sábado, 6 de enero de 2018

El Masmut y su entorno: uno de los rincones más vírgenes del Matarraña.


Farallones del Masmut
Impresionante mole calcárea rojiza que supera los cien metros de altura, próxima al río Tastavins,  afluente del río Matarraña; de entrambos surge el nombre de la población que tiene a sus pies: Peñarroya de Tastavins.

Los recorridos por estos recónditos lugares constituyen, en la mayoría de los casos, excursiones exigentes por parajes serranos cubiertos por extensos pinares y surcados por agrestes barrancos, donde en cada plana de altura encontramos las ruinas de antiguas masías hoy abandonadas, habiendo dejado tras sí todo un paisaje de bancales y otros restos, testigos del desempeño de las labores básicas para el sustento en aquel hábitat particular de masías y masoveros. Es tierra de frío y viento, de una belleza sencilla y primitiva.

Una mañana de desapacible diciembre Eduardo, Rubén, Segis y yo iniciamos la marcha junto a la Balsa de San Miguel, a un kilómetro escaso tras dejar atrás Peñarroya, confiando en que se cumpla el pronóstico meteorológico que anuncia “cielo despejándose a partir de media mañana”.

Dejando para el final la visita al Masmut, emprendemos una circular que nos llevará a rodear primero las moles de los Mollons por sus caras Oeste y Sur, embocarnos después en el barranco den Ferri, yendo por él hasta encontrar el salto den Ferri, desde donde saldremos del cañón por su ladera derecha (orográfica), alcanzando tras un rodeo la zona de las Planas, un entorno expuesto a los vientos y en el que los enebros centenarios son numerosos, desde donde viraremos el rumbo hacia el Norte y retornaremos al pie del Cingle de San Jaume para, tras pasar por la Creu del Llop, encarar (en el literal sentido de la palabra) el farallón del Masmut, antes de descender de nuevo a la Balsa de San Miguel, tras haber realizado un recorrido de 18.5km de longitud, salvando un desnivel total en ascenso de 860m de D+.

Bien abrigados comenzamos la marcha echando una ojeada al Masmut. A ver si empieza a aclarar, que hay mucha nube. De momento frío pero poco viento.

Fachada Oeste del Masmut
Nos encaminamos directamente hacia los Mollons, paredones de conglomerado, a primera vista inexpugnables, que vamos contorneando en nuestra marcha hacia el barranco den Ferri.


Els Mollons
 
 
 
Al poco de pasar junto al Mas de Mollons alcanzamos un cruce de sendas. La localización de un pino con tres troncos nos indica la que hemos de tomar, pues por ella accederemos al cañón que andamos buscando.

Mas de Mollons
 
Pino de tres troncos
Al principio por arriba, para luego entrar en el barranco den Ferri. Caliza áspera, senda todavía otoñal donde arces, pinos y yedras constituyen la vegetación dominante. De agua ni rastro. Tan sólo alguna poza aislada. El entorno, sin embargo, sumamente atractivo para los buscadores de lo inédito y amantes de lo intrincado.

Barranco den Ferri desde la parte superior
 
 
 
Vegetación en el interior del barranco den Ferri. Yedra
 
La envolvente y exuberante yedra tan solo permite al pino mostrar sus ramas más altas
 
Los arces colorean bellamente la bóveda y suelo del bosque
 
 
Alcanzamos el Salto den Ferri. De la cascada que lo salva tan sólo los restos de verde musgo quedan en la roca ¿Y por dónde salimos de aquí? El tiempo, lejos de mejorar nos sorprende con la primera llovizna de la jornada.

Salto den Ferri
Tras una exploración minuciosa del lugar, y retrocediendo una veintena de metros por el cauce del barranco, encontramos el inicio de una muy empinada trocha que remonta el lateral derecho del cañón (sentido orográfico) entre grandes encinas y pinos de tamaño mediano.

Ascendemos entre resoplidos que “nos sacan del fondo” unos cien metros y alcanzamos una estrecha senda que recorre la parte superior.

Plegamiento, desde la parte superior del barranco
Salimos a zona amplia y despejada en la que divisamos algunas masías.  Vemos a nuestra izquierda la de Antolino, retirada y a la que no nos acercamos; en su lugar nos encaminamos en amplio rodeo hacia el Sur a la más lejana dels Molinars.

Mas d'Antolino
Vegetación abigarrada, cardos resecos, muros derruidos y un pozo en bastante buen estado de conservación marcan el lugar del Mas dels Molinars.
 
 
 
Pozo del Mas dels Molinars
Desde este ventoso enclave, enfrente y apuntando al Sureste, divisamos Els Plans (las Planas) a donde nos encaminamos sin más demora. Ahora la llovizna arrecia y está a punto de pasar al grado de lluvia persistente (menuda fiabilidad de pronóstico estamos teniendo). A lo lejos vemos de nuevo el Mas de Antolino.

 
Mas d'Antolino
Al llegar a las Planas cesa temporalmente la lluvia. Gris de la caliza, gris del cielo, verde del denso pinar y en medio, destacando, un magnífico enebro centenario o milenario entre otros de menor porte. Hacia él nos dirigimos con respeto.

 
 
El tiempo no está para muchas bromas, y como aún nos queda recorrido, sin más demora enfilamos el retorno por una pista que bordea  la base del Cingle de San Jaume.

Zona de bojes amarronados, con el viento dándonos de cara y caminando bajo la incesante llovizna que todavía no cala nuestra ropa pero que poco a poco va mojando.

La belleza del sobrio y agreste paraje por el que nos movemos nos tiene cautivados.

Retorcidos ejemplares de viejos enebros jalonan la marcha
 
 
Vamos completando la circular. Dejamos atrás la Cruz del Llop y llegamos al Mas y a la Nevera de Borla donde de nuevo contemplamos los restos del ayer.

Mas den Borla
 
Una carrasca ha crecido dentro de la Nevera den Borla
Queda poco trayecto ya. Descendemos rápidamente por un camino de herradura trazado en la faja caliza, vamos en dirección al Mirador del Masmut, última guinda del día.

Contemplando el frontal del Masmut se nos pasa el rato, nos pilla la lluvia ahora más continua y entendemos que debemos ir terminando antes de que se consolide el aguacero.

Fachada Sur del Masmut
Así que emprendemos trote descendente hacia el Coll de Borla echando la vista atrás, viendo cómo se encapota el cielo y cómo la lluvia arrecia de lo lindo.

El agua chorrea por las paredes del Masmut
Ya tenemos a la vista Peñarroya, el coche más cerca todavía. Bajamos corriendo llegando bastante mojados pero menos de lo que podría haber sido, tras haber realizado una gran circular por tierra indómita a lo largo de la cual el pronóstico meteorológico erró por todo lo alto.

Peñarroya de Tastavins

De izq a dcha: Eduardo, Rubén, Carlos, Segis

8 comentarios:

  1. Hola Carmar.

    Aunque el pronostico erró, no nos podemos quejar, ya que tan solo al final arrecio la lluvia, el resto nos dejo disfrutar de una bonita circular, por unos espectaculares parajes, casi en soledad, y en buena compañía.

    Salud y montaña!

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    1. Deambulando por esos parajes me preguntaba yo el origen del nombre “Masmut” ¿Alguna tribu bereber, quizá? ¿Tal vez una remembranza comparando las moles rocosas con las de prehistóricos paquidermos? Finalmente creo que, en vista de los numerosos restos humanizados que encontramos, cobra cuerpo la posibilidad de que el nombre de Masmut provenga de algún antiguo masovero que, además de mudo (mut), habitase alguna de las masías de la zona (mas), derivando ello en el Mas den mut = Masmut por el que se conoce al paraje. Es esto nada más que una suposición, pero que bien pudiera ser cierta. Alguien lo sabrá.

      Salud y Montaña

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  2. Hola Carmar¡

    Impresionante lugar este que habéis disfrutado. Interesante tanto por la horizontal como por la vertical ;-)

    Gracias por compartirlo.

    ¡Salud¡

    Fer

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    1. Constato que "las verticalidades" del Masmut te atraen. No es para menos, que son una de sus señas de identidad.

      Salud y Montaña.

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  3. Cativante entrada!
    A verdade é que as rotas que ultimamente nos têm apresentado são caminhos espetaculares repletos de detalhes de tirar o fôlego! E as vistas? Magníficas "miragens" aos olhos tão distantes desta reles mortal do outro lado do oceano...
    Muito obrigada pela maravilhosa partilha!
    Um beijo e muitas rotas!

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    1. Los restos del ayer, desde su silencio, hablan de épocas duras, de existencias desarrolladas en condiciones muy severas. Un halo de espiritualidad se percibe en estos parajes por los que uno transita con respeto, percibiendo el privilegio que supone recorrer los lugares que tanta longevidad atesoran.

      Gracias Teca por tu comentario y hasta la próxima ruta.

      Un abrazo.

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  4. Cuando las cabras montesas no eran tan abundantes, estos parajes alcanzados desde Beceite, fueron los que me ofrecieron unos preciosos ejemplares de machos monteses con enormes cuernas; hablo de principios de los ochenta. Que tiempos...
    Preciosa ruta con una inconfundible formación rocosa muy llamativa.

    Un abrazo.

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    1. ¿Qué son cuarenta años frente a la longevidad de esos enebros? En los ochenta aún había por allí una presencia masovera en periodo de extinción, que desde los sesenta comenzaron a marcharse en pos de lugares más bonancibles.

      Los machos monteses iban quedando como mamíferos dominantes. Sus cuernas no vimos ahora, y sus rastros habían sido sustituidos por los de las ovejas.

      Lo rocoso creo que muta más lentamente.

      Un abrazo

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