domingo, 29 de septiembre de 2013

A las Cabezas de Hierro por la ruta de los Tejos Milenarios.

Tejo Milenario
La sierra de Guadarrama depara gratas sorpresas a quien, rehuyendo itinerarios más frecuentados, opta por recorridos inusuales para alcanzar cimas y lugares bien comunes.

Una cosa tan normal como hollar las cimas de las Cabezas de Hierro (la Mayor: 2.383m y la Menor: 2.376m, respectivamente), dos cumbres enclavadas en la Cuerda Larga, y las segundas más altas de la Sierra de Guadarrama, puede transformarse en “un hallazgo” sin más que cambiar las coordenadas habituales.

En este sentido, si bien los itinerarios típicos hacia las Cabezas de Hierro parten del puerto de Cotos (1.830m) o del puerto de Navacerrada (1.858m), mi amigo Manuel y yo decidimos iniciar la marcha en la zona de la Isla (1.200m), próxima a Rascafría para, de esta forma, realizar un trayecto fuera de lo común que nos permita contemplar los Tejos Milenarios del Barondillo (Valhondillo), entre 1.500 y 1.800 años de antigüedad, localizados al noreste de la montaña de las Cabezas de Hierro.

Es temprano cuando emprendemos la marcha. Vamos a la sombra del bosque y de la cara Norte de la Cuerda Larga. El frío se deja sentir al pasar junto a la presa de Pradillo, mientras al fondo el sol ya toca en las partes altas.


El agua rebosa mansamente
A los lados del sendero van apareciendo lo que resultarán ser las formas de vida que nos van a acompañar en el recorrido de hoy: rudos árboles pugnando por sobrevivir al paso del tiempo, cuyas raíces rompen cualquier roca con tal de seguir aportando la savia que necesitan.

Hacia lo alto, largos troncos elevan las copas hasta la luz del sol que completa el aporte de vida.

Y así vamos recorriendo la senda, junto al arroyo de la Angostura, hasta alcanzar el Puente de la Angostura. En este punto, sin cruzar el puente, tomamos el ramal de pista que tuerce pronunciadamente hacia la izquierda, alejándose del torrente cuya ribera veníamos siguiendo. Nos encaminamos hacia la Tejeda de la Cuerda Larga.

Al cabo de 1km aproximadamente abandonamos dicha pista para tomar un estrecho y difuso sendero que sube paralelo a las aguas del arroyo de Valhondillo, y que seguiremos a partir de este momento.

Al alcanzar los 1.600 metros de altitud topamos con una alambrada en cuyo interior se alza una cortina de verdor. 

Cortina de hojas de tejo
El rojo fruto del tejo aporta una diminuta nota de color al conjunto
Nos encontramos frente a una gran concentración de tejos vetustos, ante cuya imperturbabilidad nuestra presteza se transforma en parsimoniosa contemplación y reverencia. 

Los tejos (Taxus baccata) son unos árboles poderosos y longevos, a cuyo lado uno toma conciencia de lo efímero de la propia existencia.

Continuamos por trocha que se difumina de vez en cuando, cruzando varias veces el arroyo, cuyo cauce nos marca el sentido de la marcha. El bosque de pinos por el que ahora transitamos transmite una sensación de primitivismo que nuestros sentidos aprecian sobremanera.


Vamos subiendo, y pronto dejamos atrás el arbolado para encarar un pasto de altura con la silueta de la Cuerda Larga recortándose en el horizonte.

El curso del riachuelo nos sigue indicando la dirección a seguir. La sucesión de pozas constituye un regalo para la vista. Estamos a final de septiembre y el agua continua fluyendo.

Unos restos óseos sobre la roca, 

junto con un picante olor cada vez más acusado, captan nuestra atención.

Al poco damos con la osamenta y la piel de una vaca que ha terminado su ciclo vital en estos parajes. El desasosiego inicial da paso al acatamiento de la naturaleza.


Unos metros más y localizamos la surgencia de las aguas a los 2.100m de altitud, algo por debajo de la Cuerda Larga,  a cuya loma llegamos tras unas cuantas zancadas, colocándonos al pie de la cara Este de la Cabeza de Hierro Mayor.

La forma de herradura de la Pedriza, con el embalse de Santillana al fondo, constituyen un paisaje bien familiar para nosotros. Hemos alcanzado la Cuerda, y los 2.200m de altitud.

Subimos rápidamente hasta la Cabeza Mayor, donde un nutrido y vocinglero grupo de personas, que han accedido a ella desde Cotos o Navacerrada, hace que nos retiremos unos metros para tomar en paz unas almendras y un plátano, mientras contemplamos la siguiente parte de nuestro circuito de hoy.

Toca ahora subir a la Cabeza Menor, recorrer a la carrera la loma que la separa del Cerro de Valdemartín, para seguidamente bordear con algo más de tiento y pausa la parte superior del circo de las Cerradillas.

Atrás quedan las Cabezas de Hierro Mayor , Menor, y el collado de Valdemartín
Descendemos posteriormente hasta entroncar con el camino habitual que viene del refugio del Pingarrón, encontrando retorcidos testigos de crudos inviernos.

Finalmente llegamos al cauce del arroyo de la Angostura, lugar donde nos detenemos para tomar una barra energética y bebida isotónica, antes de emprender una carrera sostenida por la buena pista que, tras unos 5 km, nos lleva de nuevo al Puente de la Angostura, punto en el que cerramos el círculo que iniciamos hace algunas horas.

Los helechos del sotobosque por el que transitamos, camino de la Isla, muestran ahora un colorido alegre que pone un brillante colofón a una jornada en la que, durante 24km y salvando un desnivel de unos 1.200m de D+, nos ha permitido adentrarnos por unos entornos bellos y primitivos que sólo se encuentran cuando nos salimos de lo trillado.

domingo, 22 de septiembre de 2013

O Pazino. Privilegiado otero con nombre de actor de cine.

Rápida, gratificante y poco exigente incursión al territorio de las luces y las sombras en un destino próximo. Contrafuerte atractivo alzándose sobre Escarrilla, llamando la atención por su apariencia inaccesible.

Circuito que comienza a la sombra, remontando el barranco de Escarra por la estrecha y rocosa senda que surca el farallón de las Crambas, ganando altura entre espeso boj, donde no faltan los destellos de color, para salir finalmente a la luz de las zonas altas.


Estrecha es la senda que surca el farallón, remontando el barranco de Escarra
Áspera roca transformada en suaves praderas de altura poco antes de alcanzar el collado de Pazino (1.826m), desde donde llegar a la cumbre es cuestión de unas cuantas zancadas más. Aunque se pone fuerte la pendiente en su parte final se trata de un tramo corto.

Cima d'O Pazino desde el collado del mismo nombre
Espléndidas vistas en 360º desde una modesta cima (1.965m) que parece pugnar por retener al visitante. 

La Sierra de Partacua, y a sus pies el embalse de Escarra, en cuyo desagüe se inicia el barranco de Escarra
Rojas tonalidades las de las montañas sobre el barranco de Culibillas y el  Corral de las Mulas, cerca del Portalet

Espolón que se desprende de la cima d'O Pazino. A la izquierda, el embalse de Lanuza; a la derecha, Escarrilla
Rápida carrera en descenso hacia Sallent, con frecuentes altos para echar la vista atrás, hacia la atalaya cada vez más lejana. 

Cima d'O Pazino, vertiente de Sallent

Montañas próximas, enmarcadas por fresnos y serbales, cuyas cimas se hacen cada vez más altas a medida que el trote me acerca hacia Sallent.


Los Picos del Infierno y su característica Marmolera
El Pico Pallas
Sallent, cada vez más próximo
Ya en la carretera, a la altura del cementerio de dicha población, quedan casi cinco kilómetros de duro asfalto para completar este circuito, llegando de nuevo a la boca del túnel de Escarrilla. Suerte que son de franca bajada y que, de paso, el rítmico trote permite ir contemplando con detalle unos paisajes que habitualmente pasan desapercibidos cuando se recorren en coche.  
La Sierra de Sabocos, en lontananza, cierra el paisaje mientras recorro la carretera camino de Escarrilla.

domingo, 15 de septiembre de 2013

La integral de la Pedriza. Inmersión en el territorio de las siluetas.

Bola de Navajuelos
Un recorrido circular "por todo lo alto". Piedras enormes, aire limpio, paisajes y formas surrealistas, extraordinaria composición de rocas pulidas y redondeadas, intrincados recovecos, ocasionales explosiones de color. La más gimnástica y exigente de las excursiones de la Sierra de Guadarrama es también una de las más hermosas.

Recorrido ideal para realizar cuando las ganas y la forma física se encuentran en zona de máximos. Por su longitud, su desnivel y los rincones que se visitan, es la ruta reina de La Pedriza.

Manuel la propone, yo la acepto sin titubeo y a las 8h iniciamos la marcha en el Tranco; Por delante unos 18km siguiendo la Senda Termes, salvando un desnivel de 1.300m de D+.

Tranco - Yelmo - Collado de la Dehesilla - Jardín de Navajuelos - Pared de Santillana - Collado de la Ventana - Pedriza Posterior / Las Torres - Collado del Miradero - Las Milaneras - Jardín de la Campana - El Pajarito - Collado del Cabrón - Canto Cochino - El Tranco.

Comenzamos a buen ritmo la empinada subida hacia el Mirador del Tranco y la Gran Cañada. A la derecha, las primeras luces de la mañana, a la izquierda, las últimas sombras en retirada, de frente, la fuerte pendiente. Sucesión de moles graníticas cuyos contornos incitan a personales asociaciones mentales.


Al fondo se deja ver la Maliciosa
Al final, explosión de luz dando paso al desafiante paredón del Yelmo. 

Cara Sur del Yelmo
A medida que contorneamos su base, en dirección al Acebo, mis recuerdos divagan por las distintas ocasiones en las que escalé algunas de sus vías con los dos compañeros de cordada que tuve hace ya tiempo. Mi hermano el primero de ellos, y el segundo, Manuel S. cuya compañía se desvaneció hace años.

Allí donde la mirada se posa descubre formas que siempre estuvieron y que hasta ahora no habíamos enfocado. Arcos sustentados bajo los cuales la senda no pasa pero nosotros sí.

Damos vista al tramo siguiente, a la Pedriza posterior. Apilamientos rocosos entre los cuales ni se vislumbra la traza de la senda que los atraviesa.

Descendemos velozmente al collado de la Dehesilla para, sin pausa, encarar la exigente subida hacia el risco de Mataelvicial.

Mientras nosotros ascendemos a ras de tierra, entre robles, brezos y encinas, por encima, sobre el colosal granito, otra pareja, de diferente especie, también deambula.

Encantador rincón el del jardín de Navajuelos. Pétreo conjunto de formas y siluetas especialmente dalinianas y bellas que atravesamos con quietud y recogimiento, imbuidos del fresco entorno por el que nos movemos.

Jardín de Navajuelos
Entramos en el bosque que precede a la Pared de Santillana. Trepamos o reptamos cuando el guión así lo exige. Son las características de la Pedriza.

Llegamos al collado de la Ventana. Un breve alto para compartir un plátano y beber un trago de agua. A la vista, “al otro lado”, el collado del Miradero, por delante la inmersión en el límite de la Pedriza Posterior, hacia las Torres. 

Desde el collado de la Ventana, vista hacia el caos de la Pedriza Posterior
Caos granítico repleto de sube y bajas, asomándonos a los callejones y bosques de la Pedriza, hasta llegar al Comedor de Termes, lugar en el que ya se acaba el subir; la silueta del Dedo de Dios, amagada tras las Torres, pasa desapercibida si no la conoces.

El Dedo de Dios
Descenso rápido hasta el collado del Miradero. Nuevo refrigerio mientras la vista se posa en el collado de la Ventana, donde estábamos no ha mucho rato. Reponemos energía en forma de barritas y bebida isotónica antes de reemprender la marcha en dirección a las Milaneras. Las nubes se van consolidando y no es buen terreno el que viene para afrontarlo con roca mojada. Trote ágil y adelante.

Van abriéndose las nubes y, además, ya tenemos al alcance el collado de cambio de vertiente. El “Gran Patriarca” nos espera.

Tres Cestos o El Gran Patriarca
A partir de aquí hemos de ir atentos a no perder las marcas (amarillas y blancas) y los hitos. El bosque es espeso, las rocas son llamativas, incitadoras para treparlas, pero vale más seguir los mojones si queremos evitar embarques incómodos.

El fondo de la Pedriza se muestra en la lejanía; bordeamos contornos caprichosos, 

seguidos de algunos destrepes atléticos, innecesariamente asegurados con cadenas de “nuevo cuño” que distorsionan lo natural, dando paso al enmarañado bosque por cuyas empinadas pendientes descendemos cual “Tarzanes”, asiéndonos de las ramas mientras agradecemos no haberlo realizado en subida.

Las altas Torres van quedando atrás mientras descendemos por el bosque
Dejamos atrás el laberinto de rocas y robles accediendo a un pinar más esclarecido por el cual subimos unos 50m hasta entroncar con las marcas y senda que nos conduce hacia el jardín de la Campana. Cerrado lugar entre los riscos de la Campana, la Vela y el Pajarito, donde se acumulan troncos de grandes pinos, derribados y secos, junto con los enhiestos ejemplares, confiriéndole el aspecto de un cauce por el que hubiera discurrido una feroz riada, no siendo éste el caso, ya que por la zona no hay ni rastro de agua.

Enfilamos el estrecho canalón que se desprende pegado a la pared Este del Pajarito, 

Sobrio rostro indiferente al colorido serbal
en dirección al collado del Cabrón, en el que hacemos un alto para tomar la última ración de energía de la jornada. Hasta aquí todo ha sido trepar, destrepar, subir, bajar, reptar entre peñascos, descolgarnos por pendientes laderas boscosas; a partir de ahora toca descenso a la carrera hasta la Autopista, continuación hasta Canto Cochino, sortear después el denso tráfico humano que acompaña el curso del río Manzanares por su ribera izquierda, para llegar de nuevo al Tranco a las 14:30h.


Momentos para estirar adecuadamente, tomar un buen bocadillo e hidratarse (cada cual a su gusto) y marchar luego sonrientes de vuelta a casa, tras haber completado un circuito clásico de la Pedriza que no puede dejar de realizarse o repetirse cada cierto tiempo, preferiblemente con roca seca. Nunca defrauda, siempre exigente y ofreciendo lo mejor que el entorno atesora.
Bosques y riscos de la Pedriza Posterior