domingo, 21 de abril de 2019

Torrelodones, presa de El Gasco y canal de Guadarrama, un fallido de antaño.

Atalaya de Torrelodones

En el término municipal de Torrelodones quedan las jaras, el lodón (almez) desapareció ¿O quizás nunca estuvo?, y tan sólo su recuerdo subsiste como nombre de la torre o atalaya.

Si bien lodones no hay en los alrededores, sí se encuentran abundantes pinos, encinas, enebros y jaras, compartiendo hábitat con cantuesos y otras plantas aromáticas.

Lodón, en botánica, equivale a almez y ninguno de estos árboles hemos conseguido localizar a lo largo del recorrido. Si bien seguiremos buscándolo, que sería agradable encontrar alguno, creo que el origen del nombre de Torrelodones va más por la interpretación que aporta midelcorro  en su interesante blog sobre la flora de la Sierra, y que dice lo siguiente al respecto:

“Comenzaba el año 1086. Reinaba en castilla Alfonso VI, cuando un caballero de limpio linaje llamado Don Tirso de Lodón, buscando consuelo a su viudez, vino a refugiarse en un castillo de su propiedad situado a la izquierda del río Guadarrama, en un sitio muy quebrado, en el monte que llevó el nombre de las Marías y hoy se denomina Montealegre. Este castillo dominaba un pequeño caserío que con el tiempo llegó a convertirse en la villa de Torrelodones.”

Según escribe Juan Ortega Rubio, en su “Historia de Madrid y de los pueblos de su provincia” (1921, reeditado en 2011)

Una circular mañanera por la zona natural que, y parece mentira, aún existe entre los abigarrados núcleos urbanos que proliferan, permite visitar lo que queda del ambicioso proyecto de Carlos III (fines del XVIII), el Canal de Guadarrama, concebido por el ingeniero Carlos Lemaur, que pretendía construir un canal navegable desde el río Guadarrama al Océano Atlántico, pasando por Madrid, Aranjuez, La Mancha y Sierra Morena (detalles aquí wikipedia).

La primera fase del proyecto incluía la ejecución de una presa en el río Guadarrama (la de El Gasco) y la construcción de un tramo de 27 kilómetros de canal que conectara con el río Manzanares. Fue ésta la única fase que se inició, y que concluyó fallidamente a causa de una gran avenida de agua que destruyó la mayor parte de la presa iniciada.


El día tiene pronóstico de lluvia por la tarde, así que, sin madrugar, comenzamos la marcha a las 10h en Torrelodones, ya que el recorrido es corto.

La atalaye árabe, emblema de la localidad, es nuestro primer objetivo. La traza es clara hasta la parte alta del montículo sobre el que se encuentra, en el paraje denominado las Marías (árabe Al-mariya = “la atalaya”). El tiempo parece que se mantiene bueno, aunque frecuentes avanzadillas de nubes van viniendo desde el Norte que, de momento, no se consolidan.

Dejamos atrás las ruidosas proximidades de la autovía y emprendemos la marcha hacia el Sur caminando por la típica senda arenosa de Guadarrama, que serpentea entre el roquedo que constituye “las Marías”. Resulta agradable que el único sonido que percibimos ahora sea el crujir de nuestros pasos sobre la granítica arena.

Por la senda de las Marías el ruido de la urbe no se percibe


Al poco la senda desemboca en una amplia pista por la que continuamos hacia el Sur, en un punto determinado dejamos de lado el entronque de un sendero que viene de la ruinosa Casa del Enebrillo (por él retornaremos después) y apenas 600 metros más adelante encontramos, al frente, la inconfundible Casa de Panarrás, en lo alto del Cerro del Gurugú ¡Buenas vistas ha de tener!

Casa de Panarrás
Tras dejarla atrás comenzamos el descenso hacia el cauce del Guadarrama. Jaras y encinas hasta donde la vista alcanza. Doscientos metros de desnivel hasta llegar a la presa de El Gasco.

Presa de El Gasco vista desde la margen derecha del río Guadarrama
Una vez en ella cruzamos al otro lado del río por lo alto de la misma. Una roca tallada parece controlar el acceso.


El río Guadarrama se precipita impetuoso contra la base de la deteriorada estructura, saliendo mansamente por el otro lado, en su fluir hacia el Molino de la Hoz, conformando una estampa testimonial de lo que no pudo llegar a ser.

El río Guadarama a uno y otro lado de la presa (arriba, llegando; debajo, tras pasar por ella)


Dejamos atrás la presa volviendo durante unos 200 metros por el camino de acceso hasta entroncar con el inicio del canal, en un entorno de tupida vegetación donde los pinos prevalecen sobre el resto.



Iniciamos aquí el retorno hacia el punto de partida siguiendo el trazado del canal, que circunvala por la parte baja el Cerro del Gurugú durante algo más de 3.5 kilómetros.

Inicio del Canal de Guadarrama

A lo largo de todo el recorrido las encinas toman el relevo y se muestran espectaculares, creando rincones verdaderamente atractivos donde la vegetación florece en esta primavera y los abejorros contribuyen a la polinización de las jaras.

Fomitopsis pinicola (yesquero del pino)
Abejorro en la flor de una jara
Encina en flor
Finalmente, en la vertical de la Casa del Enebrillo, atravesamos una zona de encinas y líquenes antes de dejar la estrecha senda que acompaña el recorrido del canal. 


Lo vadeamos (está seco) y emprendemos el empinado remonte que, tras salvar unos 150m de desnivel, lleva hasta la Casa y a entroncar con la pista por la que hemos transitado por la mañana camino de la Casa Panarrás, a unos 600m de ésta.

Ahora ya sólo queda retornar hacia la Atalaya, visible en la distancia, constatando que el tiempo se ha empeorado de forma que las amenazadoras nubes han cobrado consistencia y que será cuestión de poco que empiece a llover.

Atalaya de Torrelodones con la nevada Sierra al fondo
Concluimos este recorrido mañanero, de unos 13km de longitud, salvando un desnivel total en ascenso de unos 400m de D+, que nos ha permitido deambular por unos parajes de suelos graníticos donde los pinos, las encinas y los enebros medran, a la par que la jara perfuma el ambiente, ajenos al hervidero urbano que rodea estos parajes.



4 comentarios:

  1. Bueno Carlos, ya estoy por aquí. Ya se sabe, el cuerpo es vago y pide relax, no hacer nada que perturbe su tranquilidad.
    Entiendo y comparto tu querencia por estos andurriales tan especiales donde uno encuentra un mundo de naturaleza tan envolvente por la cual, no regresaría uno nunca a la gran urbe.
    A pesar de no ser la mili algo para recordar muy positivamente, pude sacar lo mejor de ella que, eran precisamente, estos parajes tan fantásticos cada vez que hacía la guardia en cualquier garita del cuartel de Hoyo de Manzanares. Recuerdo mucho aquella atalaya cada vez que salía de permiso.
    Todo este paisaje me hizo la mili mas llevadera.
    Un abrazo

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    1. Ay, la pereza, uno de los siete pecados capitales que se combate con la virtud de la diligencia.

      Pero no es pereza el desánimo, que el relax resulta necesario después de esfuerzos sostenidos.

      Así que bienvenido con los ánimos renovados.

      De garita a atalaya los actuales vigilantes conectan con los antiguos. Siglos de distancia conectados a tiro de piedra en unos parajes cuya naturaleza perdura y anima.

      Un abrazo, Javier, y gracias por tu visita y comentario.

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  2. Una ruta recomendable para días poco calurosos. Buen rincón aunque esté "acorralado" de chalecitos. Un abrazo Carmar

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    1. Zona de lodones que no se encuentran y de sendas por parajes verdes que no se esperan encontrar.

      Salud y Montaña, Rafa.

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