Las formas rocosas de la Pedriza desde el barranco del río Manzanares |
El circuito arranca del Collado de Quebrantaherraduras (portal de acceso a la Pedriza) y sigue la cuerda de los Porrones hasta el Collado de las Vacas, justo al pie de la pala cimera de la Maliciosa; en este punto baja a buscar el recién nacido río Manzanares en el lugar donde acaba el Ventisquero de la Condesa, llamado el Puente de los Manchegos. A partir de aquí el recorrido sigue paralelo a la margen izquierda del Manzanares hasta entroncar con la pista que sale de la Charca Verde, retornando al punto de partida tras pasar por Canto Cochino.
Este es un trayecto ideal para aquellos que desean deambular por naturaleza agreste, solitaria y poco humanizada.
Comienzo en el Collado de Quebrantaherraduras (1.138m). Son las 9h45m de una mañana fría y soleada. La escarcha es notable. Empiezo a trotar bien abrigado.
El “merendero” que atravieso a los pocos metros parece hecho por un “artesano dolménico” hace “la tira de años”.
Voy entrando en calor, adentrándome en el bosque de coníferas, por un sendero de suave pendiente. La Cuerda de los Porrones, en su tendido Este – Oeste, va empinándose. Me cunde bastante la marcha, la sombra y el frío me inducen a superar estas cuestas a buen ritmo. Huele a jara y a pino. Cruje la helada arena húmeda al son de mis zancadas. El entorno está nítido. Salgo del bosque a la luminosidad del sol.
Miro hacia atrás. Empieza ya a haber nieve, testigo de la nevada de hace un par de días. Al fondo, sobre el embalse de Santillana, la conocida silueta del Monte de San Pedro. Más próximo, el emblema de la Pedriza, el Yelmo ¡Da vida este sol!
Entro en el roquedo que hay al pie de la Maliciosa Baja. Aquí vuelve a aparecer una cuesta algo exigente ¡Sólo son unos 250m, así que adelante!
Una pareja de cabras y yo nos miramos, nos observamos y nos vamos cada uno a lo suyo. Ellos se quedan allí en lo alto, y yo sigo camino del Collado de las Vacas (1.900m) adonde llego en unos minutos. La pala somital Este de la Maliciosa Alta se eleva 300m desde aquí hasta la cima ¡Buena pendiente!, pero corta.
Me encuentro con dos madrugadores, José y Fernando, cuyo objetivo de hoy es subir al pico y luego bajar hacia la cabecera del Ventisquero de la Condesa. Van a acompañar al Manzanares desde su mismo nacimiento. Yo, sin embargo, desde aquí bajaré “a través”, para encontrar el río a su salida del ventisquero.
Estamos ya pisando nieve. El terreno está cubierto por unos 7 ó 10 centímetros de nieve fría y seca. Entre los tres vamos buscando algún mojón que indique por dónde he de comenzar yo mi descenso. Justo donde el terreno se empina, dando paso a la pala de la cima, vemos un par de mojones a nuestra derecha; es el comienzo de mi trocha y el momento de despedirnos.
El terreno no es ni peligroso ni complicado, pero la nieve hace que sólo se vean claras las matas de piorno que sobresalen. Como los hitos son menos altos que los piornos, tan sólo los veo cuando estoy encima de ellos. En verano supongo que se verán las trazas de este vericueto, pero ahora, me he de aplicar para no “embarcarme”. Ayudado por el instinto, voy siguiendo las huellas de alguna cabra que ha transitado antes por aquí; asiento bien los pasos y procuro no aproximarme demasiado al cauce del torrente que surca esta ladera. No me cunde mucho la marcha, pero el río Manzanares lo veo cada vez más próximo, y voy encontrando los escasos montoncitos de piedras que jalonan el descenso.
Cuando llego a la orilla veo al otro lado el sendero que baja desde el Ventisquero de la Condesa, pero, para llegar a él he de cruzar el río, que no es que sea demasiado ancho ni su caudal resulte abrumador, pero como todo está semicubierto de nieve, y la temperatura sigue siendo fría, las piedras sobre las que he de saltar para cruzarlo están: o mojadas o cubiertas con una fina capa de hielo. De modo que empiezo a remontar en busca de un lugar adecuado para “los saltos”.
En eso estoy cuando percibo un olor penetrante y conocido. Giro la cabeza, olfateo con más atención, sigo el rastro, y encuentro los restos de una vaca. Tan sólo quedan los huesos, la piel ¡y la correa de cuero todavía ceñida al cuello! No puedo dejar de pensar que, si alguien la echó de menos, no fue lo suficiente como para salir a buscarla.
Doy media vuelta, encuentro por dónde cruzar el río, y enseguida llego al Puente de los Manchegos, lugar donde las “zetas de la Pedriza” hacen un giro de 180º y vuelven hacia su origen, discurriendo al pie de la Sierra del Francés.
A unos 100m del puente comienza el sendero que discurre por la orilla izquierda del Manzanares, hasta casi llegar a la Charca Verde. Agreste, vegetación natural y apretada, pendiente y solitario
¡Suerte que está en cara Sur (voy pisando sobre nieve pero al sol), porque la otra orilla, Norte y a la sombra, muestra unos hielos bien poco acogedores!
Atrás quedan el pico de la Maliciosa Alta, con su pala, y el tramo por el que yo he descendido para llegar hasta el río.
Comienzo la bajada. Cruje la nieve, pero está firme; el trote es rápido. Me interno en un profundo barranco. Los pinos autóctonos y las jaras predominan. El río se desploma en saltos, el caudal es agitado y tumultuoso, el fragor envuelve.
Enfrente, entre los retorcidos pinos, a lo lejos, se ven las cimas de la lejana Pedriza.
Voy encontrando a mi paso mudos testigos de tiempos pasados que, aún caídos y casi deglutidos por el entorno, contribuyen a la belleza primitiva de este lugar.
El estruendo del agua aumenta considerablemente. Me acerco a ver “los Chorros del Manzanares” y sus hermosas pozas.
Ya va quedando menos. Continúo ahora por un bosque de arizónicas; piso mullido, ni rastro de nieve desde los Chorros, y tengo a la vista “el Puente del Retén”.
Me paro, lo observo y, ¡Sí, a la sombra y con los tablones cubiertos de fina capa de escarcha! Paso de equilibrista y suspiro en la otra orilla.
En pocos metros alcanzo los escalones de piedra que me dejan en la pista que lleva hasta la Charca Verde.
Desde aquí, tomo una senda que, pasando por Canto Cochino, me conduce de nuevo hasta el Collado de Quebrantaherraduras.
Son las 14h 15m cuando llego al coche, tras haber realizado un circuito de 15km, salvando un desnivel acumulado 900 de D+, en un día en el que salí con la intención de no pisar nieve, y acabé transitando sobre ella durante la mayor parte del tiempo.
Casi siempre se descubren nuevos parajes en las zonas “de sobra conocidas”
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