sábado, 21 de octubre de 2017

El bosque de la Pardina del Señor, entre Fanlo y Sarvisé. Otoño en el Pirineo.


Ha terminado el verano, los días son más cortos y aunque todavía no llegan las lluvias que sacarían todo su lustre a la vegetación, buscamos la inmersión en el bosque otoñal.

El bosque de la Pardina del Señor se extiende entre Fanlo y Sarvisé,  muy próximo al valle de Ordesa y al cañón de Añisclo. Multitud de árboles mudan en otoño de color y su gama de amarillos, ocres y marrones, contrastando con el verde intenso de los ejemplares perennifolios, componen un espectáculo visual que se produce tan sólo en esta época del año.  

El termómetro marca 4ºC cuando Segis, Rubén, Eduardo y yo salimos del coche y ponemos pie sobre el pequeño collado que hay en las proximidades del pueblo de Fanlo. Un panorama de contraluces y de siluetas se extiende hacia el Este.

Peña Montañesa
Los Sestrales
Iniciamos la marcha retrocediendo aproximadamente medio kilómetro por la carretera por la que hemos venido desde Sarvisé, hasta encontrar un cartel que indica "GR15-Buesa 14,8 km". Comienza aquí la Senda de la Pardina del Señor, que se abre paso desde el valle de Vió al valle de Broto por la margen orográfica derecha del barranco del Chate, comunicando las poblaciones de Fanlo con la de Buesa para, desde ésta, bajar luego a Sarvisé por el Sendero del Quejigar. La Senda está bien marcada y hay carteles en cada uno de los cruces.

Antes de adentrarnos en la espesura del pinar lanzamos una mirada a la entrada de la cueva de las Gloces, a punto de ser iluminada por el sol.

Cueva de las Gloces
En un primer momento el sendero desciende decididamente hasta alcanzar el barranco del Chate, que apenas lleva agua y vadeamos fácilmente. El entorno está perfumado de boj y los colores, aun estando a la sombra, anuncian lo que vendrá enseguida.

 
 
Barranco del Chate
A partir de aquí casi la totalidad del camino discurre por el interior del bosque, con cortos sube y bajas poco exigentes, lo que facilita una inmersión total en el entorno, tanto el próximo como el más alejado, a través de las “ventanas” que se abren en el denso follaje que envuelve la senda.

 
 
De vez en cuando algún ejemplar de roble de gran envergadura emerge de entre las hayas.

El colorido circundante nos absorbe por completo.

 
 
 
Llegamos a las ruinas de la Pardina del Señor. El número y el tamaño de las edificaciones, junto con los bancales, son muestra de la relevancia que antaño tuviera el enclave.

La Pardina del Señor
 
 
El sol va penetrando en la espesura, comienzan a menudear las hayas mientras los robles y bojes van cobrando relevancia a medida que perdemos altitud.

Y seguimos caminando por un bosque que parece no tener final, absortos en un paisaje que llena los sentidos.

 Nos percatamos de que ya no hay hayas y de que la luminosidad del sol apenas es frenada por las hojas de los robles. Los rincones umbríos son menos frecuentes.

 
 
 
 
Nos detenemos un instante junto a unas ruinas parcialmente engullidas por las zarzas.
 
Aumentan "los detalles" de presencia humana.

Bajo esta luz somos capaces de distinguir a una mantis religiosa a pesar de su reseñable camuflaje. Aprieta el calor. El termómetro marca 27ºC. Los bojes perfuman pero no dan sombra.

Mantis religiosa
La senda se va ensanchando y desemboca finalmente en una pista desde la que ya se ven, en la plana, los campos de Sarvisé.

 
Plana con los campos de Sarvisé
Hemos de caminar todavía durante un kilómetro por la solanera de la pista hasta alcanzar las afueras del pueblo de Buesa. Brusco contraste con el boscoso recorrido que llevamos realizado desde que salimos de Fanlo.

Una vez en Buesa, y sin llegar al centro del pueblo, encontramos una fuente y la iglesia. La vista se nos va hacia una parra cuajada de apetitosos de racimos de uvas.

Junto a la iglesia hay un cartel que indica "Senda del Quejigar". Tan solo ciento cincuenta metros de desnivel y apenas un kilómetro de distancia nos quedan para llegar a Sarvisé. Último e inesperado tramo boscoso que, por muy empinada senda (ojo con las resbaladizas bellotas), nos lleva hasta Sarvisé poniendo el broche a una ruta preciosa (16,5km, 570m D+ y 1.050m D-) realizada a través de un bosque mixto pleno del cromatismo otoñal que vinimos a buscar.
 
Comienzo de la Senda del Quejigar
Descendiendo por la Senda del Quejigar
Con los ojos puestos en la plana de Sarvisé
 

10 comentarios:

  1. ¡Señor, cómo está La Pardina! Pero como me gustan este tipo de construcciones ruinosas que se pierden en el paisaje de la naturaleza y, sobre todo, la naturaleza otoñal.
    Preciosas secuencias fotográficas del entorno pirenaico. EL aroma del otoño, por fortuna, ya lo llevo dentro.

    Un abrazo.

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    1. El otoño "rompe" los esquemas. Es la explosión que se apaga luego. Estemos allí para no perdérnoslo.

      Longevas construcciones, venidas a menos a medida que se desmoronan, creando un entorno donde, si te paras con atención, percibes las presencias y las idas y venidas de antaño.

      Un abrazo.

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  2. Hola Carmar.

    Un recorrido precioso, por un extenso bosque, en el que pudimos disfrutar de variada vegetación, coloreada por el otoño, a pesar de la falta de agua.

    Un saludo.

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    1. Recorrido de los buenos, muy bien elegido, por cierto, que tienes muy buen ojo.

      Salud y montaña.

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  3. Bonita excursión en un marco incomparable de grandeza y disfrutando del entorno que nos rodeaba;lástima del excesivo calor para las fechas en que estábamos y el escaso colorido del bosque que había,por lo demás precioso recuerdo de esa actividad otoñal.....
    Un abrazo y hasta otra ocasión

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    1. Cuando está la naturaleza por medio, es más satisfactorio dedicarse a querer y a apreciar lo que se tiene, que empecinarse en el ansia de llegar a tener lo que se quiere.

      Hasta la próxima, compañero.

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  4. Llevamos dos años con otoñadas poco llamativas en todo el Pirineo, pero en todo caso moverse por los bosque otoñales es una delicia.

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    1. Gracias José por la visita y el comentario. La otoñada pirenaica es más o menos vistosa, según los años, pero siempre resulta deliciosa y llamativa.

      Salud y Montaña.

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  5. Um resumo do meu sentimento diante de tanta beleza outonal compartilhada: EN-CAN-TA-DA! Sem mais palavras, por favor... uffffffffffffffffff...
    Um beijo

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    1. El otoño embellece y nos regala la vista con estos colores que nos dejan "encantados", que esta es la palabra exacta para describirlo.

      Muchas gracias Teca por tus siempre esperados comentarios que agradezco de veras.

      Un abrazo.

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