domingo, 13 de enero de 2013

Vértice del Anayet y Pico Espelunciecha. Esquí de travesía en propia compañía.

Vértice de Anayet, a la izquierda, y Pico de Anayet, a la derecha.
Todas las veces que en invierno había subido al Vértice del Anayet lo había hecho saliendo desde la Canal Roya, y la extensa placa de nieve helada que cubre los últimos 300 metros se me antojaba esta vez poco atractiva para esquiarla en solitario. De modo que me decido por salir desde Formigal y recorrer el siempre bello barranco de Culibillas que, si no hay riesgo de aludes, constituye un suave acceso hasta la cubeta de los Ibones de Anayet.
El manto blanco que lo cubre todo, el deslizar de los esquíes por la sombra de la cara Norte de la cadena a cuyo pie discurre la ruta (el luminoso Valle de Izas está al otro lado), el prometedor sol que ya veo algo más adelante, añaden un regusto especial a mi soledad.

Salgo a una zona más amplia, al pie de la Punta de la Garganta, distingo en su ladera, a media altura, la traza que seguiré a la vuelta, los restos de un pequeño alud la tocan en un punto, pero eso ocurrió hace días, hoy la nieve está estable, otras personas están ya en la zona de sol.


Progreso rápidamente, pronto me vuelvo a encontrar solo, dejo a mi izquierda la base del canalón que asciende al Pico Arroyeras, y por soleada pala orientada al Sur voy alcanzando la cubeta donde se encuentran los Ibones del Anayet. Ahora ya tengo calor.

En el centro, al fondo, la cima del Pico Arroyeras

Alcanzo el plano lacustre de los Ibones (2.200m), lugar de paso muy frecuentado. Las dos cumbres hermanas del Anayet frente a mí: el invernal y sereno Vértice (2.559m) y el altivo y rocoso Pico (2.545m). 

Paro un momento, los recuerdos afluyen, de verano e invierno. Giro la cabeza hacia la derecha, el Pico de Espelunciecha, insignificante sin nieve, ofrece hoy una tentadora pala para esquiar, lo haré a la vuelta.

Tras el Pico Espelunciecha asoma el Midi d'Osseau
A la izquierda, más allá de uno de los helados ibones, las picos de Arroyeras y el de Culibillas (en este estuve hace un par de días nada más).

Sacudo la cabeza, centro el objetivo y me encamino decididamente hacia el Vértice del Anayet, más concretamente hacia el collado que tiene a su izquierda.

La pendiente comienza suave, la pala es amplia en su base, pueden trazarse amplias zetas. Alcanzo a dos madrugadores que “están en ello”, Natalia y Pedro, comentamos que la nieve se está poniendo para cuchillas, encontramos que la salida de la canal se está empinando bastante, constatamos que los equilibrios sobre los cantos en cada cambio de sentido son cada vez más precarios, y alcanzamos el collado cada uno por su lado, con un ¡Uf! de satisfacción.
Ya sin esquíes alcanzar la cima es cosa de subir los metros que nos faltan sin más inconvenientes. Abajo nos esperan tablas e “inclinada salida” esquiando, para el retorno, pero ahora a lo que toca, que es observar el magnífico panorama que se contempla desde aquí arriba ¡Ah! Y reitero que la placa de nieve sobre la vertiente de Canal Roya sigue tan helada y poco recomendable como de costumbre.

Un rato para comer algo, Natalia y Pedro ya han comenzado a bajar, unas fotos, y a por los esquíes.

El Pico de Anayet en primer plano, a la izquierda el Midi d'Osseau. Más al fondo, a la derecha, el Balaitous
La Canal Roya, el Aspe y  el Bisaurín, entre los muchos picos hacia el Este.
 En el collado nos despedimos, que el tiempo pasa y yo aún tengo que subir al Espelunciecha, y a salir a la pendiente, ahora ya en sombra, que con decisión se toma bien. No era tan fiera a fin de cuentas.

Rápido progreso hacia los ibones, mirada hacia atrás para el recuerdo, y cuando ya tengo que empezar a “remar”, paro, pongo las focas y hacia el Espelunciecha (2.397m).
Desde su cima, 700 metros de desnivel hasta el aparcamiento de Anayet. El atardecer llega pronto en invierno, son las 14:45h y la sombra comienza a alargarse.


A la izquierda el Pico Culibillas, a la derecha el Arroyeras, abajo, el borde de la cubeta de los ibones
  Esta pala Sur del pico no defrauda en absoluto. No hay más personas en el entorno de los ibones, escucho y siento los esquíes, veo y oigo la nieve que sale lanzada en los giros, busco el camino hacia el borde del plateau, llego a él, sigo descendiendo, la sombra quiere ya tocar la traza por la que marcho. Cuando vas solo la percepción se activa, hay que estar en todos y cada uno de los detalles.

Me envuelve la soledad del ambiente, y me siento acogido, en paz, viviéndolo. Soy una parte del todo.

Son las 15:15h cuando llego al bullicio del aparcamiento de la estación, con el tiempo justo para recoger el equipo, estirar los músculos, comer un bocadillo y emprender la vuelta a Zaragoza antes de que se consolide la caravana ¡Cambio de chip!

6 comentarios:

  1. ¡Vaya comienzo del año tan activo que has tenido! Las fuerzas respaldan las ganas de libertad que has sentido al esquiar por esos valles. Con la mesura y determinación habitual, y midiendo los tiempos te ha salido una ruta atrevida enlazando dos cumbres, recompensado con un descenso donde has dado rienda suelta al disfrute. Salud y Montaña

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    1. Con el anticiclón y la buena nieve como aliados, algo de interés y mucho de ganas, las cosas van casi solas. Salud y Montaña.

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    1. De momento, hay que ir al Pirineo para encontrar la nieve. A ver si va tocando tenerla también en Guadarrama. Salud y Montaña.

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  3. Una ruta preciosa, una luz perfecta y un equipo excelente. Muchas gracias por compartir vuestras experiencias.

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    1. Gracias a ti por leerlo, y además con elogio. Lo cierto es que, con entornos así no resulta difícil vivirlos. Compartirlos es la guinda. Salud y Montaña.

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