domingo, 23 de septiembre de 2018

Turégano: Villa y castillo . Buceando en la historia.

Castillo de Turégano. Fachada Oeste
La villa de Turégano se encuentra en la estepa castellana, lugar de inviernos y veranos extremos,  en el amplio valle de los ríos Pirón y Cega, a 935m sobre el nivel del mar. Al norte y próximos, los montes Carpetanos la separan del valle del Lozoya.

Montes Carpetanos desde el Castillo
Decir Turégano es decir Castillo, pues la fortaleza de esta Villa Episcopal es de las más singulares, por su carácter de iglesia fortificada con aspecto inexpugnable.

En el cerro donde se ubica el castillo existió en la prehistoria un castro prerromano; los romanos, y posteriormente los árabes, aprovecharon dicho alto para hacer crecer la ciudad a su alrededor.

Restos de las primitivas murallas que rodeaban el castro
Con la llegada de los cristianos en el siglo XII se erigió la iglesia románica primitiva de San Miguel, rematada con aspilleras y edificada en el interior del castro.

Seguidamente, a lo largo del siglo XIII, se construyó, superponiéndolo a la iglesia, el Castillo-Palacio de los obispos.

El impulso final, que dio lugar a la apariencia actual del castillo, lo realizó Juan Arias Dávila a mediados del siglo XV, al convertirse el rey Enrique IV de Castilla en uno de sus más encarnizados enemigos, tras haber hecho colgar a un emisario del mismo Enrique IV que había tenido la osadía de pedirle que fuera a presencia real, en vez de que ocurriera al revés, según criterio del propio Juan Arias.

Las zonas de reposo: orientadas al cálido Sur



Como consecuencia, Juan Arias Dávila se enclaustró y fortificó en Turégano, reforzando el aspecto externo de inaccesibilidad del castillo, al tiempo que dotando su interior de numerosos corredores, vericuetos y estrechas escaleras con el claro propósito de desanimar y dificultar al máximo cualquier intento real de asalto.

Sinuosas y estrechas escaleras


Abundantes quiebros


Lugares angostos y escondidos


Es así cómo se llega a la singular apariencia actual: una iglesia, la de San Miguel, embutida en el castillo, componiendo un conjunto de construcciones defensivas adosadas y superpuestas al templo. Iglesia que, en su interior, resulta mucho más amplia y despejada de lo que se pueda esperar, a la cual se accede traspasando una vetusta puerta de madera. 

Varias cerraduras hay que abrir para acceder a la iglesia

Encontrando un amplio interior


Desde la base del púlpito se observa, a la derecha del altar según se mira, una puerta que no estaba en el siglo XVI, y que da acceso hoy a la mazmorra que en su día ocupara Antonio Pérez.
A lo largo de su historia la fortaleza ha tenido diversos usos, acogiendo a obispos de Segovia y a reyes, y más tarde sirviendo como prisión, donde permaneció encerrado, entre otros, Antonio Pérez, secretario de cámara y del Consejo de Estado del Rey de España Felipe II. 

Acceso desde la iglesia a la mazmorra en la que Antonio Pérez pasó tres meses de su cautiverio.

La única entrada que en 1590 tenía la mazmorra, y por donde metieron y sacaron a A. Pérez, era por el acceso del techo que se ve en la dcha. 

Los últimos días de noviembre se celebra en Turégano la tradicional Feria de San Andrés que antiguamente se denominaba “de Santa Catalina”; era la mayor feria ganadera de Castilla, por el número de tratantes y reses que acudían desde todos los lugares de España. 

El castillo se alza sobre la villa

A la fortaleza se accede por su puerta Este

Que se cierra y se abre con luenga llave

Su poderosa y amurallada fachada Norte resulta imponente.

En ella las palomas encuentran acomodo

El sol va, poco a poco, alcanzando la fachada Oeste.


Con la llegada de la tarde los cumulonimbus, que en andanada envía la próxima sierra sobre Turégano, van desarrollándose y cobrando cuerpo. No tardará en descargar la tormenta.


4 comentarios:

  1. Hola Carmar.

    Muy interesante la visita cultural a esta pequeña villa, que viendo la construcción del castillo y esas escaleras de caracol, más de uno se lo pensaría a la hora de atacar semejante fortaleza, que siempre resulta grato ver que está en un estado de conservación bastante bueno.

    Un saludo

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    1. Finalmente nadie acabó atacando la fortaleza. Se conoce que su aspecto amedrentaba a los adversarios. De hecho, Juan Arias consiguió su propósito haciéndola. Nadie le atacó, pero tranquilo supongo que no anduvo.

      Un saludo.

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  2. Muy bonito lugar y con gran encanto.
    Un saludo.

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    1. Resulta atractivo, a la par que instructivo, de tanto en tanto bucear en la historia. ¡Ah!, Castilla y sus castillos.
      Un saludo.

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