Lugares a los que pocos van, cuya
quietud ninguno osa disturbar
En contraposición con la “suave”
vertiente segoviana de los Montes Carpetanos, la “escabrosa” vertiente
madrileña es abundante en Hoyos, disimuladas y pequeñas praderas formando
enclaves recoletos al pie de los paredones rocosos que los circundan, y
colgados a su vez sobre las pendientes laderas cubiertas de pinares que se
alzan desde el valle inferior.
Decir, como introducción, que
para acceder a ellos conviene rehuir, en la medida de lo posible, las zonas
densamente cubiertas de piornos, uniformes y amigables en la distancia, pero
obstáculos a menudo infranqueables, y siempre verdaderos sumideros de energías
en la proximidad.
La presente circular (realizada
en el sentido anti horario) recorre los Hoyos más próximos al Macizo de
Peñalara, dejando de lado tan sólo el de Poyales (para otra vez será).
Hoyos Cerrado y Poyales desde el Monumento al Guarda Forestal |
Son varios los “Hoyos Cerrados”
reseñados como tales en Guadarrama, pero el de hoy, próximo al Cerro de
Claveles, se lleva la palma en lo de hacer honor al nombre. Tan cerrado está
que ni vacas hay en él. Ningún acceso al mismo es sencillo, ni está de camino
hacia otras partes.
Camino del Hoyo Cerrado hay un punto a partir del cual las vacas ya no suben más. |
Se encuentra ubicado a 1.667m de
altitud, al pie de los escarpados farallones que, elevándose 250m, lo cierran
por el Oeste, y flanqueado por un par de contrafuertes empinados y abruptos que
lo encapsulan por el Norte y el Sur, hasta dejar una embocadura de apenas 50m
de ancha, cegada por pinos y piornos, por la que el Arroyo de la Nevera se
lanza ladera abajo a través de una abigarrada vegetación.
El Hoyo Cerrado, con apenas 200m de pradera plana y todo él
“protegido/defendido” por densos y altos piornos, es un paraje particularmente
salvaje y silencioso donde el tiempo parece haberse detenido, al que resulta
muy trabajoso acceder desde cotas inferiores y del que para salir/entrar por su
parte alta, hay que hacer gala del mayor de los tesones.
El Hoyo Cerrado |
Para llegar a él desde la pista
que vengo siguiendo, en realidad tan sólo 100m de desnivel a superar, tengo que
ir pinar / piornal a través sin senda aparente y por donde haya paso. Unos
treinta minutos de fatigoso y afanoso transitar a través o sobre la espesura.
En un momento determinado una sensación inesperada de frescor me hace parar al
constatar que estoy entre un reducido grupo de hayas ¡Un pequeño oasis!
Bajo las frescas hayas |
Con ánimo renovado continúo en la
brega hacia la embocadura del Hoyo Cerrado, al que llego finalmente.
Mirada atrás antes de llegar a la embocadura del Hoyo Cerrado |
Descanso un momento, descargo las
zapatillas de los molestos pinchos y abundante broza que han embarcado en la
subida y tomo un plátano mientras contemplo el solitario e inaccesible lugar.
En el Hoyo Cerrado |
Embocadura del Hoyo Cerrado "defendida" por la abigarrada vegetación |
Toca ahora salir de él por
arriba, para lo cual me encamino decididamente hacia la parte menos pendiente
del circo, la SO, directo hacia el piornal. Tras estar batallando denodada e infructuosamente
durante más de media hora contra la masa de piornos que cubre la zona (sin
olvidar los rosales silvestres que se entremezclan, dando consistencia al
conjunto), intentando también por los islotes de canchales que hay, opto por darme por vencido y buscar otra alternativa.
Para lo cual desciendo a la base
de nuevo y, haciendo caso al instinto, decido probar por el áspero contrafuerte
Norte, cubierto de pinar (“es muy pendiente, pero al menos entre los pinos no
habrá tanto piorno”, pienso).
Un acierto, porque al poco encuentro
la traza de una trocha que, en dirección hacia el Hoyo de Poyales, me ayuda a
superar los primeros 50m de desnivel, senda que abandono cuando ésta se dirige
francamente hacia Poyales, siguiendo entonces tieso y hacia arriba por el
contrafuerte. La pendiente es muy fuerte pero el avance es factible.
Mientras progreso contrafuerte arriba echo miradas ocasionales hacia el interior del Hoyo |
Finalmente se acaba el pinar, a
partir de lo cual la cobertura vegetal vuelve a ser de piornos y enebros, pero
rastreros y de bajo porte, de forma que el ánimo se recompone.
Una familia de cabras, reposando
sobre el borde del roquedo, me observa confiadamente mientras yo continúo hasta
alcanzar sin problemas la cota de 1.950m, y la parte superior del Hoyo Cerrado
que ha quedado “allí abajo”.
El Hoyo Cerrado desde su parte superior |
A partir de este momento voy
siguiendo una senda estrecha que aparece y desaparece manteniendo la altitud de
1.950m. A pesar de que hay zonas densamente cubiertas por piornos y enebros la
altura de éstos ronda en torno a los 40cm, con lo que resultan “transitables”,
y así durante 4km al pie del Macizo de Peñalara, hasta la Hoya de Pepe Hernando.
El Cerro de Claveles emergiendo sobre los piornos |
En función del ganado que haya en
altura, es posible repostar agua en los varios arroyos y regajos que se van
cruzando.
Sucesivamente alcanzo primero el
nimio Hoyo de Claveles y después la
Laguna del Operante (sin agua en estas fechas).
En la Horcajada cruzo el Arroyo
del Brezal. El ganado es cada vez más abundante.
A medida que me aproximo a la
Hoya de Pepe Hernando la vegetación de matorral aumenta y la senda desciende
rápidamente hasta los 1.850m de altitud, enfilándose hacia el acceso a la Hoya.
El pinar hace de nuevo acto de presencia, lo que agradezco, pues ya tengo ganas
de dejar los piornos atrás.
La Hoya de Pepe Hernando es un lugar particularmente bonito y,
comparado con el Hoyo Cerrado, amplio, al pie de abruptos paredones rocosos.
Para salir o acceder a él por lo alto es recomendable hacerlo por su
contrafuerte NE, haciendo caso omiso de las engañosamente amigables verdes
laderas de piorno.
Un lugar ideal, la Hoya, para
relajarse un poco y tomar unas almendras y una manzana antes de reemprender la marcha.
La Hoya de Pepe Hernando |
Toca ahora el rápido descenso por
camino bien definido (¡Cómo cunde la marcha!) hasta la Sillada de Garcisancho.
Sillada de Garcisancho |
Y el retorno al punto de partida por el GR-10-1, con parada para visitar la
atractiva Charca de los Plumeros, antes concluir una gran circular por
territorio salvaje en su mayoría, muy del gusto de los buscadores de lo inédito
y amigos de lo intrincado, donde la soledad es la compañera y la satisfacción
es mucha.
Charca de los Plumeros |
Una reflexión para calificar esta
circular podría ser: “Quien pueda (físicamente), además ha de querer firmemente realizarla (pues las densas barreras
de altos piornos ponen a prueba al más pintado)”.
Bonita ruta por lugares poco transitados, solo aptos para aquellos que no tengan prisa en la montaña ...
ResponderEliminarGracias Trasgu por tu comentario.
EliminarRutas así requieren de paciencia y de una gran pasión por un entorno "casi" virgen.
Un abrazo.
Un incordio para el caminante las barreras de piornales, aulagares, romerales etc. Buscar pasillo entre estas plantas leñosas es un gasto enorme de energía por el zigzagueo que requiere. Sin embargo, la naturaleza es así y la esquivamos como mejor sabemos; con una buena dosis de paciencia.
ResponderEliminarEste viaje habéis estado muy acompañados.
Un abrazo.
Conocedor eres, Javier, de los entornos naturales. La naturaleza es como es y nos adaptamos a ella como mejor sabemos, aplicando los recursos desarrollados con los años, igual que cualquiera de sus habituales. La paciencia es fundamental.
EliminarEn este recorrido "he estado" bien acompañado por la presencia de los ausentes, que aunque anduve en solitario, solo no me sentí.
Un abrazo.
Hola Carmar.
ResponderEliminarCon esos alicientes, dan ganas por lo menos de no ir a visitar el Hoyo Cerrado, el resto sin duda es una buena circular por lugares solitarios.
Un saludo
Hola Eduardo,
EliminarCon lo que te gustan los lugares intrincados y recónditos, me parece que te habría agradado tanto como a mí, el Hoyo Cerrado. Ahora que, una vez fuera de él, ya respiré más aliviado ;-)
Gracias por el comentario, y un saludo.