Las brumas de la mañana cubren los olivares. Sierra Mágina se recorta en el horizonte |
A los pies de los escarpes de su
cara Sureste se encuentra la población de Pegalajar (820m), en zona de olivos y
buen aceite. Tan al pie mismo está que tuvieron que reforestar la ladera con
pino carrasco para asentar el terreno y minimizar los frecuentes
desprendimientos con los que eran bombardeados los bancales que se extienden
entre la población y la montaña.
La Serrezuela es monte cubierto
de vegetación mediterránea, con zona
boscosa de pinos, carrascas, romerales, tomillares y espartales.
Comenzamos la marcha en Pegalajar
emprendiendo la subida, carretera arriba, hacia el collado del Área Recreativa
de las Siete Pilillas, por zona árida de espartales con algunos ejemplares
aislados de encinas y almendros.
No apartamos la vista de unos
cazadores que se desplazan por la parte más alta. Nuestra desazón se va
disipando a medida que nos aproximamos al Área Recreativa y tras haber
constatado que ellos se encaminan hacia otro lado.
Una vez en las Siete Pilillas
(950m), habiendo dejado atrás las zonas descubiertas, tenemos por delante la
Serrezuela, que se extiende en sentido Noreste – Suroeste a lo largo de unos
tres kilómetros y medio, manteniendo una altitud entre los 1.000m y 1.130m. Un
buen sendero la circunvala en todo su perímetro. Nosotros optamos por
recorrerlo en el sentido contrario al de las agujas del reloj.
El inicio es muy suave, por una
zona de umbría entre pinos, con unas vistas magníficas de las lomas de Jaén y
de los olivares que las ocupan.
Vista sobre la ciudad de Jaén |
Al poco de caminar, en un paredón
calizo, observamos unas cuantas oquedades rocosas en una de las cuales, y al
alcance de la mano (¡!) hay unas pinturas rupestres en muy buen estado; se
trata del Abrigo de la Serrezuela.
Abrigo de la Serrezuela |
Oquedades y pinturas rupestres |
Detalle de las pinturas |
Dejamos atrás las pinturas y
seguimos la marcha. Disminuye la densidad del pinar y aumenta la luminosidad.
En un punto determinado, la senda se divide en dos: un ramal continúa sin
perder altura hacia el final del espolón rocoso, al cual contornea, y el otro
apunta en sentido ascendente, hacia lo alto de dicho espolón.
Dejamos atrás el Abrigo de la Serrezuela |
El bosque se hace más luminoso |
Tomamos éste último y pronto
alcanzamos la parte superior y un mirador que hay en el extremo Suroeste de la
Serrezuela (1.126m), desde el que otear el horizonte: el pico Almadén, un
inmenso mar de olivos con Sierra Nevada al fondo, y más cerca, la Peña de los
Buitres, nuestro siguiente objetivo.
Al fondo, el pico Almadén |
Sierra Nevada |
La Peña de los Buitres |
Tras una pequeña pausa
continuamos marchando hacia la Peña, abandonando, a los pocos metros y
momentáneamente, la buena senda que discurre por el pinar para, en su lugar,
tomar una trocha en ligero ascenso por la
que nos encaminamos hacia la raya calcárea que sustenta la Peña y que cuenta
con numerosas oquedades y cuevas. Áspero y abrasivo roquedo que superamos por
una fácil canal hasta plantarnos en la parte superior.
Canal de acceso a la parte superior de la raya calcárea |
Accedemos a un pequeño lapiaz que
atravesamos con cuidado, observando cómo la vegetación es capaz de colonizar
las grietas que componen el karst, hasta llegar al poste geodésico que señala
la cima de la Peña de los Buitres (1.137m).
Lapiaz de la parte superior de la Peña de los Buitres |
Vida entre las grietas |
Desde la Peña de los Buitres: abajo, Pegalajar; al fondo, el Pico Almadén |
Desandamos el camino y volvemos
al sendero del pinar que habíamos dejado antes, y que ahora seguimos en sentido
hacia Las Siete Pilillas, descendiendo ligeramente hasta los 950m.
A la sombra del pinar |
Vamos rodeando la Serrezuela por
la cara de la solana, más despejada de vegetación que la zona norte, caminando
por una senda a los pies de las paredes calizas, hasta llegar a un gran mirador
donde compartimos paraje con una oveja solitaria.
Tras un rato de ensimismada contemplación
proseguimos la marcha.
Seguimos el camino en ligero
descenso hasta encontrar un desvío que, en franca bajada, nos conducirá hasta
el mismo pueblo, al cual nos aproximamos rápidamente.
Las blancas paredes de las casas
y construcciones de Pegalajar brillan al sol del mediodía.
Población de Pegalajar |
Atravesamos la zona de bancales ocupados por
algunas cercas en cuyo interior hay cabras y corderos.
Entramos finalmente en la
población y recorremos sus empinadas calles hasta llegar junto a la Charca, una
de sus señas de identidad. Carteles alusivos nos recuerdan cómo Pegalajar tiene
su historia ligada a la de su Charca.
“Tiene Pegalajar una fuente de donde nace un muy grande golpe de aguas
muy buenas, limpias y frías, con que se riegan muchas huertas y cantidad de
tierra“(F.Rus en 1646).
Charca de Pegalajar, bien falta de agua |
Hola Carmar.
ResponderEliminarResulta curioso el buen estado de las pinturas rupestres y que no se encuentren protegidas, habla muy bien de las gentes de la zona, o igual el desconocimiento de su existencia.
Viendo las fotos, os queda mucho por seguir investigando por esas sierras de Jaen.
Un saludo
También a mí me sorprende cuando las pinturas están al alcance. Me queda la impresión de que habría que protegerlas.
EliminarLas Sierras de Jaén, muchas en realidad, son para explorarlas.
Un abrazo.
El encuentro con ovejas solitarias es una pena, podría interpretarse como una falsa libertad del ovino pero, es todo lo contrario. El estrés va minando poco a poco la salud del animal desprotegido de sus congéneres del rebaño.
ResponderEliminarLa roca caliza tiene un encanto especial por los recovecos y grandes oquedades que sirven y sirvieron de protección contra las inclemencias atmosféricas a muchos animales; incluido el hombre.
Un abrazo.
Tu aseveración sobre las ovejas solitarias corrobora la sensación de desarraigo y desprotección que me produce cuando las encuentro. Se dan con frecuencia en las zonas apartadas de las sierras jienenses. Hasta el aspecto físico de estos ejemplares transmite dicha sensación. Parecen dudar entre acercarse a ti o en guardar una prudente distancia, pero en ambos casos su desamparo resulta palpable.
EliminarUn abrazo.
Que interessante (e intrigante) é esse encontro diversas vezes com uma ovelha solitária... desgarrada do seu rebanho, da sua família... sensação estressante diversa muitas vezes do ser humano...
ResponderEliminarQue bonita são as rotas que você percorre!... seguramente é um ser privilegiado!
Um beijo
Sea bienvenida la soledad cuando buscada; en cambio, cuan pesada coraza resulta cuando sobrevenida. En las ovejas solitarias, desarraigadas, encontramos un reflejo, en ocasiones, del propio yo, y creemos percibir su abandono. Es entonces cuando, si a la mano está y se dejan, les ofrezco con suavidad unas almendras saladas que, las más de las veces, acaban tomando. Y quedo yo con la sensación de haber compartido algo con aquel que lo necesitaba, aunque después cada uno siga con su propia existencia.
EliminarEn este sentido sí me considero un ser privilegiado, y agradecido también por comentarios como los tuyos.
Gracias y un abrazo.