lunes, 19 de noviembre de 2018

Las Cascadas del Purgatorio y “sus adentros”, desde Rascafría. Un recorrido por parajes naturales con recuerdos medievales.

Puente del Perdón, en Rascafría, junto al monasterio del Paular

Itinerario salpicado de lugares cuyos peculiares nombres bien merecen una explicación antes de ponernos a realizarlo.

Comenzamos con el del propio punto de partida, Rascafría, que hace referencia a “carrasca fría”, encina no muy grande característica de la zona, habituada a soportar las bajas temperaturas invernales propias de estos parajes.

Sigue el Puente del Perdón, erigido en 1302 (plena Edad Media), para sortear el curso del río Lozoya.

Por esa época el valle de Lozoya pertenecía al Concejo de Segovia; debido a su espesa vegetación, además de su difícil acceso, era el terreno adecuado para grupos de malhechores que hacían de las suyas. Se crearon entonces los denominados caballeros de los Quiñones de la Ciudad de Segovia. Se trataba de grupos de jinetes armados que, acompañados de sus mujeres, avanzaban por estas tierras hostiles buscando asentamientos donde iniciar una nueva vida y, con ello, una nueva población. Investidos de poder militar y jurisdiccional, no se andaban con remilgos a la hora de impartir su justicia y mandaban a la horca a cualquiera que pusiera en peligro la estabilidad de los nuevos asentamientos.

Antes de partir la comitiva (reos y ajusticiadores) hacia la Casa de la Horca se les revisaba la sentencia, y a algunos se les perdonaba aunque no se les comunicaba la nueva decisión. Emprendían todos el camino y cuando llegaban al puente, a los que habían sido indultados se les liberaba, y podían irse cruzándolo. Si no había parada en el puente, el destino era otro.

Finalmente, el propio nombre de las Cascadas del Purgatorio, lugar donde los monjes del monasterio del Paular iban a meditar y a purgar sus pecados.

Qué frío se nota cuando, a las 8h de la mañana, salgo del coche y emprendo la marcha. Día raso, -1,5ºC de temperatura y nadie todavía junto al monasterio del Paular. No estará tan solitario a la vuelta.

Atmósfera nítida y fría de la mañana
El otoño embellece, y de qué manera, un lugar ya de por sí con mucho encanto cuyos detalles procuro no perderme, mientras mantengo un trote suave que me ayuda a ir entrando en calor.


La pista (GR-10-1) es amplia y las indicaciones hacia “la Cascada del Purgatorio” marcan los desvíos a ir tomando.

Las reses comienzan temprano sus tareas. 



En un punto determinado, atendiendo al cartel indicador, tomo una senda que abandona la pista  y que va en busca del Arroyo del Aguilón.

Al poco de cruzar su cauce sigo una trocha clara que lo remonta aguas arriba internándose en el pinar. El  terreno se torna más abrupto. Me sumerjo en el murmullo de las aguas y los colores del otoño.



Poco a poco el rumor se transforma en ruido, indicando que la primera cascada del Purgatorio está cerca.

Enseguida llego y, desde un mirador de madera construido al efecto, dedico un tiempo a mirarla. Se encuentra en el entorno angosto del barranco por el que discurre el Arroyo del Aguilón.

Primera cascada del Purgatorio
Altos paredones flanquean el lugar. Hasta aquí el sendero bien marcado, a partir de este punto comienza lo que yo he llamado “los adentros”, paraje poco frecuentado y montaraz en el que se incluye la segunda cascada del Purgatorio y el remonte aguas arriba  del arroyo del Aguilón por el Hueco de los Ángeles y las Arrecidas, hasta llegar a su pequeño afluente, el de Navahondilla para, siguiéndolo, salir de nuevo al GR -10 – 1, desde donde iniciar el retorno hacia el punto de partida. 


Abandonando el mirador me dirijo por una pedrera hacia la base del corte rocoso por el que cae la primera cascada, apenas a una veintena de metros aguas arriba del arroyo, por la izquierda en el sentido de la marcha.

Pequeña y sencilla trepada por esta pared para pasar al otro lado
Si bien no veo indicación alguna sí estimo que la trepada de la pequeña pared que tengo enfrente parece sencilla (¡Ojo con roca húmeda o hielo!), así que supero el resalte (unos cinco o seis metros) y accedo tras él a una canal pedregosa (hacia la izquierda) cuya remontada no es compleja, si bien conviene ir con precaución. Al frente, en una zona agreste y rocosa del barranco, se da vista a la segunda cascada del Purgatorio, más alta y espectacular que la primera.

Segunda cascada del Purgatorio
La verticalidad de las paredes y el ruido del agua al precipitarse confieren al paraje un atractivo especial que me retiene durante un rato junto a un viejo arce colonizado por el muérdago, al tiempo que trato de encontrar alguna senda o trocha que me aproxime hacia la parte alta de la segunda cascada.

Arce (arriba) colonizado por el muérdago (abajo)

Lustroso muérdago con sus bonitas bayas
Tras varias idas y venidas por fin la encuentro y sigo adelante. Voy levantando mojones en los lugares conflictivos para ayudar a los que, como yo, vayan sin GPS.

Hacia la parte superior de la segunda cascada del Purgatorio
Alcanzo la parte superior de la cascada y continúo por el bosque, aguas arriba, por una trocha que me permite trotar.

El arroyo del Aguilón discurre hacia la cascada que está próxima
Unos metros por delante veo atravesado lo que me parece un tronco caído y carcomido.


Al aproximarme me doy cuenta de que no es un tronco, sino los restos de una vaca de la que tan sólo queda la piel y los huesos. Instintivamente retrocedo un par de pasos.

La imagen me induce al recogimiento.


La dejo atrás y sigo la marcha. El arroyo va formando pequeñas cascadas. Me siento parte del entorno.

El sol todavía no alcanza al lugar por el que voy marchando. Las hojas de arce caídas alfombran algunos tramos.


El paraje es agreste y primitivo.


En un punto determinado cruzo el arroyo y por fin accedo a la zona soleada 


En un sitio cálido y amplio, próximo al entronque con el pequeño arroyo de Navahondilla, hago un alto para descansar.


Reemprendo la marcha y enseguida llego al pequeño afluente que voy buscando, dejo el curso del Aguilón y en su lugar tomo aguas arriba del arroyo de Navahondilla. 

Arroyo de Navahondilla
Siguiendo su poco caudaloso curso hasta llegar al GR-10-1, dejo definitivamente atrás “los adentros” a la altitud de 1.528m.

Desde el GR, enfrente, el Macizo de Peñalara.
En lugar de continuar por la buena pista del GR tomo una senda herbosa a la izquierda que sale a los pocos metros y que, siguiéndola en sus distintas variantes de pista, camino, senda, trocha junto a murete, o eventualmente campo a través, me llevará hacia confluir con el PR – 25 que discurre junto al río Lozoya a los 1.250m de altitud.

Manteniendo clara la orientación Norte primero, Noroeste después, y aprovechando las sendas, el descenso cunde; el terreno se va haciendo cada vez más abierto y las referencias visuales me permiten ir manteniendo el rumbo correcto hasta llegar, finalmente, a entroncar con el PR – 25 en un lugar intermedio entre la Isla y el embalse de la Presa del Pradillo.




En un tramo de ida y vuelta me acerco hasta ver la Presa del Pradillo, hoy embellecida por el otoño.

Presa del Pradillo
Para completar la circular me quedan cinco kilómetros por re - correr en un entorno de robles cuyas hojas alfombran el sendero, atravesando ocasionales claros, dirigiendo la vista hacia las puntas nevadas del macizo de Peñalara.



Llego finalmente al Puente del Perdón, ahora sí muy concurrido, cuyo entorno reluce de otoño, poniendo fin a una circular exigente y reconfortante a la vez, con una longitud total de 16,5km salvando un desnivel total en ascenso de 570m de D+.



6 comentarios:

  1. Lugares e cantos mágicos que, sem dúvida, eu ficaria encantada para me integrar nessa paisagem de lendas.
    Obrigada por compartilhar essas belezas que você encontra por seus caminhos de sonhos...
    Um beijo

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    1. Sueño con esos caminos y lugares, y los busco con ahínco, que integrados en la naturaleza nos reencontramos con nuestros orígenes. Pero atención, que el entorno no entiende de dulzuras ni de amarguras tampoco, y no debemos dejar de atender a dónde y cómo pisamos.

      Gracias por tus palabras y un abrazo, Teca.

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  2. Hola Carmar.

    Lugar concurrido y no es de extrañar por la belleza del lugar, aunque la mayoría se queda en el mirador, porque el terreno que le sigue no es apto para cualquiera.

    Como siempre un bello recorrido, muy bien redactado y fotografiado.

    Un saludo

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    1. "Los adentros" son para los buscadores de lo inédito y amigos de lo intrincado.

      Gracias Eduardo por tu comentario sobre un recorrido que, sin duda, te hubiera gustado y mucho.

      Salud y Montaña

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  3. De pequeño visitaba el muladar de mi pueblo y siempre había algún mulo muerto en diferentes estados de descomposición y devorados por los buitres. La escena me invitaba al silencio y a pensar en la dura vida de trabajo del animal que, ahora, yacía muerto.
    Es la sensación que me ha transmitido tu encuentro con la vaca.
    Un abrazo.

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    1. Poco o más bien nada que añadir a tu comentario, tan sólo quizá constatar la similitud de los sentimientos que se experimentan ante la contemplación de la muerte.

      Un abrazo

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