Zaragoza está rodeada de mesetas
yesíferas, elevadas entre 100m y 300m sobre las bases, surcadas por profundos
barrancos donde romeros, enebros y pinos se aferran al yeso que los sustenta,
soportando las ventoleras que les llegan por el Oeste, desde el Moncayo. Al
Norte de la ciudad, Juslibol y los Montes del Castellar acompañan el curso del
Ebro; al Sur, el entramado de barrancos y planas cuyo talud sigue el discurrir
del Huerva desde la Fuente de la Junquera hasta María de Huerva. Escasamente
atractivos en la distancia pero tan “particulares” en la proximidad.
La localidad de María (del
árabe Hisn al-Mariyya - torre de vigilancia o atalaya- en
referencia al emplazamiento de su castillo sobre un cerro que domina el río
Huerva), constituye un punto de partida excepcional para internarse por el
sinuoso y abrupto terreno que se extiende hacia el Este.
Hoy, tras un par de días
lloviendo, parece que las precipitaciones dan una tregua, así que decido hacer
una incursión en estos ásperos parajes esperando no encontrar demasiado barro.
Desniveles en torno a los 300m, y pendientes muy exigentes, que se pueden
combinar al gusto de cada cual.
Sucesivas barranqueras excavadas
en el yeso superficial que dejan al descubierto, en sus cortes, las
ferruginosas arcillas sobre las que se asientan.
Me azota el fuerte cierzo cuando,
tras haber vadeado el Huerva, inicio la carrera por el camino que se dirige
hacia el barranco de la Balsa, que sigo hasta llegar al entronque con una senda
lateral en la que un cartel advierte de que, tras él, se entra en una zona de
caza. En este terreno se alza en lontananza el castillo de María. De modo que, sorteando
en lo posible las zonas más embarradas, me encamino hacia la enhiesta torre,
primer hito del día.
Castillo de María |
Tras algún que otro resuello alcanzo
el pie de la atalaya sobre la que se asienta, lo circunvalo por un senderito
estrecho que la humedad ha convertido en muy resbaladizo y que, zarandeado como
voy por el fuerte viento, me tomo con la mayor de las atenciones, porque el terraplén
no es despreciable.
En el lateral hay una boca de acceso
a una cueva grande desde la que arrancan tres pasadizos, con escalones tallados
en la roca, que horadan la montaña de yeso dando acceso a la parte
superior. El cierzo entra con fuerza en
la gruta, acelerándose todavía más al pasar por las galerías, en su salida
hacia el exterior por la parte de arriba. Los pulidos peldaños, junto con el
chorro de viento encajonado, hacen que ascienda con los cinco sentidos puestos
en no perder el equilibrio.
Desde la torre se tiene una
extensa vista de los barrancos y cabezos que pueblan el lugar. Corta visita y
vuelta a descender por los brillantes escalones.
Comienzo ahora la siguiente
etapa, alcanzar el punto culminante, el cabezo del Sillón.
Atrás queda el castillo |
Delante se ve la cima del cabezo del Sillón |
Subidas y bajadas
entre matas de romeros y enebros, procurando guarecerme del viento. Las
frecuentes salidas al cordal me obligan a sujetarme las gafas para evitar que
“vuelen”.
Fondo del barranco del Sillón |
En las proximidades del collado Mayor, al Este del Sillón, la
vegetación se torna más abundante, y se entra en un pinar de ejemplares no muy
altos, pero que llenan la vista.
Llegando al collado Mayor |
Cabezo del Sillón desde el collado Mayor |
Desde el collado, en pocos minutos alcanzo la cima del cabezo del Sillón (602m) y el
viento me da de pleno. Paro poco rato, el justo para mirar en derredor, y tomar un plátano.
Vistas desde el Sillón |
Me pongo en pie, entorno
los ojos y emprendo el trote cordal adelante, atento al sube y baja que
comporta la senda. Tupidos entramados de ramas dificultan algo la marcha.
Sucesivos mojones van marcando
los inicios de las trochas que se internan en el pinar, pero yo sigo el cordal,
continúo por la zona de cereal de la Plana, la contorneo y alcanzo “la Balsa”,
lagunilla de lluvia que da nombre al barranco principal de esta zona. Habiendo agua
aquí es más que probable que el barranco también la tenga.
La Balsa |
Junto a la Balsa tomo un sendero
que “retrocede” y va bordeando la amplia cabecera de la quebrada en suave y largo
descenso,
Hasta alcanzar una punta situada justo sobre la abertura de la
barranquera cuyo fondo se encuentra unos sesenta metros más abajo.
Desde aquí la abrupta bajada
comporta un primer tramo de yeso emergente, en el que el barrillo está al
acecho del menor despiste,
Yeso cristalizado emerge del barrillo |
Seguido de unas torrenteras en las que se empotra la
pierna hasta la altura de la rodilla, para alcanzar el fondo del barranco,
junto a un grupo de pinos.
¡Y como me suponía, el agua fluye
por él! De modo que con cuidado; aprovechando trocha cuando la hay, o
directamente sobre el cauce, procurando pisar en las zonas de poca profundidad,
sorteando pozas y regueros.
Tras algún que otro traspié y
posturas de cierta elasticidad provocadas por el barro, por fin alcanzo los restos
de lo que en su momento fue el emblema de este lugar, “el Bisonte”, representado
sobre roca y concienzudamente destrozado
hace casi un año por no se sabe quién ni porqué.
El barranco se amplía a medida
que llega a su fin; los romeros floridos en invierno me llaman la atención, y
es que estos arbustos medicinales, cuya floración suele anunciar la llegada de
la primavera, a veces también florecen durante el otoño si, como en este año,
el frío se hace esperar.
El camino pasa junto a dos
petroglifos que, al menos de momento, han escapado de la furia destructora que
acabó con el Bisonte,
Petroglifos |
Desembocando finalmente en terreno abierto y dando vista a
María de Huerva, punto de partida, a donde llego tras unos cientos de metros de
carrera ya más sosegada, alcanzando de nuevo el coche tras haber realizado una
circular de unos 13km, salvando un desnivel total en ascenso de 650m de D+.
Hola Carlos.
ResponderEliminarBonito recorrido, por el laberinto de las Planas, porque menuda cantidad de barrancos, y senderos que hay en esa zona, en la que lo más fácil es perderse, aunque al final casi todos te llevan al mismo sitio, sin uno sabe guiarse.
El otro día llevaba en la cabeza subir por el de la Sal, y bajar por la Balsa, pero viendo como se encontraba la desembocadura de la Balsa, decidí cambiar sobre la marcha.
Como siempre bonitas fotos, algunas por cierto, y se nota que voy aprendiendo del maestro, casi idénticas de las tuyas :).
Un saludo, nos vemos pronto!!!
Con nuestras "cuarto y mitad" hacemos lo que podemos, que no es poco.
ResponderEliminarHay que tener buenas piernas para explorar esos barrancos, porque son capaces de exprimir a cualquiera.
Un saludo y hasta muy pronto, compañero.
Qué casualidad!!! Justo este domingo estuve ahí con mi hermano Javi. También pasamos junto al Castillo de María y subiendo al Cabezón Sillón llegamos a la Plana, desde donde bajamos por el barranco de la Canal. Por cierto que la balsa de agua de arriba la vimos vacía, ¿qué día exactamente fue tu excursión?
ResponderEliminarHola cansamontañas.
EliminarPues igual nos cruzamos en el fondo del barranco de la Canal, yo empezaba y vosotros terminabais. Una pregunta el sábado quiero volver, como estaba de agua la parte alta del barranco de la Canal?.
Es verdad que nos cruzamos con algún corredor, sí señor. Nosotros descendimos desde arriba por todo el barranco y sí había alguna pequeña balsa de agua pero todas pudimos salvarlas sin problemas, salvo una que hubo que echar mano de una raíz para coger impulso y saltar. Mi hermano pescó en un descuido pero yo terminé con los pies secos. Un saludo.
EliminarLa balsa la encontré con agua hace un par de semanas. Dura poco, y se forma tan sólo tras unos cuantos días de lluvia continua. Buenas zapatillas las que has estrenado; de lo mejor.
EliminarSalud y montaña.
Vaya, si que están de moda ultimamente los Barrancos de María. Hace tiempo que no voy por alli y Eduardo me interroga por la zona casi todos los días....ja,ja,ja. Como siempre las fotos son una pasada. Hay alguna senda de las que pones que no conozco, al menos no la reconozco por las fotografías, pero vamos, que con el laberinto de barrancos, crestas y sendas que hay por allí, es casi imposible conocerse todo.
ResponderEliminarSalud(os) artista,
Solitarios barrancos a veces muy frecuentados, por lo que parece. Intrincados y agrestes, ideales para explorar y recorrer, con cuidado, eso sí, porque con agua el suelo suelta un barrillo de yeso deslizante que mejor andarse con ojo.
EliminarLas fotos salieron bonitas, sí. Gracias.
Salud y Montaña, Rubén.