martes, 20 de agosto de 2013

Los Picos del Infierno y el Pico de Arnales, desde el Balneario de Panticosa.

La Marmolera de la cara Norte de los Infiernos, desde el Pico de Anayet
Los Picos del Infierno conforman un conjunto de tresmiles encadenados: el Occidental, con 3.073m, el Central, con 3.082m y el Oriental, con 3.076m, respectivamente, que suelen ascenderse desde el collado del Infierno, paso muy transitado para comunicar los valles de Panticosa y Respomuso.

Al atravesar dicho collado se suele lanzar una mirada hacia la ferruginosa pedrera que se extiende hasta las cimas, para continuar seguidamente con la marcha. Los Infiernos, al Sur, y los picos de Piedrafita y Tebarray, al Norte, quedan allí mientras los transeúntes transportan sus cargadas mochilas camino de los valles.

Más tarde, desde la base, en las tierras de Sallent, su mirada es irremisiblemente atraída por la Marmolera, gran veta grisácea que se inserta entre las tres cimas. Se siente la atracción de hollar sus cumbres.

Tal era la sensación de nuestro amigo Francisco cuando acordamos culminar el proyecto pendiente de “hacer los Infiernos”.


Las primeras luces de la mañana comienzan a iluminar el embalse de Búbal y las paredes de la Sierra de Telera, camino del Balneario de Panticosa.
A las 7:30h comenzamos la marcha en el Balneario de Panticosa. Francisco, Manuel y yo habíamos madrugado pensando que, dadas las buenas condiciones climatológicas, valía la pena tener tiempo por delante para llenar nuestros sentidos de la belleza natural que aporta el gran número de ibones y arroyos que contiene la zona de Bachimaña y de los Azules.

El bien trazado y empinado sendero pronto nos lleva al pie de la Cuesta del Fraile, que empezamos a la sombra y acabamos con el sol dándonos de pleno.  Entramos en el territorio de la luz y del agua.

A la derecha, el ibón de Bachimaña superior.
El torrente que baja de los ibones Azules viene tan crecido que optamos por ascender por la margen derecha (orográfica). La cara Norte de los Infiernos, con su Marmolera, se ofrece ante nuestros ojos.

Desde el ibón Azul superior se ve perfectamente el itinerario hasta el collado del Infierno, a cuya derecha se alza el pico de Piedrafita. Parece que tendremos que pisar nieve.

Cara Norte de los Infiernos desde el ibón Azul inferior
Collado del Infierno y pico de Piedrafita, desde el ibón Azul superior
Seguimos nuestra marcha sin olvidarnos de  mirar hacia atrás. Agua por doquier y las cumbres que cierran el horizonte.

Tenemos a la vista, en su plenitud, la larga cresta que, desde el collado del Infierno, se enfila hacia la cumbre Occidental. Está claro que pisaremos nieve.

Desde el collado (2.721m), el macizo del Vignemale muestra su inconfundible silueta.

Nos quedan ahora los 300m finales hasta alcanzar la primera de las cimas del Infierno (la Occidental). Optamos por seguir la senda que, derivando hacia la derecha, surca la rojiza pedrera que se eleva sin tregua. Hay mojones que vamos siguiendo. Trepamos por una amplia chimenea en cuya parte superior hay un gran hito con un palo vertical. Aquí se cambia de vertiente.

Comienza la travesía de la Marmolera, que se realiza por una vira más espectacular que difícil, justo entre la piedra roja y ferruginosa que baja de la cresta y el comienzo de la gran veta de piedra blanca y caliza. En cualquier caso, el patio es de cuidado y hay que ir asentando bien los pasos, que Sallent parece que esté esperando allí abajo.
La Marmolera de los Infiernos. A punto de entrar en ella
Atravesando la Marmolera
Al final de la travesía el primero de los Infiernos está ya a la mano. Una pequeña trepada y hacemos cumbre. 

Enfrente, los paredones del Garmo Negro y el Algas. A nuestros pies, los ibones de Pondiellos.

En la cumbre del Pico Occidental del Infierno (3.073m)
Continuamos hacia las cimas Central y Oriental de los Infiernos por la amplia cresta que las une. Estamos "saboreando" el gusto por la alta montaña.

Hacia las 2ª y 3ª cumbres de los Infiernos
Hacia la cima del 3er Infierno, el pico Oriental (3.076m). Al fondo el macizo del Vignemale
Vamos muy bien, el ánimo está elevado, así que decidimos realizar un circuito circular (para no descender por el itinerario de subida) y volver al Balneario por el collado de Pondiellos.

Toca ahora la parte más expuesta del recorrido, descender hasta el collado de Pondiellos por la pared Sur, entre los Infiernos Central y Oriental. Son unos 200m de pala muy pendiente, compuesta de estrechas terracitas y piedra bastante rota, que hay que ir bajando con sumo cuidado, tanto para no resbalar como para no tirar piedras a los que van por debajo. Conviene acertar bien con el inicio de la estrecha y difuminada trocha, jalonada con algún que otro mojón, que recorre la pared (vale más “no embarcarse”).

Comenzando el descenso por la cara Sur
La adrenalina se apodera de la garganta, y su sabor amargo acompaña durante todo el descenso, aderezado con algún que otro destrepe “entretenido”.

Al pie de la pared aparece de nuevo la nieve. Mientras Manuel y yo trepamos rápidamente a la cumbre del Pico de Arnales (3.006m), Francisco se encamina hacia el collado de Pondiellos (2.825m).

Cara Sur de los Infiernos desde el collado de Pondiellos. En rojo itinerario hasta la cima del P. Arnales. En azul, itinerario hasta el collado.
En la cima del P. Arnales (3.006m). En la distancia, los ibones de Bramatuero. Al fondo, el macizo del Vignemale
Tras bajar de la cima del Arnales nos volvemos a reagrupar en el collado y comemos algo antes de iniciar los 1.200m de descenso que en sólo 2km nos han de dejar de vuelta en el Balneario de Panticosa (1.631m). Sufren las rodillas al descender la muy pendiente, larga e incómoda pedrera inicial compuesta por voluminosos bloques de granito,

Pedrera desde el collado de Pondiellos. Abajo, el balneario de Panticosa, con su lago.
sobre los que hasta los sarrios tienen problemas para acomodarse.

Una vez acabada la glera, en la zona de la Mallata Alta, el sendero continúa por pasto y tanto el paso como las piernas se recomponen.

En suma, completa actividad, realizando un circuito cuya primera parte discurre por suaves y agradables ibones y arroyos, alcanzando 3 ó 4 tresmiles en la misma jornada, segregando adrenalina para descender la delicada pared Sur, completando el recorrido con una soberana ración de pedrera de todo tipo y tamaño en la que las piernas y tobillos son exigidos al máximo, en un entorno de típica alta montaña pirenaica.


Ilusión cumplida, con gratísimas imágenes y compañía para rememorar.

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