domingo, 11 de noviembre de 2018

El Pendón, cumbre secundaria, atalaya de primera. Desde Miraflores de la Sierra, en circular.

Cara Noroeste del Pendón visto desde Cabeza Arcón

Al este de Miraflores y al sur de Bustarviejo, parcialmente eclipsado por las más elevadas cimas vecinas de Guadarrama, se alza el Pendón cuya cumbre alcanza los 1.545m de altura, constituyendo un atractivo objetivo para cuando las primeras nieves y la ventisca desaconsejan otras ascensiones de mayor envergadura.

Montaña aislada cuya subida puede incluirse en un recorrido circular que, partiendo desde Miraflores de la Sierra, permite enlazar un rosario de cimas / atalayas desde donde ir contemplando el paisaje que las rodea; en este caso las cumbres (más o menos relevantes) por las que pasa este recorrido son las siguientes: Cerro de los Canteros, Pendón (relevante), Canchos de la Peña del Rayo, Cabeza Arcón (relevante), la Buitrera, Cancho del Reloj y Cabeza Cristina.

Las condiciones meteorológicas de hoy, con las cotas más altas blanqueadas por la primera nevada de la temporada, el viento de Norte soplando fuerte y con una temperatura no superando los 4ºC, me empujan a realizar este zigzagueante recorrido circular, con origen y llegada en la urbanización de Solycampo de Miraflores,  ascender por el Barranco de Navacerrada hasta el plano del Badén para, desde éste, emprender un ladeo al pie del Pendón hacia el Cerro de los Canteros (¡Vaya con las jaras!) y, una vez en la loma cimera, continuar hacia el Pendón, bajar al Collado de Tiro de la Barra, seguir hacia los Canchos de la Peña del Rayo contorneándolos por el Norte, subir a la Cabeza de Arcón y ya emprender el retorno hacia el Sur, pasando sucesivamente por los poco relevantes Buitrera, Cancho del Reloj y Cabeza Cristina antes de internarme en el pinar que separa estas lomas de la Cañada Real Segoviana (GR-10) que, paralela al Arroyo del Valle, comunica las poblaciones de Miraflores con Bustarviejo circunvalando por la base las cimas que he recorrido en altura. Un itinerario de casi 18km de longitud con un desnivel total en ascenso superior a los 900m de D+, en el que “las jaras” alcanzan un papel protagonista.



Son las 9h de la mañana cuando, bien abrigado, emprendo el trote descendente desde la urbanización Solycampo para llegar al cauce del Arroyo del Valle, cuyas aguas bajan mansas y que se cruza por un puente recién reparado en el que se lee la petición de “por favor motos no”, a la que me temo yo que se le presta poca atención.

Al otro lado del arroyo hay dos opciones, hacia el Norte, el GR-10, que es por donde volveré; hacia el Este, una amplia senda que discurre paralela al trazado de la vía del tren, que es la que tomo. 

Las cumbres de la Cuerda Larga, blanqueadas por la nevada de la víspera, están cubiertas de unas persistentes nubes, y el viento sopla fuerte del Norte. A pesar de ir al sol no me sobra prenda alguna de ropa.

Atrás queda Miraflores. La Pedriza, en la distancia


Tras unos dos kilómetros y medio desde la salida abandono la pista optando por una senda que se orienta claramente hacia el Norte, y que luego se transforma en sendero estrecho una vez entra en el Barranco de Navacerrada. El Cerro de los Canteros y el Pendón, así como su ladera Oeste cubierta de jaras, están a la vista.

El Cerro de los Canteros (dcha) y el Pendón (izq)
El camino gana altura suavemente, lo que permite ir contemplando el paisaje a medida que se asciende.

La nieve se hace presente y los colores del otoño se aprecian en los arbustos caducifolios. Las jaras, de momento, se limitan a perfumar el ambiente y a mojarme con los restos de nieve y agua que las cubren. El frío se intensifica a medida que asciendo, aunque afortunadamente aún voy resguardado del viento.


A la altitud de los 1.300m alcanzo la amplia campa de El Badén. Enclave bonito y solitario, doscientos cincuenta metros por debajo de la corona de cumbres que la rodean (y que recorreré en altura) teniendo justo enfrente, al Norte, el amplio collado de Tiro de la Barra fácilmente accesible desde aquí, tras el cual se encuentra la población de Bustarviejo.

El Badén
En aras de la circular que llevo in mente oriento la marcha hacia el Sur para, a media ladera a pie del Pendón, alcanzar el Cerro de los Canteros.

Entre donde me encuentro y el citado Cerro hay un kilómetro y medio de jaral, y no más de ciento cincuenta metros de desnivel, pero que me ocuparán algo más de una hora de trabajoso transitar entre selváticas jaras de más de metro y medio de altura, formando un denso manto verde en el que cualquier rastro de trocha jabalinera constituye una bendición.


La jara pringosa (Cistus ladanifer L.) es un arbusto espontáneo que, aparte de sus acciones antioxidante, antiinflamatoria, antimicrobiana, antifúngica, antidepresiva, antiespasmódica, y antihipertensiva (que se encuentran reseñadas en las enciclopedias médicas), tiene la particularidad de ser muy leñosa desde la base hasta arriba, con ramas poco flexibles, con lo que, cuando están muy juntas, presenta barreras a menudo infranqueables, semejantes a las que forman los bojes y los piornos.

De manera que, provisto de mucho tesón, paciencia, una cierta intuición y algo de sentido común (“conocimiento” se dice por mi tierra), me dedico con ahínco a ir y venir por el jaral, avanzando y retrocediendo, superando poco a poco el parapeto vegetal y saliendo en cuanto puedo a las rocas para trepar hasta el Cerro de los Canteros ¡Uf, qué incómodo tramo!

La continuación por el cordal hacia el Pendón se presenta clara y sin obstáculos relevantes. Senda no hay, pero las jaras son aquí de bajo porte y se encuentra el paso fácilmente. De hecho coincido con una pareja de jabalíes que se desplazan en el mismo sentido ¡Suerte que a unos diez metros de donde estoy y que “huyen del animal más grande”!

Al fondo el Pendón y su vértice geodésico
Un vértice geodésico y las paredes derruidas de una pequeña construcción conforman la cima del Pendón.

Cima del Pendón


A pesar de que luce el sol el ambiente es muy frío, sensación incrementada por el fuerte viento. Las zonas umbrías están cubiertas de nieve costrosa. He de moverme con cautela para no resbalar.

El Mondalindo (izq) y la Peña Negra (dcha), desde el Pendón
Tras contemplar el paisaje abandono la cima descendiendo directamente por el lomo Norte. Primero jaras pequeñas (es la tónica de la zona) para acabar encontrando una zona de bloques rocosos que en seco se destreparían bien, pero que con un par de dedos de nieve por encima hacen que dé marcha atrás, suba de nuevo hasta la cima y busque otra alternativa más segura, que encuentro perdiendo altura por la ladera Este hasta localizar unos mojones que se orientan luego hacia el collado del Tiro de Barra.

Descendiendo del Pendón
La vista atrás muestra la blanqueada zona rocosa que conforma la vertiente Norte del Pendón y que he rehusado bajar. El “conocimiento” o precaución son importantes siempre, y más cuando se va solo.


Desde el collado la senda a seguir es clara y se adentra en un pinar rodeando los Canchos de la Peña del Rayo dando vista a Bustarviejo.

Canchos de la Peña del Rayo
Bloques rocosos o canchos de formas curiosas jalonan la marcha.


A lo lejos se ve el Pendón.


Los pinos conservan restos de la nevada.


Al poco llego a la Cabeza de Arcón, amontonamiento rocoso que se eleva unos diez metros del suelo y azotado por el vendaval. Toco cima y me guarezco bajo ella mientras tomo algo de agua oteando la parte siguiente del itinerario, cordal abajo. Un claro sendero lo recorre. Se acabaron las jaras.

El descenso lo hago rápidamente. Pronto he dejado atrás la Buitrera y el Cancho del Reloj y alcanzo los Llanillos donde está la Fuente del Mostajo, más un barrizal / abrevadero que otra cosa. Lo paso de largo y, una vez en la Cabeza Cristina, sigo la pista descendente que se interna en un bosque de pinos.

La Buitrera, desde los Llanillos
Resulta cómodo el trote por el mullido suelo del pinar, a la par que pierdo altura rápidamente.


Tras salir del bosque, en el GR-10, lanzo un vistazo hacia la pedregosa loma que acabo de recorrer, con la Buitrera como cancho más relevante.


Por delante tres kilómetros de buena senda hasta llegar de nuevo al puente de madera que permite cruzar el Arroyo del Valle, casi al final de la circular de hoy, bastante inusual en su primera parte, cosa comprensible si atendemos al “salvaje jaral” que hay que trabajarse, pero que constituye un recorrido variado y muy agradecido, con unas vistas de primer orden sobre el entorno de Guadarrama.

Arroyo del Valle, en las proximidades de Miraflores de la Sierra


4 comentarios:

  1. Vaya "peeling" guapo a base de jaras, me recuerda épocas pasadas

    Un saludo y mucha montaña!

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    1. Las jaras, apretadas y salvajes, son una de las características de esta zona, muy bien perfumada, por cierto.

      Salud y Montaña, Francisco y gracias por tu visita y comentario.

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  2. No sé ahora en la estación otoñal como se comportarían las jaras a tu paso pero, que mal recuerdo tengo de ellas en Cáceres por el parque Nacional de Monfragüe en agosto. Cuando pasaba entre las jaras, como bien dice su nombre, terminaba todo pringado debido al aceite resinoso que le da brillo a la planta, y dejaba la ropa hecha un asco. Me quedo con su aroma tan agradable.
    Un abrazo de montaña.

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    1. En otoño la jara es bastante menos pringosa que en verano, las bajas temperaturas no propician tanto la fluidez del aceite.

      No obstante salí bien perfumado, sin mancharme, y sobre todo salí con un buen puñado de arañazos y erosiones varias en las piernas (¡Aun llevándolas cubiertas!) de tal guisa que su recuerdo aún perdura. Es una experiencia a evitar, en la medida de lo posible, pero claro, de vez en cuando ....., es lo que tienen los espacios naturales poco frecuentados.

      Un abrazo.

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