lunes, 13 de junio de 2016

Por el monte de Luesia. El Hayedo de L’Artica, uno de los más meridionales de Europa.

El monte de Luesia y su vecina sierra de Santo Domingo constituyen el cuarto paisaje protegido de Aragón, el único en Zaragoza. Los otros tres son: Fago y San Juan de la Peña, en Huesca y los Pinares de Rodeno, en Teruel.

A Eduardo y a mí nos agradan los bosques, y más en tiempo de calor. Correr entre los árboles, las zancadas amortiguadas por las hojas caídas, acompañados por el canto de los pájaros y por el rumor de los arroyos proporcionan unas sensaciones de lo más gratificantes. Con cuidado, eso sí, para no tropezar con las trampas ocultas en forma de raíces, huecos, ramas o piedras que acechan al desprevenido.

Para esta primera vez que visitamos el entorno de Luesia diseñamos un itinerario corto que transcurre por robledales, pinares, hayedos, encinares, lomas, barrancos, matorrales,... todo sucediéndose en esta ruta circular que además ofrece unas magníficas vistas de la Sierra de Santo Domingo. En total 16km de longitud superando un desnivel acumulado en ascenso de 930m de D+.

En síntesis, el zigzagueante recorrido es el siguiente: Refugio de L’Artica (950m) – Collado Balsiruela (1.204m) – La Mata del Pueyo (1.222m) – Puy Fonguera (1.307m) – Puy Moné (1.303m) – Punta Cabo Bal (1.312m) – Mal Paso – Collado Erica la Fosa (1.131m) – Barranco de Embite (900m) – Collado Palomeros (1.241m) – Collado del Correo (1.162m) – Refugio de L’Artica (950m).

La aproximación la hacemos desde el pueblo de Luesia, siguiendo en coche por la buena pista que hay hasta llegar al Refugio de L’Artica. El enclave es de lo más acogedor, verde pasto, varios caballos y un burro que, en cuanto nos ve llegar, se viene directo hacia nosotros.

Refugio de L'Artica

Cariñoso y tozudo ejemplar que no se nos despega ni en broma, literalmente hablando, con la cabeza pegada contra nuestro cuerpo, fija la vista en nuestras manos, sobre todo en lo que manejamos con ellas, pendiente de cualquier cosa comestible que le podamos ofrecer. Finalmente compartimos dos plátanos.

Tras carantoñas y agobios varios, logramos escapar de su insistencia dejándolo “al cuidado” del coche.

Camino del Collado de Balsiruela nos internamos en un frondoso pinar que posteriormente da paso a un hayedo, el primero de la jornada, mientras vamos cogiendo altura sobre la Bal de Valongar.

Hacia el Collado de Balsiruela
Salimos del bosque y alcanzamos al Collado. Desde él se divisa, justo enfrente, el Puy Moné, inconfundible por la caseta de vigilancia forestal construida sobre la cima.


El Puy Moné
El cordal del monte de Luesia, separador de la parte de Biel, está formado por una sucesión de lomas redondeadas cubiertas de pasto, por las que resulta muy cómodo transitar.

Posponemos temporalmente el Puy Moné, al que iremos luego, porque antes queremos visitar un tejo milenario que hay en un pequeño hayedo situado en la Mata del Pueyo, por lo que tomamos un camino hacia el E / SE que comunica con él, alejándonos del Puy.

Al poco alcanzamos la linde del hayedo, en el que nos internamos, zona húmeda y fresca que por su aspecto anticipa la presencia del tejo. 


El gran porte del ejemplar es señal de su antigüedad, y de que medra bien en este recoleto enclave.

Tejo Monumental
La senda continúa hasta desembocar en la Fuente del Pueyo, junto a una pista, lugar adecuado para coger agua y tomar una barrita energética.

El Puy Moné desde la Fuente del Pueyo
Ahora ya es momento de orientarnos hacia el Puy Moné, por lo que retornamos y enfilamos directos hacia el N, loma adelante, pasando sucesivamente por el Puy Fonguera y Cabo de Bal, alcanzando finalmente el Puy Moné.

El recorrido del cordal permite ir contemplando la Sierra de Santo Domingo.

Sierra de Santo Domingo desde el cordal
Entre los diversos contornos, el de los Mallos de Riglos
Tras tomar un plátano en el Puy Moné retornamos al Cabo de Bal para, desde él, tomar el camino que desciende a la vertiente de Biel por el Mal Paso, loma de conglomerado que, a pesar del nombre, está recorrida por un sencillo sendero.

Cordal del Malpaso
Tilo al comienzo del Malpaso
Conglomerado en el Malpaso
Perdemos altura hasta llegar al Collado Erica la Fosa. Hacia la izquierda sale una senda que comunica con el Pozo de Pígalo, cuya visita nos planteamos pero que, como andamos justos de tiempo, dejamos para otra ocasión. En su lugar tomamos la trocha que sale hacia la derecha, y emprendemos rápido descenso por el Barranco de Embite o de la Carbonera, en dirección a Biel.

Descenso hacia el Barranco de Embite
Entre pinos y bojes corremos pendiente abajo; el rumor del agua indica que estamos próximos al cauce del arroyo, al que llegamos enseguida; lo cruzamos varias veces, continuamos por una pista y alcanzamos el punto donde un cartel indicador advierte del arranque de un sendero que, abandonando la pista, se enfila de vuelta hacia el Puy Moné.



Estamos a 900m de altitud. Toca ascender ahora todo el desnivel descendido a la carrera. Los primeros doscientos metros son muy empinados y nos hacen sudar de lo lindo.

Sierra de Santo Domingo
Después la pendiente se suaviza algo, el arbolado se torna menos denso y salimos a una zona de matorral, superada la cual alcanzamos de nuevo el cordal principal que separa Biel de Luesia en el Collado de los Palomeros.

Desde el Collado de Palomeros vemos, abajo, de donde venimos
Vista sin obstáculos de la Sierra de Santo Domingo
Detalle de la Sierra de Santo Domingo, con el Pirineo al fondo
A partir de aquí sólo queda recorrer la cuerda hacia el Sur, pasando junto a las curiosas Ripas Altas, y con Biel visible en la distancia  a la izquierda, camino del Collado del Correo (el  punto más bajo de la cadena, por el que pasaba el correo entre  las poblaciones de Luesia y Biel).

Las Ripas Altas, con el pueblo de Biel abajo y al fondo
Desde el Collado del Correo se ve ya el valle de Bal, en la vertiente de Luesia, y la pradera sobre la que se asienta el Refugio de L’Artica.



Valle de Bal y pradera del refugio de L'Artica
Para llegar abajo atravesamos el hayedo de la Bal transitando por amplia y mullida senda.

Hayedo de la Bal
Retornando al coche a hora temprana, no encontrando ahora al pertinaz asno que nos recibió por la mañana, con lo que podemos realizar los estiramientos y recoger las cosas ordenadamente, lo cual hubiera sido imposible en caso de que él hubiese aparecido.

6 comentarios:

  1. Hola Carmar.

    Toda una sorpresa, está sierra de Luesía. Un recorrido espectacular, completo, y casi 100% por sendero y bosque; quien nos iba a decir, que en la provincia de Zaragoza, nos íbamos a encontrar un bosque tan bonito, y diverso.

    Ya estoy deseando volver, en otoño tiene que estar increíble!!!

    Un saludo

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    1. Tenemos varias visitas pendientes a la zona, sí. Y el otoño será una época especialmente atractiva. Queda incluida con honores en la lista de pendientes.
      Gracias por encontrar semejantes itinerarios, fruto de una concienzuda labor de averiguación previa, sin la cual resultaría improbable que los pudiésemos hacer.
      Salud y Montaña, compañero

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  2. Mira que bien! si aún quedan parajes solitarios que nos animan a seguir investigando. No conozco esta sierra de Luesia, siempre me quedé en la de Santo Domingo.

    Salud!

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    1. Ahora nos toca a nosotros acercarnos a la de Santo Domingo, que la tuvimos enfrente durante todo el día. Tampoco tiene pinta de estar muy frecuentada.
      Salud y Montaña, Pirene.

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  3. Pozo Pigalo. Con canícula, imprescindible. No vas a fiarte sólo de la sombra de las hayas centenarias. El señor burro sustituye en el nicho ecológico a otros herbívoros menos querenciosos. El pasado finde cartel de completo en El Nido de Águilas y una senderista tirada a tomar viento en el Collado de las Estacas con esguince leve. Final feliz en la boina de Moncayo, donde senderistas preparados y con material vivaquearon y fueron reconducidos por el EREIM parece ser que desde Lobera hasta Hayaseca. No estamos tan locos: en el monte no hay pasos de cebra(bueeeeno, algún semáforo).

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    1. Son muy de fiar las centenarias hayas, y su sombra más fresca que la del roble. El pollino querencioso dejóse querer y alimentar, después lo abandonamos a su suerte. Lástima lo del esguince, que por lo que dices fue leve. No resulta muy de mi agrado el vivac moncaino, que de boinas y ventoleras miro de tener la menor ración posible. Salud y Montaña, querido Andrés.

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