nisupu. Angosto y salvaje, con continuos quiebros, mantiene clara orientación hacia el Sur-Este. 

Senda que serpentea entre rotos cortes de yeso, sorteando algún que otro pino y ganando altura rápidamente.

Una vez alcanzado el cordal superior, con la posibilidad de ver el conjunto, observo claramente la deriva y separación que hay con el cabezo del Sillón, justo enfrente y al fondo.

Está bien, si lo que quería era correr ya puedo seguir haciéndolo. Unos cuantos metros más y alcanzo la Plana. 

Llegando a la Plana.
Vista desde el borde de la Plana, hacia los barrancos.

Así que, Plana adelante, hacia el Sillón, en busca de la conexión con el barranco de la Balsa.

La conclusión tras este largo tramo llano por la Plana es que, una vez en ella, conviene acceder cuanto antes a la pista que viene de Cadrete; ya que si no se hace, y se sigue el perímetro que da vista a los barrancos, se consiguen dos cosas: la primera, hartarse de patear rastrojo con un montón de piedras de tamaño mediano, poniendo a prueba los tobillos; la segunda, buena kilometrada por el terreno susodicho, siguiendo el muy sinuoso perímetro. Así que, en mi caso, cuando me cansé del rastrojo decidí ir a buscar la pista que, si bien unos cientos de metros más allá, por lo menos después sigue la línea recta. En cualquier caso, ¡Una “jartá” de Plana, con los molinos de viento zumbando alrededor incansablemente!

Paso por el punto geodésico de Salinas, dejo de lado las ruinas de una antigua edificación y por fin encuentro una entrada de trocha en el pinar que ya me permite ver, en la distancia, la senda que iba buscando y que marca el descenso hacia el barranco de la Balsa ¡Menudo trecho todavía!, pero ya voy orientado.

Los paisajes siguen siendo agrestes y los cortados sobresalen entre los pinos.

La senda que surca el cordal en dirección al barranco de la Balsa es aérea y estrecha. Se va por el mismo filo de la loma. El yeso hace suave y amortiguada la carrera.

El descenso a la cabecera del barranco es muy pendiente, por unas profundas torrenteras en las que cabe la pierna hasta la altura de la rodilla.

Una vez abajo solo me queda recorrer el barranco en su totalidad, hasta el Bisonte, sorteando las diversas terrazas yesíferas y pequeñas pozas que voy encontrando.

El invierno hace que hasta los leñosos arbustos tomen el color de los estratos rocosos.

Es tarde y ya no es el momento de visitar el castillo. Otro día tocará.


2 comentarios:

  1. Complicada y serpenteante orografía, siempre llena de misterios y sorpresas. Esa es la mejor forma de conocerla, adentrarse y descubrir.....es probable que algún día también te encuentres por estos barrancos con familiares de tus amigas "pedriceras", las "hispánicas"

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    1. Atento voy a ellas desde que me lo dijiste, pero de momento, ni rastro ni restos he visto. A ver si conseguimos alguno sacarles la primera fotografía, que será un "puntazo". Salud y Montaña, brother.

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