domingo, 4 de diciembre de 2016

La Sierra de Ayllón, territorio de colores cuando llega la otoñada.


Pico del Ocejón
La Sierra de Ayllón, situada entre las provincias de Guadalajara, Segovia y Madrid, es una de las sierras orientales del Sistema Central español.

Sierra o macizo, que ambas cosas es, formado de granito y de pizarra.

Terreno de rojas cárcavas, refulgentes aun a través de la neblina.

 
De sus montañas nacen los ríos Jarama y Sorbe, así como otros menores como el Jaramilla, Berbellido, Sonsaz o del Ermito.

En sus valles crecen los hayedos más meridionales de Europa —Tejera Negra, La Pedrosa y Montejo—, sin faltar en su flora el roble, el abedul, el pino y, en menor medida, la encina y la sabina.

 
 
De todos ellos es el roble melojo o rebollo de hoja marcescente, es decir, aquél que mantiene secas sus hojas en las ramas durante el invierno, quien se encarga de ofrecer el contrapunto de color al verde permanente de pinos y encinas.

Montañas y valles de largos y secos estíos, donde las mayores precipitaciones se producen en invierno, normalmente en forma de nieve.

 
Las montañas de la sierra de Ayllón están habitadas desde tiempos ancestrales aunque, por las duras condiciones de vida en un clima de alta montaña, la población en la zona siempre ha sido escasa.
 
Carreteras de ida y vuelta para llegar a los pocos y pequeños núcleos que en ella existen la cruzan en varios sentidos; el roble enmarca los caminos.

Lugar de silencio y soledad donde se nace, se vive, se evoluciona  y, al final, se descansa en paz. Exactamente igual que en cualquier otro sitio.
 
 

9 comentarios:

  1. Bonitos paisajes los que nos presentas Carmar, de una Sierra que esperemos no se "corrompa" y se convierta en "otra Guadarrama". Un abrazo montañero.

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    1. Parece ser que de la Sierra de Ayllón lo que interesa a las muchedumbres son sus hayedos, siendo el de Montejo el más visitado. Y valen mucho la pena, como cualquier hayedo, pero qué lastima de todo lo que se dejan por ver.
      Será el pico Cerrón uno de mis objetivos. Quizá este invierno, si la nieve lo cubre suficientemente como para hacerlo con esquíes; si no, salvo en verano, en cualquier próxima estación.
      Salud y Montaña, Rafa.

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  2. Estuve en el hayedo y había una peregrinación de cuidado. Me gustan los hayedos pero, también me gusta todo tipo de bosque sea cual sea, sin darle tanto bombo y platillo como al hayedo.
    Tu singladura es imparcial y currada, muestra lo que tiene que mostrar; todo el conjunto natural de una zona específica.
    Muy logrado el recorrido como siempre.

    Un abrazo.

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    1. Yo también estuve, hace años ya, y pagué por entrar lo que tocaba pagar. No era yo entonces tanto de bosque como el trascurso de los años me ha hecho, pero me gustó. Después, conforme me hacía mayor, comprobé que las hayas son uno de los tantos árboles que conforman bosques hermosos donde la vida bulle en silencio o rebudiando, depende de cada cual y desde entonces busco el bosque; transito por él como una criatura cualquiera y, en fin, vivo la vida que de él emana.
      Procuro mirarlo como si fuera la primera y la última vez, trato que nada se me escape, ya que todo él me llena y así, una y otra vez, en cualquier estación, procuro que, formando parte de los circuitos que realizo, formar yo parte de él.
      Salud, Montaña y un fuerte abrazo.

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  3. Alguna de esas fotos me resultan muy familiares, en especial la de la encina solitaria con el pico al fondo, no es esa la zona del pico de la Tornera (Puebla de la Sierra) vista desde algún sitio de la carretera que va de Campillo de Ranas a El Cardoso de la Sierra, o a Montejo?
    También la foto de la carretera, que parece de la subida al puerto de la Puebla en dirección a Montejo (ya sabes, la moto :-)
    En cualquier caso muy buenas todas. Por favor, las fotos son de por donde digo o de otro sitio? Estoy en ascuas!

    Salud y mucha montaña
    Un saludo,

    Francisco

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    1. Acertaste de pleno, querido Francisco. Buena memoria tienes.
      Salud y Montaña. Y un abrazo.

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  4. Desde un cruce cercano subí hace años al pico Santui o Santuy, por aquello del parecido con una vieja ciudad galaica en la que viví hace bastantes años y por dónde iba y venía a otras a través de montes y trochas cuando no se llevaba aquello de los cien kilómetros mas que en determinados ejércitos y donde me ejercité por entonces. Ocurrencias de juventud que no volvería a realizar si tuviera que regresar a aquel punto de partida.
    Durante unos años ──cuando nadie o casi nadie iba── me subía hasta el puerto de La Puebla y desde allí (120km desde la megalópolis), desde su estacionamiento por entonces sin asfaltar, recorría tanto el Porrejón, o la Peña La Cabra, como me iba hasta el Centenera o la Tornera; regresando de anochecida por una pista que me permitía mayor seguridad de bajada ante una luz ya difusa que no la inseguridad de su canchal oblicuo de subida entre ambas últimas cimas. Desde éstas solía fijarme en el Ocejón al que recuerdo izarme corriendo desde Majaelrayo o Majalrayo (...me parta...) hace más de tres décadas y habiendo salido de madrugada desde Alcalá, por aquello de la patrulla de los cien antes referidos. Qué tiempos más raros, qué pretéritos más verbales dónde las voces represoras clamaban otros estados y gobiernos. Fueron tiempos de guerras, luchas intestinas de las cuales atino sólo a ver escondidas y escarmentadas bajo tierra y si es posible a toneladas.
    Por entonces se caían las casas a cientos y los progres (hippie en inglés) acudían como podían para soñar con sitios alejados de tanto ruido. Hoy aquellos son, muchos o unos cuantos, propietarios de estos y de progres les queda el arranque de progreso y demás. Curioso, curioso es el dinero y sus vericuetos; desembocadura de ideas y final de principios...hoy llamados ¿valores? por los mismos que también llaman a los autónomos emprendedores... Qué cosas oiredes, qué leches, cómo cambian los tiempos.

    Pasado un puente y poco después a la izquierda estacioné por allí cuando apenas iban unos cuantos por esas laderas más bien yermas y vacías. Temprano, sin prisa, sin pausa remonté hasta el susodicho pico y habiendo llegado pronto y pareciéndome poco que viendo el otro me aproximé tanto como pude hasta completar lo que intuyendo sobre mi croquis era el pico Cerrón y me dejé para próximos años los otros tras el Lobo.
    Inicialmente la ida arranca frondosa y por pista fácil y llana que a medida que se avanza empieza con cortas subidas y algún descanso; luego ya todo trocha hacia arriba a medida que despeja y rala todo con cierto parecido a los macizos de Trevinca, por aquello de los esquistos dispuestos como protecciones de animales prehistóricos. Algo que siempre me recordaría a la cresta del dragón donde el Ocejón se asienta.
    Poco después, descubiertas las primeras rampas, se apartan los bosques y los pastos de altura y los brezos acompañan indicando que nos encontramos muy por encima de las sombras del inicio y que el sol del verano será quién te acompañe si vas o no solo; sólo que es mejor así cuando la ruta es tan larga como entretenido el caminar mirando a los buitres como remontan posiciones a medida que las horas calientan y el viento más se aprecia por altura y lugar...


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  5. ...Por fin llegué al Cerrón y sin pérdida y comiendo me dispuse al regreso; esto es, la vuelta. Pasado el mediodía el agua se hace necesaria durante esa estación que si no fuera por sobrante de fruta hubiera llegado al punto de partida algo más cansado y hambriento; además de sediento pues el sol te mira de frente durante toda la tarde hasta bien entrada la noche, por aquello de que en verano se acuesta cerca de las diez o en ellas por estar en ese punto tan alto.
    No recuerdo bien cuánto en total anduve, pero sí sé que sin parar desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche fue subir y bajar para hartarme de lo que, en un principio, era meta corta, luego, fue otra y así hasta que calculé era la mitad del recorrido. No por kilómetros, si no por claridad y tiempo.

    Unos cuantos arroyos más abajo y regresando al puente de partida, donde el Jarama, conduje hasta casa pasadas las once.

    ¿Merece la pena ir y hacerlo? Sí
    ¿Cuándo? Al menos un par de veces por año, aunque el problema sea encontrar el día bueno. Con decoración de nubes, muchas horas de luz y templado. Descartado en invierno salvo que lleves esquís y desde la otra ladera emprendas subida por la estación de deportes de invierno.
    Pero eso es otra marcha muy distinta.

    Lo dicho, si nos animamos y no hay problemas físicos por entonces; entrenaremos para eso. Pero, tal vez, por lo intenso habrá que no disponer de mantel ni copas, si no de viandas sabrosas, rápidas de efecto y ligeras de peso pues se requiere de andar sin pérdida de tiempo con el bocado a medida que se avanza a ser posible.
    Ya veremos…mejor en días largos de luz

    Por lo pronto, meu:
    Salud, Libertad y Monte, por si acaso :)´


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    1. Parece que, después de todo, ejercitarse en el ejército deja alguna huella, buena en este caso, que la memoria recuerda.
      describes bien el terreno y las sensaciones. En cuanto a las comidas, ya sabes que soy de poco comer y algo de correr, por lo que espero que, sin esquíes la enfrento justo antes o justo después de las nieves, en la modalidad de zancadas ligeras no se me alargue en demasía el ya de por sí largo recorrido al Cerrón, que una veintena de kilómetros sí tiene. Lejos de los cien que rememoras, pero suficientes.
      Entrena pues para eso o para cualquier otro, que pendientes tenemos y ganas de hacerlas también.
      Salud y Montaña, dilecto Déicar.

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