miércoles, 1 de octubre de 2014

El Puente de los Poyos y Tres Cestos. Estrenando otoño en la Pedriza.

El Puente de los Poyos
Tiempo cambiante, tormentas la víspera, fresco, inestabilidad pronosticada y un inconveniente de última hora, hacen que Deicar y yo cambiemos los planes que teníamos para hoy: posponemos una adherente trepada en el Yelmo y la sustituimos  por una marcha a pie llano. Hay pocas cosas que atraigan menos que encontrarse en plena trepada con esa humedad residual, que rezuma por los diedros, en alguno de los pasos sobre las placas de granito de la Pedriza.“Vayamos por bosque y acerquémonos a el Puente de los Poyos y ya que pilla a mano alarguémonos hasta Tres Cestos”.

No siendo la mayoría de los árboles de la Pedriza muy “de otoño”, pinos y carrascas, sí que también hay robles y unos cuantos arces para colorear el panorama. Al final, tampoco los robles habían empezado a cambiar el color aunque los arces sí que apuntaban, pero el envolvente olor a jara y pino húmedos mientras deambulábamos por las trochas colmaron las expectativas.

Hermoso y amortiguado el camino que, desde Canto Cochino, bordea por el Oeste la loma sobre la que se yergue el Cancho de los Muertos, manteniendo la Charca Verde a nuestra izquierda. Entorno de pino y jara.

Canto Cochino desde el Sur (arriba) y desde el Norte (abajo)
Luminoso acceso al Collado del Cabrón (1.304m), para luego, cambiando de vertiente, continuar ascendiendo por la senda de Icona.

Llegando al collado del Cabrón
Esta senda constituye un mirador excepcional hacia el interior de la Pedriza Posterior:

A la derecha, al otro lado de la Pedriza, la erizada cresta de los Pinganillos.

Ajustamos la vista y la enfocamos más, hacia los detalles del risco de la Muela, entre los Guerreros (izq.) y el Pájaro (dcha.).

Al fondo, delimitando la herradura que conforma la Pedriza, los paredones rocosos que la cierran por la parte posterior elevándose sobre el denso pinar.

Mientras en esto andamos, un observador amagado, confundiéndose con la roca, no se pierde detalle de nuestros pasos.

Llegados a un cruce de caminos, en una señal no demasiado evidente, abandonamos el sendero y enfilamos bosque arriba por una trocha hacia la izquierda. Vamos siguiendo rastro de paso y algún que otro mojón. La pendiente se acentúa y al poco se alcanza el pie de unas grandes rocas entre las cuales nos adentramos. Aparecen los robles. Se sube fuertemente ahora y por fin, casi de sopetón, se hace visible el Puente de los Poyos que, oculto hasta el momento por los árboles, muestra ahora su elegante figura.

Puente de los Poyos
Superamos la placa de la base, traspasamos el arco y tras tomar algún alimento emprendemos la subida hacia Tres Cestos.

Áspero terreno y muy empinada pendiente a través del robledal que cubre la falda Este de las Milaneras. Ocasionales vistas “más allá” que aprovechamos para tomar aliento. Esta subida es de las más empinadas de la Pedriza. Seguimos las marcas amarillas y blancas de este tramo coincidente con la Senda Termes.

Recoleto entorno donde las cabras encuentran un lugar perfecto para vivir tranquilamente, manifestando cierta curiosidad por los bípedos que, de vez en cuando, asoman por sus lares.


Superada la línea de robles se accede a la parte más gimnástica del recorrido que, Milaneras arriba, llega al collado de Tres Cestos (1.773m). Reino de granito y formas nítidas abiertas a la imaginación.

Dedicamos un rato a contemplar este escenario natural, en el que árboles y rocas coexisten, antes de emprender el pronunciado descenso, esta vez siguiendo antiguas marcas rojas, hacia el Puente de los Poyos.


De vuelta bajo el arco seguimos la marcha hacia el cruce de Cuatro Caminos continuando el descenso por el bien trazado sendero que une el collado del Miradero con la parte inferior de la Pedriza.

Un gran bloque desprendido de la roca madre (somos capaces de reproducir el proceso, que debió de ser más o menos así: “craaaac”, “plafff”)mantiene su posición sobre el terreno tal y como cayó.

Un monolito en medio del camino obliga a realizar un jeribeque en nuestra carrera hacia Canto Cochino.


La temperatura ha subido, finalmente no ha llovido, y el recorrido realizado, unos 10km salvando un desnivel positivo total de unos 800m de D+, que nos ha permitido estrenar el otoño en una de las zonas más abruptas y bellas de la Pedriza, ha supuesto una alternativa inmejorable “a pie llano”, dejando para otra ocasión más propicia la adherencia en las llambrías de el Yelmo.

5 comentarios:

  1. Del jeribeque que nos aleja de su representación viene luego el bosque de luz otoñal representado por ese aroma de humus próximo filtrado entre los troncos, tapizando el suelo. Prosa que admite como la roca que vimos y subimos o la otra que siendo piedra entre las manos se transporta. Algún día llenaré los bolsillos de éstas y tiraré unas cuantas hacia las torres; aquellas del fondo para abajo refiero. Las indicadas, las que señalamos tantas veces y que sobresaliendo del paisaje ancho soporta la vista y el dedo que las nombra. Palabra.
    Dilecto Carmar donde nace el torrente yace bajos nuestros pies , hora hebras de líquido, posteriormente riega musgos y forma limos con las lluvias que de momento son sólo cúmulos decorativos, dicen ser nubes. Con el tiempo los soplos de viento reúnense tapando el cielo, capotando temperatura y eclipsando esas trochas suaves e imprecisas.
    Algunas madrugadas, endebles por desaconsejado y escaso desayuno, cortan las fuerzas y los lugares de ensueño que de tantas uno pierde el tiempo en vaguedades y fotografiando mientras el otro, el que va por delante, explora con tiento lo que hacía mucho tiempo no veía. Un buen presente es ese viaje al pasado de aquellos años de soledades a golpe de sandalia. Algunos arcos , sin ser iris por no estar presente, ni niña por ausencia, representan muy bien las maravillas concentradas que reúne esta península en la que el granito, duro como una roca , fue engañado por el viento que creyéndolo caricia fue horadándolo en vida y el corazón de dentro; duramen de unos pinos venidos abajo por esos otros organismos que como pólipos se fueron pegando a unas y a otras y entre todos nos dejaron el hueco suficiente para atravesar el campo de fuerza que nos trasladó bajo su techo y ocupamos por un rato. Puerta necesaria donde enmarcar aquel otro paisaje que dejamos atrás, dónde los muertos y sus lances bandoleros se llevaron la vida al traste.
    No podía faltar en toda excursión que se precie, los recuerdos a nuestras y cada una de las circulares y el modo de hacerlas. No podía falta una trepada al gran triple cesto que por monumental obliga la vista y el pensamiento a su visita descendiendo luego por la que fue trocha perseguida de saltos y roces por las diaclasas perdidas de unos hormigueros de los veranos de recuperación y empeño. Distracciones de la voluntad de ferro que regresa al ver nuevamente la difuminada senda sin marcas ni señas.

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    2. [Petardos, repetardos, los que en las llambrias no se apartan de las vistas que mal se encajan en las sacas das vistas y se enzarzan en errantes diálogos de conocidas maneras de entretener los caminos sin ir por ellos; los que teorizan por dónde y por tal con tal de dejarlos para próximos días vagando con palabrerías y supuestos que al rico pitillo embadurnan sus pulmones autoaconsejándose motivos ralos. Hay pocos motivos para eso pero cuando el autoengaño se pone de su parte éste lo somete tanto que lo confunde. Petardos que habituados al humo tienen un velo de salud confundido.
      Y en otro extremo…¿Son necesarias ésas que portan los maridos audaces para tan ligeras excursiones? ¿ O algunos se creen escuderos de reyes, o reinas, de tabla cuadrada?... No, si a penas llevamos nada…¿Nada? Si la golondrina os ollera, otro pájaro os cantaría. Paradoja: Con más ironía y humor se sube mejor y con menos volumen todavía más]

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  2. En cada nueva subida en la vida uno se enriquece…Otra cosa son las bajadas
    Los descensos a la carrera donde la prisa no tiene fundamento y el paso rápido se sazona de cobardía y risas hacen de la autopista con sus tramos de saltos y tropezones trocha divertida y diversa en la que te encuentras al paso escarabajos o grupos que como obstáculos esperando al bus o al metropolitano frenan la misma y dan un respiro a quien desacostumbrado baja con los bastones en las manos pero sin uso. Cualquier apriete de cualquiera siempre es mejor que los que yo les doy. Qué fastidio…jeje
    Salud, Libertad y Monte…por si acaso :)))´

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    1. Completo y enriquecedor relato paralelo y complementario, por fragmentos onírico y siempre certero. Como dicen por mi tierra, "para las cuestas arriba te quiero, burro, que las cuestas abajo solico me las subo", así que bajando y con bastones, para qué queremos más. Siempre Salud y Montaña, amigo Deicar.

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