martes, 14 de agosto de 2012

Ansabere / Petrechema. Fieras y huidizas agujas en el verdor de Lescun.

Gran Aguja de Ansabere
A cada lado del túnel de Somport hay dos mundos bien distintos. La luz y el sol imperan en el lado español, el verdor y la bruma son los amos del lado francés. Estoy convencido de que para dar con un día entero de sol en la vertiente francesa es necesario vivir en ella.
Yo que ya había subido al Petrechema en ocasiones anteriores desde España (Oza y Linza), quise hacerlo esta vez desde Francia (Lescun), para contemplar en toda su magnitud las agujas calcáreas de Ansabere, pero lo que vi y admiré fue el verdeante bosque de Lescún, sus magníficas hayas y torrentes, porque las agujas en sí mismas, las intuí nada más y las pude contemplar tan sólo desde la cima del Petrechema, ya que la niebla mantuvo oculta su dolomítica estructura del lado francés durante todo el recorrido.
Tan pronto se sale del túnel de Somport comienza el espectáculo. En un marco de verdor la carretera pierde altitud rápidamente hasta llegar, al cabo de unos cuantos kilómetros al desvío hacia Lescun. Si no importa la humedad y el deambular por bosques inacabables de hayas constituye un deleite, estos valles franceses que desde las poblaciones se extienden hacia la frontera con Aragón son dignos de recorrerse en su totalidad. Cuanto más abajo se parta, más bosque se recorre.
Para ascender al Petrechema dejo el coche en el aparcamiento de Masousa (960m). Son las 9h y la bruma tapa el paisaje desde los aproximadamente 1.500m, pero confío en que levante a medida que entre el día, porque parece que se va moviendo lentamente hacia las alturas.

El ambiente es muy húmedo, las plantas están goteando cuando comienzo a trotar por la pista que, por la margen derecha del torrente de Ansabere (izquierda en sentido de la marcha), va ganando altura suavemente hasta alcanzar el puente de Lamary (¿en memoria de alguna española que habitara por aquí, quizá?) por donde cruzo el torrente para seguir ascendiendo ahora por su margen izquierda (derecha en sentido de la marcha).

La niebla sigue rondando los 1.500m por lo que comienzo a temer que se mantenga; no obstante, el ambiente no defrauda un ápice, ni tan siquiera cuando salgo momentáneamente del bosque a una zona pasto desde donde las agujas “deberían” verse, pero están ocultas.

Cruzado el claro me interno de nuevo entre las hayas por donde el torrente fluye entre las piedras cubiertas de musgo y las rojas hojas que tapizan el suelo. Este entorno produce una sensación de profunda paz y quietud donde nada desentona. El zanqueo me cunde, la humedad surca la cara en forma de regueros de minúsculas gotas, el vaho se aferra a las gafas, el ritmo es bueno.

El sendero sale del bosque, los árboles dan paso definitivamente al pasto y a las piedras. La neblina continúa ocultando pertinazmente a las huidizas agujas, que siguen sin verse. Aquí se encuentran las cabañas de Ansabere, donde un rústico cartel indica muy claramente lo que se debe hacer.

A ratos se puede ver el collado de Petrechema, para luego volverse a tapar. Al menos puedo orientarme y encaminarme hacia él, porque por aquí los franceses con los que me voy encontrando parece que para todos sea la primera vez, porque a mi pregunta de si el sendero es el correcto para llegar al collado, cuando la bruma lo tapa todo, las respuestas que recibo son: je crois, peut etre, así que tiro de mapa e intuyo, mientras ellos optan seguidamente por la dirección que tomo yo.
Alcanzado el collado de Petrechema (2.082m) la niebla empieza a desvanecerse por la parte española, la ladera de acceso a la cima se entrevé con cierta claridad. Los últimos 150m hasta la cumbre ya los hago al sol, el mar de  nubes queda abajo. De este entorno irreal sobresalen los picos de Collarada, Bisaurín, etc.

A las 11:45h alcanzo la cima del Petrechema (2.370m) y desde ella, separada por una profunda brecha, puedo contemplar la Aguja Norte de Ansabere. Mirándola me viene a la mente la descripción de la primera vez que fue escalada, el día 24 de junio de 1923: Lucien Carrive (avezado escalador) y el principiante Armand Calame, con la ayuda de una vieja cuerda de cáñamo lo consiguieron a costa de sus vidas. Calame, yendo de primero, superó una fisura extremadamente difícil. Después, al tratar de pasar Carrive la cuerda se rompió y cayó al vacío. Calame llegó solo  a la cumbre y al intentar bajar con el trozo de cuerda que le restaba cayó y se mató también (“La conquista del Pirineo”. M. Feliu).
Las personas que van llegando a la cima me sacan del ensimismamiento, veo que ha pasado casi una hora, así que tomo unas almendras, un gran trago de agua y …. cómo no ¡un plátano!, antes de lanzarme hacia abajo por el camino de subida.
Las dos agujas de Ansabere, izquierda el Petrechema, derecha, la gran Aguja.
La bruma sigue igual, voy deprisa por la pedrera hasta alcanzar las cabañas de Ansabere, donde ahora hay mucha gente.
Me interno en el bosque donde el buen sendero permite correr durante todo el tiempo. De nuevo entre hayas, con las agujas de Ansabere ocultas entre las nubes, el entorno se muestra espléndido y acogedor.


Son las 14h cuando alcanzo el coche tras haber recorrido unos 13km superando un desnivel total de 1.400m de D+ y que, gracias a la niebla, podré volver a repetir con la excusa de ver las agujas que hoy se han mostrado tan esquivas. 

2 comentarios:

  1. Ha tenido que ser una bella y refrescante jornada.Espero que la próxima vez que la repitas te acompañe el sol..... y un servidor también.

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    1. Cada vez que voy por los bosques de Lescun pienso que te estás perdiendo unos paisajes y recorridos (para ti, por correr todavía), que apreciarías en toda su belleza. Por mi parte estaré encantando de zanquearlos contigo en cuanto se nos acomode. Salud y montaña.

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