Farallones del Masmut |
Impresionante mole calcárea
rojiza que supera los cien metros de altura, próxima al río Tastavins, afluente del río Matarraña; de entrambos
surge el nombre de la población que tiene a sus pies: Peñarroya de Tastavins.
Los recorridos por estos
recónditos lugares constituyen, en la mayoría de los casos, excursiones
exigentes por parajes serranos cubiertos por extensos pinares y surcados por
agrestes barrancos, donde en cada plana de altura encontramos las ruinas de
antiguas masías hoy abandonadas, habiendo dejado tras sí todo un paisaje de
bancales y otros restos, testigos del desempeño de las labores básicas para el
sustento en aquel hábitat particular de masías y masoveros. Es tierra de frío y
viento, de una belleza sencilla y primitiva.
Una mañana de desapacible
diciembre Eduardo, Rubén, Segis y yo iniciamos la marcha junto a la Balsa de
San Miguel, a un kilómetro escaso tras dejar atrás Peñarroya, confiando en que
se cumpla el pronóstico meteorológico que anuncia “cielo despejándose a partir
de media mañana”.
Dejando para el final la visita
al Masmut, emprendemos una circular que nos llevará a rodear primero las moles
de los Mollons por sus caras Oeste y Sur, embocarnos después en el barranco
den Ferri, yendo por él hasta encontrar el salto den Ferri, desde donde saldremos
del cañón por su ladera derecha (orográfica), alcanzando tras un rodeo la zona
de las Planas, un entorno expuesto a los vientos y en el que los enebros
centenarios son numerosos, desde donde viraremos el rumbo hacia el Norte y
retornaremos al pie del Cingle de San Jaume para, tras pasar por la Creu del
Llop, encarar (en el literal sentido de la palabra) el farallón del Masmut,
antes de descender de nuevo a la Balsa de San Miguel, tras haber realizado un
recorrido de 18.5km de longitud, salvando un desnivel total en ascenso de 860m
de D+.
Bien abrigados comenzamos la
marcha echando una ojeada al Masmut. A ver si empieza a aclarar, que hay mucha
nube. De momento frío pero poco viento.
Fachada Oeste del Masmut |
Nos encaminamos directamente
hacia los Mollons, paredones de conglomerado, a primera vista inexpugnables,
que vamos contorneando en nuestra marcha hacia el barranco den Ferri.
Els Mollons |
Al poco de pasar junto al Mas de
Mollons alcanzamos un cruce de sendas. La localización de un pino con tres
troncos nos indica la que hemos de tomar, pues por ella accederemos al cañón
que andamos buscando.
Mas de Mollons |
Pino de tres troncos |
Al principio por arriba, para
luego entrar en el barranco den Ferri. Caliza áspera, senda todavía otoñal
donde arces, pinos y yedras constituyen la vegetación dominante. De agua ni
rastro. Tan sólo alguna poza aislada. El entorno, sin embargo, sumamente
atractivo para los buscadores de lo inédito y amantes de lo intrincado.
Barranco den Ferri desde la parte superior |
Vegetación en el interior del barranco den Ferri. Yedra |
La envolvente y exuberante yedra tan solo permite al pino mostrar sus ramas más altas |
Los arces colorean bellamente la bóveda y suelo del bosque |
Alcanzamos el Salto den Ferri. De
la cascada que lo salva tan sólo los restos de verde musgo quedan en la roca ¿Y
por dónde salimos de aquí? El tiempo, lejos de mejorar nos sorprende con la
primera llovizna de la jornada.
Salto den Ferri |
Tras una exploración minuciosa
del lugar, y retrocediendo una veintena de metros por el cauce del barranco,
encontramos el inicio de una muy empinada trocha que remonta el lateral derecho
del cañón (sentido orográfico) entre grandes encinas y pinos de tamaño mediano.
Ascendemos entre resoplidos que
“nos sacan del fondo” unos cien metros y alcanzamos una estrecha senda que
recorre la parte superior.
Plegamiento, desde la parte superior del barranco |
Salimos a zona amplia y despejada
en la que divisamos algunas masías.
Vemos a nuestra izquierda la de Antolino, retirada y a la que no nos acercamos;
en su lugar nos encaminamos en amplio rodeo hacia el Sur a la más lejana dels Molinars.
Mas d'Antolino |
Vegetación abigarrada, cardos
resecos, muros derruidos y un pozo en bastante buen estado de conservación
marcan el lugar del Mas dels Molinars.
Pozo del Mas dels Molinars |
Desde este ventoso enclave, enfrente y
apuntando al Sureste, divisamos Els Plans (las Planas) a donde nos encaminamos
sin más demora. Ahora la llovizna arrecia y está a punto de pasar al grado de
lluvia persistente (menuda fiabilidad de pronóstico estamos teniendo). A lo
lejos vemos de nuevo el Mas de Antolino.
Mas d'Antolino |
Al llegar a las Planas cesa
temporalmente la lluvia. Gris de la caliza, gris del cielo, verde del denso
pinar y en medio, destacando, un magnífico enebro centenario o milenario entre
otros de menor porte. Hacia él nos dirigimos con respeto.
El tiempo no está para muchas bromas, y como
aún nos queda recorrido, sin más demora enfilamos el retorno por una pista que
bordea la base del Cingle de San Jaume.
Zona de bojes amarronados, con el
viento dándonos de cara y caminando bajo la incesante llovizna que todavía no
cala nuestra ropa pero que poco a poco va mojando.
La belleza del sobrio y agreste
paraje por el que nos movemos nos tiene cautivados.
Retorcidos ejemplares de viejos enebros jalonan la marcha |
Vamos completando la circular.
Dejamos atrás la Cruz del Llop y llegamos al Mas y a la Nevera de Borla donde de
nuevo contemplamos los restos del ayer.
Mas den Borla |
Una carrasca ha crecido dentro de la Nevera den Borla |
Queda poco trayecto ya.
Descendemos rápidamente por un camino de herradura trazado en la faja caliza,
vamos en dirección al Mirador del Masmut, última guinda del día.
Contemplando el frontal del
Masmut se nos pasa el rato, nos pilla la lluvia ahora más continua y entendemos
que debemos ir terminando antes de que se consolide el aguacero.
Fachada Sur del Masmut |
Así que emprendemos trote
descendente hacia el Coll de Borla echando la vista atrás, viendo cómo se encapota
el cielo y cómo la lluvia arrecia de lo lindo.
El agua chorrea por las paredes del Masmut |
Ya tenemos a la vista Peñarroya,
el coche más cerca todavía. Bajamos corriendo llegando bastante mojados pero
menos de lo que podría haber sido, tras haber realizado una gran circular por
tierra indómita a lo largo de la cual el pronóstico meteorológico erró por todo
lo alto.
Peñarroya de Tastavins |
De izq a dcha: Eduardo, Rubén, Carlos, Segis |
Hola Carmar.
ResponderEliminarAunque el pronostico erró, no nos podemos quejar, ya que tan solo al final arrecio la lluvia, el resto nos dejo disfrutar de una bonita circular, por unos espectaculares parajes, casi en soledad, y en buena compañía.
Salud y montaña!
Deambulando por esos parajes me preguntaba yo el origen del nombre “Masmut” ¿Alguna tribu bereber, quizá? ¿Tal vez una remembranza comparando las moles rocosas con las de prehistóricos paquidermos? Finalmente creo que, en vista de los numerosos restos humanizados que encontramos, cobra cuerpo la posibilidad de que el nombre de Masmut provenga de algún antiguo masovero que, además de mudo (mut), habitase alguna de las masías de la zona (mas), derivando ello en el Mas den mut = Masmut por el que se conoce al paraje. Es esto nada más que una suposición, pero que bien pudiera ser cierta. Alguien lo sabrá.
EliminarSalud y Montaña
Hola Carmar¡
ResponderEliminarImpresionante lugar este que habéis disfrutado. Interesante tanto por la horizontal como por la vertical ;-)
Gracias por compartirlo.
¡Salud¡
Fer
Constato que "las verticalidades" del Masmut te atraen. No es para menos, que son una de sus señas de identidad.
EliminarSalud y Montaña.
Cativante entrada!
ResponderEliminarA verdade é que as rotas que ultimamente nos têm apresentado são caminhos espetaculares repletos de detalhes de tirar o fôlego! E as vistas? Magníficas "miragens" aos olhos tão distantes desta reles mortal do outro lado do oceano...
Muito obrigada pela maravilhosa partilha!
Um beijo e muitas rotas!
Los restos del ayer, desde su silencio, hablan de épocas duras, de existencias desarrolladas en condiciones muy severas. Un halo de espiritualidad se percibe en estos parajes por los que uno transita con respeto, percibiendo el privilegio que supone recorrer los lugares que tanta longevidad atesoran.
EliminarGracias Teca por tu comentario y hasta la próxima ruta.
Un abrazo.
Cuando las cabras montesas no eran tan abundantes, estos parajes alcanzados desde Beceite, fueron los que me ofrecieron unos preciosos ejemplares de machos monteses con enormes cuernas; hablo de principios de los ochenta. Que tiempos...
ResponderEliminarPreciosa ruta con una inconfundible formación rocosa muy llamativa.
Un abrazo.
¿Qué son cuarenta años frente a la longevidad de esos enebros? En los ochenta aún había por allí una presencia masovera en periodo de extinción, que desde los sesenta comenzaron a marcharse en pos de lugares más bonancibles.
EliminarLos machos monteses iban quedando como mamíferos dominantes. Sus cuernas no vimos ahora, y sus rastros habían sido sustituidos por los de las ovejas.
Lo rocoso creo que muta más lentamente.
Un abrazo