lunes, 7 de octubre de 2013

La Mujer Muerta y la Sierra de Quintanar

Cordal de la Mujer Muerta, desde el Camochín
La Mujer Muerta, alineación montañosa perteneciente a la Sierra de Guadarrama, se yergue sobre la llanura segoviana y constituye la mitad oriental de un cordal que, pasando por el Puerto de Pasapán, continúa extendiéndose hacia poniente terminando en el pico de Quintanar; a esta segunda mitad occidental del cordal se le conoce como la Sierra de Quintanar. En la vertiente Norte: Segovia; en la vertiente Sur: el valle del río Moros.

Mi amigo Manuel y yo, abundando en nuestro interés por recorrer la Sierra de Guadarrama por itinerarios inusuales, seguimos seleccionando “las vertientes Norte” de la misma, y sus bosques. Transitar entre los árboles en verano tiene la ventaja de ir a la sombra, pero cuando los fríos comienzan conviene abrigarse bien.

El circuito de hoy, en síntesis, incluye lo siguiente: Salida desde el Aparcamiento Cine Panorámico de Revenga (1.121m) - Cerro de la Muela (2.000m) - La Pinareja (2.194m) - Peña del Oso (2.196m) - Pico de Pasapán (2.001m) - Puerto de Pasapán (1.843m) - refugio en ruinas de la Majada Pielera (2.004m) - Cerro Camocho (1.965m) - El Camochín (1.928m) - Peña del Hombre (1.807m) - Estación de ferrocarril de Otero de Herreros (1.150m).

Por delante unos 21km de recorrido y un desnivel acumulado de unos 1.300m de D+.

El día se presenta claro y diáfano. Hace frío cuando a las 9 de la mañana comenzamos la marcha en el aparcamiento del Cine Panorámico (situado en el km 81,6 de la CN 603; Segovia-San Rafael).

Caminamos por la carretera unos pocos metros, en sentido hacia Segovia, hasta encontrar un acceso hacia el monte. A partir de aquí la senda se sigue bien hasta llegar a la Cañada Real Segoviana (que discurre paralela entre la carretera y la sierra).  

Cruzada la Cañada las trazas de senda y nuestra intuición nos llevan a internarnos en el bosque de pinos, manteniendo a partir de aquí una deriva constante hacia nuestra izquierda. Queremos ganar la máxima altura posible entre árboles, antes de salir al canchal granítico que se extiende al pie de la Pinareja.

Bien abrigados, y a la sombra, pasamos junto a diversas siluetas que se alzan sobre el suelo.

Vamos poniendo mojones y aprovechamos los claros para recomponer el rumbo. El suelo resbaladizo y los arbustos blanquecinos confirman la presencia de escarcha.

Ascendemos entre los pinos sobre acolchado humus y por pendiente muy empinada. A pesar del frío llevamos la cara perlada de gotas. Por fin vemos cómo la luz se cuela por entre los árboles indicándonos dos cosas: el fin del bosque, y la inminente llegada al confort del sol.

Abajo, en la llanura, Segovia y el embalse de Revenga.

Finalmente llega el momento que hemos tratado de posponer al máximo: “la salida al canchal”. Suerte que nuestra deriva nos ha llevado por la zona donde el bosque llega hasta lo más arriba de esta vertiente Norte, los 1.850m. Por delante, y hasta casi la cima del Cerro de la Muela, unos 100m de pedrera escarchada que subimos prácticamente a gatas. El resbalón incontrolado y sus nefastas consecuencias condicionan nuestra marcha durante este tramo.

Ya en el Cerro de la Muela, al calor del sol, el terreno deja de ser resbaladizo y enseguida alcanzamos la Pinareja. Un alto para tomar algo de comida y nos ponemos en movimiento iniciando el recorrido de la cuerda divisoria.

El pico del Oso, desde la cima de la Pinareja
Animosamente alcanzamos la cima del pico del Oso (las dos pequeñas figuras de escayola blanca siguen desentonando igual que siempre). Por delante el cordal hasta el Puerto de Pasapán; a la izquierda el denso pinar del valle del Río Moros.

En estos tramos ya podemos correr. Un momento para mirar hacia la verde amplitud que, en sucesivos planos, llega hasta la Bola del Mundo ¿Hay alguno más mirando también en esa dirección?

Ajustamos la vista y, sí, observamos a quien a su vez está observando.

Trote rápido, es bajada y la trocha es buena. De vez en cuando alguna roca granítica sobresale más que las otras.

A la izquierda se superponen los perfiles de Siete Picos, en primer plano, y de la Maliciosa, más alejada.

Los restos óseos que encontramos se nos antojan como formando parte de un entorno lejano y agreste.


Llegados al Puerto de Pasapán hacemos un alto para tomar un plátano, una barrita y agua antes de emprender el tramo de la Sierra de Quintanar.

Para alcanzar el ruinoso refugio de la Majada Mielera hemos de ascender por una torrentera muy pendiente en la cual los bastones resultan de mucha utilidad.

El resto del cordal, hasta el cerro de El Camochín, permite una marcha rápida, a lo largo de un “larguísimo” murete de piedras, que iremos saltando de un lado a otro según el instinto lo pida.

Alcanzado el Camochín dejamos de lado, a nuestra izquierda, la subida al muy próximo Cerro Quintanar (1.932m), que da nombre a la Sierra, e iniciamos el descenso, por pendiente ladera a través, hacia la referencia de la balsa de agua que hay en la llanura.

Si antes hemos tenido que ir saltando el murete divisorio, ahora nos toca ir sorteando con gran tiento los metros y metros de alambre de espino oxidado que se encuentran abandonados por toda la ladera, delimitando lo que en su tiempo fueron los distintos frentes de la Guerra Civil, y que hoy día constituyen un riesgo de accidente para los pocos o muchos que vagamos por estos entornos. Están por tierra, retorcidos y disimulados entre las matas de piornos, con lo que mantenemos los ojos alerta para evitar “caer en las trampas”.

A las 15:30h, llegamos a donde hemos dejado el segundo de los coches, la estación de Otero de Herreros.


Una última mirada hacia la Pinareja, cuya vertiente Norte está ahora caldeada por el sol, y retorno hacia Madrid.

5 comentarios:

  1. Ésa es una gran ruta, pero aún más larga, aunque no menos interesante, es desde casa Cirilo subiendo por la calzada y recorrer hasta las horterasfiguras y desde allí tomar las de villadiego pasando por Pasapán subiendo todo el cordal y terminar en la carretera a Segovia. Otra cosa es el regreso pues ya no sé como nada lo del tren desde los cambios en la Renfe con sus cierres de apeaderos y pequeñas estaciones. Un regreso hasta Cercedilla y luego a casa Cirilo...
    La ruta, que ya conoces, da para mucho y tiene unas grandes vistas en todas direcciones...
    Qué coincidencia que estos días atrás hice unas fotos de huesos por el monte; debe ser que el verano fue extremo para algunas o que enfermaron muchas. Aunque por el color lleven más de un verano. Alguna la puse de forma que fuera comparativa para una descalcificación en un tolmo al que asemejaba.

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    1. Bajábamos del cerro de Camochín, por esas laderas empinadas, con los ojos puestos en la balsa que precede a la estación de ferrocarril, como si tuviésemos que tomar el último tren de Gun Hill, esperando no llegar tarde a la cita, cuando de pronto ambos caímos presos de las puas del alambre de espino. Frenazo en seco, desengancharnos, comprobar que "la gracia" era superficial, y vuelta a la marcha por la pendiente. En fin, que la gymkana por muretes y alambreras nos mantuvo la mar de entretenidos. Ruta también muy atractiva y larga la que propones; queda en la carpeta de "pendientes". Salud y Montaña, amigo Deicar.

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  3. Desde los oteros de la meseta castellana se adivina una figura indefinida en la lejanía, que al acercarse va tomando forma ondulada de sierra descubierta con falda boscosa. Un referente sin duda a cuyo pie discurre la cañada real soriana, otrora paso de gentes y ganaderías tras el duro trabajo de trashumante. Ahora una travesía más atlética nos ocupa donde las primeras señales del otoño dejan su huella en forma de escarcha, frio cortante, aire limpio y transformación cromática. Una actividad al filo que permite percibir los contrastes entre el norte de campos yermos, y los bosques del sur, ambos necesitados de las lluvias otoñales que les devuelvan la vida. Nuevas perspectivas de las cumbres del Guadarrama, a veces tambaleantes, si eliges un posadero inestable que te devuelve a la realidad de sopetón. Sierra vieja que guarda muchas idas y venidas en su memoria, y que nosotros incluimos ya en la nuestra amigo Carmar. Salud y Montaña

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  4. Nuestra memoria común va ya atesorando un buen puñado de idas y venidas, a lo largo de las cuales consolidamos presente y pergeñamos futuro, algo que nos permite mantener fresco y bien atendido nuestro gusto por la naturaleza y por los espacios e itinerarios menos habituales, ergo, más prometedores. Salud y Montaña, amigo Manuel.

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