martes, 4 de diciembre de 2012

La Najarra desde Miraflores. Refugio de la Najarra y vuelta por el Hueco de San Blas.


La Najarra tiene una altura de 2.108 metros (vértice geodésico) y de 2.119 metros el pico propiamente dicho. Es la última cima del extremo Este de la Cuerda Larga y con ella finalizan en esa zona las cumbres superiores a los 2.000 metros de la Sierra de Guadarrama.
A Manuel y a mí nos agradan los “circuitos”, y cuanto más silvestres e inusuales resulten, mejor. Un atractivo para visitar esta cumbre radica en que, saliendo desde la Fuente del Cura, en Miraflores, hay por delante un recorrido que, si se consigue encontrar y seguir la senda Santé, permite superar los 1.000m de desnivel en tan sólo 4km de distancia, ¡Menuda pendiente!, por medio de una zona agreste, de pinar y roble, con piornos en la zona superior, muy diferente del resto de trillados itinerarios que parten de otros puntos.
En suma, los accesos más interesantes a las cimas que componen la Cuerda Larga en el tramo desde Asómate de Hoyos a la Najarra son, en nuestra opinión, los que recorren la vertiente Sur que da vista al Hueco de San Blas, huyendo de la transitada y clásica travesía de puerto a puerto (Morcuera – Navacerrada).
La mañana es fría, el cielo está raso, ni una nube. El entorno en el aparcamiento de la Fuente del Cura resulta helador mientras esperamos a que salga el sol. Con los primeros rayos hasta el pelado robledal comienza a cobrar vida. Empezamos la marcha siguiendo la pista hacia el Sur, marcas verdes y blancas.

A unos 400m hay una barrera metálica a la derecha que permite abandonar el asfalto, internándonos ahora en el bosque.
La senda se sigue bien. Atraviesa varias veces las lazadas de una pista. Al segundo o tercer cruce de pista, cuando al otro lado de la misma no se ven los hitos que dan continuidad a la senda que vamos llevando, es entonces cuando hay que proseguir hacia la derecha por la pista durante unos veinte metros, hasta encontrar de nuevo los mojones que vuelven a internarse en el bosque. Este es el comienzo de la verdadera subida por la senda Santé.
La pendiente es muy exigente, los bastones son de gran ayuda y hay que ir con cuidado para no despistarse. El camino ya está cubierto de nieve. En algunos tramos los mojones son difíciles de localizar, pero con intuición y ojeada en derredor, se vuelven a encontrar.
Ganamos altura muy rápidamente. Mirada hacia atrás para constatar lo abajo que queda ya Miraflores.

El frío es intenso. El ritmo que marca Manuel es muy vivo. Concentración para respirar sólo por la nariz y no por la boca.

Estamos ya tocando las rocas que anuncian el final de la subida. Los últimos pinos parecen adornados con algodones. Se oye silbar al viento.

La pared granítica de la Najarra (2.122m) la tenemos ante nosotros. Subir a la cumbre no supone dificultad alguna.

Alcanzar la Cuerda Larga y sentir en toda su virulencia las fuertes ráfagas de aire, todo es uno. El termómetro marca -5ºC, la sensación térmica es de mucho más frío. Nos ajustamos bien la ropa y seguimos hacia el Oeste, en busca del Refugio de la Najarra.
Al fondo aparece Peñalara, ya blanqueada por la nieve
Nos sorprende no encontrar gente, pero  claro, aún es temprano.
Avanzamos un tramo más y allí, unos metros más abajo, encaramado en unas rocas, se alza el Refugio (2.078m), en medio del inhóspito entorno de la Cuerda Larga. Prometedor abrigo  al que nos dirigimos rápidamente.

Se trata de un lugar limpio, capaz para unas 6 personas (de pie), con la puerta orientada al agradable y calentito Sur, donde nos resguardamos durante unos minutos para tomar un plátano y unas avellanas, antes de continuar. Cuando comienza a aparecer “la procesión que transita por la Cuerda Larga” decidimos dejar el cómodo sitio para los recién llegados.  
Nuestro siguiente objetivo es el Hoyo Cerrado.

¿Seremos capaces de localizar el Hoyo Cerrado?
Seguimos la Cuerda descendiendo hasta la depresión que hay antes de iniciar la subida a los Bailanderos, y una vez en ella, ladera abajo, hacia la vertiente del Hueco de San Blas. No hay senda evidente, pero se baja con relativa facilidad, cuidando de asentar bien los pies sobre la nieve que apenas cubre las rocas. Sorprendemos a unas cabras que ya lucen el grueso ropaje de invierno.

Vamos bajando, bajando, hasta llegar a una senda que seguimos en sentido descendente, con el propósito de encontrar la trocha que, saliendo de ella, conduce hacia el Hoyo Cerrado. Como somos impacientes, y nos parece que estamos perdiendo demasiada altura siguiendo la senda, decidimos salirnos de ella en un punto determinado para “marchando en dirección al Hoyo, ir a encontrar el camino, que seguramente nos hemos debido de pasar de largo”. Y de esta decisión se derivarán dos cosas: la primera, que no llegaremos hoy al Hoyo Cerrado;  la segunda, que tendremos la oportunidad de descubrir y transitar por un bosque salvaje y agreste, al más puro estilo del trampero montañés, que de otra forma se nos hubiera escapado.

Así que tras una hora larga de pura naturaleza recorriendo emboscados el arco de la Cuerda Larga en dirección al Hoyo, en una salida que hacemos a las rocas para orientarnos, constatamos que por este itinerario queda un rato largo y un par de barrancos más para cruzar (¡Y vaya la de agua que baja por ellos!), con lo que optamos por iniciar el retorno a Miraflores.
No nos sentimos defraudados en absoluto, la próxima vez buscaremos la senda correcta para llegar, y mientras tanto tenemos la oportunidad de seguir viviendo y saboreando el hermoso entorno por el que, bosque a través, y topando con más de un brillante acebo “a pleno fruto”, vamos al encuentro de la gran pista que recorre a media altura el Hueco de San Blas.
El agua por doquier hace que el paisaje esté tan verde como en primavera. Aunque hace rato que el aire ha dejado de azotarnos, el frío sigue siendo intenso. Tomamos alguna barra energética, otro plátano, y nos damos el lujo de saborear una cata de queso zamorano con membrillo concluyendo el ágape. Como el relente ya va calando, recogemos rápido, dejo olvidada la navaja que tantos años me ha acompañado (hasta llegar a casa no me di cuenta) y emprendemos la marcha hacia Miraflores.
El Hueco de San Blas con el contorno de la Pedriza cerrando el horizonte
Por delante unos 6 kilómetros de pista muy poco transitada (algún ciclista ocasional como principal usuario de la misma), por medio de un pinar bien conservado por el que vuelan los pájaros y corremos nosotros a zancadas bien ligeras.
Luces y sombras del atardecer en el bosque
Finalmente nos ha salido un circuito de los que nos gustan, salvando un desnivel total de 1.200m de D+, habiendo recorrido unos 18km, quedando abierta la puerta para, en alguna otra ocasión, llegar sí al Hoyo Cerrado, bien desde abajo, por el sendero que no hemos encontrado hoy, bien por arriba, desde Peña Linderas o el Collado de Pedro de los Lobos, si es que preferimos hacer de jabalíes por entre los piornos y rocas que enmarañan esas laderas, pero esto será otro día.

La Najarra se prepara para una noche más de frío intenso


4 comentarios:

  1. Pues entonces, Carmar, amigo, encontramos la misma temperatura el sábado, -5 en Bailanderos, tras Las Torres y en su alto, con un viento fortísimo. También decidí, después del ventanillo, tirarme a través, de frente, con un metro de nieve, a trocha perdida siguiendo el instinto de orientación.
    [Teníamos la misma luna; yo sobre una rojiza nube lenticular a la izquierda de La Maliciosa]
    Salud, Libertad y Montaña
    Deica logo d:D´

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    1. Pues vaya casualidad, hubiera estado bien que, además de haber encontrado la misma temperatura, hubieramos coincidido. La verdad es que juntando ambos recorridos sale la integral del Hueco de San Blas, nada despreciable por cierto. Que siga nevando hace falta, para iniciar la temporada de esquí de travesía por la Sierra, que tiene mucho atractivo. Salud y montaña, amigo Deicar.

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  2. En este reencuentro compartiendo monte no nos faltó casi de nada: un recorrido atractivo cuyo trazado diseccionas paso a paso con la frescura habitual, las remembranzas de la semana fantástica por el Pirineo, nuevos planes ya rumiando en la cabeza, detalles inesperados siempre bienvenidos, una dosis de realidad esperpéntica, y la linea invisible pero cierta que nos une a zancadas ligeras. La próxima vez pediremos al trampero del Yukon que nos guie. Salud y montaña

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    1. Las invisibles líneas son, con mucha frecuencia, más robustas y fuertes que las maromas mejor trenzadas. No quedó Yukon tan lejos, y además casi acertamos. La próxima vez será lo que toque que sea, y ahí estaremos nosotros para vivirlo y después, seguramente, narrarlo. Salud y montaña.

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