lunes, 3 de septiembre de 2012

Pic d’Anie desde Sanchese. Bosque y lapiaz en estado puro.

El atardecer recorta las siluetas calizas del Anie (izq) y del resto de la cadena fronteriza
Para despedir una semana de intensa montaña compartida, Manuel y yo ideamos un circuito poco convencional que nos permitiera ascender al Pic d’Anie recorriendo varios de los bellos bosques del  valle de Lescun.
En síntesis el itinerario comienza en la zona de Sanchese, a 1.000m de altitud (de nuevo algún español debió de andar por aquí hace años), gana fuerte pendiente al pie del Pic de la Breque, siguiendo el torrente Rau d’Anaye hasta el portillo de Insolo(2.052m); si se tiene buen ojo y no te lo saltas, la muralla de los picos de Añelarra, al sur del Anie, ofrece un punto débil en forma de canalón muy pendiente por el que trabajosamente se puede superar y acceder al pie de l’Anie, si uno se lo pasa, porque no es evidente, como ocurrió en nuestro caso, has de seguir el GR desde el portillo de Isolo, en dirección a Belagua, continuamente mirando a la derecha, hasta encontrar el siguiente punto de acceso a la parte superior de la sierra de Añelarra, y después, una vez superada, enfrentarse con el kárstico lapiaz que conforma toda la vertiente Oeste del Anie.
El circuito se completa descendiendo desde la cima por la vía normal hacia el Refugio de Laberouat, llegando de nuevo a Sanchese tras tomar un camino poco indicado que sale del bosque de Braca d’Azuns, unos 20 minutos antes de llegar al Refugio.
La zona de Sanchese, verde enclave al pie del Pic de la Breque, rodeado de laderas boscosas, es un ejemplo más del preciosismo natural que atesora la zona de Lescun, donde los paisajes son espléndidos.
Zona de aparcamiento de Sanchese
El sendero gana fuerte y rápida altura mediante lazadas continuas atravesando un bosque de hayas frondosísimas que se enraízan en la roca calcárea tan propia de la zona y que tan a fondo vamos a recorrer en el día de hoy.
De vez en cuando se abren claros. Un abrevadero con artilugio férreo pone una nota particular antes de que a los pocos pasos el sendero se adentre de nuevo entre las hayas. 
A la altura de los 1.500m se abre el valle, la senda va sorteando las rocas calcáreas desprendidas de las paredes que lo cierran al Norte y al Sur, mientras se orienta hacia el portillo de Isolo. La vegetación se compone ahora de pinos y rododendros.
En el cartel indicador del collado consultamos el mapa y constatamos nuestro despiste. Hemos pasado de largo la entrada del canalón que supera la barrera de nuestra derecha, y que seguramente estaba en la pedrera que hemos ido dejando de lado mientras subíamos por la estrecha senda.
Consideramos volver sobre nuestros pasos en busca de la canal, pero optamos por seguir hacia Belagua guiados por las marcas y mojones, mientras vamos escudriñando la muralla calcárea que se alza a nuestra derecha hasta dar, finalmente, con una canal que tiene continuidad hasta arriba, por la que accedemos trabajosamente para, tras sudores y resoplidos, encontrarnos encima de la sierra de Añelarra, linde Sur del gran lapiaz kárstico sobre el que se yergue la mole de l’Anie, cuya cima es por fin visible unos 3 kilómetros hacia el Este del punto en el que nos encontramos.
La imagen es demoledora, hace un sol de justicia, con el rodeo nos hemos quedado justos, muy justos, de agua y el panorama de recorrer el caos kárstico que nos separa de la pared cimera nos produce una desazón poderosa. Pero no queda más remedio que continuar.
Procuramos ir manteniendo la ruta siguiendo la parte más elevada de la muralla. Todo para evitar caer en la tentación de bajar hacia el laberinto de lapiaz que engañosamente atrae como forma de ir recto hacia el pie de l’Anie.
Las rocas son cortantes, las simas profundas, los rodeos son necesarios, el tesón se sobrepone a la sed que deja los labios y la lengua secos. El pensamiento de la poca agua que atesoramos en el fondo de nuestras cantimploras es permanente, pero la reservamos para la cima, porque desde ella aún nos quedará un tramo hasta encontrar un manantial.
En el recorrido del lapiaz vemos varias simas con neveros en el fondo, y sopesamos la posibilidad de descender a tomar algo de nieve, pero el riesgo de la maniobra y el gasto de energía que ello supondría no nos parece que compense, así que continuamos cada vez más resecos. La idea fija es acabar el sinuoso recorrido por este agrietado caos y alcanzar el pie de la pared cimera. No tenemos el ánimo bastante como para ir tomando alguna foto; tan sólo la idea de alcanzar el pie de la pala cimera nos mueve.
Por fin llegamos a la desembocadura del canalón de acceso directo que no vimos en la subida, y vaya si parece empinada la pedrera, y en unas decenas más de metros nos encontramos ya en la senda bien marcada de acceso a la cumbre. Son 250 metros de subida con el único pensamiento puesto en llegar arriba y beber, agotando la poquísimo agua que llevamos en la cantimplora.
En la cima de l’Anie (2.507m) la apuramos a sorbos cortos, junto con unas pocas almendras saladas y una barrita energética. No nos entra nada más.  
Mirada hacia el lapiaz por el que hemos deambulado, penado más bien.
Engañosa apariencia en la distancia de "inocente" lapiaz la que se contempla desde la cima, frente a la áspera y cruda realidad que hemos recorrido paso a paso.
Vista hacia el fondo del valle, que nos espera acogedor, y a descender rápido en busca del manantial que sacie nuestra sed, porque apenas han pasado 10 minutos y ya volvemos a sentir como si no hubiéramos bebido. Deshidratación en grado elevado, diríamos.
¡Hasta el pueblo de Lescun es visible en el fondo del valle!
La bajada por la senda bien marcada ayuda a mantener bajo control la situación y poco a poco nos acercamos al col  d’Anies, donde sé que aflora un manantial.
Y llegamos, y lo vemos, y nos abalanzamos ambos sobre las surgencias, que nos parecen bellísimas. Sentimos y saboreamos el primigenio placer de sorber el agua directamente con las fauces, labios y nariz metidos en la minúscula poza por donde mana fresca y transparente.
La minúscula surgencia torna a su serena apariencia tras saciar nuestra sed.
Después, más calmados, preparamos con sales un par de litros, y los bebemos también. Ahora comemos algo más, reposamos placenteramente y abordamos la última parte del recorrido.
Vamos camino del bosque que antecede al refugio de Laberouat, por una zona de pastos en la que se asientan dos cabañas.
Mirada hacia atrás, antes de internarnos en el bosque
En un punto determinado del bosque, hacia la altura de 1.450m, hay un desvío poco señalizado, hacia la derecha, que se interna ladera abajo entre los árboles.
Comienza aquí un tramo de belleza inesperada y natural, donde escasamente se distingue la trocha en algunos sitios,
que sigue persistentemente el curso de Le Lauga, torrente bravo que se descuelga en cascadas, a través de un hayedo virginal, y que 450m más abajo desemboca en Sanchese.
En resumen, completamos de esta forma un circuito “fuera de los cánones”, cuyo comienzo y final discurre por bosques en los que resulta difícil mantener  el ritmo de la marcha, tantos son los rincones en los que te paras simplemente a observar, a empaparte de naturaleza, con una parte intermedia dura y áspera, de las que exigen tesón y resignación a la par que habilidad, una cima solemne, airosa. Unos valles amplios y hermosos de donde los murallones calcáreos sobresalen, lugares en los que unas veces la niebla es traicionera y otras el sol es implacable, donde el verdor de las hayas siempre pone el contrapunto preciso para ofrecer un conjunto que hay que ver y visitar vez tras vez.

4 comentarios:

  1. Una pena que se hayan terminado los días de vacaciones veraniegas. Os habéis hecho unas buenas salidas tú y mi tocayo. Variadas, diferentes, abriendo ideas y enseñando paisajes.
    (Yo suelo llevar el agua en dos recipientes, en uno llevo la cantidad principal, a emplear durante la marcha y el otro es una pequeña botellita de unos 200 cc que escondo y olvido en el fondo de la mochila. Si la cosa se complica es cuando "la encuentro".....es una tontería, pero alguna vez ya me ha hecho el papel...

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    1. Las vacaciones veraniegas, tan apreciadas ellas, dan paso, como diría tu tocayo y mi amigo Manuel, al benedictino "ora et labora" que, ajeno a las flaquezas de la carne, mantiene incólume el espíritu y ensalza la labor a la espera de otras temporadas más proclives a la distensión. No desaprovechemos sin embargo cualquier resquicio que permita entrar en contacto con la naturaleza, eso sí, a partir de ahora con "la reserva olvidada" en el fondo de la mochila del "quinto de agua", que es muy buena práctica. Salud y montaña, brother.

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  2. ¿Qué más puedo aportar? Lo intentaré. Un rincón que ofrece delicias como Lescun no podía permanecer ajeno a nuestro caminar. Simplemente extraordinario. Bosques de hayas que nos transportan a mi querida Cordillera Cantábrica; agujas calizas que nos acercan a las torres de los Picos de Europa; el karts en estado puro que nos recuerda a las profundidades de la fantástica "Skocjan jame" eslovena; el curso alto de un rio pirenaico donde seguro vive el querido "desmán de los pirineos"; unas vidas duras, las de los pastores, forjadas en el acarreo del ganado por los pastos de altura; un trazado exigente que pone a prueba nuestra perseverancia; y un compartir emociones y complicidades a cada paso. Bueno, a pesar de la escasez de agua y el castigo del sol se mantuvo el humor, y ante la distraída pregunta ¿porqué vistes todo de negro? -la respuesta- porque es elegante...Final de un ciclo, principio de otro...más ideas-más salidas-más vivencias-más zancadas ligeras... Salud y Montaña

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    1. Las buenas vivencias y relatos se cimentan en los aportes. No serían igual sin ellos. Preguntas y respuestas emitidas (¡Además en Francés!), se suman a los pensamientos malévolos que quedan retenidos, sin pronunciar, cuando presos de la sed nos cruzamos con alguien que desciende de la cima ¡Acarreando fuera de la mochila DOS BOTELLAS de agua medio llenas! con plena ostentación, y consiguimos mantener las manos quietas y balbucear un sencillo "bon jour" salpicado de salitre, mientras continuamos hacia arriba. Salud y montaña que Guadarrama ya nos espera.

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