miércoles, 6 de noviembre de 2013

Ordesa en otoño. El color del bosque.

Animoso y perseverante grupo que, decididos a “colarnos” por la ventana anunciada entre dos borrascas sucesivas y haciendo caso omiso de la llovizna que a primeras horas de la madrugada sigue remojándolo todo, nos reunimos en Torla para llevar adelante una inmersión en el cromatismo otoñal de Ordesa.

Recorrido por bosque, como máximo hasta la Cola de Caballo, no más de un cierto número de horas de marcha total, constituyen las variables de la ecuación. Bien mirado, no son demasiadas, considerando que somos seis personas las que conformamos el equipo (Mari, Belén, Mª Luisa, Andrés, Carlos y yo) ¡Tocamos a una variable por cada par! Así, sin circuito preestablecido, decidimos que, siendo el denominador común el deseo de “empaparnos” de las tonalidades otoñales,  iniciamos la marcha descendiendo hacia el camping de Torla (1.000m) para alcanzar la Pradera de Ordesa a través del camino de Turieto, que antaño unía Torla con las bordas del valle de Ordesa.

Siguiendo el curso del río Arazas por su margen izquierda orográfica, nos adentramos en la tranquilidad de un frondoso hayedo prácticamente entregado al invierno, ocasionalmente sacudidos por el estruendo de las cascadas.

Los altos paredones del Tozal del Mallo y de la Punta Gallinero se yerguen sobre la otra orilla, caldeados por un tibio sol que a nosotros todavía no nos alcanza.

Tozal del Mallo
Punta Gallinero
Una vez en la Pradera de Ordesa, momentos peculiares: apetecibles anchoas cuidadosamente preparadas la víspera y evaluación de las alternativas. Por fin, como al inicio, el denominador común: bosque, y con la máxima soledad posible.

Dada la conjunción, la decisión se decanta por el barranco de Cotatuero, para lo cual,cruzamos el Arazas y nos encaminamos al siguiente tramo.


Última mirada al Tozal antes de introducirnos en el barranco de Cotatuero
Ascendemos entre altísimos árboles, caminando en la penumbra, por alfombrada senda que amortigua los pasos. 

La frondosidad y variedad de la vegetación transmiten una agradable sensación de paz y armonía. No obstante, hay que concentrarse y mantener un ritmo porque en este trecho la pendiente se acentúa.

Conforme ascendemos el sol se cuela con más brío, resaltando la gama de tonalidades.

La belleza del entorno compensa el esfuerzo de la subida. Paso tras paso nos vamos embebiendo del color y del olor que nos envuelve.

Espléndidas e inesperadas matas de belladona en pleno fruto.

Finalmente, tras un recodo, nos llega el sonido de la cascada de Cotatuero.

Cascada de Cotatuero
Al pie de la misma realizamos el segundo alto en el camino, que aprovechamos para: a) Comer algo (cuán relativo es este término), b) Constatar que sigue habiendo ánimo para más marcha, y por tanto, que podemos optar entre dos posibilidades para el siguiente tramo.

Tras algunos “que puede llover en cualquier momento”, y “¿cuánto tiempo más entre una opción y otra?”, decidimos  optar por recorrer la Faja Racón, serpenteante sendero entre los 2.000m y los 2.080m, perfectamente marcado bajo las verticales paredes que descienden de la Punta Gallinero, a trechos entre la arboleda, otras veces sobre la roca, siempre totalmente panorámico sobre la pradera de Ordesa y con vistas a la sierra de las Cutas.


La Sierra de las Cutas y el fondo del valle de Ordesa, desde la Faja Racón
La opción elegida, finalmente interiorizada, hace que la marcha cunda, mientras el velo de “lo desconocido” se va diluyendo a medida que avanzamos por esta atalaya natural. Hasta las nubes dejan de amenazar.

Recorriendo la Faja Racón

Llegamos finalmente al lugar donde se cruzan varios caminos: hacia arriba iríamos a tomar las clavijas de Carriata; de frente, hacia Salarons y el Tozal del Mallo (que resulta imponente en esta proximidad); para abajo, hacia la Pradera;por detrás, la Faja Racón, que acabamos de recorrer.

Ya no más subir, ya tan sólo la certeza de que ahora toca bajar por empinado camino, esto sí, que se adentra en un acogedor bosque de altos y espesos bojes por el que transitamos plácida y despreocupadamente hasta alcanzar la carretera de acceso al valle de Ordesa, junto a la casa de los guardas, unos cuatrocientos metros antes de la Pradera.

Las brumas del atardecer vuelven a cubrir los altos, vistas desde Torla
En síntesis, un circuito pergeñado sobre la marcha, con el bosque como permanente “leit motiv”, que durante unas cuantas horas, y salvando un desnivel total acumulado de unos 1.000m de D+, nos ha llevado desde la zona baja, en la entrada del valle, hasta las zonas altas de las Fajas de este Parque Natural que, siendo bello en toda época, en otoño resulta espectacular.

6 comentarios:

  1. De Guadarrama al Pirineo, y del Pirineo a Guadarrama, interesante este "puente aéreo". Tengo que decir que de los paisajes peninsulares, y hasta el día de hoy, Ordesa el que más me ha impactado. Ya desde el mismo Torla uno se queda impresionado; luego según se remonta el Arazas, con sus cascadas, el bosque de hayas y el marcado valle en U, las sensaciones y emociones aumentan en progresión geométrica. Tengo muchas cosas pendientes por allí, que algún día tendré que resolver.

    Enhorabuena al grupo por disfrutar del color del bosque.

    Un abrazo

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    1. Algo más de colorido hubiéramos encontrado de haber podido ir un par de semanas antes, cuando las hayas aun habrían tenido las hojas en sus ramas. Pero bueno, no estuvo nada mal; al contrario. Ciertamente que Ordesa no defrauda nunca. Un abrazo, Rafa.

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  2. Gallinero, del griego antiguo, roca elevada; terminación ero, eiro, elevado
    Muy interesante y muy bonito.
    3·deicaludos·C

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    1. Lugar alto y eminente es tozal, y de aquí altozano el montecillo. Con lo que, entre arábigo, por éste, y griego, por el otro, paseando por los bosques, tuvimos una muy agradable jornada que, de haberla realizado más próximos al Pilar y menos de los Santos, habríamos caminado más bajo rojas hojas que sobre bermejas alfombras. En cualquier caso, hayas y demás árboles estaban preciosos. Salud y Montaña, amigo Deicar.

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  3. Ordesa embruja a quién se atreve a caminar por sus muchos vericuetos. Y si decides alcanzar las cotas que lo cierran por el noreste, deslumbra el corte en el terreno que ha erosionado el agua, y que forma ese cañón. Camino se hace al andar, y como quién no quiere la cosa, el paseo se prolonga entre el bosque mixto que tapiza los estadios inferiores. Siempre hay una perturbación aleatoria en toda ecuación, difícil de medir. En este caso fue a tu favor. ¡Cuesta regresar ante tanta belleza! Quedan las imágenes, y los efectos en los sentidos. Imagen icónica la de la torre de la iglesia de Torla con los farallones rocosos de fondo, que uno guarda en la memoria, tras quedar prendado al ojear un libro años atrás y encontrarse con una similar. Uno se imaginaba recorriendo aquéllos lugares, entonces lejanos y desconocidos. Ahora tras visitarlos, aún el gozo es mayor al haber disfrutado de muchos buenos ratos por ese lugar. Salud y Montaña

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    1. Por Ordesa y en su Monte Perdido recibí ha ya ,varios lustros, mi bautismo del "tres mil" invernal. Desde entonces muchas veces he recorrido sus barrancos y vericuetos, trazando circuitos muy variados, ascendiendo en repetidas ocasiones a cada una de sus cimas, encadenando unas cuantas más de una vez, y aún así, siempre encuentro nuevas razones e ilusiones para volver "a cualquier cota" y en cualquier estación. Hermoso lugar donde los haya. Salud y Montaña.

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