lunes, 13 de mayo de 2013

En la Sierra de Guadarrama, divisoria entre Segovia y Madrid: San Rafael – Peña del Águila.


Entre el Alto del León (1.511m) y la Peñota (1.945m) se extiende un cordal con orientación  Sur – Norte / Noreste que, a lo largo de unos 6km, constituye un itinerario clásico en la Sierra de Guadarrama.
Mi amigo Manuel y yo lo teníamos en la cartera para “trotarlo” cuando la nieve se retirase y antes de que las temperaturas del verano lo transformasen en un penoso deambular. El recorrido original discurre por el lomo descubierto de la cuerda, entre los 1.500m y los 2.000m, con cortas incursiones entre los pinos que alcanzan a cubrir los collados intermedios.
Generalmente en nuestro caso, desde el germen de la idea original hasta la confección del plan concreto suele haber un trecho. Para este recorrido en particular la génesis ha sido la siguiente:
·         Como los 6 km originales parecían pocos, decidimos realizar un itinerario de ida y vuelta, dejando los coches en un único punto; así saldrían 12km.

·         En cuanto al sentido de la marcha, nos decantamos por iniciar el recorrido en el Alto del León (1.511m), pero como el desnivel acumulado se nos quedaba corto (no más de 700m de D+), optamos por cambiar el origen de la marcha, y dejar los coches a 1.300m de altitud, en una zona de praderas y pinos en San Rafael, al pie de Cabeza Reina, desde donde sale una pista que se adentra por el bosque paralela al cordal de la parte superior. De esta forma ya tendríamos por delante unos 1.000m de D+. La cosa se iba ajustando.

·         Una vez puestos, y dado que las zapatillas de trial running han estado arrinconadas durante este invierno de esquí de travesía, pensamos que podríamos redondear el trayecto “alargándonos” hasta la Peña del Águila. Alcanzamos entonces una vuelta ideal de unos 20km, con aprox. 1.000m de D+.
Son las 9h cuando iniciamos la marcha. La mañana es muy fría, el bosque del lado segoviano de Guadarrama se muestra espléndido, con el agua empapando el prado y discurriendo por cualquier sitio.

Abandonamos enseguida el sinuoso trazado de la pista y acortamos entre los altos pinos. Es zona de verdes pastos en los que vamos sorteando las reses que encontramos. Desde el gran macho alfa que nos evalúa y decide no actuar,

hasta las menos temibles hembras y crías, a las que nosotros observamos más tranquilos.

Y así, sumidos en estas contemplaciones, nos damos cuenta de que nos hemos despistado, en el sentido literal. Tanto bosque a través, entre lazada y lazada de la pista, nos pone frente al primer imprevisto de la jornada: un cortafuegos recién arado, con una pendiente propia de las pistas de esquiar, sólo que sin nieve, que sube todo recto y sin que se vea el final de la cuesta. Lo afrontamos con decisión y resignación ¡Trescientos metros de todo tieso! que nos quitan el frío de encima y que nos llevan hasta la Peña del Cuervo (1.706m), en plena cuerda, desde donde ya vemos el resto del itinerario que tenemos por delante.
Aquí, mientras tomamos un plátano reparador, introducimos una puntualización de último momento en el circuito a seguir: “A la vuelta de la Peña del Águila, podemos derivar hasta el Collado Real, punto en el que se acaba todo vestigio de pista y camino, visitar el pino majestuoso que hay por allí, y cruzar hasta retomar el Collado de Gibraltar mediante un “cantillano” (faldeo) al pie de los paredones SE de la Peñota”. Queda procesado en la memoria.

Iniciamos la marcha por la loma hacia el siguiente objetivo claro, las 3 puntas rocosas de la Peñota, por un evidente sendero cada vez más bonito, en el que los narcisos ponen su nota de brillante color,

Dejamos el camino plácido para adentrarnos en el más sinuoso y áspero que continúa hacia la Peñota.

Deambulamos ahora por un tramo en el que el granito y el verde se complementan vistosamente.

Los contornos de las rocas evocan formas en nuestra imaginación.
Ceño y expresión adustos los de este vigilante del roquedo
La senda se sigue bien y sin dificultades técnicas, discurriendo al pie de los paredones que nos acercan a las puntas de la cumbre. Alguna zancada amplia o ligera trepada se practica en este tramo.
Desde la cima más al Norte (1.945m), mientras tomamos una barrita energética y bebemos agua, contemplamos relajadamente la vertiente Sur de los Siete Picos.
Al fondo, a la izq, Peñalara. Siete Picos en el centro. La Bola y La Maliciosa, a la dcha.
Hemos tenido que abandonar precipitadamente el pico central de la Peñota, ahuyentados por un bullicioso quinteto de corredores que lo habían tomado al asalto.
Fijamos los ojos en el punto final de la marcha de hoy, la Peña del Águila. Aún queda un trecho, así que nos ponemos en marcha.
La Peña del Águila
Resulta placentero correr por estos parajes, aromatizados por los pinos y piornos.
En el Collado de Cerromalejo
En la cima del Pico del Águila (2.010m) hacemos una breve parada, para inmediatamente iniciar el retorno rápido al Collado de Cerromalejo, desde donde descendemos a la vertiente de Cercedilla, al encuentro de la Senda Real, cuya pista seguimos hacia el Sur, hasta que se termina en el Collado del Rey.
En el collado nos damos cuenta de la gran deriva hacia el Este que nos ha supuesto llegar hasta este punto, y de la ladera sin trocha ni senda que, poblada de piornos y zarzas, vamos a tener que atravesar para llegar de vuelta al cordal, en el collado de Gibraltar  ¡Segundo imprevisto del día!
Vistazo al “pino relevante” y solitario, que nos ha motivado venir hasta aquí, y con determinación iniciamos el flanqueo de la incómoda ladera, transitando por un entorno que en verano podría conducir a un desfallecimiento más que probable, pero que en estas circunstancias nos permite descubrir unos rincones que, de otra forma, nunca habríamos visitado.
Casi al final de la travesía, al pie de los paredones de la Peñota,

encontramos una pequeña y aislada zona de altos pinos donde un manantial escondido hace las delicias de los sentidos, tanto por la frescura del agua y del lugar, como por el tamaño de los árboles.


Aquí, resguardados del calor, parece que hasta las ramas cobran vida en forma de rostros emboscados.

Entre este lugar y el vecino Collado de Gibraltar, un montón de zarzas esperan a que las atravesamos con resignación y a fuerza de enganchones.
De vuelta en el cordal iniciamos el trote descendente en pos del Collado de la Sevillana, pasando junto a los restos de bunkers y formas graníticas curiosas que van jalonando el recorrido.
En el collado tomamos hacia el Oeste una pista amplia y evidente (haciendo caso omiso del aspa blanca y roja pintada en su comienzo) que desciende internándose en el bosque, y por la que rápidamente corremos hacia el lugar donde dejamos los coches por la mañana.
Las vacas que encontramos en la parte baja vuelven la cabeza con indiferencia ante nuestro paso, mientras atravesamos unos prados y un entorno más propio de una zona Alpina que de unos bosques situados a tan sólo 70km de Madrid, al otro lado de la Sierra.
Son las 4pm cuando alcanzamos los coches, tras haber realizado un circuito algo inusual, habiendo recorrido unos 23km y salvado un desnivel total acumulado de 1.150m de D+, que nos dejan con los sentidos reconfortados.

2 comentarios:

  1. Entre despiste con resultado de pendientes duras, y flanqueo por terreno ignoto la ruta no dio tregua a pesar de lo sencillo que se planteaba sobre el mapa. Será que el dia estaba abocado a ello. Aún con esos contratiempos superados con ánimo y voluntad, el entorno en esta época nos regaló un ambiente de quietud y sosiego por terrenos fronterizos con unas vistas contrapuestas entre ambas vertientes. Al acabar ya nos surgieron otras posibilidades. ¡Así que ojo que volveremos! Con más juicio y las mismas ganas. Salud y Montaña

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    1. Ya lo creo que volveremos, aunque sea con el mismo juicio, que también da muy buenos resultados ¿De qué otra manera, si no, transitaríamos por donde lo hacemos? Salud y Montaña, Manuel.

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