martes, 29 de abril de 2014

El Yelmo por la vía Valentina. Con "tacto" con la adherencia.

Cara Sur del Yelmo
El Yelmo es uno de los riscos más vistosos de La Pedriza. Su cara Sur forma una enorme placa de granito rosado que se eleva 150 metros sobre su base hasta alcanzar la altitud de 1.717m. Contemplado desde la proximidad, constituye un monumental paredón de granito que produce admiración.

La "vía normal" transcurre por la Gran Grieta de la cara norte (una chimenea / diaclasa en dos tramos), aunque también se considera como tal a la vía Valentina, que asciende por el lado oeste del risco. Si la primera se supera por “frotamiento corporal” (tal es la estrechez del paso), en la segunda hay que echar mano de la “adherencia”, tipo de escalada en la que sostenerse sobre la roca es cuestión de fe y composición mental en pugna con el instinto natural.

Deicar y yo teníamos pendiente esta subida desde hacía ya una temporada. En vista de que el pronóstico del tiempo era favorable optamos por un circuito atractivo con origen y llegada a Canto Cochino, incluyendo en él: visita a la Lagunilla del Yelmo, subida por la Valentina, descenso por la Gran Grieta y retorno por el Barranco de los Huertos.

Comenzamos temprano y al estilo tradicional, es decir, a un ritmo regular que nos permite mantener una conversación mientras nos encaminamos hacia la Gran Cañada y Collado de la Encina. La orientación Oeste – Este de la marcha propicia deleitarse con una de las características de la Pedriza: sus contraluces. Los contornos, que habitualmente estimulan a la imaginación, son realzados por el sol naciente.



¿Acaso implora levantando las manos hacia el sol naciente?
De momento ascendemos a la sombra. Abajo queda la explanada de la Gran Cañada.

Poco antes de llegar al collado de la Encina, con el Yelmo a la vista, abandonamos el camino que venimos siguiendo hasta aquí y tomamos una trocha hacia la izquierda por la que, en pocos minutos, damos vista al rincón donde se encuentra la Lagunilla. Avanzamos entre brezos y moles rocosas por un entorno extrañamente solitario, bien ajeno al ajetreo de la senda principal que poco antes transitábamos.

Hemos inducido a venir hasta aquí, desviándolos ligeramente de su itinerario original, a Raúl y Francisco, dos jóvenes escaladores con los que hemos coincidido durante el camino y cuyo destino hoy es la vía Ignatius del Yelmo.

La Lagunilla es un remanso de paz que no resulta sencillo de encontrar y que uno se resiste a abandonar. En esta ocasión, gracias a las abundantes lluvias de la primavera, está en su esplendor.

La Lagunilla del Yelmo
Junto al agua encontramos a dos caminantes madrugadores, Paz y Pedro, con los que entablamos conversación. Cuando les comentamos nuestra intención de subir por la Valentina ellos dicen que es uno de sus objetivos pendientes, ante lo cual, sin mediar palabra, pero de común acuerdo, Deicar y yo les ofrecemos que, puesto que llevamos cuerda, se unan a nosotros y realizar juntos la subida.

Tardamos poco en formar un grupo de cuatro y dirigirnos al cercano Yelmo y a la entrada de la Valentina.

Cara Sur del Yelmo. Comienzo de la vía Valentina
Esta vía, aunque su dificultad no es elevada (III en la placa de inicio, un II+ en el tercer tramo y en  el resto de II), no está libre de riesgos. Requiere aplicar desde el inicio la especial y poco intuitiva técnica de “adherencia”, consistente en fiar y potenciar el apoyo de las suelas del calzado, usar las manos para apoyarse o asirse de los escasos resaltes que se puedan encontrar, trazando mentalmente la trayectoria de cada tramo antes de iniciarlo y, una vez interiorizada, comenzar decididamente la ascensión a pasos cortos y rápidos, como si se subiera por una escalera de gato. Cuantos menos titubeos durante el tramo, mejor y más seguro resulta.

Comienza la adherencia
Primer largo de la vía Valentina
Una vez superado el primer diedro se contornea la roca por la izquierda y se avanzan unos 20 metros, hasta colocarse en la vertical del siguiente largo, menos empinado, en cuya parte superior se ve un gran bloque, que después se sortea en bavaresa (II+).

Bloque que sirve de referencia para encarar el 3er largo
Adherencia a tope y dificultad escasa, pero hay que andar con cuidado, porque la mente de los menos habituados puede dar lugar a alguna mala pasada. La cuerda ayuda en estos momentos.

Conviene atenerse a los dos principios siguientes: 1.- Mantenerse alejado del borde de la gran pared Sur, y 2.- Seguir la dirección marcada por los canalones que se ofrecen a nuestra vista; si se pueden superar por dentro, adelante, y si no, salirse al lomo y continuar hacia arriba. 

La adherencia es buena, las suelas se agarran más de lo que se pueda pensar y la pendiente no es excesiva. Cuestión de hacer trabajar a las pantorrillas y mantener a raya la imaginación. 

El panorama, a medida que se gana altura, se hace cada vez más amplio. Abajo, en su rincón, la ahora lejana Lagunilla.

Poco a poco la progresión se hace natural y se alcanza la cima antes de lo esperado. Satisfacción en la cumbre, unas fotos,

Embalse de Santillana desde la cumbre del Yelmo
Y a descender por la Gran Grieta antes de que “se llene” de gente. Es tal su estrechez que sólo se puede pasar de uno en uno, y de costado, de forma que hay que guardar turno. Tenemos suerte y no hay que esperar. Nos sometemos voluntariamente al “peeling” contra el granito y desembocamos en la cara Norte.

En este lugar Deicar y yo nos despedimos de Paz y Pedro, ellos van hacia la Senda Maeso y la Cueva del Ave María; nosotros nos dirigimos al Barranco de los Huertos, zona de vegetación y fauna muy arraigada, que por lo intrincado es pocas veces recorrido.

Entre moles de granito y altos brezos se va dejando atrás el Yelmo. Caminamos atentos a no perder la traza, fijándonos en lo que nos rodea:

Rocas en distintos estados de fractura,

Ásperas carrascas mostrando su delicada y discreta floración,

Rincones donde el rumor del agua se transforma en fresco caudal,

Vigilantes autóctonos oteando curiosos desde las alturas,

Primitivos y muy oportunos vivacs,

Nubes evolucionando caprichosamente a merced de las corrientes de altura.

Y así, casi nos sorprende haber terminado de descender el barranco y contemplar, a nuestros pies, el verde primaveral que rodea a Canto Cochino.

Primavera que se extiende en derredor, adentrándose en la Pedriza.

Hemos completado un circuito entretenido y variado, gimnástico a tramos, visitando rincones recoletos y primitivos que tan a la mano están para quien los quiera buscar, acabando la excursión con una plácida mirada hacia el Cancho de los Muertos sobre el que las nubes continúan su evolución.


Una vez más cumplimos las tres máximas en montaña: hemos vuelto sanos, hemos hecho amigos y hemos alcanzado la cima. 

4 comentarios:

  1. Por lo que te leo y veo, pura esencia del correr por montaña!!;)

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    1. Bien recordarás, supongo, cómo corren las horas cuando pacientemente esperas el turno para dar el paso, o meditas cómo afrontarlo. Cuando, asegurando, sientes el movimiento del que está al otro extremo de la cuerda; cuando, asegurado, relajas la mente y trepas con soltura. Bien recordarás, supongo, que fuimos ambos los que nos estrenamos en esos mismos entornos, hace ya unos cuantos lustros. Como bien has dicho, pura esencia del correr por la montaña. Salud y Montaña, brother.

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  2. Estupenda e incluso en algunos párrafos hay una gran ironía que resuelves con diplomacia dando a los posibles lectores todas las posibilidades que, tanto el lego como el instruido, den nombre a esa fisura producto de muchas consecuencias y que facilitando que la cumbre de El Yelmo sea un lugar de encuentro, de reto, de impulso común...acuerdo. Donde personas extravertidas, o no, se den cuenta frente a las adversidades; como con ayuda de todos se puede conseguir avanzar en la vida y conseguir metas, sin necesidades inexistentes, sin dioses ni tópicos. Con lirios o con gamón instruido por quien mejor que yo conoce plantas y se planta los más divertidos calzos de goma o pies escaladores. Puro arlequín acróbata.
    Sólo se necesita tener buenos guías que de manera desinteresada, con deferencia, sepan conducir, aportando uno experiencia (cuasiprofesional )))´) y el otro cuerda…escurridiza habilidad más joven, y estimar sus fuerzas para recuperar la confianza hacia el futuro aplomando el presente sin pisar a nadie...
    Así es como caminamos por la vida y lo hacemos por la roca o al menos se intenta cada día...En cada Pedriza. Pues si se conoce una principal, también hay otras como la de Gamonal; aunque de ésa ya hablaremos.

    Pero nada más exultante que ella (?¿), o en realidad nosotros, o todos; pues si finalmente aunando fuerza intrépida, amplia experiencia e ilusión espontánea que recorre la roca en la mente se presenta la ocasión para materializarla y dejar de una vez terminado algo que vivía en el entrenamiento, en la vista y conducía a seguir consiguiendo una y otra vez lo que pizpiretamente mantenía guardado.
    Santovarón tranquilo que de modo calmo se lleva en la vida todo lo que recapacita e ilusiona para una longevidad conjunta. Santovarón tenaz y bueno, que supongo de eso ya hablamos y de ellos aprendimos como, al igual que esos tres largos de Yelmo, caminar en la vida. Mirando al futuro lejano, al principio; luego presente y con aplomo ir construyendo el hilo de Ariadna...que alarga la vida y echa una mano. Es sonrisa encima, en la cima.
    Cima que en la cumbre cubre es encima nube que el sol tapa.

    Pero, al margen de todo esto, nos encontramos con una mañana que frugal y en calma nos fue poniendo sobre aviso a personas, cosas y gentes. De igual manera, la Lagunilla; ese tiempo de espera. Donde se construyen vínculos y los renacuajos de diversos anfibios van creciendo como en conversa frágil y corta se maduran ilusiones por realizar, de oportunidades.
    ¿Quién puede decir no cuando se tienen medios y, conocimiento, seguridad de que lo que hay por delante hace feliz a quien lo lleva en la mente?
    No soy yo quien se oponga, ni ahora, ni después...Y en ése y en otros casos similares es donde estamos de acuerdo aquellos que solemos recorrer, a nuestro modo, los parajes de forma solitaria.
    Sólo con nosotros solos aunque sean más de dieciséis horas de trochas, rocas y montes.
    Pues eso...Fantástico, una vez más, exultante. :)´
    [Y no sigo que me enredo retóricamente y luego no hay dios que lo entienda...ni yo mismo]
    Salud, Libertad y Monte...por si acaso.

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  3. Tras el poético y filosófico comentario, que tan bien relata experiencias y jornada, tan sólo puedo apostillar en clave técnica.

    Resulta gratificante constatar que, cuando varias fuerzas se aplican a la vez sobre el mismo grupo, la resultante, mucho más poderosa que tomadas de una en una, permite progresar al conjunto de mejor manera que aislados. Cada vector aportando su esencia, enriqueciendo y enriqueciéndose.

    Lo mismo aplica a la adherencia, es cuestión relevante el lograr una resultante potente que te mantenga pegado contra la roca.
    La mente es poderosa, sin hablar se comunica y entiende, sin despistarse controla, y como se distraiga ¡apañados vamos en según qué ocasiones!

    En fin, que salió un día redondo en todos los aspectos, gracias a todos los que a ello contribuimos, cada uno con nuestro aporte.

    Salud y Montaña, amigo Deicar.

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