domingo, 22 de abril de 2012

La corona de San Rafael: Cueva Valiente, Cerro la Salamanca y Cabeza Líjar.

La localidad de San Rafael, situada en Segovia, al Oeste de las últimas estribaciones de la Sierra de Guadarrama, está tendida al pie de la cara Norte de un conjunto de picos que rondan los 1.900m de altura, cuyas laderas cubiertas de  pinar refrescan tanto a la población como a quien se anima a andar por ellas.
Necesitaba volver a recorrer monte a zancadas, respirar aire puro, adentrarme por lugares desconocidos, descubrir otros parajes, retomar conocidas sensaciones; para conseguirlo tracé un itinerario circular de los que tanto me agradan.
Dejo el coche en San Rafael (1.212m), concretamente en la calle Carlos Mendoza, junto a las piscinas municipales. La mañana promete, si bien las partes altas de la sierra están ocultas por las nubes; confío en que el sol haga su labor y las vaya levantando a medida que cobre fuerza.
Son las 9:30m cuando comienzo el trote siguiendo las marcas blancas y rojas del GR88 que arranca justo donde he dejado el coche. La humedad del bosque me envuelve, las pisadas son amortiguadas por el terreno empapado.
Voy corriendo por entre altos pinos, escuchando intermitentemente a un pájaro carpintero que, por más que lo intento, no alcanzo a ver. Verde es la hierba que cubre el suelo y verde es el musgo que coloniza la parte superior de la tapia de losas de granito que voy manteniendo a mi izquierda, según subo. La carrera es cómoda. La pendiente aún es suave.
Busco el camino hacia el Peñoncillo, primer promontorio en la ascensión a la Cueva Valiente. Al poco llego a una gran pradera en la que se ofrecen tres pistas: la de la izquierda sigue el GR88 (va al collado de Hornillo), hay otra al centro (hacia el curso del arroyo Secal)  y una más a mi derecha, que es la que yo tomo para subir directo al objetivo.  
De entre los secos helechos del sotobosque sobresalen rocas y restos de viejos troncos colonizados por el musgo. La humedad me envuelve, las gafas se me empañan. La senda comienza a empinarse, ralentizo el trote.
El entorno es fiel testigo de las continuadas lluvias y nevadas de las últimas dos semanas; es cara Norte y las rocas que emergen entre los árboles apenas dejan ver el gris de su granito bajo el tapiz verde que las cubre. El ambiente es fresco, solitario, completo.
Voy atento a dónde pongo los pies, los resbalones son fáciles en estas condiciones; no obstante, voy observando en derredor, hacia arriba también, a ver cómo va el sol, al que todavía  no le veo con fuerza suficiente. Una hermosa mata de muérdago firmemente enraizada en una rama de pino hace que me detenga un instante.
Paso sin parar por el claro del Peñoncillo (1.600m) y enfilo la subida hacia el cerro de La Cueva Valiente. Voy al encuentro de la nube que lo cubre. La trocha se empina y discurre por entre brezos, rocas musgosas y pinos ahora ya de menor porte.
El ambiente se torna invernal, el viento azota, las gotas penden de las acículas de los pinos, los líquenes están en su hábitat y yo sigo a vueltas con mis gafas, cuyos cristales van empañándose por turnos ¡Al menos no son los dos a la vez!
A los 1.850m el agua se transforma en hielo, subo la cremallera de mi chaqueta para proteger el cuello, avanzo con poca visibilidad; el entorno es hermoso y frío.
Por fin, a través de la niebla, diviso el punto geodésico del cerro de Cueva Valiente (1.903m). Fácil subida hasta él, y pronto desciendo al abrigo del refugio que hay al otro lado, unos pocos metros por debajo.
Estoy el tiempo justo de consultar el mapa y orientarme con la brújula. No es posible referencia visual alguna. Sin  problema encuentro los restos de calzada que descienden por el Sur del Cerro, y los sigo. Al llegar a los 1.800m salgo de la nube, el panorama se aclara sobremanera, ahora sí veo el entorno y ya es factible orientarse; abandono la pista en una curva cerrada que hace a derechas, tomando un sendero que me llevará al collado de Hornillo, por una cómoda zona de pinos autóctonos ¡Da gusto ver!  
Alcanzo el collado de Hornillo (1.637m), atravieso la pista que lo cruza y sigo de frente, hacia el Cerro de La Salamanca (1.789m), por la traza de máxima pendiente, lugar en el que agradezco la ayuda de los bastones. El refugio de la cima está en pésimas condiciones, pero el panorama desde esta punta bien vale la pena.
Sin más demora emprendo la bajada hacia el collado de la Mina (1.710m). Sigo las marcas del GR10 que recorre todo el cordal hasta la Peñota, pasando por el Alto del León. El trote cunde. Ocasionales miradas hacia la Cueva Valiente, a mi izquierda, me permiten constatar que todavía está cubierta por la pertinaz nube ¡Y eso que ya son las 11:30 de la mañana! Es lo último que le queda al sol para completar su faena de hoy.
No me detengo en el collado y sigo hacia la siguiente punta de la corona, la Cabeza Líjar (1.823m), lugar en el que un bunker recibe al visitante.
La vista hacia el Norte permite contemplar las cimas nevadas de la Bola y Cabezas. La Maliciosa ya ha perdido la nieve, el sol y las temperaturas en alza van haciendo su labor.
Las marcas del GR10 me conducen sin titubeos hasta el collado de la Gasca (1.601m), alcanzado el cual las abandono y tomo, en su  lugar, una pista hacia la izquierda que se adentra en el bosque en dirección a San Rafael.
Cómodo trote por medio de esta arboleda, entreviendo el recorrido de esta mañana entre Cueva Valiente (¡Por fin libre de su nube!) y el resto de los picos de la corona, encontrándome con algún que otro grupo de caballos, mientras voy descendiendo rápidamente hacia el lugar de partida, a donde llego a las 13:30m.
Bonito itinerario circular, mayoritariamente al amparo de los árboles, por bosques muy bien conservados, que me ha permitido saborear el frío, la humedad, la naturaleza, las vistas a lo largo de unos 14km, salvando un desnivel acumulado de unos 1.000m de D+. Prometedor paraje que bien vale unas cuantas visitas más, para acabar de descubrir el resto de sus rincones.

2 comentarios:

  1. Agradable recorrido para un día variable, con dudas sobre un sol tímido, sometido a la ciega niebla. Hermoso, digo, por esos magníficos pinos que acompañan a esa roca en la pradera; para extender un mantel de cuadros y tomar viandas y vinos. Uvas e higos de postre, como si de patricios se tratase. Luego una siesta y disfrutar de algún brebaje *”menciñeiro" producto de ese inusual muérdago sobre pino resinero, manso, laricio, albar , valsaín…¿Pino simplemente. Qué raro?
    Buen itinerario, como del que debió hacer el Arcipreste.
    Salud, libertad y montaña.
    [*medicinal o propio del curandero]
    Deica

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    1. Por más que bien me agradaría deleitarme con semejante yantar, reflexiono y sopeso que, en tanto en cuanto me toca a mí acarrear en la mochila el peso, con un tentempié mucho más modesto me habré de conformar. Salud y montaña Deicar.

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