Ha terminado el verano, los días son
más cortos y aunque todavía no llegan las lluvias que sacarían todo su lustre a
la vegetación, buscamos la inmersión en el bosque otoñal.
El bosque de la Pardina del Señor
se extiende entre Fanlo y Sarvisé, muy
próximo al valle de Ordesa y al cañón de Añisclo. Multitud de árboles mudan en
otoño de color y su gama de amarillos, ocres y marrones, contrastando con el
verde intenso de los ejemplares perennifolios, componen un espectáculo visual
que se produce tan sólo en esta época del año.
El termómetro marca 4ºC cuando
Segis, Rubén, Eduardo y yo salimos del coche y ponemos pie sobre el pequeño
collado que hay en las proximidades del pueblo de Fanlo. Un panorama de
contraluces y de siluetas se extiende hacia el Este.
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Peña Montañesa |
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Los Sestrales |
Iniciamos la marcha retrocediendo
aproximadamente medio kilómetro por la carretera por la que hemos venido desde
Sarvisé, hasta encontrar un cartel que indica "GR15-Buesa 14,8 km". Comienza
aquí la Senda de la Pardina del Señor, que se abre paso desde el valle de Vió
al valle de Broto por la margen orográfica derecha del barranco del Chate,
comunicando las poblaciones de Fanlo con la de Buesa para, desde ésta, bajar
luego a Sarvisé por el Sendero del Quejigar. La Senda está bien
marcada y hay carteles en cada uno de los cruces.
Antes de adentrarnos en la
espesura del pinar lanzamos una mirada a la entrada de la cueva de las Gloces,
a punto de ser iluminada por el sol.
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Cueva de las Gloces |
En un primer momento el sendero
desciende decididamente hasta alcanzar el barranco del Chate, que apenas lleva
agua y vadeamos fácilmente. El entorno está perfumado de boj y los colores, aun
estando a la sombra, anuncian lo que vendrá enseguida.
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Barranco del Chate |
A partir de aquí casi la
totalidad del camino discurre por el interior del bosque, con cortos sube y
bajas poco exigentes, lo que facilita una inmersión total en el entorno, tanto el
próximo como el más alejado, a través de las “ventanas” que se abren en el
denso follaje que envuelve la senda.
De vez en cuando algún ejemplar
de roble de gran envergadura emerge de entre las hayas.
El colorido circundante nos
absorbe por completo.
Llegamos a las ruinas de la
Pardina del Señor. El número y el tamaño de las edificaciones, junto con los
bancales, son muestra de la relevancia que antaño tuviera el enclave.
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La Pardina del Señor |
El sol va penetrando en la
espesura, comienzan a menudear las hayas mientras los robles y bojes van
cobrando relevancia a medida que perdemos altitud.
Y seguimos caminando por un
bosque que parece no tener final, absortos en un paisaje que llena los
sentidos.
Nos percatamos de que ya no hay
hayas y de que la luminosidad del sol apenas es frenada por las hojas de los
robles. Los rincones umbríos son menos frecuentes.
Nos detenemos un instante junto a
unas ruinas parcialmente engullidas por las zarzas.
Aumentan "los detalles" de presencia humana.
Bajo esta luz somos capaces de
distinguir a una mantis religiosa a pesar de su reseñable camuflaje. Aprieta el
calor. El termómetro marca 27ºC. Los bojes perfuman pero no dan sombra.
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Mantis religiosa |
La senda se va ensanchando y
desemboca finalmente en una pista desde la que ya se ven, en la plana, los
campos de Sarvisé.
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Plana con los campos de Sarvisé |
Hemos de caminar todavía durante
un kilómetro por la solanera de la pista hasta alcanzar las afueras del pueblo
de Buesa. Brusco contraste con el boscoso recorrido que llevamos realizado
desde que salimos de Fanlo.
Una vez en Buesa, y sin llegar al
centro del pueblo, encontramos una fuente y la iglesia. La vista se nos va
hacia una parra cuajada de apetitosos de racimos de uvas.
Junto a la iglesia hay un cartel
que indica "Senda del Quejigar". Tan solo ciento cincuenta metros de
desnivel y apenas un kilómetro de distancia nos quedan para llegar a Sarvisé.
Último e inesperado tramo boscoso que, por muy empinada senda (ojo con las
resbaladizas bellotas), nos lleva hasta Sarvisé poniendo el broche a una ruta
preciosa (16,5km, 570m D+ y 1.050m D-) realizada a través de un bosque mixto
pleno del cromatismo otoñal que vinimos a buscar.
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Comienzo de la Senda del Quejigar |
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Descendiendo por la Senda del Quejigar |
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Con los ojos puestos en la plana de Sarvisé |