miércoles, 24 de octubre de 2012

Recorriendo la Pedriza a media altura


Otoño, lluvias, ríos crecidos ¡Pues vamos a ver cómo pinta esto en la Pedriza!
Las partes altas permanecen dentro de la faja de nubes, ha estado lloviendo la víspera, y no ha parado hasta primeras horas de la mañana. El pronóstico ya lo había advertido, anunciando apertura de claros a continuación, con tarde despejada.
Nada más salir del Tranco, siguiendo el curso del Manzanares aguas arriba, ya se impregna el olfato del característico olor a jara. La Pedriza huele a ella en cualquier época del año. Hay que ir atento a no resbalar, la humedad mantiene mojadas las grandes losas de granito que se encuentran en los primeros tramos. A pesar de que no es muy temprano, hay muy poca gente.
El Manzanares baja tranquilo, señal de que la lluvia ha caído pausadamente. El terreno está remojado, pero la arena granítica no es proclive a los charcos, así que se marcha cómodamente.
Pronto llego a Canto Cochino, y aquí sí que encuentro muchos excursionistas, muy abrigados y repartiéndose por los distintos itinerarios que salen desde este punto. Yo, por mi parte, dejo a un lado la Autopista y enfilo hacia el collado del Cabrón por la senda del bosque que va paralela a la Charca Verde.
Voy saboreando el fresco, la humedad y la quietud de este tramo poco transitado. En el collado alcanzo a un grupo numeroso (alrededor de 10 personas) que me apresuro a adelantar antes de que todos nos internemos por la Senda del Ingeniero en dirección a los Llanillos y, en mi caso, al Puente de los Pollos.
El bosque de pinos está silencioso, las voces del grupo grande ya no me llegan, las setas colonizan los troncos de los árboles.

Cada claro en el camino permite observar las rocas de la vertiente opuesta de la Pedriza: el Pájaro,

La Muela, los Callejones, … las nubes siguen sin marcharse del todo.

Llegado al cruce de los Cuatro Caminos, una rústica escritura sobre la piedra de un mojón indica la traza para llegar al Puente de los Pollos. El terreno se empina, la senda discurre por entre robles que todavía mantienen la hoja, los troncos y piedras están húmedos.

Pequeña trepada y aparece el escondido Puente ¡Qué paz infunde contemplar la Pedriza a través de este amplio ventanal!
No acaba de despejarse el tiempo, pero aun así decido continuar con el recorrido a media altura que he iniciado. Retorno a los Cuatro Caminos y cruzo el gran bosque de los Llanillos en dirección Oeste – Este, hacia el Collado de la Ventana ¡Correr por aquí es un placer!
Al final de la travesía entronco con el sendero que, paralelo al arroyo de la Ventana, sube al collado del mismo nombre. Asciendo por él en busca de la trocha que, poco antes de llegar al collado, sale hacia la derecha, recorriendo la base de las Buitreras, en dirección al Mogote de los Suicidas, Pared de Santillana y Navajuelos. Comienza a llover mansamente.

Esta senda, al pie de los paredones, por entre brezos y rododendros, en el límite superior del bosque, constituye una de las bellezas raramente transitadas de la Pedriza. No me cruzo con nadie.
Moles rocosas bajo la lluvia llaman la atención ¿Hay alguien más por aquí?

Enfoco mejor, ajusto las gafas, miro con detenimiento y puedo distinguir dos cosas: cómo escurre el agua por las paredes graníticas, y con qué estoicismo aguantan el temporal los impertérritos buitres posados en las partes altas. Hoy no hay térmicas sobre las que flotar.

¡La lluvia es que no cesa! Acelero la marcha, me parece distinguir un punto sobresaliente sobre el Mogote de los Suicidas. No puede ser más que otro buitre. En un día como hoy tan sólo para ellos están reservadas las cumbres.

Voy rápido, en dirección al collado de la Dehesilla. Las piedras resbalan, están muy mojadas. Un abrigo natural entre las rocas invita al cobijo, a resguardarse del agua que cae, pero sigo sin parar. El collado se ve desierto, y son apenas las 13:30h cuando llego a él.

Mientras estoy tomando un plátano aparece una pareja que viene desde el Refugio Giner, y que se encamina hacia el Yelmo. Unas cabras encaramadas sobre las rocas completan el perfil del horizonte.  La llovizna es ligera en estos momentos.

Acabo de comer, sacudo el agua de la mochila y voy en pos de la pareja que ya tiene ascendida la mitad de la pendiente que da acceso a la Cara y al Acebo. Juntos recorremos el camino hasta llegar al pie de la cara Norte del Yelmo, cuya cima está cubierta por ligera niebla.
Nos sorprende encontrar a un grupo numerosísimo, no menos de 25 personas, descendiendo de la grieta de acceso a la cima, bien protegidos de la lluvia por capas, chaquetas, capuchas y hasta paraguas que llevaban algunos.
Me despido de Erika y José y emprendo carrera hacia el Tranco. Mientras paso chapoteando por la pradera Sur del Yelmo no dejo de echar un vistazo a su paredón, hoy todo él bien lavado por el agua que escurre por la superficie.

Entre la lluvia, las gafas mojadas, la carrera y los vistazos, tomo como referencia unos mojones para descender que me van conduciendo por una zona cada vez más intrincada y menos transitada. Sé que no estoy en el camino habitual, pero sigo; hasta que me detengo en un rincón, rodeado de bloques apilados que habría que destrepar, con incierta seguridad de lo que habrá más allá. De manera que, como está todo mojado y no quiero arriesgar un percance en zona tan solitaria, opto por desandar el terreno descendido, alcanzar de nuevo el sendero oficial (ahora sí lo veo claro), por el que ya emprendo el franco descenso hacia el Mirador del Tranco ¡Debiendo adelantar, uno a uno, a los 25 excursionistas que bajaban del Yelmo!
Poco antes de llegar al Tranco vuelvo a encontrar a Erika y José.
Al final, un recorrido “pasado por agua” que, durante 5 horas, traza un circuito a media altura (1.600m de altitud, 1.100m de D+) por los bosques y roquedos de la Pedriza, por sendas, unas más frecuentadas y claras, otras más aisladas y difusas, viviendo una jornada de otoño en contacto con la naturaleza y próximo a sus moradores habituales . Dejaremos para días más serenos y estables los itinerarios por las alturas.

4 comentarios:

  1. Ya te echarían de menos esos caminos! Siempre sorprendente el paisaje de La Pedriza. Salud y...aventura brother!

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    1. A decir verdad estos caminos y yo nos llevamos bien, aunque alguna gracieta ya me quisiron gastar las rocas mojadas. En fin, cosas del querer. Salud, montaña y aventura, claro.

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  2. Pedricero retornado al lugar de andanzas. Adaptación al medio no te falta, conocimiento de los vericuetos tampoco. Buscador infatigable de trazados y vistas. ¡Hasta los buitres se recogen a sus atalayas al paso! En forma otra vez. Salud y Montaña

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    1. Los buitres no movieron ni una pluma. Dejaron mi soledad intacta, si bien pienso yo que me preguntaron por quien esta vez no me acompañaba, aunque nada dijeron, ni emprendieron vuelo alguno.
      Pasé, me marché y ellos siguieron allí posados, quedos, inmóviles bajo el aguacero, no dejando sus ojos de percibir hasta el más mínimo movimiento, clavándolos en sus piezas, resbalando la mirada sobre lo demás.
      En fin, creo que nos están esperando Manuel. Salud y montaña.

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