Tramo superior de la Senda de las Escaleretas asegurado con sirga |
La Senda de las
Escaleretas la utilizaban antiguamente los vecinos de Lecina para acceder a los
huertos situados a la orilla del río Vero, cuando las crecidas les impedían
llegar a ellos por el camino normal a través del molino de Lecina. Se trata de
un recorrido inverosímil desde la distancia pero que en la proximidad se muestra
como el único paso factible en el acantilado rocoso que separa el cauce del río
de la parte alta de la planicie. Unos trescientos metros de pared salvados de
una forma ingeniosa, aprovechando al máximo los recursos de la naturaleza:
vegetación, fajas y escalones rocosos junto con algún añadido humano en forma
de tramos de escaleras (“escaleretas”), metálicas hoy día y de madera antaño,
para superar las partes impracticables.
La verticalidad de
su trazado, las aéreas y estrechas cornisas por las que se pasa y la exposición
de algunos de sus pasos, requieren la ausencia de cualquier titubeo por parte
de quien la recorre.
Ruta hace tiempo deseada que por fin podemos realizar a comienzo de mayo, contando en el grupo
con el inestimable Rubén, uno de los grandes conocedores de Guara. Son las 11 de la mañana, según tañen las campanas de Lecina, cuando Segis, Rubén,
Eduardo y yo comenzamos la marcha en el aparcamiento habitual de acceso al río
Vero, junto a la carretera.
Barranco del río Vero desde el aparcamiento |
Río Vero |
Como tenemos el
propósito de no mojarnos los pies durante el recorrido, optamos por acceder al
comienzo de la Senda junto al río bajando por el barranco de Basender, ejemplo
de los profundos encajonamientos que horadan la Sierra de Guara. Se trata de un
descenso “en seco” que requiere del encadenamiento de sucesivos rápeles, el más
largo de unos quince metros, todos ellos sencillos, cómodos y bien equipados.
Barranco del Vero desde el camino hacia el Basender |
Conviene decir
ahora que, tanto para el barranco como para la propia Senda, uno se coloca el
casco y el arnés antes del primero de los rápeles, y no se los quita hasta
haber salido de la misma por la parte de arriba.
Rapel tras rapel vamos
recorriendo las sucesivas salas rocosas que conforman el Basender.
En el interior del barranco de Basender |
Último rápel del Basender |
Finalmente salimos a
pleno sol, junto al cauce del río Vero. Nos encontramos en el fondo del cañón
por el que las aguas todavía discurren plácidamente, rodeados de altos
paredones calizos profusamente horadados por los abrigos y cuevas.
Continuamos unos
metros aguas abajo, yendo muy atentos para no pasar de largo el mojón que, en
el asilvestrado paraje denominado el Huerto del Raso, indica el arranque de la
Senda de las Escaleretas.
Nos quedamos unos
instantes contemplando el paredón que tenemos a nuestra derecha y por el que discurre
el insólito trazado de la Senda por cornisas, abrigos, cuevas y vegetación
abigarrada ¿Pero, es posible pasar por allí?
Por la canal central, entre la vegetación, está trazada la Senda de las Escaleretas |
Iniciamos la marcha
hasta acceder al pie de una faja que se dirige hacia una marcada canal, vestida
de vegetación, que surca el cortado. La Senda recorre dicho canalizo de abajo arriba.
Alcanzado el pie de
la canal la pendiente se empina mucho, con lo que asirse a los bojes y arbustos
resulta de gran utilidad.
Más arriba se llega
a un amplio balcón donde la vegetación da paso a la roca. Algo por encima está
la continuación de la Senda, con un característico pilar de roca que
“abrazaremos” después.
En primer plano, a la izq, el pilar que luego "abrazaremos" |
En este punto, al
que luego volveremos, nos desviamos hacia la izquierda para acceder al grupo de
abrigos y pinturas rupestres que se encuentran cerca. Comienza la parte más
aérea de la ruta de hoy.
Abrigos y cuevas |
Son varios los
abrigos que, convenientemente protegidos por rejas, contienen pinturas en muy
buen estado. Se accede a ellos gracias a unas escaleras de gato debidamente
ancladas, lo cual no quita para que vayamos con el máximo cuidado. El “patio”
es de impresión y una de ellas se cimbrea más de lo que nos gustaría.
Contemplamos
largamente las pinturas, asegurados a la reja, ensimismados por esta inmersión
en el pasado prehistórico, al tiempo que paladeamos el áspero sabor de la adrenalina.
Llama la atención
cómo el ciclo de la naturaleza (fruto / ave / semilla / palmo de tierra /
fruto) es capaz de colonizar cualquier repisa, y como prueba, a los higos me
remito.
Higos de altura |
Para acceder al
segundo grupo de abrigos, de vuelta al pie de la primera escalera,
Al pie de esta primera escalera comienza el aéreo paso por la cornisa hacia la segunda. |
Hay que
atravesar una cornisa muy aérea y con un tramo de roca estrecho y extremadamente
pulido que brilla bajo el sol. Aquí el cuidado es máximo.
El paisaje, contemplado desde este elevado abrigo, resulta magnífico.
Tras descender el cimbreante tramo de escalera que nos deposita sobre la estrecha y pulida cornisa, optamos
por instalar una cuerda pasamanos y asegurar el paso de retorno.
Paso por cornisa, asegurado, para la vuelta. |
Con la atención y
prudencia debidas completamos el vertiginoso paseo, habiendo visitado el lugar
donde unos antepasados, en estas mismas cuevas y con el mismo paisaje bajo sus
pies, mientras pasaban más penurias que nosotros, encontraron tiempo para dejar
su impronta en forma de dibujos que hoy hemos observado respetuosamente.
De vuelta al punto
en el que habíamos abandonado la Senda procedemos con el “abrazo” pendiente,
más espectacular que difícil,
Y alcanzamos seguidamente la cornisa que precede
a la “ventana”, quizá el paso más característico de la Senda.
Antes de
atravesarla nos desviamos hacia la derecha para inspeccionar, previamente,
una gran cueva que algo más arriba atrae nuestra atención.
El goteo pausado
pero incesante del agua sobre la caliza ha dejado su marca en forma de tejidos calizos y gourgs
(pocitos) que admiramos mientras recuperamos el resuello.
Gourgs o pocitos calizos |
Vista del Vero desde la cueva. |
De vuelta a la
“ventana” sólo queda traspasarla y enganchar nuestra línea de vida a la sirga
que al otro lado asegura el tramo que viene a continuación.
Ventana, en sentido subida de la Senda, desde la canal. |
Traspasada la ventana, una sirga asegura el aéreo paso. |
El
volado recorrido de la Senda de las Escaleretas está tocando a su fin pero,
antes de salir a la parte alta del cortado, optamos por explorar una trocha que
se desvía hacia la izquierda.
Explorando por las alturas |
Las trazas por las
que vamos mueren al pie de un abrigo en cuya repisa encontramos los restos de
una antigua “arna” bastante bien conservada.
Colmena artesanalmente construida
entrelazando cañas, sellando los laterales con estiércol de res y cerrando los
extremos con tapas de madera o piedra. Para recolectar la miel se ahumaban las
arnas (de ahí los ennegrecidos techos de los abrigos o cuevas orientadas al
Sur, en las que se depositaban a resguardo de otros animales, y sin vientos que
azotasen o dificultasen las incesantes idas y venidas de las abejas), después
se vaciaba el interior dejando siempre la mitad para las propias abejas, en una
perfecta simbiosis.
Y algo más allá, observamos un
buitre que cuida de su polluelo en un nido inaccesible.
¿Distinguís la cabeza del polluelo, a la dcha,, tras las ramas del enebro? |
En su sitio quedan arna y aves, y retornamos a la Senda para culminar la subida.
Salimos a la parte superior
dejando atrás el farallón que, pleno de historia, belleza y restos de tiempos
remotos, hemos surcado siguiendo el increíble trazado de un camino vertiginoso
y aéreo como pocos, que los antiguos recorrían, cuando no tenían más remedio,
acarreando verduras y hortalizas mientras otros, más antiguos todavía, usaron
sus abrigos y cuevas para ponerse a resguardo de un entorno hostil,
dibujando animales y congéneres según ellos los veían.
Para rematar una
jornada espectacular y atípica (no estamos corriendo en ningún momento ¡Quién
podría!) decidimos completar el circuito visitando los Abrigos de Barfaluy, ubicados
algo a la izquierda, a los que se accede sin dificultad gracias a las amplias escaleras
habilitadas.
Pinturas
prehistóricas y reproducciones de arnas que vuelven a retrotraernos a épocas pretéritas.
Pinturas de Barfaluy |
Arnas en los asoleados abrigos |
El retorno al punto
de partida lo realizamos ya tranquilamente por la parte alta de la garganta en
cuyo fondo discurre el río Vero, observando el nevado Pirineo
La Peña Montañesa (izq) y el nevado Cotiella (dcha). |
Completando así
una circular que comenzó con un descenso a las profundidades a través del
barranco de Basender, seguido por un zigzagueante ascenso por la Senda de las Escaleretas,
aderezado con vertiginosas visitas a cuevas y abrigos, todo ello en el marco de
una agreste naturaleza y bajo el influjo de la reverente contemplación de
pinturas, artes y usos de un pasado con el que nos hemos sentido en comunión.
Un circuito que
debe abordarse con la precaución, material y hábito que se precisan para moverse
con seguridad por lo vertical e intrincado.
Enhorabuena, es una de las mejores reseñas que he visto de esta senda, imposible describirla mejor. Me alegro que os gustara.
ResponderEliminarSalud(os)
Impresionante paraje, reservado para unos pocos adiestrados en las artes de la cuerda, y que gracias a ellos, otros podemos permitirnos contemplarlos (aunque no sea igual en una pantalla que en la realidad). Enhorabuena por el recorrido y gracias por mostrar estos rincones de nuestra geografía. Abrazos. Rafa.
ResponderEliminarAlgo duchos sí hay que ser en seguros y paseos por aéreas cornisas, y siéndolo nos permitió, durante un rato pleno, ejercer de aprendices de nuestros antepasados, que por aquí anduvieron con muchos menos medios y, probablemente, con más miedos que nosotros. Salud, Montaña y un abrazo, Rafa.
EliminarReseña muy bien explicada de la actividad y te felicito por ello,Carlos.Los cuatro disfrutamos de ese marco incomparable y de tanta belleza paisajistica....un abrazo,Segis
ResponderEliminarHola Carmar.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con Ruben, una gran reseña, de este gran recorrido; un recorrido intrincado, pero conocido, por sendas imposibles, que marcaron una gran jornada.
Un saludo.
Segis, Rubén, Eduardo, celebro haber podido plasmar en palabras los vericuetos, paisajes y sensaciones que compartimos en una jornada que, precedida por una lluviosa víspera, nos regaló un día espléndido en el que tanto fue posible. Salud y Montaña, compañeros.
ResponderEliminarHola Carmar.
ResponderEliminarUna excursión bien maja y completa. Sorprende el imaginarse a los paisanos bajando por esas cornisas...que valor le echaban¡¡
¡Salud!
Fer
Valor y necesidad. Hay que imaginárselos pasando por allí acarreando las verduras, escarolas y patatas, con un calcero de los de aquella época, etc..., en fin, para que más de uno acabase descalabrado o algo peor.
ResponderEliminarSalud y Montaña, Fer.
¡GUAU! que chulada de actividad!
ResponderEliminarHace muuuchos, muchos años, hice algo parecido pero tras el Basender nos acercamos a los primeros abrigos para ver las pinturas y volvimos.
A estas alturas, ya no creo que me anime con el resto de la senda. Me he hecho mayor y el vértigo también se me ha hecho mayor... una pena.
Salud!
No sé yo, el vértigo a veces no es tanto como uno se lo piensa en el llano. Bien asegurados la cosa mejora un tanto. Es una senda la de las Escaleretas que vale la pena recorrer entera; una de las joyas de Guara. El Mascún es otra. Salud y Montaña, Pirene.
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