domingo, 17 de enero de 2016

Por las soledades boscosas de la Pedriza.

Los tardíos amaneceres en los comienzos del invierno permiten que, sin madrugar excesivamente, pueda contemplar cómo la reciente mañana “broncea” el paraje del embalse de Santillana.

Buscando la inmersión en el silencio del bosque, rodeado de surrealistas formas rocosas, atento siempre a los fugaces encuentros con los animales habituales de estos entornos, encaro un circuito zigzagueante y poco frecuentado, transitando por las cotas entre 1.450m y 1.700m.

Itinerario que finalmente conforma un recorrido de 13km de longitud, salvando un desnivel total de 850m de D+, corredero en gran parte.

Canto Cochino (1.000m) – Collado del Cabrón (1.300m) – Llanillos (1.450m) – Cruce del bosque para alcanzar la senda que accede al Collado de la Ventana (1.445m) – Senda arriba hasta tomar una bifurcación (1.600m) hacia la Pradera de Navajuelos – Mogote de los Suicidas y Bola de Navajuelos (1.700m) – Descenso al Collado de la Dehesilla (1.450m) – Tolmo – Autopista – Canto Cochino.

A las 9:30h todavía no da el sol en Canto Cochino, pero no tardará mucho en asomar por encima de La Tortuga.

La Tortuga
Inicio el trote, cruzo el Manzanares y tomo el camino que, separándose de la Autopista, se interna en el pinar bordeando por el Sur la loma que desciende del Cancho de los Muertos, cuyas paredes ya van iluminándose.

Cancho de los Muertos
También reciben la luz las partes altas de los árboles del variopinto bosque por el que discurre la senda, donde diversas formas vegetales tienen cabida. Los aromas de jaras, pinos y arizónicas se entremezclan dando una agradable combinación.

Son buenas las sensaciones, y de tanto en tanto la vegetación  se abre y permite contemplar el paisaje.

El collado de la Dehesilla, a la izq. El Pájaro
Me sorprende el hecho de que, por primera vez, sea capaz de localizar el Puente de los Poyos desde la lejanía ¡Con la de veces que lo he visitado! Bien cierto es que la Pedriza tiene la particularidad de ofrecer nuevas vistas y detalles que antes pasaron desapercibidos.

En el límite superior del pinar: El Puente de los Poyos. En línea recta, por encima, en la cresta, Tres Cestos.
Tres Cestos, o El Patriarca
Dejo de lado el desvío hacia el Puente de los Poyos y alcanzo el cruce de los Cuatro Caminos. Siempre me despisto un poco en estos bosques, pero esta vez sigo por la senda correcta y continúo atravesando los Llanillos en dirección hacia el arroyo de la Ventana.

Corro por un entorno silencioso, atento a las ramas caídas, entre pinos que se alzan buscando la luz de más arriba.


Oigo el murmullo de un pequeño arroyo que salto sin dificultad. Voy inmerso en una gran quietud.

Al poco alcanzo un barranco seco y abrupto que cruzo. Estoy llegando al entronque con la senda que se dirige al Collado de la Ventana. Se acaba la travesía del bosque de los Llanillos.

Tomo la buena senda a la altitud de 1.445m y la sigo en sentido ascendente. Es empinada, así que ahora voy andando.

A la altura de los 1.600m los árboles permiten ver las partes altas de los roquedos de la Pedriza Posterior y localizar a varios de sus moradores habituales.


Llego a un punto donde dejo la senda principal y tomo un ramal más estrecho que sale hacia la derecha en sentido subida. Comienzo ahora un flanqueo que conduce a la pradera de Navajuelos. Tramo éste solitario y a desmano de los itinerarios frecuentes, pero que permite la contemplación de rincones y formaciones rocosas verdaderamente notables.

Alcanzo la Pradera de Navajuelos. La trocha por la que marcho, con lecho de arena granítica, me permite ver la huella característica de uno de los “habituales”, la cabra montés.

En ello estoy cuando, sintiéndome observado a la vez, alzo la vista y me encuentro con la mirada de la cabra. Durante unos instantes nos contemplamos mutuamente. Nada nos alarma. Formamos parte de la paz del entorno.

Con movimientos pausados ella vuelve a lo suyo, y yo continúo el trote en medio de una vegetación agreste y bella.


Mogote de los Suicidas
La concentración de formas rocosas “dalinianas” llama poderosamente la atención.


El pronunciado descenso hasta el Collado de la Dehesilla discurre por unos parajes surrealistas, donde la roca y lo aparentemente imposible resultan naturales.



Tomo una barrita energética en el Collado de la Dehesilla antes de emprender la carrera hacia Canto Cochino.

Voy muy atento a no tropezar con las raíces de los árboles que, bien afianzadas y extendidas, suponen una amenaza cierta de tropezón.

Abajo, el Tolmo parece cada vez más próximo. A pesar de ser ésta una zona muy frecuentada, hoy está inusualmente tranquila, son pocas las personas con las que me cruzo.

Las nubes que se van concentrando y la amenaza de lluvia inminente contribuyen a acelerar mi carrera por la Autopista para llegar cuanto antes a Canto Cochino.


He tenido suerte, las primeras gotas comienzan a caer cuando estoy poniendo el coche en marcha para retornar a casa. Voy con la sonrisa puesta y habiendo almacenado en la memoria unas cuantas imágenes, coincidencias y olores que sólo se encuentran cuando te integras en la Naturaleza como uno más.

12 comentarios:

  1. Como siempre, yo disfrutando con tus fotos, y esta vez echando mano de mis gratos recuerdos por la surrealista Pedriza. Cuánto me gustaría volver!!! Todo llegará.
    Un saludo montañero.

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    1. Conociéndola ya te quedó el concieto de volver. Es natural. Todo llegará, y cuando eso ocurra, podremos quizá deambular en grupo por entre sus rocosos vericuetos. Salud y Montaña.

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  2. Hola Carmar.

    Que fotos más majas¡¡¡, es un lugar que tengo pendiente hace muuucho tiempo de visitar, algún día de estos...

    ¡Salud!

    Fer

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    1. La Pedriza destila belleza y originalidad por los cuatro costados. Las deudas pendientes hay que saldarlas, así que aquí te está esperando para cuando por fin te decidas, y si estoy, cuenta con un guía si es tu deseo ;-)) Salud y Montaña

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  3. Una maravillosa síntesis del recorrido por un paraje excepcional. Las formas de la roca granítica son un elemento que, sumado con algún macho montés descansando sobre ellas, las realzan en su justa medida.
    Muy guapo el paseo.

    Abrazos

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    1. Macho simpático que mira con curiosidad, evalúa y constata la falta de peligro, da media vuelta descuidadamente y cada uno vuelve a lo suyo. Paseo muy reconfortante en verdad.
      Un abrazo, Javier.

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  4. Por más que caminemos por sendas ya conocidas de La Pedriza, nunca nos defraudará, y siempre descubriremos algo nuevo. Inmensa, espectacular, enigmática, fascinante, hechicera, cautivadora, conquistadora, seductora, tentadora, y adictiva...¡Siempre Pedriza!

    Un saludo
    Rafa

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    1. Adictiva, tentadora, seductora, ..... e inmensa .. ¡Siempre y por siempre Pedriza! Maestro.
      Un saludo,

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  5. "Mirar un paisaje es, pues, no sólo gozar o entender el espacio sino recobrar el tiempo. Probablemente hace falta algo más que mirar: tal vez, para que se establezca esa comunión, no sería exagerado decir que hay que llegar a ser como figuras que pertenecen a los paisajes o, incluso, que hay que lograr que las cosas se sientan cómodas con nuestra presencia. También hay que saber algo de las lenguas en las que hablan las piedras, ríos, caminos o hayas". Cuadernos de Montaña. Eduardo Martínez de Pisón. Salud y Montaña. Manuel

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    1. Acertada reflexión que sin duda proviene de alguien que realmente se ha encontrado en las situaciones que nosotros vivimos cuando deambulamos por estos entornos. Salud y Montaña, Manuel

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  6. Hola Carmar.

    Como siempre, la Pedriza no defrauda, y cuanto más la veo, más me enamoro de ella, y eso que no la conozco, haber si hay suerte, y este 2016 puede ser el año.

    Lo tuyo con los animales ..., no se que les das, que todos te salen al paso, y se quedan hipnotizados ante tu presencia, será tu sigilo, o el olor a la caña de lomo :)

    Un abrazo compañero!!!

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  7. Es muy fácil quedarse prendado de la Pedriza, y una vez la conoces en primera persona resulta imposible olvidarla. Suerte tenemos los que la podemos saborear de manera regular. Ojalá 2016 sea el año. Nuestros pasos por ella resultarían tan enriquecedores como los que venimos dando por las montañas de nuestra tierra.
    En cuanto a los animales, no sé qué decir, pero es cierto que nos salimos al paso. Creo que el mutuo sigilo y curiosidad contribuyen a estos encuentros.
    Salud y Montaña, compañero.

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