domingo, 1 de noviembre de 2015

Barrancos de Majadillas y Trasmoncayo en otoño.

Si bien las vías más habituales para ascender al Moncayo discurren por la cara Norte, Eduardo y yo, buscadores de lo inédito y exploradores de lo intrincado, optamos esta vez por alcanzar su cima por la vertiente Sur, desde la Cueva de Ágreda, subiendo por el barranco de las Majadillas, siguiendo el arroyo del mismo nombre, y atravesando el extenso robledal que cubre esta ladera desde la base hasta los mil seiscientos metros de altitud.

De nuevo nos interesa el recorrido más que la propia cumbre. Trescientos metros de anaranjada franja arbórea otoñal, seguidos de otros trescientos de pinar y vegetación de bajo porte que, junto con la falta de senda alguna, constituyen una de las zonas más bellas, montaraces y poco frecuentadas de la cara "oculta" del Moncayo.

Son las 9:30h cuando comenzamos la marcha en el prado de la Dehesa (1.300m), apenas a 1km de la Cueva de Ágreda, cruzamos un puente de madera y nos internamos en el marrón anaranjado de los robles. 

De los distintos cursos de agua que componen el arroyo de las Majadillas, elegimos seguir siempre el de más a la derecha en dirección subida. El trazado del mismo va en dirección NE, al pie del cerro de los Colladejos, buscando salir en altura entre éste y el cerro de San Juan.

Al fondo, el cerro de los Colladejos
Vegetación cerrada de transitar difícil junto al torrente, o imposible en cuanto te alejas algo del mismo.



Alfombra de lobuladas hojas que amortiguan nuestros pasos; atención constante a las ramas que, apartadas por quien abre la marcha, recuperan violentamente su posición inicial tras el paso de éste.



Ojos extasiados por el color del otoño. 


La mirada detenida momentáneamente ante los saltos y pozas de unas aguas cristalinas cuyo rumor nos acompaña en todo momento.


Cauce de arroyo, hilo conductor que nos va marcando el ascenso, algunas trazas de animales que por aquí pasaron u hozaron, ocasionales y breves trochas, terreno por el que vamos avanzando no sin dificultades.



Finalmente el robledal se aclara y da paso al pinar. La vegetación se esclarece. Seguimos sin rastro de traza, fieles a nuestro hilo conductor que vadeamos en alguna que otra ocasión (siempre nos parece, erróneamente, que al otro lado se andaría mejor).


Dejamos atrás los robles
Sobre el pinar, el cordal que une las cimas superiores
Seguimos el curso del torrente
Tanteando el mejor paso
A la altura de los 1.900m salimos a terreno abierto. Por detrás, la vegetación; por delante, hasta la loma cimera, terreno pedregoso de fácil caminar por donde encontramos, ahora sí, algún que otro mojón, a nuestro juicio innecesario tras la agreste fronda que hemos atravesado.

Desde la pedrera observamos el robledal y el pinar que hemos recorrido
Las piernas acusan el esfuerzo realizado ¡Una barrita energética y hacia la cima que ya está al alcance!

Salimos al cordal casi junto al cerro de San Juan, que queda a nuestra derecha, incorporándonos al trillado camino de la vía normal que lo une al Moncayo o cerro de San Miguel, cuya venteada cima alcanzamos sin dificultad (2.316m).

Pelada y venteada loma cimera. Al fondo, el Moncayo o cerro de San Miguel
Concurrida cima en la que se aprecian los muretes de los "apriscos"
Las nubes van y vienen, el ambiente resulta desapacible. Permanecemos en uno de las “apriscos” protectores de la cumbre el tiempo justo para comer algo antes de emprender el descenso.

Ajustamos las zapatillas, cerramos hasta el cuello el cortaviento y a correr cuesta abajo, que ahora sí se puede.

Retrocedemos por la pelada loma hasta encontrar las señales rojas y blancas que, en dirección E – O marcan la senda para descender a enlazar con el GR 86 que, bajando desde el Collado de Castilla, acompaña al arroyo de los Corralillos, en su parte alta, y al río de Trasmoncayo en su parte inferior.

Desde el cordal, tomamos las señales blancas y rojas, hacia el Sur
Terreno abierto, vegetación baja, buen sendero por el que la marcha cunde. Constatamos que ya estamos por debajo de la cota del Collado de Castilla, visible a nuestra derecha.

Cómodo descenso por el amplio barranco de Trasmoncayo
El río de Trasmoncayo fluye mansamente
Alcanzamos el borde del robledal, nos quedan unos 400m de descenso. Nueva inmersión en el anaranjado otoño, solo que ahora sí hay camino, y bueno. Vamos muy rápidos.

Atrás quedan el collado de Castilla y el cerro de San Miguel
Entramos en el robledal
Llegamos al final del bosque, se adivina la población.

Salimos del arbolado, enfrente la gran Cueva de Ágreda.

Cueva de Ágreda
Toca ahora recorrer un kilómetro final de carretera hasta el coche ¡Qué duro resulta el asfalto!

Repetidas miradas hacia esta cara “oculta” del Moncayo, que para nosotros no lo es en absoluto, por la que hemos deambulado, recorriendo uno de los barrancos menos transitados y más selváticos de la zona, el de las Majadillas.


Sigue el otoño pintando estas masas arbóreas caducifolias mientras nosotros emprendemos el retorno a Zaragoza con los sentidos rebosantes de naturaleza y las piernas cansadas tras haber realizado un recorrido de 14km, con un desnivel total en ascenso de 1.100m.  
Prado de la Dehesa en la falda Sur del Moncayo

11 comentarios:

  1. Hola Carmar.

    La cara oculta del Moncayo, tiene lugares mágicos y poco transitados como este, y decir poco transitados, ya es decir mucho, tanto la ascensión por las Majadillas, como el descenso por el GR.86, no nos encontramos a nadie.

    El robledal es una pasada, pocos habrá tan frondosos, además nos lo encontramos en el punto perfecto, ya poco me queda por enseñarte de esta zona, habrá que buscar nuevas ubicaciones para correr por ellas.

    Un saludo

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    1. Mucho otoño hemos podido aprovechar de este Moncayo, suficiente como para que los recuerdos y colores se agolpen en nuestra mente. Es hora pues de buscar nuevas localizaciones, de hecho un par ya hay sobre la mesa. Veremos cómo se porta el tiempo y seguiremos correteando por esa naturaleza que tanto nos atrae. Salud y Montaña.

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  2. Preciosas fotos y relato, capaces de transmitirnos no sólo la imagen, sino también olores y sonidos. Bello el otoño moncahino. (Manumar)

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    1. Otoño y bosque caducifolio forman un binomio de hermosura difícil de batir. Y hay que aprovecharlo, porque es breve el lapso de tiempo en el que coinciden. Salud y Montaña, brother.

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  3. Esa primera foto es estupenda, refleja muy bien todo cuanto se puede sentir, ver.
    Un día para el chubasquero ligero.... :)))´

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    1. Chubasquero ligero, piernas ligeras y .... Zancadas Ligeras :))))) Un abrazo, dilecto Deicar.

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  4. Veo que seguís con el monográfico del Moncayo, cada vez por sitios más intricados........menudas fotos, qué pasada, pillastéis el robledar en su punto de color idóneo, sin duda alguna la ruta estaba por encima de la cumbre. Un saludo a los dos!!!!

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    1. El mono del Moncayo se está pasando con el mono - gráfico que hemos hecho Eduardo y yo. No hay que desatender nunca la ruta en favor de la cumbre; todo forma parte de la vivencia del recorrido. Salud y Montaña, Rubén.

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  5. El Silencio de los Robles
    detiene el tiempo.
    Pasalobos recoge tus pasos
    Mientras recuerda
    aullidos de otro tiempo.
    Los Ojos del Agua
    reflejan formas
    que esperan al tiempo.

    Que el murmullo
    de los Bosques Viejos
    te acompañe
    todo el tiempo.

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    1. De un golpe se abrió la puerta,
      y con suave batir de alas, entró
      un majestuoso cuervo
      de vasto saber infundido.
      Este pájaro de ébano
      enriqueció mis experiencias
      con la atenta y serena glosa,
      plena de conocimiento, que vertía.
      (E. A. Poe, remedo)


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