miércoles, 13 de diciembre de 2017

La Serrezuela de Pegalajar. Sierra Mágina durante el “Veranillo de San Martín”_v2.




Las brumas de la mañana cubren los olivares. Sierra Mágina se recorta en el horizonte
La Serrezuela de Pegalajar se encuentra al Noroeste del Parque Natural de Sierra Mágina, constituyendo un mirador de primer orden tanto sobre el Parque como sobre los campos y la ciudad de Jaén. Grises calizas y verdes olivares son las notas dominantes.

A los pies de los escarpes de su cara Sureste se encuentra la población de Pegalajar (820m), en zona de olivos y buen aceite. Tan al pie mismo está que tuvieron que reforestar la ladera con pino carrasco para asentar el terreno y minimizar los frecuentes desprendimientos con los que eran bombardeados los bancales que se extienden entre la población y la montaña.

La Serrezuela es monte cubierto de vegetación mediterránea, con  zona boscosa de pinos, carrascas, romerales, tomillares  y espartales.

Comenzamos la marcha en Pegalajar emprendiendo la subida, carretera arriba, hacia el collado del Área Recreativa de las Siete Pilillas, por zona árida de espartales con algunos ejemplares aislados de encinas y almendros.

No apartamos la vista de unos cazadores que se desplazan por la parte más alta. Nuestra desazón se va disipando a medida que nos aproximamos al Área Recreativa y tras haber constatado que ellos se encaminan hacia otro lado.

Una vez en las Siete Pilillas (950m), habiendo dejado atrás las zonas descubiertas, tenemos por delante la Serrezuela, que se extiende en sentido Noreste – Suroeste a lo largo de unos tres kilómetros y medio, manteniendo una altitud entre los 1.000m y 1.130m. Un buen sendero la circunvala en todo su perímetro. Nosotros optamos por recorrerlo en el sentido contrario al de las agujas del reloj.

El inicio es muy suave, por una zona de umbría entre pinos, con unas vistas magníficas de las lomas de Jaén y de los olivares que las ocupan.  

 
 
Vista sobre la ciudad de Jaén
Al poco de caminar, en un paredón calizo, observamos unas cuantas oquedades rocosas en una de las cuales, y al alcance de la mano (¡!) hay unas pinturas rupestres en muy buen estado; se trata del Abrigo de la Serrezuela.

Abrigo de la Serrezuela
Oquedades y pinturas rupestres
Detalle de las pinturas
Dejamos atrás las pinturas y seguimos la marcha. Disminuye la densidad del pinar y aumenta la luminosidad. En un punto determinado, la senda se divide en dos: un ramal continúa sin perder altura hacia el final del espolón rocoso, al cual contornea, y el otro apunta en sentido ascendente, hacia lo alto de dicho espolón.

Dejamos atrás el Abrigo de la Serrezuela
El bosque se hace más luminoso
Tomamos éste último y pronto alcanzamos la parte superior y un mirador que hay en el extremo Suroeste de la Serrezuela (1.126m), desde el que otear el horizonte: el pico Almadén, un inmenso mar de olivos con Sierra Nevada al fondo, y más cerca, la Peña de los Buitres, nuestro siguiente objetivo.

Al fondo, el pico Almadén
Sierra Nevada
La Peña de los Buitres
Tras una pequeña pausa continuamos marchando hacia la Peña, abandonando, a los pocos metros y momentáneamente, la buena senda que discurre por el pinar para, en su lugar, tomar  una trocha en ligero ascenso por la que nos encaminamos hacia la raya calcárea que sustenta la Peña y que cuenta con numerosas oquedades y cuevas. Áspero y abrasivo roquedo que superamos por una fácil canal hasta plantarnos en la parte superior.

 
Canal de acceso a la parte superior de la raya calcárea
Accedemos a un pequeño lapiaz que atravesamos con cuidado, observando cómo la vegetación es capaz de colonizar las grietas que componen el karst, hasta llegar al poste geodésico que señala la cima de la Peña de los Buitres (1.137m).

Lapiaz de la parte superior de la Peña de los Buitres
Vida entre las grietas
Desde la Peña de los Buitres: abajo, Pegalajar; al fondo, el Pico Almadén
Desandamos el camino y volvemos al sendero del pinar que habíamos dejado antes, y que ahora seguimos en sentido hacia Las Siete Pilillas, descendiendo ligeramente hasta los 950m.

A la sombra del pinar
Vamos rodeando la Serrezuela por la cara de la solana, más despejada de vegetación que la zona norte, caminando por una senda a los pies de las paredes calizas, hasta llegar a un gran mirador donde compartimos paraje con una oveja solitaria.

Tras un rato de ensimismada contemplación proseguimos la marcha.

Seguimos el camino en ligero descenso hasta encontrar un desvío que, en franca bajada, nos conducirá hasta el mismo pueblo, al cual nos aproximamos rápidamente.

Las blancas paredes de las casas y construcciones de Pegalajar brillan al sol del mediodía.

Población de Pegalajar
Atravesamos la zona de bancales ocupados por algunas cercas en cuyo interior hay cabras y corderos.

 
Entramos finalmente en la población y recorremos sus empinadas calles hasta llegar junto a la Charca, una de sus señas de identidad. Carteles alusivos nos recuerdan cómo Pegalajar tiene su historia ligada a la de su Charca.

 
 
“Tiene Pegalajar una fuente de donde nace un muy grande golpe de aguas muy buenas, limpias y frías, con que se riegan muchas huertas y cantidad de tierra“(F.Rus en 1646).

Charca de Pegalajar, bien falta de agua

6 comentarios:

  1. Hola Carmar.

    Resulta curioso el buen estado de las pinturas rupestres y que no se encuentren protegidas, habla muy bien de las gentes de la zona, o igual el desconocimiento de su existencia.

    Viendo las fotos, os queda mucho por seguir investigando por esas sierras de Jaen.

    Un saludo

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    1. También a mí me sorprende cuando las pinturas están al alcance. Me queda la impresión de que habría que protegerlas.

      Las Sierras de Jaén, muchas en realidad, son para explorarlas.

      Un abrazo.

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  2. El encuentro con ovejas solitarias es una pena, podría interpretarse como una falsa libertad del ovino pero, es todo lo contrario. El estrés va minando poco a poco la salud del animal desprotegido de sus congéneres del rebaño.
    La roca caliza tiene un encanto especial por los recovecos y grandes oquedades que sirven y sirvieron de protección contra las inclemencias atmosféricas a muchos animales; incluido el hombre.
    Un abrazo.

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    1. Tu aseveración sobre las ovejas solitarias corrobora la sensación de desarraigo y desprotección que me produce cuando las encuentro. Se dan con frecuencia en las zonas apartadas de las sierras jienenses. Hasta el aspecto físico de estos ejemplares transmite dicha sensación. Parecen dudar entre acercarse a ti o en guardar una prudente distancia, pero en ambos casos su desamparo resulta palpable.

      Un abrazo.

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  3. Que interessante (e intrigante) é esse encontro diversas vezes com uma ovelha solitária... desgarrada do seu rebanho, da sua família... sensação estressante diversa muitas vezes do ser humano...
    Que bonita são as rotas que você percorre!... seguramente é um ser privilegiado!
    Um beijo

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    1. Sea bienvenida la soledad cuando buscada; en cambio, cuan pesada coraza resulta cuando sobrevenida. En las ovejas solitarias, desarraigadas, encontramos un reflejo, en ocasiones, del propio yo, y creemos percibir su abandono. Es entonces cuando, si a la mano está y se dejan, les ofrezco con suavidad unas almendras saladas que, las más de las veces, acaban tomando. Y quedo yo con la sensación de haber compartido algo con aquel que lo necesitaba, aunque después cada uno siga con su propia existencia.

      En este sentido sí me considero un ser privilegiado, y agradecido también por comentarios como los tuyos.

      Gracias y un abrazo.

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